Opinión

Perú es una selección menor. Del mundo y de Sudamerica. Tiene un universo de máximo treinta jugadores seleccionables. A penas cinco de ellos, una mano, pertenecen al primer nivel futbolístico. Solo Bolivia y Venezuela, los próximos rivales de la selección, se asemejan a esa realidad. Perú tiene una cultura futbolística de grandes riquezas, pero un nivel de fútbol subdesarrollado.

Y para esa selección, llegar al Mundial no es una obligación, es un milagro. Perspectiva. La única vez que la blanquirroja estuvo en zona de clasificación para ir a Rusia 2018 fue en las tres últimas fechas, tras una racha de tres partidos seguidos ganando. Fue la primera vez que Perú ganaba tres partidos seguidos en Eliminatoria, un lugo exclusivo de equipos como Argentina y Brasil. 

Otros resultados jugaron en favor de Perú. Se obtuvieron tres puntos sobre la mesa. Ocurrieron tapadas inmortales, goles anulados y efectividades extrañas. Y aún así se clasificó por dos goles de diferencia. Nada más. ¿Qué se esperaba para Qatar 2022? ¿Cuatro triunfos seguidos? ¿Paolo Guerrero goleador de las Eliminatorias? Un equipo invencible, que no falle nada, con alta precisión. 

Es imposible. Para un equipo como el Perú, es imposible. Por el fútbol local y la falta de desarrollo de menores. Por la actualidad de sus figuras. Por la falta de alternativas de jerarquía en la mayoría de posiciones. Por los estadios sin público, la fechas triples, la falta de entrenamientos. Por el ritmo físico. Por la jerarquía de los rivales directos. Y por la mentalidad, que hoy ya no es tan sólida.

Perú sufre del síndrome del equipo chico. A falta de un término más preciso en español, es un underdog. Sorprende al ganar. Si gana, es a último minuto. No puede encarar los partidos desde la superioridad, porque los pierde. Y desde la inferioridad, tiene más ventaja al cerrarse atrás y buscar la sorpresa. Tiene pocas para definir, y debe aprovecharlas. Es el sacrificio y el coraje. La garra. 

En ese esquema y realidad, hay un concepto vital para el éxito de un equipo chico. Una cura para el síndrome. La solidaridad defensiva, que es, por ejemplo, lo que mantiene a Edison Flores como una opción en el once titular. La vocación de tener volantes ofensivos con el físico, la configuración mental y las ganas de regresar para cerrar espacios. Porque los lateral de hoy suben en ataque, siempre.

Por ese detalle, o pretexto, botaron a Messi y a Suárez del Barcelona. No volvían a marcar. Y hoy en el PSG, si le hacen goles, es porque Messi, Neymar y Mbappé no contribuyen en cerrar espacios, sobre todo a la contra. Son espectadores de lujo de jugadas donde no irán a por la solidaridad. No son para eso sus piernas. Porque no sufren del síndrome de equipo chico, al contrario.

Pero para un once pitufo, enano, que está propenso a romper la línea defensiva o que puede ser superado por velocidad y técnica, el retroceso es aún más importante. Sobre todo contra rivales directos por el cupo al mundial como Colombia, Uruguay y Ecuador, que tienen los laterales veloces que se suman al ataque con facilidad, para hacer diagonal, relevos o centros. Incluso, para definir.

El fútbol moderno obliga a tener volantes ofensivos que regresen a marcar. Atentos a la vuelta. El destino de equipo chico es tener las piernas para aguantar. Perú no se va a volver un equipo con jerarquía para determinar partidos e imponerse contra sus rivales. No. Perú va a sufrir cada punto y lo va a ganar ajustando el resultado siempre. 

El síndrome del equipo chico se combate con solidaridad y responsabilidad defensiva. Esa selección mundialista Rusia defendía con nueve jugadores, y era muy dificil hacerle gol. Esta de hoy, con los mismos jugadores, ¿podrá recuperar el antídoto?

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Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Mientras la Premier, Mirtha Vásquez, se presentaba ante el Congreso para pedir el voto de confianza, y hacía esfuerzos para desplegar un programa de gobierno, si bien de izquierda (como legítimamente le corresponde), respetuoso del Estado de Derecho y de la Constitución, el presidente Castillo no tuvo mejor idea que atizar el fuego de la confrontación, reclamándole al Legislativo que sacara una ley para estatizar Camisea e insistiendo en el caprichoso tema de la Asamblea Constituyente.

El Presidente no parece ser consciente del inmenso daño que producen sus palabras en el mundo del inversor privado, que teme que en algún momento su gobierno vaya a seguir una senda radical de estatizaciones y afectaciones a la propiedad privada, en medio de una batahola política que busque tirarse abajo la Carta Magna del 93, cuya mayor virtud es que es, precisamente, un baluarte jurídico en contra de populismos o estatismos económicos.

Por supuesto, ese camino está prácticamente vedado, dada la conformación pro establishment mayoritaria en el Congreso. Castillo solo tiene 52 votos en el Parlamento y claramente no le alcanzan para sus eventuales propósitos radicales. Y el camino del referéndum directo convocado en base a la recolección de firmas es claramente inconstitucional y el Tribunal Constitucional se bajaría en una, cualquier intento de ir por esa senda.

Castillo está, pues, felizmente atado de manos y en esa medida, la senda de la mediocre moderación que hoy exhibe, probablemente será la moneda común establecida a lo largo de todo su periodo, pero la sensibilidad inversora es alta y cualquier atisbo de saber que habita las esferas del poder un enemigo, afecta sobremanera el flujo de inversiones que, a la vez, el Perú y este gobierno necesitan que se despierte.

No merece Mirtha Vásquez que el lenguaraz Presidente le complique la vida, de modo de generar, eventualmente, que el Congreso le niegue la confianza, se lleve de encuentro todo el gabinete y se genere una nueva crisis política en poco más de cien días de gobierno. Ojalá prime la sensatez en el centro parlamentario.

Castillo es políticamente inimputable. Es muy básico y de alcances medianos. En esa medida, desde la oposición y desde el país habrá que acostumbrarse o resignarse a que irrumpa cada cierto tiempo con algún exceso o disparate, con algún nombramiento extraño que se deberá tratar de corregir, o con alguna declaración altisonante, que traerá más ruido que nueces. Así será el gobierno de izquierdas que tenemos en mala suerte.

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Asamblea Constituyente, Castillo, Mirtha Vasquez

Las medidas implementadas por el Estado como el confinamiento, el distanciamiento social, las restricciones a la movilidad, las limitaciones para reuniones, la paralización de actividades y el cierre instituciones educativas para contrarrestar la pandemia provocaron cambios radicales en la rutina de millones de personas. El impacto en su salud mental aún no se conoce con exactitud. Menos en la de niñas, niños y adolescentes. 

El cierre de las instituciones educativas primarias y secundarias implicó que ellos no tuvieron acceso a educación, no interactuaron con sus pares y sus docentes, no jugaran, ni practicaran algún deporte, entre otras actividades. ¿Cómo los afecta? ¿se adaptan mejor que los adultos? ¿cómo lo enfrentan hoy en día? ¿cuán resilientes son? 

En ese sentido, es de crucial importancia investigar el impacto emocional de la pandemia en las niñas, niños y adolescentes. Hasta el momento, se han realizado pocas investigaciones desde la academia. Por eso mismo, es loable el esfuerzo llevado a cabo por el Ministerio de Salud y Unicef por conocer la situación de aquellos en el país. Sus hallazgos son muy preocupantes. “Los resultados del estudio visibilizan la afectación de la salud mental en el contexto de la pandemia por la COVID-19 en las niñas, niños y adolescentes, así como de sus cuidadores. Otros estudios refieren que la pandemia es un factor de riesgo para el incremento de la incidencia de problemas de salud mental y exacerbación de quienes tenían dificultades pre existentes”. 

Hace pocos días, Unicef presentó su Estado Mundial de la Infancia, “En mi mente, promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia”. Según el documento, 5 de cada 10 adolescentes de 10 a 19 años padecen ansiedad y depresión en América Latina. Asimismo, 16 de cada 100 jóvenes entre 15 y 24 años “se sienten deprimidos o tienen poco interés en realizar alguna actividad” en el Perú. Niñas, niños y adolescentes que demandan atención del Estado mediante una política pública ad hoc que mitigue la situación descrita. En su formulación el uso de evidencia es imprescindible. Como se conoce, en no pocos casos, el diseño de alguna política pública no toma en cuenta la evidencia producida. Razón por la cual, la generación y el empleo de la misma sigue siendo un desafío en la gestión pública. 

Desafío que puede ser compartido con las universidades públicas y privadas. Se entiende que, luego de su licenciamiento, están en condiciones de realizar investigaciones sistemáticas y  rigurosas. Ellas cuentan con investigadores, recursos y experiencia. Por eso mismo, no les sería difícil investigar el impacto de la pandemia en la salud mental de las niñas, niños y adolescentes. O documentar las buenas prácticas de los 203 centros de salud mental comunitaria ubicados en el territorio nacional.  Modelo de atención comunitaria a la salud mental destacado en el Estado Mundial de la Infancia. Quizás por ello la primera ministra Mirtha Vásquez, durante su presentación del Congreso, afirmó lo siguiente: “implementaremos 300 nuevos centros de salud mental comunitaria y el fortalecimiento de los 203 ya existentes con profesionales para el cuidado prioritario de la salud mental de niñas, niños y adolescentes y de mujeres sobrevivientes de violencia”.

El Estado debe convocar a las universidades para desarrollar una agenda de investigación en salud mental. Es de esperar que de tal encuentro el diseño e implementación de una política pública que mitigue el impacto de la pandemia en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes gane en efectividad y eficacia. Los tiempos apremian y la mejora de su salud mental es una condición imprescindible para su bienestar y desarrollo integral.  

 

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adolescentes, Covid-19, niñas y niños, Pandemia, Salud Mental

Hace 7 años, fui a ver una obra de teatro, escrita por Mariana Silva Yrigoyen, llamada “Sobre Lobos”. La obra, ganadora del concurso de dramaturgia “Sala de Parto”, relataba la historia de una joven de 24 años que, un día cualquiera, regresando a su casa de la bodega, fue seguida por un carro con dos hombres adentro que la secuestraron y violaron por varios días de manera violenta, hasta que finalmente la protagonista logró escapar. 

En el monólogo final de la obra, interpretado de manera impresionante por Gisela Ponce de León, se relataba una escena de violación sexual masoquista, que terminó por darme un ataque de pánico. La crudeza con la que se relataba la violación fue tal, que sentí que me quedaba sin aire y me desmayaba. Tuve que taparme los oídos para dejar de escuchar, y salir de la sala.

Por mucho tiempo me pregunté por qué me había impactado tanto una escena de aparente ficción, considerando que yo, una joven limeña bastante privilegiada, no había vivido nunca una experiencia de este tipo. Con el tiempo llegué a la conclusión de que cualquier mujer que vive en Lima sabe que la posibilidad de ser víctima de violencia no es ficción, sino un riesgo que puede volverse realidad en cualquier día de mala suerte y “poco cuidado”.

7 años después de ver “Sobre Lobos”, leí ayer en Twitter un testimonio compartido por la excandidata al Congreso Narezcka Culqui, que relataba: “Una de mis mejores amigas fue secuestrada y abusada sexualmente en grupo casi 12 horas, el hecho ocurrió en la Av. Habich y el hotel donde la llevaron quedaba en Pista Nueva, el carro que se la llevó era una camioneta negra”. 

Culqui, conmovida por la noticia, relata en un hilo como ella, en por lo menos dos oportunidades, fue también seguida por un carro cerca de la misma avenida cuando sacaba a pasear a su perro en las mañanas. En ambas ocasiones, felizmente, la excandidata al Congreso logró escapar, auxiliada por otras personas. En respuesta a este testimonio, muchas mujeres comenzaron a compartir los suyos: más de una había sido seguida y perseguida por un carro con hombres dentro, en distintos distritos de Lima. La mayoría había logrado escapar a tiempo, a diferencia de la víctima cuyo caso se compartió en Twitter, y la protagonista de la obra “Sobre Lobos”. Mi mente regresó al ataque de pánico que tuve en el 2014: no es ficción. Nunca fue ficción. Es la amenaza de ser mujer joven en Lima en su más brutal expresión.

12 horas de violación. Pasó, pasa y seguirá pasando. ¿Qué tenemos que hacer para que esto deje de ocurrir? ¿Qué tiene que pasar para que este caso nos indigne hasta las lágrimas, o hasta quitarnos el aire? Hace unos años, miles de mujeres salimos a las calles a gritar “Ni una menos”, conmovidas por dos casos de violencia de género también brutales. Me parece que este caso amerita una movilización similar, con exigencias claras y concretas, como justicia para la víctima, especial resguardo policial en las zonas donde esta modalidad se ha vuelto recurrente, capacitación en las comisarías para casos de violencia de género, entre otras.

Una ciudad donde una mujer no puede salir a pasear a su perro sin terminar secuestrada y violada es una ciudad en la cual simplemente no podemos vivir ni un día más. Basta.

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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mujeres y niñas, Ni una menos, violencia a la mujer, violencia sexual

La centroderecha debe olvidarse de la ilusión de un recorte del mandato del presidente Pedro Castillo y trazar una estrategia social y política que contemple el 2026 como horizonte de recambio.

Debe, por supuesto, mantenerse alerta. No es improbable que la volatilidad ideológica de Castillo lo lleve nuevamente a reconducirse a un escenario radical, con una estrategia de confrontación, con la vuelta de Cerrón y allegados, y nuevamente el énfasis inmediato en una Asamblea Constituyente. En ese escenario, la centroderecha debe volver a considerar la vacancia como herramienta defensiva, y solo en ese caso. La reciedumbre opositora dependerá de la sensatez gubernativa.

Pero si se consolida el nuevo escenario en el que estamos y del que probablemente no nos movamos por un buen tiempo, y quizás todo el lustro, lo que veremos será un gobierno de izquierda tratando de reconstituir algunos términos del modelo económico y poniendo el énfasis -en el mejor de los casos- en sectores como salud y educación.

Vista así la perspectiva, lo que corresponde es asumir democráticamente la legitimidad del régimen, asegurarse de una fiscalización constante y, sobre todo, de diseñar una estrategia conducente a que el 2026 no vuelva a ocurrir que un disruptivo de izquierda se alce con el triunfo.

Eso pasa por un trabajo ideológico insistente y pertinaz, pasa por la reconquista del mundo andino para la centroderecha (Puno y Junín son regiones estratégicas), pasa por la renovación de cuadros políticos, pasa por tener presencia importante en las elecciones regionales y municipales del próximo año, etc.

Fuera del hito pandémico, que trastocó todo el tablero político e ideológico del país, las encuestas siguen revelando que el país está inclinado -sigue estándolo- hacia el centro y la derecha, muy por encima de las opciones de izquierda. Resulta casi imposible que se repita la tormenta perfecta de crisis de este año (sanitaria, económica y política) que permitió que alguien como Castillo ganase la elección, y si a ello le sumamos el natural desgaste que va a tener la izquierda luego de un gobierno tan mediocre como el que padecemos, lo más probable es que el 2026 la centroderecha recupere sus fueros.

Pero hay que trabajar en ello. No dilapidar energías en intentos cuasi golpistas de vacancias irracionales y dedicarlas, más bien, a construir plataformas sociales y políticas que le permitan llegar, a futuro, a ese crucial proceso electoral, en mejor pie que con el que llegaron este año aciago para sus propósitos.

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2026, Cerrón y allegados, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

A poco de cumplirse los 100 días de gobierno Pedro Castillo, podemos dar a conocer el carácter que asumiría su mandato, caracterizado por la poca capacidad de orientar al país y a sus ministros y funcionarios públicos hacia los grandes temas de política exterior para sitiar al Perú en el contexto internacional, aprovechando el buen costo del precio del cobre y del litio por muy buen tiempo. Se caracteriza también por su poca capacidad para orientar su gobierno hacia la unidad que requerimos políticamente para salir de esta situación crítica en la que se encuentra el país económicamente.  

Claro, hay razones para entender ese proceder. Castillo, que obedece a una agenda orientada al socialismo del siglo XXI que sus aliados les exigen que cumpla, se ha propuesto copar las instituciones del Estado para el objetivo que tiene en mente que es la Asamblea Constituyente. Allí tenemos al nuevo directorio que preside Julio Velarde en el Banco Central de Reserva, en la que no tiene mayoría. Podemos apreciar también a Palacín en Indecopi y a Barranzuela y Gallardo en el ministerio del Interior y Educación respectivamente para solo poner algunos ejemplos. 

Si nos detenemos a pensar en esos cambios en el interior de estas instituciones claves para el Estado, podemos sostener que hay tácticas bien utilizadas -dentro de una estrategia que tienen que es generar las condiciones desde diversos frentes- para cambiar ciertos procedimientos administrativos que permitan a sus aliados (léase el senderismo vinculado al narcotráfico y al Conare por ejemplo) seguir operando sin ningún problema, así como generar presupuesto para más gasto social. 

La oposición política debe tomar conciencia de esta situación. Ya lo expresé en reiteradas oportunidades: vivimos una situación de atmósfera de confrontación que -desde un inicio- el Ejecutivo lo generó. La oposición y la prensa deben, para ello, fiscalizar responsablemente los trabajos que se vienen realizando desde los ministerios y otras entidades públicas. 

Las bombas de tiempo que va dejando este gobierno, si es que sale mal las estrategias para el objetivo de la Asamblea Constituyente, son los que se debe identificar para evitar cualquier tipo de amenaza al Estado de derecho.

No caigamos en la ingenuidad de la moderación de grupos leninistas en el poder. Desde mi paso por San Marcos hasta mis diversos trabajos por regiones -por estos tiempos- como sociólogo, puedo advertir que generar confusión en el oponente es forma de jugar a la política. Puedo advertir también que tienen en mente siempre esta premisa: “salvo el poder, todo es ilusión”. 

¡Advertidos estamos!  

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Asamblea Constituyente, Ejecutivo, Oposición, Pedro Castillo

Durante la última campaña electoral, y más concretamente luego de la misma, cuando el grupo perdedor se negaba a aceptar los resultados y la acción de los organismos electorales, los discursos políticos nos trajeron una serie de argumentos sin sustento que quedaron dando vuelta en el imaginario colectivo, pero que hoy, en el balance, se han quedado dando vueltas en el discurso de los medios y de la opinión pública de una manera increíblemente peligrosa.

Nos estamos acostumbrando casi naturalmente a que cualquier sentencia u oración tenga rango de credibilidad y que la pasemos a defender dependiendo de la fuente o atacar de acuerdo con lo mismo. En el fondo, no importa qué se diga sino quién lo diga. Nos transformamos en una sociedad sin pensamiento crítico y en un conjunto de posiciones no argumentativas.

Algunos hechos son evidentes, pero vale la pena graficar algunos ejemplos con nitidez para darle forma al argumento:

Vacunación: Con el avance de la pandemia del Covid-19 y el desarrollo de las vacunas con soporte científico y las pruebas de su eficacia, tuvimos que soportar un espíritu negacionista que -afortunadamente no en gran magnitud- cuestiona la necesidad de vacunas, plantea discursos públicos en torno a ello, se va transformando y luego cuestiona algunas vacunas, establece cuáles son “buenas“ y “malas” y apela a los derechos individuales para que no se considere la pandemia un asunto de salud pública sino más bien un ejercicio de libertades individuales. ¿Absurdo? Parece pero no lo es. Peligroso, muchísimo.

Olimpo y terruqueo: A fines del año pasado, el ministerio del interior anunció la realización de un mega operativo en el que se capturó a decenas de personas acusadas de vínculos con Sendero Luminoso. Solo con ese argumento, a nivel de medios y a nivel de opinión pública, nadie ha cuestionado la medida. Apenas algunos movimientos y voces en redes sociales, pero generar corriente de pensamiento sobre esto, nada. El operativo Olimpo mantiene detenidas a varias personas sin que haya más que una promesa oficial del vínculo. Así ha funcionado esto desde hace varios años. Basta con decir: es de o cercano a Sendero, para que no se cuestione.

Peor aún, no se cuestiona: se justifica, se valida, se aplaude. Hace poco pudimos discutir en redes sociales el nombramiento de Gisela Ortiz como ministra de cultura. Inmediatamente el discurso descarado y ofensivo: ella es la hermana de un terrorista. Ella es terrorista. Sale un congresista ex marino a decir que la quiere interpelar porque cree que es terrorista, pero porque le han dicho, aunque no puede probarlo. Si un congresista de la República dice eso, ¿qué se puede esperar del resto? Si para un congresista se puede decir lo que se cree, sin probar nada, por qué no los demás. En un tema tan sensible se permite usar como argumento los pareceres. Y la mayoría aplaude.

¿Reminiscencias? El caso El Frontón por el cual el expresidente García no llegó a ser procesado. La caminata de Fujimori en la embajada de Japón, con cadáveres de alfombra. La Cantuta y Barrios Altos, donde se legitima la acción del grupo Colina porque deben ser “tucos”.

Vacancia e incapacidad moral: Yo creo que es inmoral A. Pero yo creo que es inmoral B. La inmoralidad es un absurdo subjetivo. Pero entonces el debate no va hacia la lógica de cómo generar un consenso sobre lo que puede ser una real situación de vacancia, sino hacia los mínimos que pueden hacer que cualquier comportamiento sea una vacancia. Como todos tenemos nuestro concepto de inmoralidad, entonces todo es válido si quiero creer que el presidente merece ser vacado.

Tres cosas muy simples y sencillas como ejemplos de hacia donde la discusión comienza con argumentos individuales se sitúan dentro de los parámetros de acomodación de mis propios argumentos y los acepto sin poderlos cuestionarlos. Así estamos formando corrientes de opinión acríticas que solo se esfuerzan por repetir y repetir lugares comunes. Pero nada de contrastes y discusiones reales.

En esta tarea, actores centrales han sido los medios y su gran capacidad para no poder cuestionar absolutamente nada de esto, sin ningún tipo de cuidado. En la última semana, por ejemplo, Canal N llamó a las acciones del grupo La Resistencia como protestas ciudadanas. El ataque prepotente, abusivo, cobarde… protesta ciudadana. Los medios que deciden poner de manera equidistante estas expresiones e impiden la capacidad de cuestionamiento real.

Vamos directo a una situación muy conflictiva si no tratamos de aportar con argumentos que generen un espacio crítico. El problema es que un conflicto sin argumentos se transforma en violencia estéril. Por allí estamos transitando.                 

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pensamiento crítico

Sería una insensatez, políticamente suicida, que la oposición congresal le niegue la confianza al gabinete presidido por Mirtha Vásquez y que mañana se presenta ante el Pleno.

Corresponde leer con propiedad la nueva realidad política. La salida de Bellido del Premierato y la ruptura con Cerrón constituyen claramente un alejamiento, por parte del régimen, de la lógica de la confrontación ideológica y política, y en la práctica suponer arriar, al menos temporalmente, las banderas de la refundación socialista y constitucional del país.

Frente a esa nueva realidad, cabe, valga la redundancia, realismo. No es lo mismo el gobierno actual que el de hace algunas semanas. Y lo que inteligentemente corresponde a la oposición es tenderle un puente de plata a los arrestos moderados del régimen, que si bien no lo conducen al centro sino a una reafirmación izquierdista (la propia Premier es claramente de izquierda), despliega una opción más sensata y viable.

Hay un par de ministros que no merecen la confianza, es verdad. Puntualmente hablamos de los titulares del Interior y de Educación. Pues, a por ellos, que la posibilidad de interpelarlos y censurarlos la tiene a mano el Congreso, más aún ahora que el Ejecutivo ya no puede hacer cuestión de confianza por tales circunstancias.

Pero en términos globales, sobre todo el centro, debe apartarse de la lógica vacadora, lindante con el golpismo, que un sector de la derecha, fuera y dentro del Congreso, promueve a toda costa, sin importar razones.

A Castillo se le puede vacar, claro que sí, es un derecho congresal constitucionalmente establecido. Pero solo cabría ante una situación de abierta inmoralidad o sospechas fundadas de ella por parte del Primer Mandatario, o porque políticamente pretenda tirarse abajo el Estado de Derecho forzando una caprichosa disolución del Congreso para llegar, al final, a la convocatoria de una Asamblea Constituyente corporativista, que supondría el fin de la democracia y el modelo económico, de cuyas virtudes hemos gozado las últimas décadas.

Pero ni lo uno ni lo otro está cerca de ser realidad ahora. Por el contrario, la ruptura con Cerrón aleja al régimen de esa eventualidad. Esa realidad política debe ser correctamente leída por la oposición y no jugar irresponsablemente a la reciedumbre, cuando no es el momento de hacerlo. Lo era hace unas semanas, no ahora.

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Cerrón, Mirtha Vasquez, Premier

Desafortunadamente, todavía se respira racismo y clasismo en una sociedad como la nuestra. La mayoría de nuestras familias afroperuanas y de ascendencia indígena han experimentado alguna agresión racista en su vida cotidiana, ya sea yendo a una tienda o a degustar alguna comida en uno de estos cafés cosmopolitas que encontramos en distritos “pitucos” como San Isidro o Miraflores.

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