Opinión

La derecha peruana tiene que volver a imponer una narrativa, equivalente a la vinculada a la defensa del modelo económico, que tanto éxito político le retribuyó en los últimos 30 años. La resaca del apocalipsis económico que supuso la gestión del primer gobierno de Alan García bastó para que esa narrativa sobreviviera, potente y eficaz, a lo largo de este periodo.

Pero ese discurso claramente ya se agotó, políticamente hablando. Ya no surte efecto ni moviliza conciencias. El triunfo de Castillo demuestra fehacientemente que a las mayorías no les preocupa que ese modelo se venga abajo. Es culpa, en parte, de la propia derecha que dejó pasar, relativamente incólumes, proyectos centristas mediocres que subordinaron las prácticas procapitalistas (como fue, sobre todo, el gobierno de Humala), sin marcar una pauta crítica al respecto, pero también porque el paso de los años ha extenuado ese discurso, más aún en generaciones que no sufrieron el desastre alanista y no tienen, por ende, por qué comprarse en automático un discurso en sentido contrario.

Lo que corresponde es que la derecha, sin descuidar la defensa del modelo económico, recupere fueros en aspectos más vinculados a la democracia y la eficacia estatal. En suma, la reforma político-electoral y la ansiada reforma del Estado. La bicameralidad, la mejor representación electoral, el fortalecimiento de los partidos políticos, la descentralización, la salud y la educación públicas, la estructura del Ejecutivo, la reforma laboral y tributaria, son, por ejemplo, algunos aspectos en los que la derecha puede y debe tomar la iniciativa.

Tiene, a diferencia de la izquierda, tecnocracia mucho más calificada y expertos, en cada uno de esos campos, sobradamente más capaces que los que la izquierda puede exhibir (basta ver la orfandad programática que la coalición de izquierdas que nos gobierna, exhibe). Hay toda una generación de expertos, con estudios, inclusive, en el exterior, en las mejores universidades del mundo, que podrían aportar en esa narrativa, que rescate la lucha por construir en el Perú un capitalismo competitivo y una democracia sólida.

El problema es que la clase política de derecha es una lágrima. Nos merecemos algo mejor que la dupla Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga. Una está involucrada en todos los entripados mercantilistas habidos y por haber (transporte informal, minería ilegal, educación trucha, etc.) y el otro solo está obsesionado por una restauración conservadora. No tienen, ni por asomo, cercanía con la modernidad de los nuevos discursos descritos sino que, además, son muy malos candidatos, ambos. La derecha merece que su nueva narrativa, si la construye, vaya acompañada de mejores portavoces.

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Derecha, Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga, Pedro Castillo

La semana pasada el presidente Castillo oficializó la convocatoria a las elecciones regionales y municipales que tendrán lugar en octubre de este 2022. Con esto ya las candidaturas empiezan a moverse y seguramente tendremos un hipo en las adhesiones a partidos y movimientos para lograr las postulaciones deseadas. 

Recorramos entonces lo que fueron las últimas elecciones municipales en Lima, como ejemplo de lo que se nos puede venir, las que dieron como ganador al alcalde Muñoz, el que llega con 53% de desaprobación y 39% de aprobación a su gestión en el último año de su mandato; muy similar a su predecesor Castañeda (55% / 40%) y bastante mejor que Villarán (75% / 19%), aunque falte ver como lo “castiga” la opinión pública después de la tragedia de Mesa redonda de fines de año.

Lima es una ciudad de 43 distritos (¡!), teniendo en las últimas elecciones poco más de 7 millones y medio de electores. ¿43 distritos son necesarios? Sin duda alguna será una pregunta que rondará la campaña, aunque a ningún partido le convenga reconsiderarlos por eso de las cuotas de poder. Aunque suene absurdo, serán 43 alcaldes los electos solo en la ciudad capital, cada uno con su estilo, su manera de enfrentar los problemas y -desde luego- de no enfrentarlos.

El aporte de votantes de cada distrito no está ni cerca de ser homogénea. Haciendo un Pareto de las últimas elecciones municipales, se observa como 5 distritos de 43 (el 11%) concentran un tercio del total de electores de Lima: dos de Lima Este, dos de Lima Norte y uno de Lima Sur. Entre rumores de proyectos que lo convertirían en la nueva provincia del departamento de Lima San Juan de Lurigancho aporta el 10% de votantes en Lima. Cada punto porcentual que un candidato saque en ese distrito aportará más de 7,500 votos a favor. Comas, por su parte tiene más de medio millón de votantes.

9 distritos (20%) otorgan el 50% de los votantes de la capital. De ellos, solo Surco es de lo que se conoce como “Lima moderna” y el Cercado de la “Lima Tradicional”. El resto, sigue siendo de las Limas periféricas: dos de Lima Este, dos de Lima Norte y tres de Lima Sur. Lo pueden ver en el siguiente cuadro:

 

Pero de la misma manera podemos ver cómo hay 14 distritos (32%) que solamente representan el 5% de la población electoral limeña. Elegiremos 14 alcaldes y 106 regidores para gobernar a poco más de 400 mil ciudadanos. No sé si esto suena razonable. También es de sentido común preguntarse si cada balneario requiere un alcalde, que además muchas veces enfrentan problemas judiciales, no sé si el mar es un corruptor natural o qué. La población total de los balnearios – distritos de Lima no llega a 50 000 electores y son seis alcaldes y 42 regidores los que los gobernarán.

La participación ciudadana es similar a las elecciones presidenciales. En la última municipal estuvo en 81%. Quiere decir que 20% de limeños no quisieron o no pudieron ir a votar. Cuando lo vemos por distritos, el tema se vuelve recurrente. San Isidro, Miraflores, San Borja y Surco son distritos con una tasa de ausentismo significativamente mayor que otros. Mientras que San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo y Villa el Salvador son los que tienen las tasas más altas. Tema recurrente porque elección tras elección vemos cómo el tema se repite y repite.

Volviendo a las elecciones de 2016, para la alcaldía provincial de Lima se presentaron 20 candidatos. 20 personas que postularon a un solo puesto de elección popular. 20 candidatos y sus listas de 42 regidores. 860 personas en competencia solo por Lima. Si las presidenciales son absurdas en número de candidatos, las municipales también juegan. De los 20 candidatos, tres obtuvieron el 65% de los votos válidos del conteo realizado por la ONPE: Muñoz, Acción Popular (36%); Urresti, Podemos Perú (20%); y Reggiardo, Perú Patria Segura (9%).

Por el otro lado, Villacorta, de PPK; y Ocrospoma, de Perú Nación, mucho gusto, sacaron, sumados ambos, la impresionante suma de 50 mil votos. Gagó de Avanza País, sacó 40 mil. Igual que Guerra García de Juntos por el Perú. Y así podemos ir sumando los cero por ciento mientras nos vamos preguntando ¿para qué postulan? ¿cuál es el sentido de movilizar recursos materiales y humanos en algo que no tiene ningún sentido, cuál es la apuesta allí? Muy difícil de entender.

Eso en la provincial, en las distritales la cantidad de candidatos promedio fue de 15: 15 candidatos para un distrito de Lima. Ya no seguiré insistiendo con preguntarnos por qué, ya se habrá dado cuenta el lector de que es inútil.

Acción Popular, el partido que además ganó en la provincial, sacó 15 alcaldías. En todas ellas además resultó primero Muñoz también. Las más relevantes, por la cantidad de votantes son San Martín de Porres, Ate, San Juan de Miraflores y Surco. APP por su parte obtuvo 5 alcaldías, varias de Lima Este: El Agustino, Lurigancho, Chaclacayo. En todas, salvo en Pucusana, en la provincial ganó Muñoz, de Acción Popular.

Siempre Unidos obtiene 3 alcaldías en Lima, en Los Olivos, en Independencia y en Barranco. Nada mal si se tiene en cuenta que su candidato a Lima, Manuel Velarde no llegó a los 100 mil votos en total, cerca de 2% de votos válidos.

También es interesante como el partido que quedó en segundo lugar, Podemos Perú, con Urresti a la cabeza, con el 20% de votos válidos en todo Lima, sólo obtuvo una alcaldía distrital. Pero tampoco es poca cosa si notamos que es la de San Juan de Lurigancho. El distrito más grande del Perú.

Un detalle muy importante: en promedio, los alcaldes distritales en Lima fueron elegidos con el 27% de los votos válidos. Solo en un distrito un candidato sacó más del 50% (San Borja, donde Tejada obtuvo el 57% de válidos y el 54% de emitidos). En otros distritos como Los Olivos, Jesús María y Villa María del Triunfo, los alcaldes fueron respaldados por más del 40% de votos válidos.

Pero en San Juan de Miraflores (14% de válidos), San Juan de Lurigancho (15%), Independencia (16%), San Luis (17%), Santa Anita (17%) y Rímac (18%), sus alcaldes fueron electos con porcentajes bastante bajos de los votos válidos. Llama la atención, pero no sorprende este indicador; con tanta atomización de candidaturas hay casos en los que la autoridad es elegida por muy poco margen. La mitad de las alcaldías distritales de Lima fueron electas con porcentajes menores al 25% de votos válidos.

En la votación para alcaldía provincial la figura es la inversa. El candidato más votado en los distritos, en promedio obtuvo 38% de votos válidos. En Miraflores (69%), San Isidro (68%), San Borja (66%), La Molina (59%), Jesús María y Pueblo Libre (ambos con 58%), es donde la votación para alcalde provincial saca la más alta proporción de votos válidos. Coincidentemente, en todos estos distritos es Muñoz y su propuesta de Limaflores la que terminó imponiéndose.

Sin embargo, para que se entienda el punto. El aporte de votos, que es con el que se gana una elección se debe analizar adecuadamente. Veamos el siguiente cuadro:

10 distritos que más contribuyeron en votos a Muñoz (AP)

Ni Miraflores ni San Isidro ni San Borja aparecen. Apenas entran La Molina y Surco. El resto, distritos más poblados donde con una cantidad importante de votos un candidato puede ser electo alcalde de Lima. ¿Se entenderá este mensaje?

Tenemos largos meses de campaña en medio de una crisis política permanente. El contexto también puede afectar esta elección. La forma de como el gobierno se maneje va a influir en las decisiones que tomemos, tanto a nivel de candidato como de programa. 

Pero lo que hemos aprendido de las últimas elecciones vale la pena revisarlo: 

  1. Muchas candidaturas no generan una elección de calidad sino de una lógica del “menos malo”. Pocas opciones permiten ser más críticos, sobre todo cuando no hay segunda vuelta. 
  2. La mal llamada “Lima Moderna” es la que menos vota, la que menos electores representa y la que no determina quién será el alcalde (por más que a Muñoz quieran recordarlo como el que ganó por esos votos).
  3. La votación distrital y provincial no es tan determinante. En 22 distritos en los que Muñoz ganó se eligió a un alcalde que no era de Acción Popular. Solo en 15 distritos se logra el triunfo acciopopulista en ambas plazas.
  4. Sin el apoyo de electores de las distintas Limas no hay alcalde posible.

Estaremos atentos y analizando las distintas tendencias que se vayan presentando.


  1. Data de Ipsos. En el caso de Castañeda y Villarán, en la medición de enero del último año. EN el caso de Muñoz, encuesta de diciembre 2021.
  2.  Fuente: ONPE, resultados de elecciones municipales 2016. En: www.onpe.gob.pe

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Elecciones distritales

Conversan mientras contemplan el ocaso. Sobre todo y nada, como siempre. Saltando de un tema a otro, felices de estar juntos, gozando de la complicidad que los une desde que se convirtieron, el mismo día, en abuelo y nieto. 

El segundo se pregunta en voz alta si va a dormir solo o con el primero. Con tono de duda, con un dejo de disculpa, está claro que se insinúa una explicación para sustentar la primera opción. El abuelo lo mira de reojo con el corazón pesado: pasa por su mente todo lo ocurrido a lo largo de los años alrededor de la caída de la noche, en medio de experimentos desarmando artefactos —jamás armándolos—, fogatas, en la tina vespertina y en esas transiciones maravillosas entre la vigilia y el sueño: cuentos, canciones de cuna, interrogatorios inacabables. Un bosque de lo cotidiano compartido de la infancia a la niñez y de esta al borde de la pubertad. 

¿Todavía se podrá, ahora que nos volvemos a encontrar dejando de lado los protocolos que impone la peste? En tiempos normales hubieran podido ir matizando los rituales para acomodarlos al ritmo de la adolescencia. Añadiendo, quitando, llegando a novedades, pero siempre evitando forzar repeticiones de lo que deja de tener sentido, quizá porque alguna vez estuvo tan lleno de él. Es lo que habría ocurrido con sus inevitables sobresaltos y desencuentros.  

Hay que explicarle al abuelo que además de la intrínseca dificultad de lo anterior, está la interrupción, no del inmenso amor, sino del delicado entramado diario donde ocurría una danza que es incompatible con el manual de procedimientos destinados a garantizar la pureza sanitaria, especialmente entre los tirones —es así como se llamaban los que iniciaban su camino en las legiones romanas— y los veteranos de la vida. La distancia social que nos hemos y nos han obligado a practicar, equivale al robo de un tramo del camino que debíamos recorrer con quienes más queremos. Hay que saberlo. 

El jovencito da el beso de buenas noches y afirma con convicción: te busco para el ritual de la mañana. El abuelo asiente. ¿A cambio de todo lo que ya no va a pasar en la noche? ¡No pues, así no es! La nostalgia no cancela la realidad presente, el reencuentro no anula la ausencia. Lo que va a pasar al comenzar el día siguiente no es un premio consuelo, sino la renovación de un pacto más allá de cualquier pandemia. El abuelo se queda pensando y entiende. 

Muy temprano, ambos se dirigen a la playa. El abuelo se detiene y le pide al nieto sentarse con él. “Haz un cuenco con tus manos”, le dice, y le pone un montículo de arena. “Deja que se escurra entre tus dedos”, añade, y ambos contemplan la cascada de granitos. “¿Puedes volver a poner lo mismo?”, pregunta. El nieto niega con un movimiento de la cabeza.  Es lo mismo: en lugar de tratar de repetir las mismas vivencias, sentir que por descuido o deslealtad hemos perdido algo, podemos aceptar que algo siempre queda, que algo siempre se escapa, que algo siempre se renueva. Y quizá lo más importante de todo esto, es que alguna vez, más adelante, tú estarás haciendo algo así con tu nieto. Eso es el sentido indestructible de los rituales. 

Se dirigen a la orilla, se adentran en el agua y, tomados de la mano, nombran a los miembros de la familia más cercana que ya no están, y agradecen ante el horizonte y las olas lo que hay, lo que tienen, lo que son. Lanzan un grito de guerra y se sumergen en el agua helada. ¡Al diablo con la distancia social!

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Rituales

Ahora que las restricciones de aforo de concurrencia a las playas ponen una vez más en evidencia su cortedad para atender la inmensa demanda recreativa de una megalópolis como es Lima, es ocasión de volver a poner en la palestra la urgencia de que se emprenda una gran obra pública que amplíe los espacios playeros a todo el litoral citadino.

A la fecha, solo Chorrillos, Barranco y Miraflores tienen playas habilitadas, apenas un 30% de la costa limeña y chalaca está disponible para que la gente pueda acudir a ellas como grandes espacios públicos de recreación. De los casi 22 kilómetros que tiene (entre La Herradura y La Punta), apenas 6 cuentan con playas de uso público.

Desde San Isidro hasta La Punta (en su vertiente sureña), pasando por Magdalena, San Miguel, La Perla y Callao, simplemente es un litoral agreste, inutilizable para esparcimiento playero.

En una ciudad donde pocos espacios públicos existen, y teniendo en cuenta la importancia de ellos para el desarrollo de una cultura cívica y democrática, de compartimiento social, es imperativo recuperar para la ciudad ese gran litoral, hoy inutilizado.

El mayor magnicidio urbano cometido en Lima en las últimas décadas es el que perpetró Susana Villarán al convertir la Costa Verde en una autopista. Destrozó lo que debería haber sido un gran paseo de acceso urbano peatonal y citadino.

Pero se puede y debe remediar. Habilitando playas en los distritos que no la tienen, construyendo ascensores en lugar de las complicadas escaleras de acceso (o poniendo buses gratuitos), permitiendo algunos espacios de recreación en las zonas que lo permitan, conquistando, en suma, un gran parque natural para los millones de peruanos que hoy congestionan las pocas playas a las que pueden acceder.

No se ha invertido un sol desde hace décadas en habilitar playas construyendo espigones. Nuevas tecnologías hoy hacen relativamente previsible lo que antes era un albur. Esa tarea la debería acometer el gobierno central, con un convenio de gobierno a gobierno, como gran obra pública. Es de interés primordial, transformaría la vida de la ciudad y convertiría a Lima-Callao en lo que realmente es, una ciudad costera, con el inmenso beneficio que tendría construir un espacio público de disfrute abierto y gratuito para todos. Democracia urbana con inmenso impacto inclusivo y socializador, integrador y sembrador de cultura cívica.

La del estribo: una corrección gustosa a un error cometido en un estribo anterior, respecto de la ópera Carmen, de George Bizet, que organiza el Festival Granda. La misma ya tiene fechas reprogramadas para este año. Va el viernes 20, domingo 22 y martes 24 de mayo en el Gran Teatro Nacional, conforme fue anunciado en sus plataformas, con desconocimiento de quien escribe. Valga la rectificación y bienvenida la buena ópera este año al Perú. Por si aún quedan entradas, pueden averiguar en Teleticket.

 

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Costa Verde, Susana Villarán

No llegué a conocerlo en persona, pero sabía de él desde principios de este siglo, cuando cayó en mis manos su libro de cuentos Amarillito, amarilleando. Era el 2002 y el Perú vivía una especie de primavera democrática tras diez años de dictadura fujimorista y uno del gobierno de transición de Valentín Paniagua. Ese año, Alejandro Toledo, con toda su demagogia neo-incaísta (“el cholo puro y sagrado”, supuesta reencarnación de Pachacútec) llevaba ya un año gobernando y empezaba a mostrar una vez más, como su antecesor Fujimori, las fauces del sistema neoliberal que hacía ricos a unos y empobrecía a otros.

Para los que aún no saben a qué escritor me refiero, su nombre era Feliciano Padilla Chalco, nacido en Lima en 1944, pero abancaíno y puneño de corazón, pues vivió casi toda su vida en esas ciudades andinas que han dado tan grandes escritores como Gamaliel Churata, Carlos Oquendo de Amat, Federido Latorre y muchos más. Feliciano Padilla murió este viernes 7 de enero, víctima del maldito virus del Covid-19. 

Su notable novela ¡Aquí están los Montesinos!, del 2006, muestra las viejas desigualdades entre Lima y el interior del país, al narrar la disputa electoral entre Rafael Grau, un candidato de la élite capitalina, hijo del héroe Miguel Grau, y Santiago Montesinos, hacendado apurimeño. Mereció muchas reediciones. También publicó otras novelas como Ezequiel, el profeta que encendió la pradera (del 2014) y El morral escarlata (apenas del 2021). Aparte del ya mencionado Amarillito amarillando, sus otros libros de cuentos incluyen Pescador de luceros, Cuentos de otoño, La bahía, y varios relatos en quechua. Por añadidura, fue poeta, habiendo publicado el 2009 Pakasqa takiyniykuna (Mis cantos ocultos), un libro en quechua y español, y ensayista, con varios estudios donde resalta la importancia de la literatura puneña.

Recuerdo que sobre el afamado Movimiento Kloaka escribió el 2007: “Desde hace un buen tiempo los productores jóvenes de literatura vienen haciendo una lucha generacional contra los poetas y narradores mayores. Creo que están en su derecho. La juventud es de por sí iconoclasta, inconforme. Tienen toda libertad para ser irreverentes. Hasta ahí, esta actitud es buena, y hasta fecunda para producir mejor y seguir adelante, pero llevar esta contradicción natural hasta el extremo de aplicar esa ‘ley’ que los ‘kloacas’ inventaron y la expresaban en foros y bares limeños: ‘Si quieres surgir tiene que ser sobre el cadáver de los consagrados’, no es bueno para nadie. Ha pasado el tiempo y la historia no registra el nombre de ningún kloaca importante”.

En realidad, se equivocó, pues los Kloaka nunca dijeron eso que se cita y ya hay varios kloakas que destacan en el parnaso peruano. El reclamo de Padilla, sin embargo, tiene que ver más con la reivindicación de los escritores de provincias, ignorados consuetudinariamente entonces y aún hoy. En ese sentido, su reclamo es justo.

Autores del interior como Boris Espezúa, Leoncio Luque Cota, William Guillén Padilla, Gloria Cáceres, Isaac Huamán Manrique, Gloria Mendoza Borda, Fredy Roncalla, Juan Yufra, José Gabriel Valdivia, Carlos Reyes Ramírez, Carlos Sánchez Paz, Luis Nieto Degregori, Ricardo Vírhuez, Edián Novoa, Mary Soto, Enrique Rosas Paravicino, Zein Zorrilla, Samuel Cárdich y muchos más merecen, sin duda, mayor atención.

En el cuento “Amarillito amarilleando”, que da título a la colección a la que me refería al principio de esta nota, se narra la aparición de una peste que vuelve amarillas a sus víctimas sin que se sepa bien qué enfermedad es. Casi como una premonición del propio Covid-19 que se lo llevó, Padilla escribió: “Se comentaba que una nube de abejas viajeras procedentes del Manu, que hacía poco se encontraba por Pachachaca, habría traído la maldita fiebre, sin previo aviso, sin tocar la puerta. Eran cientos los chiuchicitos, que en aquel momento, ya no alegraban las mañanas a causa de la peste. ¿Será la tifus o la tos convulsiva, será el sarampión o la viruela?, se oía un coro de voces desesperadas. Tienen que estar aislados de la familia, aislados del mundo; por ahora combatan la fiebre mientras se descubra la enfermedad, nos recomendaban los matasanos del hospital. Pero, el tiempo pasaba y ningún matasanos sabía decir la verdad”.

Como un chiuchicito, el alma de Feliciano Padilla se nos voló, igual que la de tantos escritores, artistas y peruanos en general que siguen sufriendo de olvido y desatención. En el caso de nuestros escritores fuera de las argollas limeñas, el descuido de la crítica es patente. 

Que el alma de Feliciano Padilla vuele bien alto y su muerte no sea en vano.

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escritor, Feliciano Padilla

Comentario a Huaco Retrato de Gabriela Wiener

Más valen los morenos, de mi morena

Que toda la blancura de la azucena

(versos de marinera limeña)

“Me llamo José Ciudad, soy mulato de San Vicente de Cañete, me presento ante Ud. y digo”. Me llamo Daniel Parodi, vivo en el distrito de San Isidro y soy blanco.  

El último censo nacional, ese tan mal hecho en tiempos de Kuczynski, y que fue un fiasco que obligó al presidente del Instituto Nacional de Estadística a renunciar a su cargo, preguntaba, sin más, por las razas de los ciudadanos, lo que nos llevó a situaciones análogas a la de los peruanos y peruanas de los tiempos coloniales, que debían identificarse de acuerdo con su estamento o casta. 

No caí en la trampa del censo. El censador me dijo que la señora del departamento de abajo, a la sazón mi madre, había respondido “raza blanca”, lo mismo que mi abogado, el gran “Pirucho” que le respondió al censador irónicamente “¿tú que ves?”. A mí me estrujaron las tripas las enseñanzas de papá Ezio, algunas a correazos y chicotazos, ¡la letra con sangre entra! Él había heredado este hábito, aún normalizado en los años setenta, de otros ejemplos no paternos que tuvo, pues el abuelo Alfredo murió de peritonitis en 1941, dejando viuda a la nonna Teresa, con apenas treintaiún años, el niño Ezio, cicci, apenas contaba cinco. Ella nunca se volvió casar. “No quería darles un padrastro a tu papá y tu tía”, solía decirme. 

Lo del censo, Carolina y yo lo resolvimos colocando en la sección raza “peruana” y peruano” respectivamente. Tal vez emulando los enormes e infructuosos esfuerzos de Juan Velasco Alvarado y Augusto Polo Campos por acercarnos un poco más a todos: “Yo me llamo Perú pues mi raza peruana, con la sangre y el alma pintó los colores de mi pabellón”. Claro, luego dirán, cómo en Chile, que el mestizaje, en tanto que discurso, tiende a acallar a las minorías étnicas y grupos originarios, pero lo cierto es que Velasco tuvo las mejores intenciones en un país que hasta entonces no había sido más que una sociedad de castas y que hoy, por esas inercias históricas que nos son tan íntimas, se muere de ganas por volver a serlo y acomodarse, tal y como estaba antes del 3 de octubre de 1968.  

Papá Ezio tomó El Diario Comercio los primeros minutos del 24 de julio de 1974 en un asalto a medianoche y a mano armada -como se lo enrostrara Alfonso Baella Tuesta -en una crónica enfáticamente antivelasquista titulada “El Miserable”-. Así, echaba de un puntapié, junto a Héctor Cornejo Chávez, Jorge Bolaños Ramírez y la plana directiva de la Democracia Cristiana, nada menos que a los Miroquesada de su diario secular, secularmente anti aprocomunista, secularmente defensor de la vieja oligarquía y del orden establecido. Sin embargo, tuvo su lapso seudoprogre El Comercio, cuando enfrentó abiertamente la dictadura fujimorista a fines de los noventa, pero después se le pasó. 

En el preciso instante en que papá Ezio tomaba El Comercio en nombre de la revolución militar, de la única revolución de izquierda que se ensayó en serio en el Perú, mamá Laura paría su tercer hijo Parodi varón, Andrés, en la Clínica Italiana. Cuando papá llegó al nosocomio, entre sudoroso, catatónico, eufórico y exhausto, “Anlacito”, como cariñosamente solía decirle, ya era un peruano más y tanto el nuevo miembro de la familia, como mi mamá, dormían plácidamente. Las primeras luces del miércoles 24 de julio de 1974 se dejaban ver en la convulsionada capital de una antigua excolonia española de América del Sur. 

Y por todo eso papá Ezio, con la finalidad de conformar una familia inclusiva, plural y revolucionaria, erradicó a correazos cualquier vestigio de racismo entre su pléyade. Nosotros estudiábamos en el Franco Peruano, el “choleo” y la discriminación eran tan naturales como la pichanga del recreo, y la discriminación, en broma o en serio -solía ser más en broma- contra quienes no pasaban el examen de las castas estaba a la orden del día. Finalmente, el Franco de esa época era un colegio progre, hoy le llamarían caviarón. Estaban los hijos de muchos intelectuales de izquierda como Julio Cotler, Carlos Franco, Pablo Macera, entre otros. Y no faltaba derecha, claro, pero los estudiantes secundarios éramos de jebe, discutíamos estos temas hasta acaloradamente, pero nunca nos enemistamos por ellos. El tema es que el racismo se erradicó de mi alma, soy una persona mejor y más democrática gracias a los métodos totalitarios de Papa Ezio. 

“Lo que es yo, recuerdo a San Isidro por haber sido el primer lugar en el que me gritaron cholo de mierda”. Me lo dijo mi tocayo Daniel, gran amigo de la Cato y de alguna lucha política de esos tiempos. Seguro yo me venía ufanando por joder de mi sanisidrismo, como lo hago a veces de puro transgresor y él me refirió, sin ningún afán de réplica, aquella triste anécdota. Le pregunte más por ella. Me dijo que era apenas un niño, que había otros niños jugando pelota en la pista -entonces no era políticamente incorrecto, ni siquiera en San Isidro, improvisar estadios en la calle, más sofisticados si marcabamos con tiza las áreas y la mitad de la cancha- y un disparo desviado fue a dar cerca de él, así que corrió para parar la pelota y devolverla, cuando súbitamente fue detenido por una voz que no por infantil dejó de ser tajante e imperativa “ey tú, cholo ´e mierda: deja nuestra pelota”. Y de esa triste manera, mi querido tocayo se enteró que en el Perú había niños distintos a otros niños y que no bastaba ser niño para poder jugar con otros niños. Al menos había dos categorías de niños:  cholos y no cholos.

La novela Huaco Retrato de Gabriela Wiener puede comentarse desde diversos ángulos. Cómo no soy crítico literario prefiero tomarme literal eso de que el texto creado se convierte en otro en el lector, y el lector produce su propio texto a partir de la lectura realizada. Más allá del absoluto disfrute que me ha generado su prosa y las historias que contiene, a veces sarcásticas hasta la carcajada, a veces dramáticas hasta llamarme a unas lágrimas que no llegaron, a veces sensuales y carnalmente eróticas, quizá lo que me confirma Huaco Retrato es una perogrullada, pero no cualquier perogrullada: en el Perú no se puede ser solo peruano.

Yo tomé conciencia de esta realidad de a pocos, creo que la entendí ya en mi madurez. Y vaya que intenté ser solo peruano, pensé que se trataba de una cuestión de actitud, y de romper el hielo. Como me lo enseñara Papa Ezio en nuestro fantástico e intercultural paso por la Peña Valentina el año 1984, cuando, contando apenas 16 años clasifiqué un festejo dedicado al Alianza Lima a la final de “Ven Con Tu Canción”, junto a mi hermano Aldo que oficializó de virtuoso intérprete del tema. Y los blanquitos de San Isidro llegaron a la peña de los negros de La Victoria a cantarle al team de los negros de La Victoria “en el estadio se vibra, el toque de Alianza Lima, los negros de la Victoria, en la cancha predominan”. No fue fácil al comienzo, no podíamos sino ser los distintos del cuento, además nos iba socioeconómicamente mejor y, obviamente, éramos los únicos representantes del “populoso y criollísimo distrito de San Isidro”, que fue la mejor manera que encontré para presentarme cada vez que me preguntaban en los ambientes criollos o en cualquier parte, ¿oe blanquito, en qué distrito vives? obvio que sin ninguna intención de visitarme, sino para catalogarme socioeconómicamente. La maldita pregunta que nos han hecho a todos, de arriba y de abajo, para recordarnos que no basta solamente con ser peruanos en el Perú. Y en algunos casos, con lo de “populoso y criollísimo” logré algunas risas y aceptación: “´ta bien, ´ta bien, tiene su gracia este colorao”

Pero Gabriela la pasó mucho peor, no quiero decir que yo no tenga para narrar historias más difíciles de eso que llaman racismo inverso y no voy a entrar a la polémica. Alguna vez, con un amigo abogado, muy bien colocado en estudios capitalinos y muy consciente de su condición de marrón en un entorno de blancos, como lo es su medio profesional, sostuvimos una fuerte polémica sobre el tema. El argumentaba que quien se encontraba en una posición de poder -el blanco en este caso – no podía ser objeto de racismo. Yo no me animé a responderle que, entonces, un entrañable amigo del cole, al que le decíamos Papaya, no tendría derecho a quejarse cuando, en 1985, le gritaron en Puno durante el viaje de promo: “quiero culo blanco, aunque sea de hombre”. En fin, yo tampoco creo en el racismo inverso porque creo que existe el racismo sin más, pero hablábamos de Gabriela.

Gabriela se ha aventado contra la pared, con su cara de Huaco Retrato, toda su vida, y se ha tumbado la pared toda su vida, y se ha puesto de pie y ha seguido caminando, gritándole a la España de los putos chapetones quién es y que no está para limpiar el retrete de la casa de ninguna vieja puta (españolismo, así no espanto a nuestra mojigatería), ni para tragarse sus puñeteros estereotipos raciales, sexuales, sociales y de la puta que los parió. Pero Gabriela está llena de heridas debido a tantos muros derribados, sangra por ellas y cada línea roja trazada que se desliza desde su vientre, brazos y piernas es una línea escrita con toda la ternura de la especie humana que ríe, folla, se enerva, pero finalmente llora desde su inconmensurable belleza. 

En las aulas universitarias tengo estudiantes de todas las sangres, de la Lima pituca, de la Lima mesocrática, de la Lima de los conos, de todas las provincias, y con la Beca 18, el mayor aporte de Ollanta Humala a la historia del Perú, a jóvenes del Perú rural, que me hablan diferentes versiones del quechua y a veces el aimara. Yo les digo que rompan el hielo, que no sean como nosotros, que no se dividan más en castas, que se inviten, la pituca (con total buena onda) que los invite a su casa en Asia, la andahuaylina que asiste a la clase virtual desde un distrito desde donde el matutino cantar del gallo nos conmueve a todos en clase, que les invite a su estancia rural, que se los lleve a pasear por los cultivos, cerros y sitios arqueológicos aledaños. 

Pero me pregunto si será suficiente, habría que convertirlo en política, pero no hay políticos, no de los buenos. Mientras tanto Juan, el niño indígena que Charles Wiener, tatarabuelo de Gabriela, y expedicionario francés, decimonónico empedernido y profundamente darwinista social, le compró a una mujer india alcohólica por unos soles en las serranías del Perú, se sigue exhibiendo en una jaula de la Exposición Universal de París de 1889. Esta celda está llena de seres humanos vivos -todos indígenas peruanos arrancados del país sin su voluntad- que representan la vida en el Imperio de los Incas antes de ser degradados por los pérfidos españoles, para admiración de los franceses mientras celebran el Centenario de su triunfal revolución de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad.  

 

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Gabriela Wiener, Huaco Retrato

Los gabinetes ministeriales, aparte de sus funciones técnicas propiamente dichas, debieran servir de muro de protección política del Presidente de la República. Es parte de su función y, por ello, en algunos casos, fungen de fusibles, aplacando una crisis con su salida.

El actual gabinete Vásquez ya ha llegado a su fin político, no da para más. Desde la propia presidenta del Consejo de Ministros, achicharrada por un patinazo monumental con el tema de las mineras clausuradas; alguien de enorme prestigio como Avelino Guillén, avalando el sainete de la deportación de los venezolanos o prestándose al nombramiento de prefectos con clarísima intención política subalterna; un titular de Justicia como Aníbal Torres, que cree que su deber es defender judicialmente a Castillo, prodigándose en declaraciones cantinflescas al respecto; un ministro como el de Transportes, que sirve de caja de resonancia de las mafias del transporte informal; un ministro de Economía que no logra transmitirle confianza al sector empresarial y que, por ende, contribuye al desplome de la inversión privada este año; un ministro de Energía y Minas que ha destrozado la tecnocracia del sector y que ahora amenaza, según diversos indicios, con querer nombrar a alguien sin ninguna experiencia en el sector, como Daniel Salaverry, nada menos que como presidente de Perupetro; etc., etc.

La lista de gazapos ministeriales es enorme y solo hemos querido poner algunos ejemplos notables de ello. Se suponía que el gabinete Vásquez iba a ser una superación cualitativa del gabinete Bellido, pero, al parecer, la coalición de izquierdas que nos gobierna es incapaz, hasta ahora, de armar siquiera un gabinete potable.

Frente a ello, el Presidente tiene tres opciones: primero, retoma las variantes radicales de su primera fase, poniéndole mayor énfasis al cerronismo y al ala magisterial; segundo, reafirma la “predominancia caviar” vigente, como la califica el propio Vladimir Cerrón, manteniendo el actual gabinete o nombrando uno muy parecido en sus proporciones ideológicas; o, tercero, audazmente, abre la cancha y convoca personajes de centro o, inclusive, de derecha, que refresquen notoriamente al gobierno y le permitan transitar el poder con mayor gobernabilidad.

Los rumores en estas fechas corren de un lugar a otro, los llamados a potenciales ministros suceden todos los días, reuniones políticas de alto nivel se producen cotidianamente, pero Castillo aún no parece haber tomado una decisión. Por el bien del país, ojalá opte por la tercera alternativa. La sociedad, la política y la economía se lo agradecerían.

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Gobernabilidad, Mirtha Vasquez, Pedro Castillo

El 8 de diciembre de 2010 Luis Fernando Figari renunció al cargo de Superior General del Sodalitium Christianae Vitae (SCV), cargo que había ocupado durante más de tres décadas.

¿Qué circunstancias lo llevaron a renunciar? Al respecto hay distintas versiones.

La primera versión es la que dio el mismo Figari en su discurso de renuncia:

«En este momento de mi vida les comparto la experiencia de que voy sintiendo el peso de los años. Además, las gravosas limitaciones que se han ido presentando en mi salud, luego de la operación de hace ocho meses, han mostrado ser un creciente obstáculo para un servicio en la autoridad adecuado a los intereses de la Sociedad. […] Luego de discernir ante el Espíritu y de escuchar numerosos consejos he llegado al convencimiento de que esta nueva etapa implica pasar la posta de la carga del gobierno y la administración a una siguiente generación, a un hermano que con juventud y mejor salud pueda llevar adelante las responsabilidades de responder al Plan de Dios guardando el día a día de la marcha del Sodalitium».

Esta versión piadosa sería desmentida años más tarde cuando el 10 de febrero de 2017 se publican los dos informes de la comisión Elliott-McChesney-Applewhite, expertos internacionales convocados por el Sodalicio para investigar los casos de abusos perpetrados en la institución.

Allí se cuenta que quien sería el sucesor de Figari en el puesto de Superior General, Eduardo Regal , cuando todavía era Vicario General del Sodalicio, había escuchado de uno de sus confráteres sodálites que había sido abusado sexualmente por Figari. Sin embargo, la víctima no estaba dispuesta a hacer una denuncia formal y Figari negó los hechos cuando Regal lo confrontó con ellos. 

«Para esa fecha, Regal y otros en el Consejo Superior se encontraban extremamente preocupados por el comportamiento y las acciones de Figari, particularmente por su maltrato y abuso de los hermanos en la comunidad y personas en la familia espiritual del SCV. Ellos creían que la conducta de Figari, que era bien conocida por muchos de los miembros, era totalmente incompatible con la vida de un sodálite. Como resultado, Regal tomó el paso radical y sin precedentes de pedir a Figari que se retirara de la vida pública para llevar una vida de conversión, retiro y oración. Le prohibió aparecer en actividades públicas del SCV, del Movimiento de Vida Cristiana o en los eventos de la familia SCV, le prohibió presentarse a sí mismo como autoridad del SCV o en representación de la misma, así como asistir a Misas de aniversario o Misas públicas, publicar libros nuevos y participar en el Consejo Pontificio de Laicos. Pero los demás miembros de la comunidad no conocían estas medidas y creían que su retiro obedecía a motivos de salud».

En mayo de 2011 Regal se enteraría de manera informal que en el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima había ingresado una denuncia contra Figari por abusos sexuales. En septiembre de 2011 se presentaron dos nuevas denuncias contra Figari ante el mismo tribunal. Ante esos hechos, «en noviembre de 2011 y nuevamente en octubre de 2012, Regal viajó a Roma a entrevistarse con la CIVCSVA [Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica] y con canonistas en referencia al caso canónico contra Figari. También continuó tratando el asunto con la Arquidiócesis [de Lima] y el Tribunal».

En diciembre de 2013 es elegido Alessandro Moroni como sucesor de Regal en el puesto de Superior General. Sabiendo de cuatro nuevos casos incluidos en una sola denuncia canónica presentada ese mismo año, Moroni, después de consultar al Consejo Superior y a las autoridades vaticanas, le ordena a Figari abandonar Lima y residir mientras tanto en una comunidad sodálite en Roma en completo aislamiento. Lo demás es historia conocida.

Esta segunda versión de la caída de Figari presenta inconsistencias, sobre todo porque fue el mismo Sodalicio encabezado por Regal el que avaló la idea de que Figari se había retirado por motivos de salud, y así fue comunicado oficialmente por ACI Prensa, agencia de noticias dirigida por el sodálite Alejandro Bermúdez, en una nota del 21 de diciembre de 2010.

Años más tarde el mismo Regal insistiría en esta misma versión en sus declaraciones del 15 de julio de 2016 ante la Fiscalía de la Nación:

«PREGUNTADO DIGA: Indique usted si conoce el motivo de por qué Luis Fernando FIGARI RODRIGO dejó de ser Superior General.

Dijo: Que sí, conozco. En el año 2010 FIGARI sufrió una operación médica complicada al abdomen, luego de dicha operación se le presentaron infartos cerebrales múltiples que lo dejaron incapacitado para el gobierno, sus capacidades intelectuales y físicas quedaron disminuidas y por lo tanto era indispensable poder contar con un Superior general en ejercicio, es así que varios sodálites, entre ellos yo, le recomendamos encarecidamente que deje el puesto de servicio de Superior General para poder tener un gobierno efectivo».

Cuando Regal hizo estas declaraciones, ya se había publicado el libro “Mitad monjes, mitad soldados” de Pedro Salinas y Paola Ugaz, y los abusos de Figari eran ya de conocimiento público. Según Regal, a él nunca le constó que Figari hubiera cometido abusos, pues aunque recibió denuncias, las desestimó por no encontrarlas consistentes. Y así lo declaró en el Ministerio Público:

«PREGUNTADO DIGA: Indique usted si en el periodo que fue usted Superior General, recibió denunciados por miembros del SCV por abusos cometidos contra ellos por Luis Fernando FIGARI.

Dijo: Que recibí denuncias y en cada caso procedí según el debido proceso en el marco ya explicado de las atribuciones del Superior General en el que debe existir verosimilitud, pruebas suficientes para, según eso, verificar si hay delito tipificado y vigente y abrir proceso o descartar dichas denuncias o proceder a medidas disciplinarias o administrativas. En ninguna de las denuncias que recibí, luego de investigar, encontré los elementos señalados».

Eso nos lleva a la tercera versión sobre la caída de Figari, la más verosímil de todas, que es detallada en el informe preliminar de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde.

Todo comienza con el encargo que había recibido Rocío Figueroa, entonces fraterna —es decir, integrante de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación—, de investigar la vida de Germán Doig —segundo en la cadena de mando del Sodalicio, fallecido en el 2001 en circunstancias aún no aclaradas—, a fin de escribir una biografía para su causa de beatificación. En el transcurso de esta investigación, Rocío llega a saber que otra fraterna había sido objeto de tocamientos indebidos por parte de Doig, ella misma toma conciencia de haber sufrido los mismos abusos, y finalmente obtiene el testimonio de un joven que afirmaba haber sido víctima de abusos por parte de Doig en los años 90. Asimismo, un amigo cercano le confiesa haber sido objeto de abuso sexual por parte de Virgilio Levaggi —el tercero en la cadena de mando de la institución en los años 80—. Con la ayuda de Cecilia Collazos, otra fraterna, Roció investiga más a fondo estos casos y llega a la conclusión de que debía enfrentar a Figari para detener todos las iniciativas orientadas a lograr la beatificación de Germán Doig. Así relata ella misma este encuentro:

«Luis Fernando me llama: “¿Has hecho la biografía?” “No”, le respondí. “No puedo hacer la biografía. Germán Doig no es santo, tengo noticias de que ha abusado de gente”. Me dijo que vaya a su casa. Yo temblaba. Llegué a su casa y estaba como loco. Los dos estábamos en Roma. Le conté primero lo mío. Me respondió: “Tú seguro lo sedujiste. Además, que te haya toqueteado no es nada. Porque lo que tú quieres hacer es un complot contra el Sodalicio. El movimiento necesita un santo y eso no es para tanto. Además, cuando yo me muera también van a decir que soy un abusador”. Yo le dije: “Cuando yo me muera nadie va a decir que he sido una abusadora. Yo no soy abusadora”. Me dio dos apellidos y dijo: “Estos dos hermanos van a decir que he abusado de ellos. Éste está loco”. No se dio cuenta que me estaba diciendo sus víctimas. Casi me muero”.

La reunión quedó allí. Por supuesto, no se interrumpieron las acciones conducentes a la beatificación de Doig. Rocío sería entonces objeto de una campaña de desprestigio y difamación orquestada por Figari dentro de la organización, que terminaron haciendo mella psicológica en ella. Se rumoreaba que había sido amante de Doig y le pusieron la chapa de “la viuda de Doig”. Posteriormente, por problemas de salud tuvo que ser operada en Milán. A mediados de 2010 logra tener una reunión con Eduardo Regal, Vicario General del SCV, y le comunica lo que sabía.

«Le digo dos cosas a Regal: 1. La causa de Doig tienen que cerrarla. 2. Figari no puede seguir siendo superior y tiene que ser investigado. No tiene la calidad moral, ha encubierto los crímenes de Doig y ha abusado de mí psicológicamente. Le dije: “Si tú no lo haces, lo voy a hacer yo sola. Voy a ir a la prensa, al Vaticano. O lo haces conmigo o lo hago sola yo”. A los tres meses Figari renuncia. Ellos dicen que hicieron todo. Mentira, fue por amenaza mía. Entonces regreso a Lima y ya habían cerrado la causa de beatificación. Le pregunté a Eduardo sobre Figari. Me dijo que era inocente, que no sabía nada de Germán. Le dije “Eduardo, pero esos ejercicios de yoga, ¿quién se los enseñó a Germán Doig?” Respondió: “Ah no, tú no puedes confundir ejercicios de yoga con abuso”».

El 22 de agosto de 2011 aparece en Diario16 la primera noticia sobre abuso sexual cometido por Figari, relatando cómo obligó a un joven a sentarse sobre un palo luego de que éste le revelara su orientación homosexual. Ésta fue una de las tres denuncias presentadas ese año ante el Tribunal Interdiocesano de Lima. De la reacción de las autoridades sodálites da testimonio el sacerdote exsodálite Jean Pierre Teullet, indicando que el P. Jaime Baertl, «que era muy amigo mio, me dice después [de la publicación en Diario16]: “Mira, lo hemos sacado de Lima ahorita sabiendo esto, porque no sabemos si esta cuestión se ha judicializado y le van a hacer impedimento de salida”. Entonces tú dices, oye, pero si a mí me dicen mañana que yo me he violado a alguien, que me digan lo que quieran, yo voy a pasearme por acá porque no tengo nada que ocultar. Y el segundo hecho que genera suspicacia es que Regal se va a Roma, regresa por mayo un poco más probablemente y nos junta —creo que era septiembre de 2011—, nos junta a los sodálites: “Miren, chicos, han salido estas denuncias, todo, pero ustedes no tienen que preocuparse porque yo he ido a hablar con los mejores canonistas de Roma y me han dicho que estas cosas ya prescribieron y en todo caso, como Figari es laico, no tiene jurisdicción”. Con lo cual, en buen lenguaje, te estaba diciendo: son verdad y es culpable».

El mismo P. Teullet también tuvo conocimientos de abusos cometidos por Figari y, no obstante la resistencia que experimentó dentro de la organización, hizo lo que estuvo de su parte para que fueran investigados, tal como lo relata en una carta aclaratoria a Fernando Vidal, Asistente General de Comunicaciones del SCV, fechada el 20 de octubre de 2015:

«En mayo del 2012, luego de varios meses de dialogo infructuoso con las autoridades, 4 sodálites presentamos formalmente “pedidos de investigación” contra el Hno. Luis Fernando Figari por actos graves e inmorales cometidos por él […]. Estos pedidos fueron desestimados, primero por el superior general de entonces, el Hno. Eduardo Regal, y luego, al ser presentados nuevamente por mí de modo formal en abril del 2013 al nuevo superior general, el Hno. Alessandro Moroni, fueron también desestimados por él. En ambos casos, nunca se realizó una investigación formal […]. Nunca se erigió un jurado, nunca se nos solicitó el testimonio formal, nunca hubo actas, nunca se dio un dictamen, y menos se nos respondió de modo formal la conclusión de dicho proceso».

Finalmente, el P. Teullet decide presentar la denuncia canónica correspondiente ante el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima el 25 de octubre de 2013, no obstante que el P. Jaime Baertl, Eduardo Regal, Alessandro Moroni y otros habrían estado en desacuerdo con esta medida.

De todo lo dicho se concluye que en el Sodalicio nunca se inició ninguna investigación interna contra Figari, a pesar de que habían indicios suficientes para hacerlo. La renuncia de Figari fue un acto forzado por las amenazas de Rocío Figueroa de que si no lo hacía, iba a acudir a la prensa y a las autoridades vaticanas para revelarles todo lo que sabía. Eduardo Regal, una persona muy cercana a Figari, no investigó nada a fondo y terminó desestimando las acusaciones contra Figari por abusos de diversa índole —incluidos sexuales— que, antes de la publicación del libro “Mitad monjes, mitad soldados” en octubre de 2015, ya eran de su conocimiento y de otras personas con autoridad en el Sodalicio. Hubo tres denuncias canónicas individuales contra Figari en el año 2011 y una más en el año 2013 que incluía a cuatro víctimas más. Ninguna de estas denuncias fue presentada por algún representante oficial del Sodalicio. Más bien, los esfuerzos de las autoridades sodálites estuvieron dirigidos, no a a averiguar la verdad, sino a ver de qué manera podían librar a Figari de los cargos y de cualquier sanción que se le impusiera. Y cuando eso fue prácticamente imposible, se habría buscado la manera de minimizar el número de casos y obtener una sanción benévola para el fundador del Sodalicio. De paso, la comisión Elliott-McChesney-Applewhite, convocada por el Sodalicio y jugosamente remunerada, le practicaba una lavada de cara a Regal y a Moroni, entre otros tantos de los servicios de control de daños que prestó a beneficio de la institución.

Por lo demás, el P. Jean Pierre Teullet declaró ante la Comisión De Belaúnde que los casos conocidos de Figari a través del libro “Mitad monjes, mitad soldados” serían sólo algunos de los varios casos de abuso sexual que habría cometido el fundador del Sodalicio:

«…muchas de las víctimas de estas cosas de verdad no salen. No quieren decir cosas. Sí, por varias razones. Además, porque si tienes todo un aparato mediático que te van a perseguir… y a veces no sólo estás tú, dices: oye están mis hijos, mi familia ¿no?»

En la iconografía sodálite se resalta la figura de la Virgen María pisándole la cabeza a la serpiente. En nuestra historia es un símbolo profético, pues quien dio inicio a la caída de ese reptil llamado Figari fue precisamente una mujer, valiente y arriesgada, que no tuvo miedo de enfrentarse a ese monstruo, aunque ello le significara un alto costo personal. Algo que también hemos sufrido de una u otra manera todos los que hemos salido a dar la cara para desenmascarar a esa presunta organización criminal llamada Sodalicio de Vida Cristiana.

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Abusos sexuales, Figari, Sodalicio

Ahora, en medio de la crisis de valores artísticos que atraviesa la música latina, el nombre de La Sonora Ponceña suena casi como de culto, conocido por una minoría de viejos nostálgicos y músicos activos -o frustrados, como quien esto escribe- incapaz de competir en popularidad y masificación con las babosadas reggaetoneras, el oligofrénico latin-pop, la escandalosa timba cubana y sus bailes grupales achorados. Pero hubo un tiempo en que sus canciones eran éxitos en las radios locales y fijas en las fiestas de Año Nuevo. 

La Sonora Ponceña y El Gran Combo, los Beatles y los Stones de la salsa portorriqueña, fueron el bastión que mantuvo vivo al género en una década, la de los ochenta, dominada por las primeras asonadas del cambio generacional que se trajo abajo el sonido clásico de la década anterior -la «salsa sensual» de Eddie Santiago e Hildemaro- y los estilos como el crossover de los Estefan y su Miami Sound Machine, el merengue hip-hop de Lisa M y el proto-reggaetón de El General que, casi sin quererlo, iniciaron el proceso de degradación del sonido latino que hoy muchos padecemos y lamentamos.

Con casi setenta años de trayectoria, La Sonora Ponceña -nombre que es un doble homenaje: a Ponce, su ciudad de origen, «La Perla del Sur» de los boricuas; y a La Sonora Matancera, madre nodriza de los ritmos afrocaribeños- sigue en pie. Pocos saben que este conjunto es, básicamente, un emprendimiento familiar, un trabajo de padre e hijo que, gracias al brillante talento de un niño prodigio, destacó de forma independiente en una escena controlada por un solo sello discográfico -Fania Records- que, después, y debido a ese fulgor propio, lo adoptó a su catálogo.

Enrique «Quique» Lucca fundó, en 1944, el Conjunto Internacional, inspirado en la Sonora Matancera y las orquestas de Arsenio Rodríguez, el ciego maravilloso de la música cubana pero, ante el reducido impacto, la desactivó poco después. Para su segundo debut, a mediados de los años cincuenta, ya como La Sonora Ponceña, don Enrique contó con un arma secreta, su pequeño hijo de 12 años, Enrique, un virtuoso del piano que sorprendía a las audiencias con su precisión y velocidad. Siempre de la mano de su padre, que dirigía la orquesta y tocaba la guitarra, el joven Enrique, a quien todos en casa llamaban «Papo», fue evolucionando hasta convertirse en un creativo arreglista y extraordinario multi-instrumentista.

Como pianista, Papo Lucca es un verdadero monstruo, al nivel de otros grandes del piano salsero como Richie Ray, Larry Harlow o los hermanos Eddie y Charlie Palmieri. Rubén Blades llegó a referirse a él como “el mejor pianista del mundo”. Su inventiva le dio sonido propio a La Sonora Ponceña que, bajo su dirección, ha producido un total de 34 álbumes, la mayoría de ellos grabados bajo el sello Inca Records, luego absorbido por la empresa discográfica de Jerry Masucci. Lucca incluso tocó con la Fania All-Stars, reemplazando a Larry Harlow cuando se concentró más en su rol de productor, en alucinantes álbumes como Fania All-Stars Live (1978), Habana Jam (1979), Lo que pide la gente (1984), entre otros.

Entre 1968 y 1983, La Sonora Ponceña impuso su estilo muscular e intenso con serias descargas de salsa y latin jazz de alto calibre, al estilo de otras orquestas de la época como La Selecta de Raphy Leavitt, los Hermanos Lebrón o el grupo de Willie Rosario, sin olvidar a los ya mencionados El Gran Combo, sus compadres y cómplices. Temas como Prende el fogón (Desde Puerto Rico a Nueva York, 1973), Bomba carambomba, El pío pío (Musical conquest, 1976), Boranda (El gigante del sur, 1977, escrita por el guitarrista brasileño Edu Lobo), Canto al amor (Explorando, 1978), Timbalero (New heights, 1980), Ramona (Night raider, 1981), Remembranza (Unchained force, 1981), Yambequé (Determination, 1982), son clásicos del cancionero salsero, marcados por la fuerte presencia de la sección metales, conformada por los trompetistas Delfín Pérez, Ramón “El Cordobés” Rodríguez, Ángel Vélez, Humberto Godineaux, entre otros. 

Pero de todos esos éxitos destaca, por supuesto, Fuego en el 23, composición original de Arsenio Rodríguez que se convirtió en su marca registrada, gracias a los poderosos arreglos de Papo Lucca. El tema, que da título al segundo LP de la Ponceña, publicado en 1969, fue grabado en aquella ocasión por los cantantes Luigi “El Negrito del Sabor” Texidor y el colombiano Tito Gómez (quien, años más tarde, sería vocalista principal del Grupo Niche). Años después, en el LP Jubilee (1985), hicieron una nueva versión que reactualizó su popularidad. También fueron vocalistas en aquella primera etapa Miguel Ortiz, Antonio «Toño» Ledee y Yolanda Rivera, una de las pocas cantantes femeninas de salsa de esa época, quien estuvo en la Ponceña entre 1977 y 1983, registrando éxitos como Ahora sí, Hasta que se rompa el cuero o Madrugando, con un timbre muy parecido al de Celia Cruz. De hecho, la recordada sonera cubana alternó también con la banda en el LP La ceiba (1979), que incluyó temas como Soy antillana, La ceiba y la siguaraya y una adaptación del vals Fina estampa, de Chabuca Granda.

Pero si en esos quince años La Sonora Ponceña se estableció como una fuerza vital de la música afro-latino-caribeño-americana (como seguro diría Luis Delgado Aparicio Porta, «Saravá»), a partir de la segunda mitad de los ochenta cosechó una imparable cadena de éxitos, siempre gracias al empuje de los Lucca, quienes recompusieron la orquesta y armaron un nuevo y carismático cuarteto de cantantes, integrado por Héctor «Pichie» Pérez, Manuel «Mannix» Martínez, Edwin Rosas y Danny Dávila, con álbumes como Jubilee (1985), Back to work (1987) y On the right track (1988). A esta época pertenecen temas como Te vas de mí, Sola vaya, Como amantes o Yaré, de amplia rotación en las programaciones radiales de esos años. 

La Sonora Ponceña desarrolló, además, una fórmula que le dio personalidad única a sus lanzamientos discográficos. Desde 1980 en adelante, todos sus discos llevaron títulos en inglés aun cuando su contenido estuviese cantado, al 100%, en español. Por otro lado, sus carátulas presentaban creativas ilustraciones de estética cómic, con personajes entre mitológicos y caballerescos -soldados medievales, con escudos, espadas y yelmos, dragones, caballos alados, guerreros tribales-, firmadas por el artista neoyorquino Ron Levine, que trabajó extensamente para Fania Records, particularmente en diseños de LPs de Willie Colón, Ismael Miranda y Héctor Lavoe.

Papo Lucca es, además de habilidoso pianista, muy eficiente con el tres y la trompeta. En las grabaciones ochenteras de la Ponceña, introdujo además los sintetizadores. Por otro lado, enriqueció el catálogo de su orquesta adaptando al lenguaje salsero composiciones del trovador cubano Pablo Milanés como Canción (más conocida como De qué callada manera, del álbum Back to work, 1987); Sigo pensando en ti (On the right track, 1988, que Milanés tituló simplemente Ya ves); o El tiempo, el implacable, el que pasó, del LP Into the 90’s (1990).

Canción para mi viejo (Birthday party, 1993), fue el primer homenaje que Papo Lucca hizo a su padre. Luego vendría el disco 10 para los 100 (Pianissimo Records, 2012), para celebrar el centenario de don Enrique “Quique” Lucca-Caraballo, fundador de La Sonora Ponceña (finalmente fallecería poco antes de cumplir 104 años, el 9 de octubre del 2016). También han fallecido el cantante Antonio “Toñito” Ledee (1986), el bajista y fundador Antonio “Tato” Santaella (1989), el timbalero Jessie Colón (2005), el sonero Tito Gómez (2007) y, recientemente, otros dos de sus ex integrantes: el bajista Luis “Papo Valentín” Martínez y el cantante Manuel “Mannix” Martínez, en julio y diciembre del 2021, respectivamente.

Aunque su discografía es esencialmente salsera, La Sonora Ponceña ha grabado también boleros, merengues y, sobre todo, piezas instrumentales de latin-jazz, como Nocturnal (1977), A night in Tunisia (1980, clásico de Dizzy Gillespie), Woody’s blue (1984), Capuccino (1988, original de Chick Corea) u Homenaje a tres grandes del teclado (1990). Como solista, Papo Lucca, el pequeño gigante del piano, ha lanzado dos discos de música instrumental, Latin Jazz (1993) y Papo Lucca and The Cuban Jazz All-Stars (1998, que incluye versión especial del clásico del pop ochentero Sweet dreams de Eurythmics), en los que demuestra su alto nivel de destreza, combinando ataques arrebatados y sutiles. Además, ha grabado con estrellas de la salsa como Ismael Quintana, Alfredo de la Fe, Pete “El Conde” Rodríguez y muchos otros (ver aquí al maestro Papo Lucca en acción junto a Larry Harlow y Eddie Palmieri).

El siglo 21 encontró a la orquesta con mucha actividad, en especial por sus conciertos de aniversario, los famosos «Jubileos», con la participación de ex integrantes de distintas etapas e invitados especiales como los cantantes Andy Montañez y Carlos “Cano” Estremera, los pianistas Danilo Pérez y Luisito Carrión o el mismísimo Johnny Pacheco. Discos como 45 Aniversario (en vivo, 2000), Back to the road (2003) o Trayectoria + Consistencia (2010) no hacen más que confirmar el estatus de leyenda que poseen, merecidamente, Papo Lucca, actualmente de 75 años, y su entrañable orquesta. 

El último año, ya con personal totalmente renovado, La Sonora Ponceña editó dos álbumes: Hegemonía musical y Christmas Star. En el primero, Papo Lucca añade títulos nuevos al catálogo ponceño con temas como Salsa que cura to’ (sobre la pandemia), Nadie toca como yo y el instrumental Caminando con mi padre; y el segundo es la cuarta producción navideña de este conjunto que ha hecho bailar a toda Latinoamérica por casi siete décadas y sigue produciendo salsa dura con clase, música latina de calidad. De esa que ya no hay.

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