Opinión

Castillo se va a quedar hasta el 2026. Es lo más probable. Es una ilusión absurda creer que está a punto de caer o que va a dar un giro al centro. Va a quedarse reinando en medio de la misma mediocridad izquierdista. Requiere, en consecuencia, una oposición que sepa trazar una estrategia en ese sentido. Ya, gracias a sus votos en el Congreso, ha logrado contenerlo y tirar al tacho el plan de gobierno de Perú Libre. Ahora toca hacer control de daños y evitar que el colapso del Estado que está perpetrando termine por beneficiar a otro como él, en el proceso electoral venidero.

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Derecha

Tu envidia es mi progreso

Entonces, primera lección de los 90. Perú, país de emprendedores. No importan las reglas de juego si esas te llevan al progreso. Curiosa palabra esa del progreso. Que nos lleva a la segunda reflexión. Durante los 90 y durante todos estos años, la lógica de progreso ha sido desigual. Como lo ha planteado Willy Nugent en su genial La desigualdad es una bandera de papel, pero también como lo hemos vivido expresamente estos años, la búsqueda del progreso siempre ha estado desligada de una lógica común o nacional. Ha sido un progreso desordenado, impuesto y asimilado.

Las imágenes que logramos recuperar en tres décadas de buscar ese progreso siempre nos hablan del esfuerzo como motor de cambio. Pero nunca se habla -otra vez volviendo a Nugent- de bienestar. Mucho menos de comunidad. Eso siempre lo podemos ver en las mediciones que año a año hacemos de evaluación de la situación personal y del país. Somos un país que siempre está mejor a nivel individual y que siempre tiene mejores indicadores de futuro que a nivel país. Aprendimos a prescindir de los demás para buscar nuestro propio avance en la vida.

El progreso se entiende siempre en primera persona. El fracaso también. Hay pocos esfuerzos colectivos que se asimilan así. ¿No lo creen? Tratemos de pensar en lo que peor hicimos desde los años 90, competir colectivamente. Nuestro querido fútbol, siempre repleto de imágenes de blanco y negro y de Pocho Rospigliosi en los 90 y 2000 y 2010 tocó fondo una y otra y otra y otra vez. Pero preguntemos quién era el responsable. Siempre lo fue Popovic, o Pepe, o el Pacho o el Chemo o Uribe o Company o quien quiera. Siempre individual. Jamás nos preguntamos qué hizo que nuestros deportes colectivos relativamente exitosos finalmente desde los 90 se hundieron sucesivamente. Pensar en el vóley es una lágrima también.

Mientras el país iba hacia adelante imparable, con un PBI que ya lo quisieran tantos países que estuvieron por delante nuestro, nuestros emblemas de colectividad se desvanecieron. El progreso y por lo tanto el futuro nunca fue grupal, nunca fue nacional. Siempre individual. Por eso cuando pensamos en los procesos que dieron luz a los años 90 siempre tenemos en mente personas. Nunca colectivos. Jamás los construimos.

El emprendimiento y el progreso como ideas de uno marcan el derrotero del país durante tres décadas (y me temo que serán muchas más). Lo que han sido las “generaciones” artísticas y culturales en otras partes del continente y el mundo acá han sido apellidos. Tal vez el mejor esfuerzo fue la movida subte de fines de los 90, pero se quedó allí, entre botellas de Jirón Quilca. Aprendimos a destacar de entre los NN como sea y al costo que sea. Por eso el recuerdo es sobre personas y no sobre grupos. 

La herencia 

En ese contexto en el que la sociedad pasó a ser una suma de gente que iba a destacando a punta de apoyarse en la cabeza de los demás, el “progreso” económico del país nos ha acompañado durante décadas. Entendimos la modernidad no como homogeneización sino como tecnificación. Acceso se convirtió en gadget y no en igualdad. De pronto el ejercicio de la ciudadanía se transformó en cuántos gigas teníamos a disposición. Ese progreso también lo vivimos a un ritmo no natural. Las clases medias pusieron más enchufes en casa y aprendieron a conectarse. Pero tampoco con un sentido colectivo, sino como manifestación de lo privado. No en vano somos un país con tanto Facebook y con tanto Instagram. Buscamos representarnos y dejar testigos de nuestro “progreso”, y la interacción se basa en eso. Lo que se busca no es comunicación, es expresión, huella, testimonio. Yo soy quien digo que soy. No es un fenómeno peruano, pero vaya que lo asumimos bastante bien.

El último fenómeno colectivo podría haber sido el freno al gobierno de Merino y sabemos que fue un hipo. Que no se construyó nada. Ni siquiera en la memoria de Inti y Bryan pudimos generar un consenso. Porque fue una reacción emocional, visceral, que buscaba un equilibrio. Y que lo logró. Una vez que ese equilibrio se obtuvo volvimos a nuestro propio progreso y esfuerzo. En las siguientes elecciones elegimos igual. Ni media reflexión ciudadana. Ni un solo grupo quedó de aquello. Reaccionamos al cliché, a las etiquetas de auto ayuda, a los metalenguajes que nos dicen lo que está bien y lo que está mal. Somos los genios de los memes pero los más aburridos en el estadio y los conciertos.

Así las cosas, pasarán 200 años más de Perú como república y podremos volver a escribir letra por letra y palabra este artículo. Sin quitarle una sola coma. No hay OCDE, Mundial o movimiento que haya construido algo sólido. Mañana podríamos perder la palabra Perú y a nadie le importaría. Pero no es pesimismo. Es lo que nos toca vivir.

Nuestra Amazonía es un espacio singular. Ocupa el 60% del territorio peruano y guarda una riqueza insospechada de especies animales y vegetales que apenas han llegado a ser estudiadas por la ciencia moderna. En la Amazonía peruana se hablan 44 lenguas originarias, algunas de ellas en serio peligro de desaparición. Habitan ese amplio y difícil espacio por lo menos cincuenta pueblos originarios, de los cuales doce viven en aislamiento voluntario o en contacto inicial, lo cual quiere decir que se trata de comunidades que han estado ahí por cientos de años, incluso antes de la llegada de los europeos a Sudamérica, viviendo en armonía con el medio ambiente y aprovechándolo de manera sostenible. 

Nuestra selva es nuestro pulmón y nuestro futuro. Pero no se trata de depredarlo con doctrinas como la del «perro del hortelano» que propalara el tristemente célebre Alan García. La selva hay que conocerla y respetarla. Y por eso esta FIL Iquitos le pone dignidad a la producción literaria y editorial de la Amazonía y del resto del Perú con más de sesenta actividades en tres salas simultáneas. 

Si Ud, está con ganas de charapear esta semana, vaya al portal de la FILIQUITOS en https://www.filiquitos.pe/. No se arrepentirá. 

Felicidades a los organizadores y a todos los participantes.

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Feria Internacional del Libro en Iquitos, FILIQUITOS

Recién el Congreso de la República ha atentado seriamente contra la independencia de la SUNEDU, una de las pocas instituciones bien hechas en un medio caracterizado por la precariedad institucional. Toda vez que el Estado no puede garantizar, a través de sus propias universidades, valgan excepciones, una educación de calidad a la mayoría de sus jóvenes ciudadanos, harían bien el Gobierno y el Congreso en tomar conciencia de esta nueva situación, y posibilidad, surgida de la pandemia, para protegerla y promoverla. Así, el establecimiento de una cuota preestablecida de cupos de educación remota en las carreras que ofrecen los centros de educación superior, destinada prioritariamente a jóvenes de los distritos del interior del país debería establecerse y reglamentarse como parte de un programa a la vez educativo y de inclusión social.

En un país con tantas limitaciones, reconocer e impulsar las oportunidades que la propia ciudadanía encuentra en los recovecos de un sistema que ofrece tan pocas, parece una obligación impostergable. Hagámosla realidad.

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Educación, virtualidad

A ello se le deberá, obviamente, sacar filo político, y ubicar claramente al principal causante de esos problemas, como es el gobierno, pero mientras las agendas convocantes sean temas considerados secundarios por la población, el fracaso en las marchas va a persistir, desgastando a los organizadores, desanimando a los marchantes y alegrando al régimen que ve cómo la calle no se le pone en contra, siendo, a la sazón, la única vía posible para que un Congreso ya cooptado, reaccione y encuentre una salida temprana a la crisis por la que transitamos (sea vacancia, acusación constitucional o adelanto de elecciones).

La del estribo: Sobre lobos, la obra ganadora de la Sala de Parto 2014, concurso que organiza el Teatro La Plaza, se reestrena prontamente, el 9 de junio, dirigida por Diego Gargurevich y Mariana Silva, con un elenco formado por Macla Yamada, Liliana Trujillo y Johan Escalante. Entradas en preventa -con descuento-, en la web del teatro.

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Congreso de la República

A los 15 años pasó a una panadería de Espira para aprender el oficio de panadero. Allí vivió hasta los 17 años. Su cama estaba en un dormitorio de paso al dormitorio de Jonny, un camarada de oficio 10 años mayor que él que también estado en el hogar infantil de la Engelsgasse. La primera noche, medio borracho, lo asaltó sexualmente, y así ocurrió cada dos días durante dos años, hasta que en un momento Viktor tuvo el valor de defenderse y termino dándole una paliza. Sólo entonces terminó el abuso. Pero Viktor llevaría las huellas de lo sucedido en su cuerpo y en su alma durante el resto de su vida. Angustia, depresiones, falta de concentración, sobrepeso, presión sanguínea alta y diabetes son los males que lo aquejaron, además del fracaso de su matrimonio. Viktor se convirtió en una persona incapaz de soportar la tensión normal que requiere un puesto de trabajo a tiempo completo.

Posteriormente presentó copia de un documento donde estarían listados los nombres de varios niños del hogar infantil y cuánto habían recibido las monjas de los caballeros por cada niño que era violado. Parecía ser una prueba de los abusos sufridos. Lamentablemente, un peritaje concluyó que el documento era una burda falsificación, por lo cual un periodist que entrevistó a Viktor para un documental del Mannheimer Morgen se preguntaba si este hombre de vida arruinada había decidido mentir en su desesperación por disipar toda duda sobre los abusos vividos, o si alguien le habría suministrado el documento con la mala intención de desacreditarlo.

Aún así, los criterios del Tribunal de Seguridad Social para considerar plausible el relato de Viktor se mantienen en pie. En la diócesis de Espira se presentaron 63 casos sospechosos de abuso, de los cuales 31 fueron reconocidos como plausibles y recibieron compensaciones económicas. Además, hubo dos denuncias posteriores, que acusaban al prelado Rudolf Motzenbäcker de abusos, aunque no mencionaban el detalle de las “fiestas sexuales”. Una investigación judicial ya no era posible, dado que Motzenbäcker, tras ser Vicario General de 1959 a 1968 y supremo jurista canónico de 1969 a 1995 en la diócesis de Espira, había fallecido en 1995.

Además, Viktor mostraba reacciones emocionales como miedo, odio y repugnancia cuando hacía un recuento, rico en detalles, de los abusos sufridos. Todo esto hace improbable que la historia sea un mero producto ficticio de su imaginación.

Viktor indicó también que personalmente ya no podía visitar Espira. La última vez que lo hizo se derrumbó. Tampoco puede soportar ver una misa por televisión. Asimismo, a Viktor le fue muy difícil y le tomó mucho tiempo llegar a contar lo sucedido. Todo ello habla de sinceridad y autenticidad en lo que relata, lo cual convenció al tribunal de que Viktor había sufrido fuertes maltratos físicos y psicológicos durante su estadía en Espira, y también en gran medida abusos sexuales, aunque los detalles no podían ser corroborados con pruebas, ni tampoco había la certeza absoluta de que todo hubiera ocurrido exactamente tal como él lo contaba. Los testimonios de varias monjas asegurando que no vieron nada sospechoso no anulan lo narrado por Viktor.

Finalmente, el caso llegó a la prensa sólo gracias a la sentencia de un tribunal civil, casi diez años después de que hubiera sido denunciado ante una autoridad eclesiástica. Y esta sentencia es a la vez un informe minucioso del abuso, que rara vez encontramos en los informes elaborados por instancias eclesiásticas. Por eso mismo, resulta evidente que la Iglesia es incompetente para investigarse a sí misma y son las instancias civiles las que deben asumir esta tarea sin piedad para que se pueda llegar a la verdad completa sobre los abusos. Casi todas las demás declaraciones de intenciones de las altas autoridades eclesiásticas suelen ser puros cantos de sirenas.

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abuso sexual, plausibilidad

La coalición fujicerronista es la antitransición democrática, la cual, como advertimos, tuvo serias deficiencias al no ahondar las reformas de mercado y los cambios institucionales descritos, pero construyó algunas bases que permitieron el asentamiento del periodo democrático más prolongado de nuestra historia republicana y el crecimiento de nuestra economía (y la consecuente reducción de la pobreza) a niveles nunca antes vistos. El riesgo es que eso también se pierda en manos de radicaloides demagógicos, conservadores y reaccionarios.

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Gobierno

La Banda Elástica nació de una reunión entre Acher y el pianista Jorge Navarro, experimentado músico argentino que venía de tocar con grandes como Leandro «Gato» Barbieri, Bernardo Baraj, entre otros. Junto a ellos, Juan Carlos Amaral (bajo, voz), Ricardo Lew (guitarras), Enrique «Zurdo» Roizner (batería, percusión), Enrique Varela, Hugo Pierre (saxos, clarinetes) y Carlos Constantini (trompeta, voz), armaron un combo que pasaba del jazz más natural, como el Ragtime para tres, de Scott Joplin, a complejos arreglos de fusión como en los clásicos del folklore argentino Luna tucumana (Atahualpa Yupanqui) o Juana Azurduy (Ariel Ramírez) y hasta himnos del rock como Proud Mary, de C. C. Revival. Además de compartir la dirección musical y arreglos de La Banda Elástica con Navarro, Acher se encargó de tocar saxos y clarinetes, en especial el clarinete bajo. 

Las décadas siguientes, Ernesto Acher presentó diversos shows unipersonales -Humor con Acher, Veladas espeluznantes (1993), ¿Acher en serio? (2002), La orquesta va al colegio (2004), Humor a la carta (2016)-, además de incursionar en el mundo de la radio con el programa Los rincones de Acher, que se transmitió en distintas emisoras de Argentina y Chile, país donde residió muchos años con su familia, dedicándose paralelamente a la docencia en la Universidad Diego Portales de Santiago. En 1997 se unió a los pianistas Jorge Navarro y Rubén “Baby” López Fürst para el espectáculo Gershwin, el hombre que amamos, homenaje al célebre compositor de Rhapsody in blue (1924), una joya del jazz sinfónico. 

El show, en el que Acher dirige a una orquesta de 40 músicos, se presentó en varias ciudades de Argentina, Chile y Brasil, hasta el fallecimiento de López Fürst (2000). Poco antes de la pandemia, Acher y Navarro repusieron este concierto en los teatros más importantes de Argentina. También a fines de los noventa, Acher presentó el concierto para niños (y adultos) Los animales de la música, una creativa propuesta sinfónica en la que recopila obras con títulos de animales: El vuelo del abejorro, El zorro, Tiburón, La Pantera Rosa, El Cóndor Pasa, etc. El recital terminaba con Teresa y el Oso, otra de sus composiciones para Les Luthiers. La idea la concibió junto a su amigo Jorge de la Vega, flautista clásico, con quien estrenó La verdadera Cenicienta, otra exitosa parodia musical, en el 2017.   

Durante la primera visita de Les Luthiers a Cuba, en 1983, trabó amistad con el comediante y cantautor Alejandro García Villalón «Virulo», con quien inició una sociedad artística muchos años después, a través de los Juegos sinfoniquísimos (2014-2016), donde Acher dirigía a la orquesta e intercalaba sus divertidos monólogos con los del cubano, una dinámica que recuerda, por supuesto, a Les Luthiers pero también a otros humoristas hispanohablantes como el uruguayo Leo Maslíah o el argentino Luis Landriscina, exponentes de una comedia musical inteligente y contracultural, de finas ironías y elegante uso del idioma. Las creaciones de Ernesto Acher son un permanente homenaje a su pasado como integrante de Les Luthiers, experiencia que marcó por siempre su vida artística. «En Les Luthiers aprendí todo lo que sé y me da gusto el éxito que siguen teniendo», mencionó en una entrevista, no sin antes aclarar que no había posibilidad de reunirse con ellos, a pesar de ser un clamor constante de sus fans. 

Tras los fallecimientos de Daniel Rabinovich (72) y Marcos Mundstock (78), los años 2015 y 2020; y el retiro voluntario de Carlos Núñez Cortés (80) el 2017, al cumplirse 50 años de Les Luthiers, esa reunión es definitivamente imposible. El grupo continúa activo con solo dos de sus integrantes originales, Jorge Maronna (74) y Carlos López Puccio (76) y cuatro nuevos músicos y actores. Ernesto Acher regresó a Argentina el 2017 para continuar con sus múltiples proyectos, uno de los cuales era una serie de conciertos con música de Antonio Carlos Jobim junto a su cómplice en La Banda Elástica, Jorge Navarro, pero la pandemia los retrasó. Actualmente tiene 82 años.

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Cultura, Ernesto Acher, Música

La conclusión es cada vez más evidente: no habrá salida de esta crisis si la calle no se activa. Y es preciso, en ese sentido, que la protesta no se circunscriba a la derecha tradicional y ésta no coopte a los sectores juveniles liberales que puedan estar madurando. La grita callejera es la gota que horadará la piedra en algún momento, más aún cuando la crisis económica no tardará en producir inmenso malestar ciudadano, presto entonces a la movilización.

Será desde las avenidas y plazas que surgirá la racionalidad política que le ponga fin a este calvario que supone tener a los dos principales poderes del Estado -el Ejecutivo y el Legislativo- administrados por la mediocridad y la mendacidad más descarada.

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Congreso de la República, Gobierno
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