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Opinión archivos | Página 267 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

A las 6:40 de la mañana del 11 de septiembre del 2021, Abimael Guzmán murió. El terrorista más sangriento, el cabecilla de la organización más cruel de la historia peruana y tal vez latinoamericana, falleció solo y en prisión. Con la derrota más grande que pudo tener: el sistema lo confinó y lo transformó a la mínima expresión. La elocuencia con la que enfrentó a sus captores señalando la imposibilidad de encerrar el mundo de las ideas, estaba muda frente a su cadáver.

Sin que hayan pasado dos horas de la noticia y mientras algunos resultábamos aliviados y fortalecidos por ella, empezó la contracampaña en redes sociales y en TV por los mismos de siempre. Que no se ha muerto, que se fue a Cuba, que el helicóptero, que no hay cuerpo, que lo sacaron ya…

Como si este país no sufriera lo suficiente ya con la información oficial, nos hemos acostumbrado a la existencia de un subsistema de información falsa en la que nos gusta creer porque satisface y confirma nuestra propia visión del mundo. No se trata de un fenómeno muy antiguo, pero tampoco es tan reciente. Tal vez la crisis de la pandemia del COVID 19 es la que mejor nos ilustra este panorama. La abundancia de noticias falsas basadas en necesidades antes que en hechos, pero que motivaban acciones fueron incontables. De allí en más, su llegada a la política. Las elecciones de Trump, la política de Bolsonaro en Brasil, las elecciones peruana y ahora el Perú y sus devaneos.

La posverdad

Para entender como este tipo de conocimiento se propaga con cierta facilidad en la sociedad actual conviene revisar un poco el concepto de la posverdad y cómo esto ha generado la apertura para que el universo de noticias falsas impere.

La posverdad se define como el fenómeno por el cual los hechos objetivos son menos influyentes en las personas que los que corresponden con las creencias personales. Esto es, que aprendemos a definir el mundo de acuerdo con nuestro propio marco de referencia que con aquello que puede ser considerado objetivo.

A.C. Grayling, intelectual británico, encuentra en los picos de desigualdad económica y en la expansión de información por redes sociales los factores que la explican. En el primer caso, debido a que existe una clase media que pierde poder adquisitivo y que busca explicaciones nada “normales” a ello. En el segundo caso, los elementos virales generan tal cantidad de repetición de los mensajes -de gente influyente o cercana- que terminan ocasionando la percepción de realidad, sea esta objetiva o no. 

Wetiko

Estos mensajes logran calar porque son los que queremos recibir. Nuestra opinión vale más que los hechos. Y, Grayling mismo lo explica, es increíblemente narcisista en la medida en que todos pueden publicar su opinión. Se pierde un componente gregario, de consenso, verificador. 

Wetiko es una palabra que la tribu canadiense de los Algonquines tiene para designar al “virus del egoísmo”. Es el ansia del dominio sobre los demás, es la energía que nos hace querer apropiarnos de la voluntad de los demás¹. Es un concepto, como el artículo citado indica, que nos separa de nuestro contexto, de nuestro hábitat, y nos sumerge en una suerte de canibalismo simbólico.

Así llegamos a afirmar que los demás, los que no son yo, pueden ser capaces de las peores aberraciones, las peores locuras, las más increíbles conspiraciones. Porque nuestra estructura de personalidad se ha ido preparando para que así sea.

 

“La egofrenia maligna o wetiko, es una enfermedad de civilización. La civilización moderna sufre del dominio excesivo de la mente racional o intelectual que nos desconecta de la naturaleza, de la empatía y de nosotros mismos. Wetiko opera en múltiples dimensiones simultáneamente: entre nosotros (interpersonal), dentro de nosotros (intrapersonal) y colectivamente (como especie).”²

 

Es más fácil creer que no creer

Porque en todo este universo paralelo es más fácil dar fe de que lo que se nos está presentando como elementos de convicción realmente lo son y se deja a la objetividad más bien como áreas de fe. El mundo al revés. Cómo no creer en la teoría de un Guzmán libre si anoche se vieron un helicóptero cubano en el Callao

Todo muy lógico, ¿verdad?

Vamos a buscar militares cubanos

Mejor publicamos varias veces

Se le empieza a dar un áurea de credibilidad a cada tema, no vaya a ser que suene increíble. La mejor desestabilización es la que parte de la credibilidad del mensaje. Si es demasiado increíble, pierde sentido y pasa a ser un meme (estimado Daniel Córdova, con cariño, va para ti).

Más allá de la intención

Si somos conscientes del peligro que este tipo de informaciones y mensajes pueden conllevar y de las cosas que pueden significar dejaremos de difundirlas. Pero aún así algunas penetran las barreras que tenemos y nos dejan la duda. Tanto va la mentira a la neurona que al final la convence. Cuidado.

Una cosa es generar la duda interior y la desconfianza básica sobre un tema particular y otra es alimentar el frenesí de las negaciones con las divulgaciones de informaciones. A veces quedarnos callados es el mejor remedio a todo. 

La potencia de la ivermectina, el “ranking” de las vacunas, el “fraude” electoral, el cuerpo de Abimael, la tierra es plana. Todas son premisas que no debimos vivir. Aprendamos a salir de ellas.

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¹ https://www.kosmosjournal.org/article/seeing-wetiko-on-capitalism-mind-viruses-and-antidotes-for-a-world-in-transition/

² https://www.diariocolatino.com/egofrenia-maligna-y-su-expresion-historica/

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Abimael Guzmán, egoísmo, Perú, Wetiko

Respetando todos los protocolos sanitarios, la Asociación Internacional de Peruanistas y el Centro Jorge Eduardo Eielson de la Universidad de Florencia reprogramaron para este mes de setiembre, del 20 al 22, un nutrido Congreso Internacional de Peruanistas que resalta las conexiones entre Italia y el Perú. En esta coyuntura también habrá espacio para muestras y presentaciones de libros. Tal es el caso de la última novela de Jorge Irribarren (Lima, 1974) quien la presentará ahí*

Bésala, Idiota (Amazon, 2021) es una novela que entreteje historias y toca temas muy actuales que hacen reflexionar al lector sobre su existencia, el tiempo, el fetichismo y el amor, aparte de mencionar e indagar en otros tan importantes como la migración, el trabajo, las relaciones y la cultura en general. Con gran dominio narrativo, Irribarren nos lleva de una cultura a otra, es decir, de vivir lo peruano a experimentar lo alemán (él vive en ese país), insertando términos de ambas lenguas. De pronto estamos tomando un pisco sour o un chilcano y de repente nos encontramos en un bar disfrutando de una cerveza alemana. El gran acierto de Irribarren es utilizar estos giros y cambios de ambiente a medida que avanza la trama para hacernos sentir el bilingüismo y la biculturalidad que uno obtiene cuando es ciudadano de dos mundos.

La novela tiene 16 capítulos que entrelazan historias tanto en el Perú como en la internacionalización del personaje principal (un alter ego del autor), Fernando Farfán. Se recorre la vida del personaje con ciertas particularidades en anécdotas históricas y también ficticias. Muchos peruanos podrán notar el caos que se vivió en el primer gobierno de Alan García (1985-1990) o el shock y la violencia estructural que vivimos durante la dictadura del hoy presidiario Alberto Fujimori (1990-2000). Es decir, encontramos datos muy puntuales que nos sitúan en una época muy difícil para el devenir peruano y justamente eso funciona para que Fernando Farfán, como muchos otros intelectuales, emigren del Perú y vayan a buscar una mejor vida a otros países. A través de una prosa ligera y divertida, llena de términos coloquiales y lúdicos, el autor nos sitúa en ambos mundos, el alemán y el peruano. Pero no solamente nos hace entrar a esa biculturalidad, sino que la inclusión es el punto de partida para saltar a tres temas muy importantes: el amor, el tiempo y nuestra existencia.

El título, en sí, hace referencia a una actitud de vida primordial para los seres humanos, sobre todo en esta época de pandemia. Es por medio de una mención hacia su abuelita que Fernando Farfán destaca la importancia de “Besar la vida”, de quererla, de manifestar un sentimiento de esperanza y empatía, por eso debemos de besarla. Las relaciones que vemos son muy importantes y parece que en nuestra sociedad actual se han olvidado, por eso ¡Bésala, idiota! también nos hace recordar ciertos momentos críticos que se vivieron en nuestro país y causaron la migración masiva de peruanos al extranjero (ya son casi tres millones). 

 ¡Bésala, Idiota! es una novela que capta la vivencia de un Perú y, más detalladamente, de una nación en construcción, donde el devenir debe ser la integración de todos sus ciudadanos, respetando formas de vida, creencias e ideologías. Este texto nos hace recapacitar, aprender de nuestros errores y ver la pluralidad de opciones que tenemos como nación. Asimismo, Irribarren se consagra como parte de los narradores que captan las virtudes de ser peruano en un mundo europeo (piénsese en Bryce Echenique, por ejemplo), y en este caso el mundo alemán, donde el progreso se mide a través del orden y la disciplina. 

Estamos ante una voz valiosa de la gran diáspora literaria peruana, siempre llena de sorpresas.

* El programa del congreso puede verse en este portal: https://asociacioninternacionaldeperuanistas.blogspot.com/2021/07/programa-del-x-congreso-internacional.html

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Jorge Irribarren, novela literaria

Isabel Cristina López Eguren hilvana y teje con singular maestría la fascinante travesía de José María Ernán Eguren Rodríguez y su familia desde su abuelo don Andrés de Eguren, quien arribó al puerto del Callao alrededor de 1810, hasta sus generaciones posteriores. En cinco capítulos, analiza información inédita conservada por sus familiares de generación en generación y otras fuentes documentales y reconstruye más de siglo y medio del quehacer familiar, laboral, intelectual y político de los Eguren. Investigación que le permite corregir y subsanar vacíos en la biografía del poeta como cuando señala con meridiana claridad que el 8 de julio de 1874 fue el día de su nacimiento. 

Asimismo, traza el perfil del abuelo, los padres, los tíos y demás familiares de José María Eguren con detalle y cuidadoso esmero, gracias a lo cual el lector conoce sus maneras de pensar y actuar en distintos campos de la vida nacional desde fines del virreinato hasta mediados del siglo pasado. Por ejemplo, al abuelo del poeta el Rey de España Fernando VII le asignó el cargo de Factor y Administrador General de las Rentas del Tabaco de Chachapoyas, luego de cumplir con los requisitos de ser “súbdito leal, estar libres de cualquier deuda o de contratos vinculantes con comerciantes o con el gobierno, y tener alguna experiencia en la burocracia imperial. [De igual modo] (…) contar con suficiente riqueza como para pagar la media anta y depositar una fianza, pagada a la Caja como garantía de su honestidad”.   

En el capítulo que le dedica al poeta, López Eguren muestra con rigurosidad aspectos desconocidos de su vida. Varios de ellos, estrechamente vinculados entre sí, permiten conocerlo ya no solo como el bardo sin igual sino también como el hermano, el pintor, el amigo, el intelectual, el corresponsal, el funcionario público entre otras facetas más. Un aspecto, que la autora revela con particular esmero, es el vínculo amical de José María Eguren con sus pares y otros intelectuales, académicos y políticos no solo nacionales sino también extranjeros. Casi todos sin excepción le profesan admiración y respeto y así se lo hacen conocer. Como la dedicatoria de José de la Riva Agüero y Osma: “Al ilustre poeta limeño, Dn. José María Eguren. Su amigo y colega de la Academia”.

Amigos a los cuales José María Eguren les reconoce sin reserva alguna sus éxitos, sus publicaciones y su producción intelectual. “Une a su sentimiento maravillosa fantasía, cada día me sorprende con un nuevo aspecto del arte. Tiene impresiones muy originales de mis versos (…) tiene el don de fantasía y embellece lo que toca”, así se expresa el poeta de su entrañable amiga Isajara, seudónimo de Isabel Ramos Bodero de Jaramillo. Un amigo ideal como decían Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui. 

En suma, Rastros Familiares: José María Eguren, orígenes y trayectoria de la familia Eguren en el Perú es una invitación a conocer otras facetas del poeta, a sus familiares, sus afectos y querencias, a sus amigos entre otras más, las cuales enriquecen la comprensión de su vida y época de manera sólida y documentada. Un libro de lectura imprescindible para todos aquellos que quieran conocer más a José María Eguren el poeta. 

 

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Familia Eguren, Isabel Cristina López Eguren, José María Eguren

El único homenaje sincero del gobierno a la victoria digna y ejemplar que se logró contra Sendero Luminoso, a partir de la captura -un día como hoy hace 29 años- de su cabecilla Abimael Guzmán, y que hizo que una organización vertical y rígida como la subversiva, se cayera como un castillo de naipes, pasa porque el presidente Castillo aparte de su entorno a cualquier personaje involucrado directa o indirectamente con cualquier pasado vinculado al senderismo o con actuales relaciones a través de los organismos políticos de fachada de Sendero Luminoso, como el Movadef o el Fenate.

Cualquier tuit o post en redes sociales, o declaración oficial, cae en saco roto si ello no se produce. Puntualmente hablando, poco o nada significa que el Primer Mandatario lance un post condenando el terrorismo a propósito, ayer, de la muerte de Guzmán, si mantiene a su lado a su premier Guido Bellido y a su ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Según la última encuesta de Datum, contratada por Lampadia, un 32% de la población considera que Sendero Luminoso o el Movadef tienen “mucha presencia” en el gobierno y un 26% señala que tiene “alguna presencia”. En total, un 58% de la ciudadanía percibe la cercanía subversiva a las esferas del poder.

A la vez, preguntada la población respecto de la continuidad en sus cargos de los ministros con expresiones de simpatía por Sendero Luminoso, un rotundo 79% considera que deben ser removidos.

Resulta claro que los devaneos políticos del gobierno con gente abiertamente simpatizante del senderismo o con un pasado cercano a él, horada la percepción que el gobierno en su conjunto tiene. El reducido crecimiento que muestra en sus niveles de aprobación (sube de 39 a 41%) -coincidiendo en ello con CPI-, no tardará en revertirse si desde Palacio no se toman decisiones claras y rotundas respecto de los funcionarios de gobierno denunciados por su filosenderismo.

Además de la influencia radical de Vladimir Cerrón, la incompetencia evidente de varios ministros y las denuncias de violencia de género de tres titulares de pliego, se suma la pesada mochila que el gobierno de Castillo ha decidido colgarse al hombro: la presencia soterrada o desenmascarada de elementos prosenderistas.

Aunque parezca inaudito, no es Cerrón el mayor peligro de este gobierno. Está bajo control y su presencia en el gabinete no es determinante. Es más mediático y tiene más perspectiva política, pero la mano tenebrosa que mece la cuna del gobierno es la de Sendero Luminoso, a la cual es más allegado el propio presidente Castillo. Esa es la que hay que extirpar si queremos evitar que el país ingrese a una espiral de dinamitación de la democracia peruana.

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Presidente Castillo, prosenderistas, sendero luminoso

Ayer tarde (me he mirado en el espejo) llegó un correo a casa, se trataba de un libro envuelto en sobre de manila, la dirección y el destinatario escritos   a mano con letra que reconocí de inmediato, tanto como las iniciales del remitente, arriba a la izquierda, EQPS, Eusebio Quiroz Paz-Soldán, mi viejo amigo y maestro arequipeño, quien, octogenario, tenía la gentileza de enviarme su última publicación académica: Identidad Cultural Mestiza de Arequipa

El sobre de manila me hizo recordar tantos otros que me enviara Eusebio la segunda mitad de la década de los noventa, cuando yo iba y venía a la Blanca Ciudad en mis viajes de investigador novato en busca de una tesis de licenciatura que tardé casi cinco años en terminar. El último de estos viajes me llevó hasta La Paz y Sucre, pasando por Puno, donde pude alojarme en la casona familiar de los Parodi, esa donde vivió el bisabuelo Costante cuando llegó a finales del siglo XIX, a probar fortuna a ese paraje situado en la meseta del Collao y donde nacieran mi abuelo Alfredo y mi padre Ezio. 

Pero esta historia trata de Eusebio, el amigo, maestro e historiador: “sus ideas son muy bonitas amigo Parodi, pero Usted tiene aquí cinco tesis, ¡defina qué va a trabajar!”, y volví a Lima apesadumbrado porque Eusebio literalmente me destruía. Me dijo entonces que le mandase mis nuevos proyectos de investigación, para lo cual me remitió en separatas fotocopiadas a los metodólogos, Topolski, Cardoso y Pérez Brignoli, en sendos capítulos “el proyecto de la investigación histórica”, y yo le enviaba nuevas versiones impresas de mis proyectos por el correo central, y no había pasado una semana para que me llegase su respuesta: mi nueva versión del proyecto toda pintarrajeada de rojo, destruida, una y otra vez, y así sucesivamente. “Si va a ir a Bolivia, vaya con pies de plomo, a los bolivianos no les gusta que hurguen en sus cosas”, me dijo cuando le comenté que preparaba ese viaje definitorio de mi tesis de licenciatura, del que he hablado al comenzar estas líneas. 

Un día no le respondí más a Don Eusebio. Solo años después comprendí que no lo hice porque: gracias a la pulseada a la que él me ha había sometido,  ya me encontraba listo para emprender la aventura académica de la tesis de licenciatura, una bastante pretenciosa por cierto, pues suponía escudriñar archivos de Lima, Arequipa, Puno, La Paz y Sucre para demostrar, entre otras cosas, que Bolivia no se había retirado de la Guerra del Pacífico tras la batalla del Alto del Alianza del 26 de mayo de 1880, al menos no tanto como aseguran las historiografía tradicionales de Perú y Chile, curiosa coincidencia. También discutí la supuesta renuencia del pueblo arequipeño a combatir al ejército de ocupación chileno ya después de firmado el Tratado de Ancón, a fines octubre de 1883; y la supuesta pusilanimidad de Lizardo Montero en su periodo presidencial en Arequipa.

Por su parte, el libro que me ha enviado Don Eusebio es pertinente para estos días de división entre los peruanos. Habla de Arequipa, de su querida Arequipa, y su innegable mestizaje, donde probablemente lo andino y lo español hayan logrado mayor armonía, o entablado un diálogo mejor que en otros lugares del país. El tema no deja de ser discutible, pero señala un punto de encuentro, dibuja la utopía que debe encontrar un país de todas las sangres que aún se duele de heridas antiguas que no terminan de sanar. 

Identidad Cultural Mestiza de Arequipa, nos habla del mestizaje arequipeño en la cultura, la identidad, la arquitectura, la música, el habla popular, la gastronomía, la tradición católica, entre otras manifestaciones civilizatorias. Quizá pensando así, y añadiendo algunas disculpas históricas que se caen de maduras, podríamos comenzar a tender los puentes para conformar una sociedad en la que todos, con nuestros diversos acervos culturales, podamos vernos como ciudadanos iguales sin más, en este confín de tantas divergencias.

En las líneas que me dedica al inicio de su libro, Eusebio me escribe “a Daniel Parodi con amistad y una laguna de recuerdos” se refiere, así, al libro que fue fruto de ese duro intercambio epistolar en el que me formó como historiador: La Laguna de los Villanos: Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico (1881 – 1883) que publicase precisamente hace 20 años. Gracias Eusebio, una vez más. 

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Arequipa, Libro, mestizaje

La muerte de Abimael Guzmán debe celebrarse en medio de una reflexión patriótica sobre las causas y consecuencias de un fenómeno como fue el de Sendero Luminoso en el horizonte histórico peruano.

Lo primero que debe resaltarse es la naturaleza ideológica del grupo terrorista. No fueron dementes insanos que se dedicaron a perpetrar actos violentos simplemente para divulgar ideas o generar efectos psicológicos.

Fueron eso también, pero fue su matriz ideológica la causa eficiente de esos actos: el pensamiento marxista leninista maoísta que hoy, se ve con preocupación, sigue siendo reivindicado por muchos en el país.

La radicalidad de Guzmán y de Sendero, comparable a la que inspiró el genocidio de Pol Pot en Camboya, puede haber sido un signo particular del “pensamiento Gonzalo”, pero la barbarie de la violencia que desplegó y enlutó a decenas de miles de familias peruanas, está contenida y es consecuencia lógica de un pensamiento político como el señalado. Guzmán, a lo sumo, hizo en la práctica, lo que muchos en la izquierda de los 80 pregonaban ideológicamente sin atreverse a dar el paso hacia las armas.

Debe recordarse, además, que Sendero creció y puso en jaque al Estado peruano gracias a la disfuncionalidad de un aparato estatal inoperante e inexistente, fruto de su destrucción por obra y gracia del velascato. Esto también es importante advertirlo. No fueron los rezagos oligárquicos los que explican a Sendero. Ya ellos casi no existían. Fue el Estado destruido por el fallido experimento socialista militar el que generó las condiciones estructurales predisponentes para la aparición y crecimiento de un grupo como el senderista.

Abimael Guzmán muere a un día de conmemorarse los 29 años de su captura, el 12 de setiembre de 1992. Es ocasión de insistir, una vez más, en la obligación cívica de celebrar ese día con todos los honores que se merece un hecho que cambió la historia del Perú y permitió que la democracia sea hoy, a pesar de sus insuficiencias y problemas, un sistema vigente. Debe declararse feriado nacional el 12 de setiembre y que todas las generaciones, al menos un día al año, recuerden la tragedia humana de la que el Perú se libró. El solo recuerdo de su salvajismo ideológico debiera bastar, dicho sea de paso, para interpelar a quienes hoy, desde el propio poder, relativizan el itinerario de sangre y muerte que dejó Sendero Luminoso en la historia de la República.

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29 años de captura, Abimael Guzmán

“Cuando el recreo se convierte en un infierno” (“Wenn die Pause zur Hölle wird”, mvg Verlag, Frankfurt 2021). Con este título el estudiante de psicología Norman Wolf (28 años) ha publicado en mayo de este año en Alemania un libro desgarrador pero a la vez de mucha utilidad, donde relata como fue víctima de bullying en su etapa escolar, a la vez que da consejos para alumnos que estén pasando por ese tormento. Norman cuenta que su primera experiencia traumática en el colegio donde iniciaba su educación escolar superior fue cuando tenía diez años y dos compañeros lo sacaron a la fuerza de lo cama donde dormía y lo arrastraron hasta delante del dormitorio donde dormía la niña de la cual él estaba enamorado. Nunca se sintió tan avergonzado.

A partir de ahí el día escolar se convirtió para Norman en un tormento. Sus compañeros y compañeras de clases se burlaban de él, del incidente del dormitorio y de su enamoramiento, y con frecuencia recibía durante el recreo golpes que le hacían sangrar la nariz. Incluso le contó al respecto a un profesor, el cual le replicó que era muy sensible y que sus compañeros sólo querían ser sus amigos. No se sintió tomado en serio y desde ese momento no volvió a recurrir a la ayuda de ningún miembro del personal docente y comenzó a ver televisión en exceso y a comer en demasía, lo cual sólo empeoró su situación. Los demás alumnos se mofaban de su peso —a los 12 años medía 1.50 metros y pesaba 70 kilos—, de su vestimenta y de su situación familiar —padre desempleado que sufre de alcoholismo—. Le decían “cerdo seboso”, arrojaban sus cosas por la ventana y una vez incluso le marcaron en la frente una cruz gamada, símbolo nazi. Fue entonces que le sobrevinieron los primeros pensamientos suicidas. «En algún momento llegué a pensar realmente que yo era gordo y feo, y de hecho no quería seguir viviendo». Nunca hubo un verdadero motivo para el bullying, ni siquiera de parte de sus agresores. «Una vez en la clase de arte rompieron mi dibujo que yo había estado pintando durante semanas. Entonces pregunté por qué hacían eso. La respuesta fue simplemente: “Porque yo soy yo”».

La experiencia de bullying, de la cual Norman es un sobreviviente y que le ha generado secuelas psicológicas hasta el día de hoy, no es tan infrecuente en Alemania. El estudio de Pisa del año 2017 calculaba que uno de cada seis niños en edad escolar había sufrido bullying.

Y no creo que en el Perú la cosa sea distinta. Lo digo a partir de mi propia experiencia.

Cuando estuve en el Colegio Alexander von Humboldt, apenas fui testigo de casos de bullying. Sin embargo, debo confesar que en primaria me gustaba fastidiar a un alumno de la clase paralela a la mía, que era subido de peso. Quizás por un afán de sentir cierto poder, me burlaba de su gordura y luego salía corriendo, sin que él pudiera atraparme. Un día me lo encontré en el baño y volví a mofarme de él. En el momento en que él salía tras de mí, le cerré de golpe en la cara la puerta de aluminio con un panel de vidrio translúcido, el cuál saltó en pedazos. Mi sufrida víctima resultó ilesa, pero salió llorando del baño, mientras yo sentía remordimientos de conciencia por el daño personal que pude haber ocasionado. Nunca más volví a burlarme de él. El asunto no tuvo consecuencias disciplinarias para mí, pero aún así me acerqué a pedirle disculpas y a prometerle que nunca más lo fastidiaría, promesa que fue sellado con un apretón de manos y que mantuve durante mis años escolares humboldtianos. Todavía no había aprendido a categorizar como bullying lo que para mí era sólo un juego de esos crueles momentos de la infancia donde ya hemos comenzado a perder la inocencia.

Donde sí fui testigo de algunos casos graves de bullying fue en 5° año de secundaría, que cursé en el Colegio Santa María (Marianistas) de Monterrico en el año 1980. En esos tiempos el Colegio Humboldt se había plegado a la reforma educativa del gobierno militar, eliminando 4° y 5° de secundaria de su currícula. Quienes así lo deseaban podían cursar cuatro años más de estudios en la ahora desaparecida ESEP (Escuela Superior de Educación Profesional) Ernst Wilhelm Middendorf. Sólo el primer año podía ser convalidado como 4° de secundaria, de modo que quien quería cursar 5° de secundaria debía hacerlo en otro colegio. Y el Colegio Santa María no sólo quedaba cerca de mi casa, sino que yo tenía algunos amigos entre los alumnos.

El colegio se vanagloriaba de estar entre los mejores del Perú, y esa cultura era asumida acríticamente por profesores y alumnos. A decir verdad, el nivel de enseñanza de 5° de secundaria, salvo el curso de química a cargo de un profesor competente como Claudio Meza, estaba al nivel de 3° de secundaria del Humboldt. E incluso diría que el nivel de inglés en la clase donde yo estaba se equiparaba al nivel de 2° de secundaria del Humboldt. Pero lo que realmente era perturbador, más allá de esa arrogancia colectiva sin fundamento, era el nivel de violencia a que se podía llegar entre alumnos en esa escuela católica de varones.

Había un chico de carácter débil al que, cuando tenía que salir adelante entre las filas de pupitres, varios alumnos le tocaban el trasero metiéndole la mano a su paso, ante la incomodidad de la víctima que no sabía defenderse. Y que no se iba a atrever a acusar a quienes lo habían ultrajado, pues según un código no escrito eso significaba caer en desgracia ante todo el alumnado y posiblemente ser sometido a una especie de ostracismo, o en el pero de los casos a una violenta paliza fuera de los muros del colegio.

Había otro compañero de clase, al cual, por sus rasgos indígenas, lo apodaban “Huacorretrato”. Otro alumno de cuerpo escuálido y carácter nervioso, que tenía modales afeminados por ser el único varón entre varias hermanas, era continuamente asediado con comentarios homofóbicos. Recuerdo que una vez me agradeció casi al borde del llanto por no tratarlo como siempre lo habían tratado los demás alumnos en la clase. Supe años después que había muerto joven de un paro cardíaco, tal vez por una enfermedad congénita, o quizás también por haber somatizado el continuo acoso de que fue objeto en el colegio.

Una anécdota de años anteriores era protagonizada por nuestro profesor de filosofía y lógica, Aresio Viveros, quien siempre se presentaba con aires de superioridad y con una sonrisa forzada que hacía que su rostro pareciera el de una marioneta de feria. Se contaba que le habría dicho a un alumno en plena clase: «Dicen que usted es maricón y que le gustan los hombres«». A lo cual el aludido se puso de pie y con palabras firmes pero airadas le espetó: «Sí, soy maricón y me gustan los hombres. ¿Y a usted qué?» No sólo Viveros se habría quedado mudo, sino también todos los demás alumnos en el salón, que veían quizás por primera vez a un homosexual defender sus fueros con tanto valor y hombría.

Pero quizás el caso de bullying más atroz y cruel fue el le hicieron a un muchacho tímido, apocado, al que consideraban el “pavo” de la clase. Un fin de semana dos o tres alumnos salieron en el automóvil del papá de unos de ellos —sin brevete, como solía ocurrir entonces entre adolescentes de clase acomodada que podían darse el lujo de disponer de un carro— llevando al muchacho con ellos y en la Av. Arequipa levantaron a una de las prostitutas que entonces solían ofrecer sus servicios nocturnos al lado de esa vía. Incitaron al muchacho a fornicar con la dama de la noche en el vehículo y le tomaron una fotografía en pleno, que el lunes siguiente hicieron circular en la clase, enseñándosela incluso al tutor y profesor de física, el aprista Fernado Arias, quien fuera esposo de la conocida ministra aprista Ilda Urízar. Arias sólo atinó a reírse nerviosamente, pues probablemente sabía el poder y dinero que tenían los padres de varios de sus alumnos y, por eso mismo, no quería engarzarse en un problema aplicando una medida disciplinaria, que en este caso implicaría la expulsión de los responsables. Y bajó la cabeza cuando yo, alumno de 17 años que estaba de paso en el colegio, fui a recriminarle por su bajeza y cobardía. Por supuesto, dejó que el bullying continuara, por lo menos un rato más. O lo paró tímidamente mediante súplicas amables a quienes lo promovían, sin tomar ninguna medida disciplinaria. De un carácter muy distinto y más enérgico y de un talante moral intachable era otro aprista y profesor nuestro de matemáticas, Jesús Guzmán Gallardo, quien muchos años después buscaría limpiar al Partido Aprista de la nefasta herencia dejada por Alan García, sin conseguirlo.

Académicamente, no aprendí nada en el Colegio Santa María —salvo en el curso de química—, pero tuve un atisbo del ambiente donde se había educado la primera generación de sodálites del año 1973, un ambiente donde bajo la realidad de la camaradería entre muchachos también se hacía presente la violencia y la dominación de unos alumnos sobre otros más débiles y vulnerables que eran sometidos a humillaciones, un ambiente propicio al bullying pero encubierto por un aura de religiosidad católica que formaba parte de la imagen del colegio, una imagen que había que defender a toda costa aunque la realidad fuera distinta.

Y así como yo he sido testigo de actos de bullying en mi edad escolar, sin nunca haber visto que algún miembro del profesorado haya intervenido para zanjar el problema, creo en conciencia que la gran mayoría debe haber visto casos similares. La ficción que narraba César Vallejo en su cuento “Paco Yunque” parece ser un espejo de la realidad, en una sociedad donde todavía no se han hecho esfuerzos suficientes para combatir el bullying, esa violación de los derechos humanos de otros que muchos aprenden en la escuela. Y que luego no tendrán problema de replicar en otros contextos en su edad adulta. Porque los atentados contra los derechos humanos no surgen por generación espontánea, sino que tienen su semilla en las escuelas donde se permite a los alumnos acosar cruelmente a otros alumnos.

 

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bullying, Norman Wolf

«Quiero abandonar este mundo como un comunista» le escribió, en octubre del 2020, Mikis Theodorakis a Dimitri Koutsoumbas, líder del KKE, la principal fuerza política de izquierda de Grecia, en una carta en la que dejaba indicaciones precisas sobre cómo y dónde debían ser sus funerales, un tema que, a una semana de su fallecimiento, ha desatado intensas polémicas que enfrentaron a cortes judiciales con los deudos del compositor y activista, quien dejó el mundo físico el pasado 2 de septiembre, un mes y medio después de cumplir 96 años de edad.

El daño más grave que hizo Sendero Luminoso fue haber terminado, de formas sanguinarias y brutales, con la vida de decenas de miles de compatriotas en las zonas más pobres y abandonadas de nuestro país. Pero la estela de terror y barbarie de SL dejó, además de esa concreta sombra de muerte en familias que nunca hallaron paz ni justicia, un perjuicio subjetivo que viene afectando a prácticamente dos generaciones: la estigmatización de la izquierda como sinónimo de maldad, resentimiento y pobreza espiritual.

Cuando, en septiembre de 1992, vimos aquellas tomas borrosas de video casero en las que Abimael Guzmán y su cúpula de crápulas hacían la ronda y palmoteaban como oligrofrénicos al compás de Zorba El Griego, algo pasó en la mente de los jóvenes que observábamos esa danza, entre ridícula y macabra. En nuestras charlas de universidad, la alegre y mediterránea melodía ya no nos remitía a aquella entrañable película que protagonizó Anthony Quinn en 1964 sino que se volvió la banda sonora de la captura del esperpéntico líder terrorista.

Muchos salimos pronto de la oscuridad, a través de lecturas, películas y canciones. Pero muchos otros no lograron escapar de aquello y hoy llenan, con polos de la selección peruana y boqueando pestíferos prejuicios, las manifestaciones contra el comunismo como si tal sistema de ideas fuera equivalente del terrorismo ramplón y asesino, cosa imposible por muy anacrónicos y desfasados sean la mayoría de sus postulados. Y que celebrarían, en sus eventos auspiciados por Erasmo Wong, la muerte de Mikis Theodorakis, comunista hasta los huesos. Si supieran quién fue, por supuesto.

Esa ignorancia primordial es, además, acicateada por una élite que, desde los medios concentrados y asociados a la derecha más recalcitrante, se dedica a invisibilizar a aquellas personalidades que ensalzan a la izquierda, para evitar que toda esa masa, por lo menos, se entere de que también existen seres humanos valiosos formados desde un pensamiento «de ala zurda más que diestro», parafraseando a Silvio Rodríguez.

La trayectoria personal, artística y política de Mikis Theodorakis (Chíos, 1925) plantea un grave problema a esa derecha bruta y embrutecedora. ¿Cómo criticar a un músico que enfrentó, cara a cara, una de las peores dictaduras del siglo 20 -la Junta Militar que aplastó los derechos civiles en Grecia de 1966 a 1974-, que lo encarceló, censuró y torturó? ¿Qué podrían reprocharle al artista que peleó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, que rechazó la Guerra del Golfo Pérsico, que tendió puentes de hermandad entre Grecia y Turquía y criticó al gobierno de su país por estrechar lazos con Benjamín Netanyahu?

Se me ocurre que, por esa imposibilidad de mencionar su nombre sin decir que se trataba de un hombre de izquierda, es que el fallecimiento de este músico universal desapareció de los medios locales al día siguiente, mientras sigue siendo noticia en Grecia y otros países de Europa, donde no cesan de reseñar hasta hoy su importancia como principal responsable de la internacionalización del folklore griego, además de impulsar ideas elevadas sobre cultura, humanismo, arte y su relación con la vida del pueblo. Como político, Theodorakis sirvió a su país como activista, parlamentario y ministro, durante el gobierno de Konstantinos Mitsotakis (1990-1993), padre del actual Primer Ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, quien decretó tres días de duelo nacional y acondicionó una capilla ardiente en la Catedral de Atenas, donde cientos de personas se hicieron presentes para despedir a su ídolo.

Para el mundo entero, el nombre de Mikis Theodorakis es sinónimo directo de Zorba, The Greek, la mencionada película (basada en libro epónimo de Nikos Kazantzakis), en que un rústico y desenfadado hombre cretense, Zorba, enseña a vivir a un acartonado señorito inglés. Michael Cacoyannis, director de la cinta, lo convocó también para su ciclo de largometrajes basados en clásicas tragedias griegas, entre las que destaca la sensacional partitura de The Trojan Women (1971), protagonizada por Katherine Hepburn. Además, puso música a dos importantes películas de su compatriota Costa-Gavras: Z (1969) y State de siege (1972), ambientada en Uruguay en tiempos de la guerrilla urbana de los Tupamaros. Aunque Hollywood también se rindió a los encantos de Zorba, su relación con el cine norteamericano fue más bien de distancia y hasta cierta hostilidad, con la excepción de su trabajo en Serpico (Sidney Lumet, 1973), en que Al Pacino encarna al valiente oficial de policía que desmontó, con sus denuncias, las redes corruptas del departamento de policía de New York.

Pero la obra musical de Mikis Theodorakis trasciende, por mucho, a esta danza, también conocida como sirtaki. Theodorakis ha compuesto cientos de canciones, decenas de sinfonías, conciertos y óperas -la mayoría basadas en textos clásicos y modernos de la literatura griega- y obras cargadas de su ideología política. Por ejemplo, en Bulgaria se editó su obra Lithurgy of the children killed in the war (Balkanton Records, 1986), de gran impacto en este país de Europa Oriental. O la sobrecogedora Mauthausen Trilogy (1965), también conocida como The ballad of Mauthausen (con textos del poeta griego Iakovos Kambanellis). La suite, inspirada en los horrores del campo de concentración de Mauthausen, Austria, en el que fueron sacrificados casi 300,000 judíos, fue interpretada por famosos cantantes, entre ellos, la norteamericana Joan Baez

Luego de pasar cuatro años en prisión -y de recibir el apoyo de grandes nombres de la comunidad artística mundial como el compositor ruso Dmitri Shostakovich, el escritor inglés Arthur Miller, los músicos norteamericanos Leonard Bernstein y Harry Belafonte, entre otros-, se dedicó a escribir contundentes canciones de protesta que inspiraron a las juventudes que finalmente forzaron la caída del régimen militar. Estas canciones se hicieron muy populares en el área mediterránea, en las voces de María Farantouri y Antonis Kalogiannis (fallecido en febrero de este año) quienes, junto a Theodorakis, se convirtieron en la conciencia social del pueblo griego. En 1971 fue invitado a Chile por Salvador Allende y devolvió la cortesía musicalizando el Canto general de Pablo Neruda. Aquí podemos ver y oír al compositor dirigiendo a la orquesta y al grupo Quilapayún, en un programa especial realizado en España en 1981.

A diferencia de Vangelis -el otro gran músico griego del siglo 20-, la música de Theodorakis conecta a sus oyentes con el alma y espíritu del pueblo griego desde sus entrañas regionales, pero desde un punto de vista clásico, orquestal, sinfónico, donde violines y pianos se unen a bouzoukis y panderetas en comunión atemporal. Pero si de explorar sus amplios recursos se trata, una recomendación puede ser el álbum Song and guitar pieces (Columbia Records, 1967). En estas grabaciones participa el reconocido guitarrista australiano John Williams y contiene adaptaciones musicales del Romancero gitano de Federico García Lorca. 

Pero, además de Zorba, The Greek –aquí bailada de manera intensa por el compositor y Anthony Quinn, en 1995-, hay una melodía de Theodorakis que es muy conocida para nosotros. Una canción sinuosa y romántica, de quiebres ondulantes y bouzoukis picados, que hasta ha sido cantada por los Beatles. Se trata de la adaptación al español de The Honeymoon Song (título original: An thimithis t’oniro mou), un tema de 1959. Grabada en los setenta por la cantante Gloria Lasso, con textos del poeta Rafael de Penagos, se hizo muy popular en la voz de Paloma San Basilio, con el nombre de Luna de miel (LP Grande, 1987). Como Zorba, este tema universalizó el sonido del folklore griego y condicionó, para bien y para mal, su uso en el cine, la televisión y el turismo.

Como el macartismo más rancio e intolerante, el mundo occidental orientado a la derecha le ha dado la espalda al bagaje musical de uno de los compositores más prolíficos de música instrumental contemporánea, alumno del director de orquesta y compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992) y constante animador del Epidaurus Festival, donde estrenó varias de sus obras. Este festival, que se celebra cada año desde 1955, ya anunció que la edición del 2022 tendrá un programa especial de homenaje a Mikis Theodorakis, a quien describen como “una figura icónica de la música, cuya obra visionaria y amplia muestra el lenguaje griego de forma única, con canciones que expresan apasionadamente las luchas de nuestro país por la libertad y la auto determinación”. 

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Perú, sendero luminoso, sociedad

Empiezan a vislumbrarse los primeros arrebatos autoritarios de un gobierno que se ha empeñado en cometer yerro tras yerro y ahora parece haber encontrado la fórmula para no resolverlos, como correspondería, y pasa por inventar enemigos externos a quienes atacar y buscar que ello genere un efecto distractor.

Así, hemos escuchado a la primera vicepresidenta, Dina Boluarte, y al titular de Justicia, Aníbal Torres, arremeter, en uno de los dos casos agraviantemente, contra la prensa, acusándola de distraer al país de los asuntos importantes y de centrarse en menesteres de menor relevancia.

Como si la cercanía de Sendero Luminoso al gobierno (Bellido, Maraví, etc.), la incompetencia de varios ministros y funcionarios públicos, la radicalidad obtusa de Vladimir Cerrón, el silencio dubitativo del Presidente, etc., fueran, primero, asuntos menores, y, segundo, inventados por los medios de comunicación.

Es necesario advertir la eventualidad de que estemos ante los primeros pasos de una estrategia de gobierno destinada a recuperar alguna popularidad aplicando la estrategia de la confrontación autoritaria. Ya se ha hecho así en otros países de la misma órbita. La prensa, los grupos de poder y el Congreso opositor han sido las instituciones elegidas para armar un muñeco conspirativo que, ese sí, distraiga a la población de los reales problemas políticos que el país afronta por obra y gracia del propio gobierno.

Hay que estar alertas y mostrar unidad. Así como se exige a la oposición congresal democrática que se muestre coordinada, así como los gremios empresariales deben salir de su modorra y activar sus alarmas respecto de los despropósitos económicos del gobierno, la prensa en su conjunto debe entender que frente a una amenaza autoritaria debe mantener la más férrea unidad, sin distingo ideológico o afán competitivo.

La ideología del gobierno, ese indigesto guiso de maoísmo castillista y leninismo cerronista, alberga en su seno evidentes gérmenes autoritarios que ante las primeras frustraciones gubernativas -que ya deben estar sintiendo-, aflorarán y harán que se elija frentes de batalla artificiales para disimular la propia mediocridad.

No vienen tiempos fáciles para la democracia peruana. Lamentablemente, el pueblo se equivocó al elegir a su gobernante y lo hizo por alguien no solo ideológicamente descaminado sino además personalmente incapacitado para gobernar con relativa eficacia.

Son los costos de la democracia y hay que asumirlos hasta donde sea posible, pero lo que no debe ser admitido bajo ningún concepto es que a causa del paulatino descrédito en el que viene cayendo el régimen, pretenda desplegar psicosociales arremetiendo contra libertades fundamentales, como la de prensa, piedra de toque de una democracia que se precie de funcional.

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