Opinión

“The Passion of the Christ” (“La Pasión de Cristo”, 2004) de Mel Gibson nos retrotrae a las concepciones medievales de las representaciones de la Pasión, y si bien cuenta con una fotografía y edición de calidad y una recreación de pinturas clásicas sobre los últimos días de la vida de Jesús, su exaltación del sufrimiento y su regocijo sádico en mostrar gráficamente las peores torturas sólo apela a mentes conservadoras, pues quienes aprecian la libertad de conciencia suelen ser refractarias a una obra que más parece una prédica a latigazos.

Quizás la versión más bizarra y delirante de Jesús la encontramos en “Jesus Christ Vampire Hunter” (“Jesucristo, cazador de vampiros”, 2001) de Lee Demarbre, película canadiense independiente y relativamente desconocida, que es una parodia con tintes de comedia, terror, acción, artes marciales e incluso una parte musical. Todo a la vez. Sin pretensiones de ser tomada en serio, la película fue rodada con escasos recursos a lo largo de dos años durante los fines de semana. De ahí que la figura de Jesús vaya cambiando, pasando de ser un hombre barbudo de pelo largo y túnica larga, a cortarse el pelo y afeitarse y ponerse un piercing en la oreja, para finalmente en una siguiente etapa vestirse como una persona común y corriente.

La trama es como sigue. Ante la aparición de vampiros de ambos sexos que están asesinando lesbianas, un cura católico le pide a otros dos curas, uno de ellos con un peinado punk, que vayan a buscar a Jesús que ha regresado a la tierra en su segunda venida a fin de proteger a las lesbianas, que también son hijas de Dios y un tesoro para la Iglesia. A partir de ahí Jesús luchará contra una horda de vampiros —e incluso una pandilla de ateos— a golpes de kung fu y utilizando estacas de madera como armas letales. En ocasiones Jesús se movilizará en motocicleta o skateboard. Cuando es vencido tras una pelea y yace tendido en la calle, un agente de policía y un cura católico pasarán de largo, ignorándolo, mientras que será un transexual quien lo socorrerá y curará sus heridas, en clara alusión a la parábola bíblica del buen samaritano. Jesús pedirá entonces ayuda al luchador mexicano El Santo —conocido como el Enmascarado de Plata y a quien se llama Santos en el film— para luchar contra los vampiros. En esta tarea lo ayudará también Mary Magnum —en alusión a María Magdalena—, una hermosa mujer que de viste cuero rojo, con lo cual ha compartido un sauna.

En medio de toda esta orgía de imágenes delirantes encontramos ideas interesantes: la inclusión de las personas marginadas de la sociedad, la aceptación de la diversidad y la libertad de conciencia, evidente en el mensaje final que Jesús da en un parque a sus seguidores, en una escena cargada de jolgorio y alegría.

En fin, es una película que sólo disfrutarán quienes posean un desarrollado e irreverente sentido del humor y sean capaces de admitir que existen diversas interpretaciones de Jesús. Y que de esas interpretaciones, las más rígidas y serias son quizás las más peligrosas y perjudiciales, las que más nos alejan de lo humano.

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Jesús, Películas

Si nos ponemos a revisar el clásico enfrentamiento pop versus rock, la lista de casos es interminable. En 1976, el mismo año que el trío canadiense Rush enloquecía a la comunidad fanática del rock progresivo con su álbum conceptual 2112 -con temas como este-, cargado de electrizantes solos y cambios de ritmo en suites de más de veinte minutos; el cuarteto vocal sueco Abba sacudía las pistas de baile con la rítmica contagiosa e inmediata de Dancing queen, de su cuarto álbum Arrival. Esta convivencia de estilos de intenciones antagónicas y comprobada calidad existió hasta entrados los años noventa, década en la que ya podemos encontrar los primeros atisbos del encanallamiento del pop con vocación estafadora, caracterizado por la ligereza, homogeneidad y simplonería de sus contenidos.

En un primer nivel de apreciación, parecería comprensible que el torso desnudo de Plant y los fantasmagóricos movimientos de Jimmy Page fueran incompatibles con las corbatas michi de Richard Carpenter y las blusas con bobos de su hermana Karen. Pero, en un segundo nivel, la calidad de ambos grupos era tan alta que podía llegar -como de hecho lo hizo- a agradar a ambos segmentos por igual, debido a que exhibían un talento superlativo e innegable. Prueba de ello es que miles de coleccionistas de vinilos alrededor del mundo tienen en sus anaqueles las discografías de ambos. ¿Ustedes se imaginan a algún audiófilo del futuro colocando, junto a los tres sólidos álbumes que lanzó el colectivo psicodélico australiano King Gizzard and The Lizard Wizard durante el año pasado, el inconexo y masivamente aclamado tercer álbum de Rosalía, Motomami (Columbia Records, 2022), -cuyo primer año de lanzamiento fue “celebrado” con multitudinarios conciertos en las versiones argentina y chilena del Lollapalooza- que conspira contra sí mismo al sepultar en pantanoso reggaetón, las dos o tres ideas ligeramente interesantes que, haciendo un esfuerzo, uno podría llegar a rescatar de sus más de sesenta minutos?

Los nuevos productos extra musicales del pop moderno, particularmente los de la vertiente «latina», tienen, entre otros elementos, bases rítmicas muy elementales que extraen de una disciplina llamada «música» que personajes como Rosalía usufructúan para alcanzar los gustos populares, hecho que se concreta con su presencia permanente en premiaciones, festivales, primeros lugares de ventas y fanatismos rabiosos de una masa farandulizada e ideologizada, en modo intolerancia absoluta a la crítica.

Otros elementos constitutivos de esos productos son la vulgaridad, el sexismo, la idiotez en el uso del lenguaje, la superficialidad absoluta de los mensajes que ofrecen a sus públicos, conformados generalmente por personas muy jóvenes, de educación muy escasa y, en muchos casos, nula. Aunque, en realidad, también es verdad que han logrado ingresar al consumo de poblaciones que sí han atravesado por ciertos momentos de educación, algunos hasta son profesionales exitosos, cultileídos y no necesariamente jóvenes. Esto se debe a que, frente a los dictados de la posmodernidad y el exhibicionismo materialista de las redes sociales, este segmento masivo encuentra, en las tendencias asociadas a la ilusión de que la vida es -o debe ser- una fiesta interminable y desenfrenada, su única manera de ser feliz.

Pero quizás lo que más sirva para ejemplificar la gran estafa del pop moderno es lo poco que ha tardado Rosalía en pervertir su sonido, de ser una supuesta promesa del flamenco moderno con un deficiente pero auténtico primer álbum, titulado Los Ángeles (Universal España, 2017), grabado a guitarra y voz, pasando por el collage desordenado de El mal querer (Columbia Records, 2018), que se enreda en exploraciones electrónicas y ciertos intentos de fusión, hasta llegar a las fórmulas repetitivas y baratas del reggaetón/bachata de su última producción -el mentado Motomami- y sus recientes colaboraciones con personajes como J Balvin, Bad Bunny, Ozuna o su actual pareja, el portorriqueño Rauw Alejandro, que, coincidentemente, la han puesto en todos los titulares. A Shakira le tomó doce años esa degradación, de sensible cantautora juvenil a ofensora del buen gusto con sus reggaetones y demás. A Rosalía, solo la mitad.

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Música de moda, Pop del siglo XXI, Rosalía

No tiene buen lejos la izquierda peruana. Sus perspectivas solo se alimentan del optimismo que pueda generar la subsistencia de un ánimo antiestablishmet de un sector importante de la sociedad peruana, en particular, en el sur altoandino, capaz por sí solo de otorgar los votos suficientes para que un candidato de ese perfil pase a la segunda vuelta.

Fuera de ello, parece condenada a la marginalidad electoral, salvo que la derecha o el centro cometan la inmensa torpeza de presentar sinfín de candidaturas (¡van 21 hasta el momento!), hecho que pudiera hacer que se repita el fenómeno Castillo. Si no ocurre ello, tendremos, merecidamente, a la izquierda peruana recluida por el justo castigo cívico dada su prolífica inconducta política.

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izquierda peruana

En segundo término, hay autores que desconozco por completo o no he leído. Eso, naturalmente, no me convierte en miembro de una cofradía que quiere beneficiar a alguien ni en parte de una novela nostra que se parece mucho más a una fantasía conspirativa que a una realidad patente. Es cierto que entre las muchas novelas que se mencionan pocas o ninguna vienen del interior del país, aunque esto es relativo: si vemos el origen de los autores, muchos no son limeños; si nos guiamos por los datos editoriales, claro, la mayoría son libros impresos en Lima. Me queda en claro que se deben mejorar, en todo caso, los mecanismos de distribución y circulación de textos. Y también procurar que los espacios de crítica, mayormente digitales hoy, se ocupen de ellos en la medida de lo posible.

Que si la encuesta fue cerrada, que miren la lista de los invitados a responder, que si la metodología es la correcta, etc. Todo eso se puede discutir y no hay por qué escaldarse. Pero de ahí a lanzar acusaciones de favorecimiento hay un salto un poco temerario. Que nueve de los diez libros que encabezan la lista sean de una misma casa editorial es una circunstancia fuera de mi control: recuerdo haber leído País de Jauja en la edición de La Voz; conservo aún mi vieja edición de Crónica de San Gabriel en Tawantinsuyu; Redoble por Rancas de Scorza en Monte Ávila; Ximena de dos caminos en Peisa, en fin. No se me hubiera ocurrido votar pensando en quién es el editor o el sello. Solo en cada novela y en su importancia, según yo, mis lentes de paciente astigmático y mi almohada. Nada más por ahora, lectores.

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Literatura peruana, Novelas, Perú

En la batalla por la narrativa internacional del golpe de Castillo hay mucho por hacer, dicho sea de paso. Haría bien el gobierno de Dina Boluarte, más aún si, como parece, gobernará hasta el 2026, en organizar misiones internacionales de personajes independientes que le aclaren las cosas a los medios y a los políticos locales. Ya bastante se ha logrado con el espaldarazo de un peruano universal de gran predicamento, como Mario Vargas Llosa, pero hace falta un trabajo de filigrana más sostenido y permanente.

La democracia peruana está incólume gracias a que se evitó el golpe de Castillo. El Perú se salvó de seguir el camino de Venezuela y Nicaragua, que era el que el inefable Castillo quería seguir, controlando instituciones,  cerrando el Congreso y destruyendo la democracia a la que retornamos a principios del milenio. Eso hay que decirlo a los cuatro vientos, que los hechos amparan esta narrativa de manera contundente.

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Andrés Manuel López Obrador, Gustavo Petro, Pedro Castillo

La ideología no puede anteponerse a la ley, a los requisitos mínimos de seguridad, a la búsqueda de una sociedad donde impere el orden y la sensatez, el respeto a la vida del prójimo antes que un discurso político.

Si vamos a desconocer cada acto de una autoridad dentro del marco de la ley o al revés, si vamos a darle legitimidad a actos flagrantemente delictuosos como el golpe de estado de Castillo, pues no tenemos futuro como sociedad ni menos aún, como nación.

Tenemos el deber de encontrar un punto de encuentro, dejar el figuretismo para lograr unos cuantos seguidores más y tener la madurez para tomar un poco de aire antes de vomitar fuego por las redes, ya que lo único que genera es enfrentar más a los peruanos y empujarlos, aún más, a los extremos.

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Larcomar, LUM, Miraflores

TRES

Eso está durmiendo en los cajones de los ministros de la Corte. Belén ya está con una situación precaria de salud. Está en un refugio involuntario, en un país generoso que le está dando una acogida, cuando su propio país le niega todo acceso a la justicia, por un sistema corrupto, deplorable.

Monica Castañé Canes

Ante la indiferencia de las autoridades, la madre se encadenó a la puerta del Poder Judicial. Mujer madura, caucásica y de rostro agraciado, arrastra con el dolor a cuestas.

  • Nosotros fuimos con las senadoras Lilian Samaniego, Esperanza Martínez, Mirta Gusinky, los abogados y yo a la CEP en el 2019 a por favor pedirle al entonces obispo Adalberto que intervenga en el caso de mi hija. En esa ocasión entregué toda la documentación sobre el caso. 
  • Así que haya dicho que no tenía conocimiento del caso, no es así. Dos veces nos reunimos, una vez, antes del exilio de Belén y luego nosotros ya con las senadoras. Y yo tengo la documentación adjunta

La Comunidad Educativa de la UC recolectó firmas para la desvinculación del profesor. Hubo distintas marchas de repudio por el caso.

La presión mediática dio frutos. El –ahora– Cardenal Adalberto Martínez solicitó que Kriskovich sea separado como catedrático de la universidad. Lo risible de todo esto, es que el rector Narciso se tomó su tiempo, sin mayores apuros. Fue el propio hombre de leyes – viendo la magnitud del caso– quien solicitó permiso sine die de sus cátedras. Acto seguido, las autoridades, crearon una comisión para analizar el caso, desde 2014.

  • Total, solo se demoraron 9 años.

No saben o no deducen el daño ocasionado al prestigio de la Universidad. Es una institución de la Iglesia Católica, que debería velar por la verdad, la justicia y el bien. En forma inconcebible, mantuvieron en su cargo a una persona que abusó de su condición.

  • Es claro que a ninguna persona se le puede juzgar 2 veces por un mismo delito, pero y ¿dónde queda la ética?

En tanto, la madre continuará con su lucha.

  • Seguiré con la medida de protesta hasta que se resuelva la acción de inconstitucionalidad promovida contra la resolución de la jueza Sánchez, que ordenó la captura de Belén. Una auditoría de la Corta Suprema de Justicia, en 2019, corroboró que se trata de una orden nula e ilegítima y que la jueza tenía que haber sido suspendida por el máximo órgano judicial.

La acción de inconstitucionalidad sigue sin resolverse desde hace cuatro años.

  • Este es el país, donde todos los paraguayos se sienten iguales, unos y otros, ¿no?

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Acoso sexual, Belén Whittingslow, Cristian Kriskovich, Paraguay

Por todo ello, es fundamental que la sociedad esté siempre vigilante y que defienda la libertad de prensa como un valor fundamental de la democracia. Los medios de comunicación deben ser libres e independientes para poder cumplir su función de informar a los ciudadanos de manera veraz y objetiva, y para poder ejercer su papel de contrapoder frente a las autoridades.

En definitiva, la libertad de prensa es esencial para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas de los gobiernos, así como para proteger los derechos y las libertades de los ciudadanos. Por eso, debemos estar siempre alerta ante cualquier intento de controlar o limitar esta libertad, y defenderla y fortalecerla.

Esperamos que el Congreso recapacite y si no lo hiciera, que el Ejecutivo observe esta ley, que a la postre, conducida a un tribunal mayor, como el constitucional, va a terminar dándole la razón a los medios de prensa. Pero es menester advertir de antemano el tufillo autoritario y controlista de un sector importante de la clase política respecto de una de las libertades esenciales de la democracia.

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Libertad de prensa

Aún en este contexto de agresiones y dolor, los sectores conservadores y antiderechos que han cooptado los espacios de decisión continúan con su agenda basada en odios, siguen desplegando esfuerzos para atacar a las mujeres, la lucha contra la violencia y la igualdad. Ayer, por ejemplo, se aprobó en Comisión de Educación el Proyecto de Ley 3464 que retira el lenguaje inclusivo de los textos escolares, propuesta impulsada por la congresista Milagros Jáuregui.

Es decir, sin importar el contexto violencia y crueldad contra las mujeres, las autoridades insisten con  desaparecernos simbólicamente de los textos escolares, mientras que feminicidas desaparecen nuestros cuerpos.

Ante tanta dejadez, impunidad y crueldad, es la ciudadanía la llamada a insistir y demandar cambios concretos, transformaciones culturales a favor de la paz, la igualdad y una vida sin violencia ni discriminación.

Que la indignación nunca se pierda. #VivasNosQueremos.

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Feminicidio, Perú, Violencia contra la mujer