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Opinión archivos | Página 233 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

Ayer se pintó de cuerpo entero el ministro de Educación, Carlos Gallardo. En medio de la controversia surgida por la denuncia propalada en el programa de Milagros Leiva, respecto de la participación de una colaboradora eficaz que denunció que una congresista oficialista, de la mano de la hija del ministro, habían sido los autores del filtrado de la prueba docente, en lugar de aclarar las dudas sobre el tema, se dedicó a zaherir gratuitamente al gremio mayoritario del magisterio, el Sutep, en claro afán distractor.

Totalmente descaminado, sin perspectiva de gestion, guiado por sus odios personales o respondiendo a encargaturas presidenciales, sin ningún desvelo por los problemas principales del sector, así es el titular de Educación que nos ha tocado en suerte.

La moción de censura, presentada el 17 de diciembre, cuestiona precisamente la idoneidad de Gallardo para el cargo; su evidente vinculación con la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (Fenate Perú), gremio promovido por el presidente Pedro Castillo y vinculado al Movadef; su presunta participación en eventos con miembros del citado movimiento filosenderista; su rol en la contrarreforma magisterial; su falta de compromiso con el reinicio de las clases escolares presenciales; las cuestionables designaciones en su sector; y las mencionadas irregularidades en el desarrollo de la prueba única nacional del concurso de nombramiento docente del 2021, respecto de la difusión o filtración de preguntas y el cuestionario.

Un rosario de dislates y barbaridades cometidas en el portafolio de Educación que, al parecer, el presidente Castillo está dispuesto a tolerar, sin ningún empacho por la falta de probidad intelectual, ideológica o moral del citado ministro. Dado ese escenario, le corresponde al Congreso, en ejercicio de sus facultades, proceder a su fiscalización y, en caso extremo, como aparenta serlo el de Carlos Gallardo, censurarlo y sacarlo del gabinete ministerial.

Es un tema de dignidad institucional el que le corresponde zanjar al Legislativo. Si no es capaz de censurar a un ministro absolutamente incompetente, que está destruyendo el sector Educación -uno de los sectores esenciales en la marcha del Estado peruano-, sería un baldón que desprestigiaría aún más al Parlamento. Si consigue los votos y lo saca del poder, en cambio, dignificaría su propia institucionalidad.

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Hace un poco más de dos meses escribí aquí una carta abierta de una tibia, con la intención de llamar al diálogo empático y a tender puentes con quienes alguna vez nos alejamos por debates ideológicos en los que podríamos haber estado en posiciones enfrentadas. Lamentablemente la polarización sigue dominando el debate público, en el que quien llama la atención quien tiene posiciones más extremas, en lugar de quien propone debates serios y sustento real.

Hoy propongo algunos temas que, independientemente de la posición ideológica de cada uno, deberían poder generar consensos. Sin duda a partir de ellos se podrá generar debate, y bienvenido sea, siempre que podamos partir de una base común, con diálogo alturado y sin descalificar a quien piensa distinto. 

  1. La vacuna contra la COVID-19 funciona, es útil y necesaria para combatir la pandemia, pero además debemos seguir respetando las medidas de seguridad. Las vacunas que ya han sido aprobadas son producto de trabajo científico supervisado en distintas instancias por personas y entidades especializadas. Incentivar su uso no es un complot universal ni una violación de derechos fundamentales, es posiblemente la única medida que realmente podrá dejar la pandemia atrás.
  2. La reforma en la educación es clave para el desarrollo del país. ¿Quién podría no querer que la educación en el Perú mejore? Una mejor formación en el colegio independientemente de la condición económica, y el posterior acceso a educación superior de calidad redunda en beneficios para toda la sociedad. Como toda ley, estas reformas son perfectibles, pero es necesario partir de una base, que en ambos casos ya existe y que ya viene rindiendo frutos. No podemos retroceder en el poco terreno avanzado ni permitir que las autoridades elegidas por voto popular no reflejen esta necesidad en su trabajo.
  3. Como en todo trabajo, se debe designar a personas preparadas para ejercer cargos en el Estado. Los cargos políticos son ocupados por personas que tienen mayor afinidad a la autoridad de turno, y eso no está mal. No podemos pretender que un congresista o un ministro contrate como asesor a una persona que piensa distinto en aspectos fundamentales. Sin embargo, es necesario que la afinidad esté acompañada de un nivel de conocimiento apropiado para el cargo. El fortalecimiento se Servir es un camino para alcanzar la idoneidad de los perfiles para ocupar cargos públicos.
  4. La violencia contra la mujer es inaceptable. No podemos ignorar la situación de la mitad de la población, pero subirnos al coche cuando es políticamente conveniente. El rechazo a actitudes machistas y misóginas debe ser constante, independientemente de quien es la víctima y el agresor.
  5. Los derechos son universales. El goce de los derechos fundamentales no debe conocer distinción en base a nacionalidad, sexo, orientación sexual, religión, u otros criterios de discriminación. La ironía de este punto es que es, posiblemente, el que más controversia genere en un debate, y sin embargo es el primero en ser recogido en nuestra Constitución. 

Espero que estos temas sean un punto de partida desde donde se pueda construir consensos, en un mundo en el que se da cada vez más espacio a la polarización. Sin duda no son los únicos, así que los invito a hacer el ejercicio de encontrar más aspectos sobre los cuales podamos trabajar independientemente de la ideología con la que nos identificamos. 

La denuncia de Panorama, que señala que luego de una reunión entre el presidente Castillo, el gerente general de Petroperú, Hugo Chávez Arévalo, la ubicua lobista Karelim López y el empresario Samir Abudayeh, éste obtuvo un jugoso contrato de 74 millones de dólares para proveer de biodiesel a la petrolera estatal, es grave.

Ya no parece que estemos siendo testigos de reuniones accidentales o de casualidades fortuitas, sino de un patrón de conducta presidencial, que atenta contra las buenas prácticas administrativas y tiende un manto de sospecha de corrupción que involucra, sin duda, a su propia persona.

Castillo no parece entender que es ilícito y poco ético reunirse previamente con proveedores del Estado que están postulando y compitiendo con otros -que no tienen la suerte de reunirse con él en Palacio- por obtener determinados contratos. No está bien, es incorrecto, es pasible de sospecha de corrupción.

Ya la Contraloría General de la República anunció que iniciará una acción de control inmediata sobre la legalidad de la licitación, más aún cuando, según la denuncia, fueron cambiadas a último momento dos condiciones de la misma para favorecer al ganador (práctica corrupta habitual en este tipo de procesos).

Si el presidente Castillo cree que el cargo le otorga impunidad se equivoca de cabo a rabo. No se trata, pues, de que lo que aparentemente hacía en el pasaje Sarratea ahora lo haga en Palacio y asunto arreglado, sino de que no practique lo que aparentemente está haciendo, que es tráfico de influencias y corrupción de funcionarios. Sin empacho ni rubor. Aparentemente, sin consciencia plena (quisiéramos creer).

El fallido proceso de vacancia debería haber tenido el efecto virtuoso de hacerle entender al Primer Mandatario de que ese tipo de conductas son inapropiadas y punibles (la reunión que denuncia Panorama ocurrió el 18 de octubre y la votación por la vacancia fue la primera semana de diciembre), porque si no es así y siguen apareciendo denuncias de este tipo, ya estaríamos ante un caso temprano de corrupción palaciega cuyo único correctivo es la vacancia presidencial, en vista de que el Presidente no es pasible de acción penal mientras dure en el cargo. A ese juego está jugando irresponsablemente el personaje que precariamente ocupa el sillón palaciego.

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Hugo Chávez Arévalo, Karelim López, Pedro Castillo, Petroperú

Se va acabando el año. A fines del 2020 considerábamos que se acababa un año de quiebre en el país y que lo que viniera en adelante iba a ser mejor, porque nada podría igualar el año de la pandemia, el año del golpe de Merino, el año en el que la clase política se puso de espaldas a la gente.

Vaya que el 2021 se encargó de contradecirnos. Nos fuimos poniendo peor a medida en que avanzaba la campaña electoral y la segunda ola se hizo realidad. Cuando tuvimos que aceptar que el Covid – 19 se había llevado no menos de 200,000 peruanos y no sabemos con certeza cuántos murieron de otras enfermedades porque no encontraron atención médica gracias a la pandemia. Cuando -algunos varios- no pudimos dormir después del resultado de la primera vuelta sabiendo que se enfrentarían dos opciones pésimas en la segunda. Cuando tuvimos que ver cómo semana a semana el gobierno de Castillo se iba encargando de demostrar lo terrible que es la precariedad y la soberbia, y cuando está asociado a sospechas enormes de corrupción y no parece que haya discurso racional frente a eso. Cuando la oposición sigue demostrando que, si en el Ejecutivo la cosa está mal, en el Legislativo está igual, destruyendo las únicas cosas buenas que se han logrado concretas en los últimos años.

En un escenario así, el panorama debería ser desolador y la perspectiva terrible. Los peruanos deberíamos sentirnos en un hoyo en el que la anarquía o la desafección deberían ser alternativas válidas. Pero Lima no es Ciudad Gótica y no aparece un Batman en el país, así que tenemos que vivir con lo que tenemos. En el Perú largamente hemos aprendido a sobrevivir independientemente de lo que el gobierno y el Congreso hagan. Una de las grandes herencias del Perú post 80s ha sido esa: la increíble capacidad que tenemos para estar desligados de la lógica política. Por más que ello dispare el dólar, afecte nuestra canasta básica y nos ajuste el monedero, seguimos adelante ajustando lo que haya que ajustar.

Las últimas encuestas dan fe de ello. La encuesta del IEP, publicada el día de ayer en La República contiene un conjunto de preguntas interesantes a mirar. Por ejemplo, cómo se evalúa a nivel personal este año y qué expectativas se tienen para el 2022. Este año se considera que el balance es regular o malo, pero el siguiente la perspectiva es bastante más positiva. En el siguiente cuadro hemos elaborado un comparativo:

Fuente: Encuesta IEP diciembre 2021. Elaboración propia

Como se ve, las perspectivas para el 2022 son bastante positivas. Vamos a estar mejor a nivel personal sin dudarlo, dicen las personas encuestadas. La paradoja de esto es que entre quienes señalan que el 2021 fue malo o muy malo destaca el bolsón electoral que llevó a Castillo al poder: el NSE D/E rural, con menor nivel educativo, de izquierda (plop), de 25 a más años. Si uno ve esto, comprende más por qué la popularidad del presidente se ha desplomado. Pero aún así, los segmentos que son más pesimistas con el 2021, son los más aprueban al gobierno:

Como apreciamos, es una lógica que no funciona del todo o se asume que no es el gobierno el responsable en estos casos. 

Los optimistas en el 2022, aquellos que señalan que les irá bien / muy bien, son el NSE C, los jóvenes de 18 a 24 años, de educación superior, de centro. 

Estos perfiles ayudan a comprender elementos más finos, pero en grueso nos deja ver que hay un optimismo general con respecto al futuro inmediato que nos habla del divorcio que hay con una política que cada vez es menos relevante para la gente.

Lo mismo pasa cuando se ve la encuesta de DATUM. AL preguntársele a las personas por las compras navideñas, la expectativa de gasto en regalos supera el monto de incluso el 2019.

Impresionante recuperación para lo que ha sido este año para el país, ¿verdad? Hay más, con respecto al 2020, sube 11% la proporción de personas que señalan que gastarán más de 400 soles en regalos este año y baja 8% la proporción que indica que no gastará en regalos.

Una perspectiva indirecta para señalarnos que hay la sensación de tener mejores recursos para afrontar las fiestas -gasto no indispensable- comprando regalos. Esto es muy importante porque puede asumirse como un indicador de bienestar a nivel individual.

¿Todo esto es positivo? Desde luego que sí, por la percepción ciudadana de que la situación va mejorando y que vamos teniendo un alivio pese a la crisis. Pero también nos deja pensando si es que no es un momento en el que esta perspectiva de mejora no nos hará más resistentes al ruido político y las cuerdas separadas funcionen mejor que nunca en este país. Si llegamos al punto del “hagan lo que quieran, mientras mi economía no sufra (mucho)”, estaremos a merced de lo que los políticos hagan, confiados en que no habrá ofensa ciudadana que los haga calcular mejor sus pasos.     

 

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Congreso de la República, Gobierno

Se ha hablado, escrito y analizado en extenso -desde diversas miradas- el tema de la gobernabilidad en el país para dar así tregua al inicio de gobierno de Pedro Castillo. Terminado las elecciones, opositores a él (y lo que representa) anunciaban que no era posible que esté en Palacio de Gobierno, que era inevitable la vacancia presidencial. Era el inicio de una confrontación por todo lo dicho en campaña de parte del actual mandatario con discurso radical en ese escenario. En ese inicio solo cabía esperar, no era el momento. 

Para tal caso, esperar los cien días de gobierno era ineludible para tener claro el camino que iba a tomar Pedro Castillo. Como había escrito a inicios de julio por este medio, su gestión gubernamental transitaría entre la ideología y la improvisación. Y no me equivoqué. Había analizado, para ese entonces, el entorno presidencial y realizado un posible escenario. 

Desde julio hasta ahora, en nombre de la gobernabilidad (que no es más que relación armónica entre Estado, sociedad y empresarios según lo que expresa la teoría) diversas bancadas políticas habían sugerido que no se vaque al presidente. Habiendo rápidamente indicios de vínculos con Movadef (brazo político de Sendero luminoso), con el narcotráfico y con corrupción en temas de licitaciones públicas, diversas bancadas, sobre todo las de Acción Popular y Alianza Para el Progreso, les otorgaba (y otorgan críticamente) el beneficio de la duda a Pedro Castillo, gabinete y aliados.

Ni qué decir de analistas políticos que también otorgan ese beneficio para que Pedro Castillo siga en Palacio. Es así que la palabra gobernabilidad se desgasta en contextos políticos que presentan políticos amateurs, sin capacidad de poder convocar y mirar sensatamente lo que otros países realizan para el beneficio de sus ciudadanos. En ese contexto, agregamos que minorías activas (como el terrorismo y el narcotráfico) ponen en riesgo nuestra joven democracia por todo lo que representan (y hacen) en el Estado y el escenario político y económico. 

Así, la gobernabilidad presenta quiebres, puentes rotos, entre los actores que esta palabra encierra. Lo que se debería plantear en la opinión es cómo reconstruir ella. Cómo acercar nuevamente la confianza ciudadana a una gestión gubernamental sin ningún tipo de problemas, como las mencionadas líneas arriba. Hay momentos de la historia en que los países pueden ir hacia ese camino. Los ciudadanos se acomodan, resuelven sus problemas y permiten que los actores políticos en juego planteen las soluciones que se requiere. 

Estamos a tiempo, avancemos a reconstruir la relación entre Estado, ciudadanía y empresarios. ¿Quién dijo que eso es fácil? Quien diga eso no ha transitado ni las bibliotecas de historia ni el escenario político. Hay coyunturas críticas que permiten avanzar hacia la reconstrucción de la gobernabilidad. Que los actores políticos tengan firmeza.

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Gobierno

El presidente Castillo tiene margen para mejorar su gestión de gobierno, sin duda. Si cumple algunos requisitos y sigue algunos pasos podría darle viabilidad a su gobierno y lograr, inclusive, cierta eficacia en algunos aspectos de su gestión pública.

Lo primero que tiene que hacer es descartar la tesis de la Asamblea Constituyente, que pende como una espada de Damocles sobre la confianza de los inversionistas. Hay dos vías para hacerlo: o la descarta explícitamente, de plano, o simplemente deja que siga su curso en el Congreso la reforma constitucional del artículo 206, espera a que sea rechazada y luego lo da por hecho y asumido y da vuelta a la página. No se imagina el Presidente, el impacto positivo que ello tendría en la reversión de la fuga de capitales, en el descenso del dólar y en la recuperación de la confianza de los inversionistas, quienes están dispuestos a tolerar un gobierno mediano, pero no uno disruptivo.

En segundo lugar, tendría que darse cuenta que es aconsejable un giro a una convocatoria de tecnócratas o funcionarios de centro o, cabe pensarlo, algunos de derecha para puestos clave (Economía, Energía y Minas, Transportes, Educación, Interior, etc.), que hoy son sus puntos flacos en términos de una correcta administración pública.

Sin necesidad de renunciar a su voluntad de cambio del país, que entendemos transita básicamente por reformar radicalmente la salud y la educación públicas, y lograr una mejor distribución del ingreso, puede albergar una coalición mucho más amplia, que además de sus alfiles de izquierda admita personalidades de otras vertientes.

Si en estos tiempos de reflexión se da cuenta que ese camino es transitable, no solo -reiteramos- le aseguraría una mejor gobernabilidad a su gestión, sino que, al basarse, esa amplitud de convocatoria, en un pacto más consolidado con los partidos de centro en el Parlamento, le daría una mayor tranquilidad respecto del escenario siempre movedizo de una eventual vacancia presidencial.

Si todo ello es acompañado por una mayor prolijidad personal (nunca más Sarrateas), Castillo podría completar su mandato con mejor pie que el que hasta hoy ha exhibido. Ojalá su curva de aprendizaje personal sea lo suficientemente rápida para no ser desbordado por la crisis.

La del estribo: notable el biopic documental The Real Charlie Chaplin, bajo la dirección de Pete Middleton y James Spinney. Estrenado este año -ya lo tiene su proveedor favorito-, muestra, con imágenes inéditas y audios desconocidos, el itinerario vital de un genio, desde la pobreza más absoluta hasta el triunfo total y, luego, su exilio autoimpuesto. Chaplin fue un protagonista de la historia y fue partícipe de los sucesos políticos de su tiempo (el inefable Hoover, mano férrea del FBI, lo tenía en su lista negra). El documental invita a revisar su filmografía y para verla no necesita de su habitual proveedor. Está toda o casi toda en Youtube.

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Pedro Castillo, Sarrateas

Hoy comparto con ustedes una delicia encontrada en mis archivos.

En 1978 circuló el manifiesto “Hora Zero: mensaje desde adentro”, firmado por nueve de los miembros de la Segunda Fase de ese resonante movimiento literario, reagrupado en 1977 sin la presencia ni apoyo del fundador original de 1970, el poeta Juan Ramírez Ruiz. En su reciente libro Hora Zero: una historia, José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo le dedican solamente una oración a este manifiesto para comprobar la inserción del grupo en el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP) del líder de izquierda Genero Ledesma y para señalar únicamente –respecto al contenido– que en el mismo “se fustiga a los poetas de La Sagrada Familia” (pág. 330), grupo que existió entre 1977 y 1979 y en el que el poeta Róger Santiváñez figura como fundador.

La pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué tan poca atención a este manifiesto de 1978, a diferencia de, por ejemplo, uno anterior, de 1977, “Contragolpe al viento (nuevas respuestas)”, al que dedican diez páginas (308 a 318) en su libro? ¿Por qué solo una oración frente a diez páginas? Suena raro, ¿no?

“Hora Zero: mensaje desde adentro” es un manifiesto en el que se adopta una perspectiva desde “el pueblo” para enjuiciar la poesía aparecida por esos años. Se inicia con una cita del Che Guevara (“No tener calidad es faltarle el respeto al pueblo”), amén de otras frases de Mao Tse Tung extraídas del Foro de Yenán, y se explaya a lo largo de seis apartados (de carácter policial o, más bien, para estar acordes con aquellos años, comisarial), que paso a enumerar: “Respuesta histórica a un compromiso histórico”, “Quien actúa como impostor en poesía, tendrá que rendirle cuentas al pueblo”, “Estos son los culpables: ¡cuidado!”, “Estos, sus delitos”, “Otros piratas” y “El relámpago de la revolución: la poesía integral”. Es el tercer apartado el que llama la atención, leído desde la perspectiva supuestamente historiográfica del libro de Yrigoyen Miró Quesada y Torres Rotondo.

En “Estos son los culpables: ¡cuidado!”, los miembros de la Segunda Fase de Hora Zero consignan una lista de poetas a los que insultan (ellos dicen “denuncian”) con epítetos que no voy a reproducir. Solamente consignaré los nombres de los escritores “culpables”: Gregorio Martínez, Marco Martos, Cesáreo Martínez, Hildebrando Pérez, Juan Cristóbal, Enrique Sánchez Hernani, José Luis Roncal, Víctor Mazzi y Róger Santiváñez. ¿Róger Santiváñez, el poeta realzado en la dedicatoria de Hora Zero: una historia junto a Juan Ramírez Ruiz, Jorge Pimentel y Enrique Verástegui? Pues sí. Es por este motivo, sumado al hecho de la prácticamente desaparición de este “Mensaje desde adentro” en Hora Zero: una historia, que cobra importancia y sentido observar qué culpa concreta se le encontró en 1978 a Santiváñez.

La expresión se encuentra al final de la segunda página del manifiesto, que consta de once páginas mimeografiadas. Es la siguiente y no son más de diez palabras: “Róger Santiváñez: peligrosísimo sobón y agilito para llegar al parnaso”. ¿Queeeé? ¿Premoniciones? Como antes con su grupo La Sagrada Familia, centro de los ataques de Hora Zero-Segunda Fase en su “Mensaje desde adentro”, y como después con Kloaka (ambas agrupaciones según el propio Santiváñez fundadas por él mismo junto a otro colega de turno), el autor de Kloaka & los subterráneos ¿confirma las sospechas de entonces o más bien las niega? Para sopesar esta respuesta, bien vale volver a mirar la dedicatoria de Yrigoyen y Torres Rotondo en su libro Hora Zero: una historia: “Para Juan, Jorge, Enrique y Róger. Sus libros están escritos en el Paraíso”. Aparte de esta entrada al Jardín del Edén poético decretada por Yrigoyen Miró Quesada y Torres Rotondo, a Santiváñez le agradecen haber colaborado generosamente con sus archivos y recuerdos a llenar numerosos vacíos de la pretendida historia.

Lo cierto es que, como afirmé en mi reseña del libro el domingo 28 de noviembre último, titulada “Hora Zero: una historieta” en esta misma columna, el libro que se hace pasar como “una historia” (pero que según su editor es “la historia”) de Hora Zero está tan lleno de vacíos, silenciamientos y arbitrariedades que más parece queso suizo por donde entran a su gusto los comensales que un trabajo que merezca la menor confianza para un investigador. A lo sumo, queda como testimonio de dos admiradores y amiguísimos del grupo para saldar cuentas con los críticos de Hora Zero-Segunda Fase, dándole al ensayo autoficcional estatuto de historia. Como bien dice el refrán, el papel aguanta todo. Cabría añadir: también encubre lo que le conviene.

¡Siempre en poesía!

HORA ZERO II

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Hora Zero

Un padre de familia describe los estrictos protocolos de seguridad sanitaria para asegurar una celebración libre de Covid. Todos los invitados pasan por una prueba de antígenos y solo entran los que dan negativo. Al final del día, o de la noche, decenas de contagiados. Quien comparte esta situación concluye que “este virus, en verdad, en verdad, no se le entiende”. 

Algo así como si el sindicato SARS-CoV-2 —espero, si la historia es cierta, que no sean del sector Ómicron— se hubiera comprometido con los organizadores de la reunión a que como sus miembros no están en la lista de invitados, no van a ir. ¡Mentirosos!

Mi intención no es tildar de irresponsable a nadie —aunque, al parecer el anterior fue un fin de semana en que por lo menos más de uno lo fue—, ni hablar de ignorancia virológica, sino señalar una deficiencia de la mente, aun de la que ha sido pulida por la educación, incluso formación científica, cuando se trata de decisiones de la vida cotidiana. 

Nuestro cerebro es muy malo para las estadísticas y si hay algo que lo desconcierta es la naturaleza probabilística de la realidad. Un ejemplo: ponemos a una persona frente a un foco y le decimos que se prenderá de rojo 75% de las veces y 25% de azul. Pedimos a nuestro conejillo de Indias que, antes de que se ilumine la bombilla prediga, apretando uno u otro de dos botones, el color de la luz. De 100 veces, la mayoría presiona 75 el azul y 25 el rojo. En promedio acertarán 61 veces, mientras que si en todas las ocasiones van por el azul de todas maneras acertarán 75. O cuando dejamos de comer algo o comenzamos a ingerirlo porque aumenta o diminuye en 20% las chances de tal enfermedad, cuando si no comenzamos por conocer el porcentaje de gente que la sufre, esa cifra no significa nada, salvo para quienes producen la sustancia y quienes arman la estrategia de mercadeo.  

Son muchos los sesgos sistemáticos, predecibles, que hacen tan fácil engañar, sobre todo engañarse, a la mente humana: preferir la información que confirma nuestros prejuicios y enceguecer frente a los datos que los desmienten, sobreestimar nuestras habilidades (100% de los conductores afirman ser mejores que el 50%), o pensar que lo que llega a las primeras planas es más frecuente, entre otros. 

Pero volvamos al virus incomprendido. Todos los exámenes en la entrada dieron negativo. Una medición, pues, es una medición, un acto objetivo que refleja la realidad. Sin llegar al principio de incertidumbre y otras exquisiteces cuánticas, eso no es cierto. Si olvidamos los azángaros de los certificados de vacunación y asumimos que medidor y medido son honestos, quedan varias capas de incertidumbre. 

Puede haber un instrumento de medida defectuoso o puede que los instrumentos de medida no midan lo que se supone miden. Pero aún descartando lo anterior —deshonestidad y lo mencionado— están los famosos falsos negativos y positivos. Basta con un par de los primeros —las víctimas de los segundos, en el caso de la fiesta, deben haberle prendido veletas al santo de su devoción—para que entre meneos, perreos y melodías entonadas a todo pulmón, el virus se haya comportado de la manera más entendible del mundo. 

Estamos viviendo un fenómeno harto complejo. Cerrar las fronteras o encerrar a la gente no lo resuelve. Pero tampoco desentenderse de las sutiles interacciones entre individuo y grupo, las fluctuaciones del contagio, la relatividad de las mediciones, las condiciones epidemiológicas locales, la responsabilidad personal y comunitaria, los márgenes de riesgo que se quiere asumir, las ansias de socializar, el derecho a vivir y no solamente evitar la muerte. Hacerlo es condenarse a creer que se está en la parte final de un cuento de hadas o una tragedia griega. No es el virus el que no se entiende, es la realidad. 

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Coronavirus, medidas covid 19, Vacunación, virus

Lo que vemos en este momento en el ejercicio del gobierno: mediocridad rampante, serios indicios de corrupción, marasmo económico, inacción general y políticas públicas funestas (como el golpe que le acaban de dar anoche, con su participación, a la reforma magisterial), es la esencia de la izquierda en el Perú.

No tenemos una izquierda progresista o liberal, capaz no solo de entender que el funcionamiento de una economía de mercado capitalista no está reñido con un proyecto político redistributivo, y que pueden convivir perfectamente, sino que no está en posibilidad de exhibir cuadros tecnocráticos con la mínima capacidad de ejercer los puestos públicos que su filiación política les regala en estos días de laxitud burocrática.

Se la han pasado décadas criticando a los gobiernos de centro o de derecha, transmitiendo una actitud no solo de superioridad moral sino técnica o académica, y hoy vemos que todo no pasaba de ser fufulla política, porque en los hechos, lo suyo es de una medianía de escándalo, con niveles de impericia y de creciente deshonestidad pocas veces vistos en la historia republicana del país.

Las consecuencias del desastre las vamos a pagar, por supuesto, todos los peruanos, a excepción de la izquierda, que va disfrutar cinco años de sueldos públicos altos y ninguna rendición de cuentas posterior. En medio de un superciclo de materias primas, que nos debería llevar a las tasas de crecimiento exhibidas durante el segundo gobierno de Alan García y a los consecuentes niveles de reducción de la pobreza y el desempleo, el Perú va a perder cinco años por culpa de la izquierda.

Lo único bueno o positivo de esta desventura es que esperamos que esta vez los peruanos aprendan en carne propia lo que significa votar, llevados por un ánimo irracional antiestablishment o por las furias de una situación pandémica que no era culpa de nadie, y que ha permitido que un improvisado como Pedro Castillo lleve las riendas del poder, quien en apenas 130 días de gobierno ha destrozado la economía, ha deteriorado la poca excelencia institucional que exhibían algunas instituciones del Estado y ha degradado las pocas reformas que se habían emprendido en las últimas décadas (como en transporte y educación).

Nuestra izquierda está anquilosada en materia económica y política. No han pasado los años de modernidad liberal, que el mundo ha exhibido, por ella. Sigue atrapada en lógicas binarias del siglo pasado y por eso cuando asume alguna cuota de responsabilidad de poder, guiada por prejuicios y anteojeras ideológicas, provoca desmadres como los que hoy pasa el Perú.

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