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Opinión archivos | Página 27 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

[PIE DERECHO]  El ataque de una banda de delincuentes a la mina La Poderosa, en La Libertad, causando la muerte de nueve trabajadores, el mismo que, según las pesquisas iniciales, habría sido digitado por la minería ilegal que opera en la zona, pone una vez más de relieve la urgencia de combatir las mafias económicas que actúan impunemente en el país y que han logrado escalar no solo su campo de acción delictivo, sino infiltrar prácticamente a todo el Estado peruano y sus instituciones, poniéndolas a su servicio.

Según información aproximada, la minería ilegal en el país mueve alrededor de US$ 4,000 millones anuales, dinero suficiente para sobornar policías, fiscales, jueces, autoridades locales, funcionarios públicos y congresistas funcionales a sus intereses.

Si a ello le sumamos las economías delictivas del narcotráfico, la trata de personas, el contrabando, la explotación ilegal de madera (en San Martín, hace unos días acaban de asesinar al defensor ambiental contra la tala de los bosques, Quinto Inuma) y otras, entenderemos que estamos enfrentando un poder inmenso con un Estado famélico, incapaz de actuar a la altura del tremendo desafío de derrotar este proceder criminal que hace tiempo ha decidido atacar la economía formal, porque con ella viene el Estado y todo lo que la espanta. Ese es el sentido y objetivo último de este ataque sanguinario de ayer.

Si además agregamos las bandas delincuenciales que extorsionan a pequeños empresarios obligándolos a pagar cupos onerosos solo para poder sobrevivir con su esfuerzo de inversión, calibraremos la urgencia de colocar en el primer lugar de la jerarquía de problemas a atacar, éste de la delincuencia organizada.

Al respecto, este gobierno y el vigente Congreso han abdicado de sus tareas primordiales. El Estado peruano mismo ha olvidado que su propia existencia depende de que se respete la cláusula primera del contrato social, que consiste en otorgarle el monopolio de la fuerza al ente público. Sin ello, no hay convivencia pacífica posible y nos encaminamos a la anarquía, la peor de las situaciones para la supervivencia y fortalecimiento de la democracia y el capitalismo, la fórmula combinada que es la única que ha probado su eficacia para construir una sociedad moderna y libre.

A los candidatos a ocupar el poder en las próximas elecciones hay que anteponerles la exigencia de que presenten un plan serio y estudiado para resolver este problema, el mismo que amenaza con llevarse de encuentro la democracia peruana.

La del estribo: a ver Cisnes, con Mirella Carbone y Raffaella Cúneo, bajo la dirección de Alberto Isola. Como reza la reseña oficial, se trata de “una historia de pasión, música y redención. Espectáculo de teatro danza a partir de fragmentos de Savannah Bay de Margueritte Duras, Sonata de otoño de Ingmar Bergman y El lago de los cisnes de Piotr Ilich Tchaikovsky”. Va en el Centro Cultural de la PUCP solo hasta el próximo domingo 10 de diciembre. Entradas en Joinnus y en la web del propio CCPUCP.

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Delincuencia organizada, Infiltración en el Estado, Mafias económicas, Mina La Poderosa

[EL DEDO EN LA LLAGA] Sin embargo, el recuerdo imborrable de varias de sus canciones que escuché en los 70 me ha traído la mente a quien tenía pinta de un joven desgarbado, con gafas de montura gruesa al estilo del argentino Piero, otro cantautor memorable, cuyo estilo musical se asemeja mucho al que tenía Cantalapiedra: canciones de melodías sencillas, letras de poesía directa y sin complicaciones, mordiente social y existencial que no deja indiferente y un cierto pesimismo esgrimido con aires combativos. No obstante su apariencia enjuta de joven estudiante revolucionario, Cantalapiedra tenía una voz profunda, potente y expresiva, que lo habrían convertido en un exponente mayor de la canción española, a no ser porque en 1982 decidió abandonar su oficio de cantor —al cual regresaría esporádicamente cantando boleros en bares madrileños bajo el alias de Rocky Bolero— para dedicarse al oficio de escritor como ensayista, autor de relatos y guionista, al periodismo y a la crítica musical, dejándonos en su haber dos libros: “Bestiario urbano” y “El libro de los camareros”. La excelencia de su pluma fue galardonada en dos ocasiones con los premios Ignacio Aldecoa y Ciudad de San Sebastián, otorgados a relatos. Asimismo, uno de sus artículos le valió en el año 2011 el premio Don Quijote de Periodismo.

¿Cuál fue la trayectoria vital de este personaje actualmente caído en el olvido, aunque su recuerdo permanezca imborrable en el alma de quienes lo conocieron? ¿O de quienes —como yo— escucharon extasiados algunas de sus canciones?

Ricardo Cantalapiedra pasó su infancia y primera juventud en el seminario (6 años), experiencia que marcaría sus primeras canciones, la mayoría de corte religioso. Habiendo dejado el seminario, se uniría a la Organización Juvenil Española (OJE) para luego afiliarse al Partido Comunista de España (PCE), prohibido durante la dictadura franquista y recién legalizado en 1977. En 1967 el joven Cantalapiedra llegaría a Madrid para estudiar filosofía y periodismo, alojándose en el Colegio Mayor Pío XII. Su debut como cantante en 1967 no tuvo éxito.

En su segunda oportunidad compartió escenario en el Palacio de la Música con un exalumno del Colegio de los Sagrados Corazones, institución que organizaba el festival. Se trataba nada menos que de Julio Iglesias, quien también hacía sus primeros pininos como cantante y mostraba una nerviosidad que le era difícil controlar. Con este amigo suyo, Cantalapiedra iba todos los domingos a ayudar a los curas en la catequesis en una parroquia de Aluche.

Ese año de 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de Benidorm con “La vida sigue igual” y Ricardo Cantalapiedra grabó y publico su primer disco sencillo, “Baladas frente a la guerra”, que incluía las canciones “Madre” y “Gritaré”. En esta última canción ya se vislumbraba su inmensa sensibilidad social: «Si no encuentro la alegría, / buscaré, buscaré. / Pero si llora mi pueblo, / si quitan libertad a mis hermanos, / gritaré / por los caminos, / con mis gentes lucharé, / gritaré / por los caminos, / con mi pueblo moriré».

Seguirían varios discos sencillos con el sello musical Pax, hasta que en 1970 publica su primer álbum de larga duración: “Once canciones”. Pero son sus dos siguientes álbumes de larga duración del añ 1972 los que le traerían fama y renombre como cantautor cristiano: “El profeta” y “Salmos de muerte y de gloria”.

Sus canciones fueron adoptadas en España por un sinnúmero de parroquias e interpretadas durante la misa y otras celebraciones litúrgicas. Ricardo Cantalapiedra, cuyas atípicas canciones religiosas respiraban un cierto espíritu de rebeldía, se convirtió en voz de la juventud cristiana que estaba harta de la dictadura franquista. Él mismo comentaría posteriormente: «En los últimos días de la transición, la iglesia del Espíritu Santo (la del instituto Ramiro de Maeztu) se llenaba de artistas y políticos: los cantantes, de Agua Viva, Patxi Andión y muchos socialistas que luego llegaron a ser ministros. Se organizaban aquí auténticos mítines, porque los que nos unía más que Dios es que todos estábamos hasta los cojones del franquismo».

En el Perú, la fuerza que despedían sus canciones no le pasaría inadvertida a Luis Fernando Figari, quien adoptaría varias de ellas para ser cantadas durante las celebraciones litúrgicas del incipiente Sodalicio de Vida Cristiana. “Volveré a cantar” y “Hombre de barro” pasarían a formar parte del repertorio musical del Sodalicio, así como otras canciones que se entonaban exclusivamente en Semana Santa: “Hosanna al Hijo de David”, “¿Por qué nos has abandonado?”, “Te ensalzaré, Señor (Salmo 29)”, “Pueblo mío”, “Adoración de la cruz” y “Canto del Siervo de Yavé”, tomadas del disco “Salmos de muerte y de gloria”.

Pero es en el disco “El profeta” donde Cantalapiedra plasmaría sus mejores canciones de este período. A diferencia de otras canciones religiosas de la época, Cantalapiedra no defiende doctrinas sino que transmite su experiencia personal ante el misterio cristiano, sin mencionar nunca el nombre de Jesús, aunque casi todas las canciones hagan referencia a él: “En lo alto”, “El peregrino”, “El profeta”, “La casa de mi amigo”, “El trovador” y otras. Recuerdo que había un ejemplar de este álbum de Cantalapiedra en San Agustín, la primera pequeña comunidad sodálite ubicada en el Óvalo de la Av. Brasil, y que José “Pepe” Ambrozic me hizo escucharlo.

En una década donde la imagen de Jesús comenzó a ser asociada con rebeldía y crítica del orden establecido, como en la película “Jesus Christ Superstar” (Norman Jewison, 1973), en las canciones religiosas de Cantalapiedra no falta el anhelo de líderes carismáticos al estilo de Jesús en la Iglesia:

«¿En dónde están los profetas / que en otros tiempos nos dieron / las esperanzas y fuerzas
para andar? / para andar»
(“¿Donde están los profetas?”)

Por supuesto no falta una crítica a aquello en lo que se había convertido la Iglesia católica en ese entonces —situación que se prolonga en los tiempos actuales—:

«La casa de mi amigo se hizo grande / y entraba gente en ella. / En casa de mi amigo entraron leyes / y normas y condenas

La casa se llenó de comediantes, / de gentes de la feria. / La casa se llenó de negociantes, / corrieron las monedas

La casa de mi amigo está muy limpia / pero hace frío en ella. / Ya no canta el canario en la mañana ni hay flores en la puerta

Y han hecho de la casa de mi amigo / una oscura caverna, / donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera»
(“La casa de mi amigo”)

Pero una de las canciones más poderosas de “El profeta” ni siquiera hace mención directa a lo religioso y reviste una pasmosa actualidad, aquella que lleva el título de “Malaventuranzas”:

«¡Malditos los santones de pureza! / ¡Malditos!
¡Malditos los que obligan a los hombres a vivir como perros! / ¡Malditos!
¡Malditos los que hacen sufrir a los pequeños! / ¡Malditos! ¡Malditos!

¡Malditos los que matan a inocentes! / Malditos!
¡Malditos los que callan las infamias! / ¡Malditos!
¡Malditos los que causan las desgracias! / ¡Malditos! ¡Malditos!

¡Malditos los que han hecho del amor flor de las madrugadas! / ¡Malditos!
¡Malditos los que hicieron de la vida paisaje de la muerte! / ¡Malditos!
¡Maldito el asesino de las flores! / ¡Maldito!
¡Maldito el asesino de ilusiones! / ¡Maldito! ¡Maldito!

¡Malaventurados los que piden justicia con las manos manchadas en sangre! / ¡Malaventurados los que claman justicia y oprimen al hermano! / ¡Malditos! ¡Malditos!»

Y si bien estas canciones alimentaron ese espíritu de rebeldía en mi adolescencia que me llevaría a adherirme al Sodalicio de Vida Cristina, en esta institución nunca se asumieron estas canciones, como sí se había hecho con algunos himnos del fascismo español. Es cierto que algunas canciones del repertorio musical del Sodalicio de entonces exaltaban una cierta rebeldía cristiana frente a una acomodada ideología burguesa, pero con el tiempo dejaron de cantarse y fueron reemplazadas por tonadas mediocres con letras conformistas y estereotipadas, compuestas por miembros del Sodalicio y del Movimiento de Vida Cristiana.

Cuando salió publicado “El profeta”, el mismo Ricardo Cantalapiedra estaba experimentando un cambio existencial y virando hacia el agnosticismo, actitud vital que le acompañaría hasta su muerte, no obstante que respetó siempre a los creyentes y le fascinaba la idea de Dios.

Sus dos siguientes discos de larga duración —”De oca en oca y canto porque me toca” (1973) y “En la casa de la Maruja” (1975)— los grabó para la Philips. Allí Cantalapiedra se adscribe de una manera magistral a la canción de protesta y al testimonio existencial, teñido de cierto pesimismo pero de una inmensa ternura.

«Puedes decir que yo / no respeté jamás / las cosas que quizá / sean respetables. / Puedes decir también / que vivo del revés / pero no temo a nadie» (“Con mi destino”)

«No te faltará el alpiste más / pero ya no tienes libertad. / No te faltará seguridad / pero ya no tienes libertad» (“Balada para un canario prisionero”)

«Medrarás / te enfangarás / como un loco / en la lucha por la vida / y lograrás poco a poco / pisar a quien te compita» (“Canción para un niño que va a nacer”).

«Dime cómo te llamas / para escribirte. / Me llamo Cara Alegre, / Corazón Triste. / Este mundo es un teatro / con espaciosos salones, / siempre la misma comedia, / sólo cambian los actores» (“Dime cómo te llamas”)

Que Cantalapiedra resultaba incómodo para la dictadura franquista, incluso cuando ésta se encontraba en sus estertores finales, se evidencia en que los censores prohibieron nueve de las once canciones que incluía su disco “De oca en oca…”. Él mismo cuenta que «en un pueblo de Astorga donde ofrecí un recital tuve que cantar durante media hora la misma canción porque el comandante de la Guardia Civil me había prohibido casi todo el repertorio. Y con él en primera fila no podía hacer otra cosa. En cambio, logré colarles temas tan fuertes como éste: “Qué bello es mi país. / Si todos fueran así, / no habría comunismo / y sí mucho turismo. / Me encantan los partidos, / de fútbol, claro está. / También admiro a Castro, / Urdiales, claro está. / Y a los líderes chinos, / de Formosa, claro está”».

La última canción de su ultimo disco termina con unas líneas proféticas:

«Me puedes encontrar / cantando en cualquier bar, / soñando en cualquier parte. / Si no te gusto así, / me debes olvidar, / pues no pienso cambiar / en adelante» (“Declaración”)

Ricardo Cantalapiedra siguió siendo el mismo rebelde solitario de siempre. No cambió, y ha caído en un injusto e inmerecido olvido. El mismo cantaba lo siguiente al inicio de su trayectoria como cantautor:

«Trabajaré con mis manos, / ganándome el sustento, / y romperé con la azada / la tierra de cualquier huerto, / o cantaré mis canciones / en las plazas de los pueblos, / y moriré caminando / a la orilla de un sendero» (“Canción del que se va”)

Un día se nos fue Ricardo Cantalapiedra. Sólo espero que sus hermosas canciones nunca se nos vayan y no se pierdan jamás en la bruma del olvido.

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Cantautor español, Dictadura franquista, Influencia en el Perú, Juventud cristiana, Legado musical, Olvido injusto, Poesía comprometida, Ricardo Cantalapiedra

[MÚSICA MAESTRO] Lionel Richie y Earth Wind & Fire, astros de la época dorada de la música pop norteamericana de los años setenta y ochenta, desarrollaron una gira en conjunto llamada Sing a song All night long -título que une los nombres de dos superhits de ambos- por varias ciudades de Estados Unidos y Canadá con tremendo éxito de convocatoria, demostrando una vez más que, a pesar de las tendencias masivas de la música popular y comercial actual, que se ubican en el extremo más oscuro y enmierdado de la simplonería, el mal gusto y la poca trascendencia, estos pesos pesados aún tienen mucho para dar. Ambos artistas, naturales de Chicago, Illinois, coincidieron por primera vez sobre los escenarios tras más de cinco décadas de trayectoria y, como quedó claro después de verlos, tienen cuerda para rato.

Earth Wind & Fire dio inicio al cartel, aunque resulta difícil considerarlos teloneros. Más bien se trata, como cuando se juntaron con Chicago en el 2015, sus otros célebres paisanos, de un espectáculo compartido, dos conciertazos de primer nivel en un solo día. Los “Tierra, Vienta y Fuego” -como los presentaban nuestras radios y canales de televisión de los años ochenta- han cambiado mucho con los años, especialmente desde la muerte de su fundador y líder espiritual, el cantante, compositor, productor y percusionista Maurice White (1941-2016). El personal actual de la banda es una combinación de tres integrantes originales con músicos más jóvenes y su fantástica iconografía inspirada en los elementos naturales y el misticismo egipcio también se han ido. Lo que se mantiene inalterable es su capacidad para sacudir al público con ese intenso ritmo que tiene de soul, funk, jazz, R&B y pop y esas canciones que, a cinco décadas de distancia, siguen emocionando y conmoviendo como cuando fueron escuchadas por primera vez.

Ante más de veinte mil personas reunidas en la impecable Amalie Arena de Tampa (Florida, Estados Unidos) -un coliseo de hockey sobre hielo y basketball de alto nivel que también es plaza fija para las giras de grandes artistas- Earth Wind & Fire nos regalaron un setlist de lujo, que convocó al pasado pero en medio de un ambiente rodeado de pantallas gigantes, proyecciones en alta resolución y un sonido estupendo. Ralph Johnson (72), Philip Bailey (72) y Verdine White (72), los únicos miembros originales de la alineación que registró los mejores éxitos del colectivo entre 1970 y 1985, dirigen a esta (ya no tan) nueva versión de EWF y mueven a la gente con cada una de sus intervenciones.

Ralph Johnson, antes baterista y cantante, hoy sale al frente de la línea de coristas mientras su labor tras los tambores es realizada a la perfección por John Paris, en la banda desde el 2001. Philip Bailey cubre sin problemas el tono barítono del caído Maurice -a quien, literalmente, le debe la vida musicalmente hablando- y sigue siendo capaz de lanzar esas características e imposibles notas agudas -aunque ya no todo el tiempo, por cierto- y es apoyado, cuando necesita un respiro, por David Whitworth y su hijo Philip Doron. Los cuatro, además, tocan todas las percusiones que pueden, contribuyendo a la polirritmia habitual sin atropellarse unos a otros. Y Verdine, aunque ya no le alcanza para correr y saltar sin parar por todo el escenario y más allá, hoy no se contorsiona tanto pero sigue bailando con todo el ímpetu que le permiten sus años, mientras coloca esas notas de bajo que le dan peso a las creaciones de Maurice y compañía, uno de los cuerpos de trabajo musical más importantes para la identidad afroamericana contemporánea.

Desde las alegres y archiconocidas September (The best of Earth Wind & Fire, Vol. 1, 1978), Boogie wonderland (I am, 1979) y Let’s groove (Raise!, 1981) hasta las románticas Reasons (That’s the way of the world, 1975), After the love is gone (I am, 1979) o Fantasy (All ’n all, 1977), la máquina musical de Earth Wind & Fire estremeció a la multitud y aseguró el sano disfrute que todos buscamos cuando vamos a un show en que la calidad y la trayectoria son credenciales básicas.

El homenaje a Maurice White llegó, como es habitual, cuando tocaron That’s the way of the world, ese himno en clave de soul que habla de ser buenos seres humanos, solidarios y cariñosos, que le da título al sexto álbum de esta entrañable banda. El icónico solo de guitarra, grabado en 1975 por Johnny Graham, es ahora responsabilidad del músico ruso Serg Dimitrijevic, integrante estable de Earth Wind & Fire desde hace una década. En las gigantescas pantallas LED, imágenes de la banda en sus años dorados, abrazándose antes de salir a escena, grabando, bailando y sonriendo. Toda una celebración del mensaje que Maurice quiso entregar mientras estuvo en este mundo, hoy convertido en un lugar insufrible de chabacanería, corrupción, criminalidad y guerras.

La dirección musical actual, a cargo del tecladista Myron McKinley y el guitarrista Morris O’Connor, que intercambia solos con Dimitrijevic y posee un estilo más pegado al funky clásico de sus predecesores Al McKay y Graham, asegura un respeto profundo por los brillantes arreglos originales, pero también se permiten ofrecer sus propios aportes, siempre en la línea de sofisticación que hacen de estas composiciones, obras capaces de superar el paso de las décadas. La transformación que hicieron, allá por 1978, de Got to get you into my life de The Beatles, para una película en la que interactuaron con Peter Frampton, los Bee Gees y Aerosmith, es uno de los temas más celebrados por los fans profundos del grupo.

La sección de vientos, integrada por Gary Bias (saxo), Reggie Young (trombón) y Bobby Burns Jr. (trompeta) se luce durante la hora y media que dura el concierto. Desde que la banda comenzó sus andanzas a inicios de los setenta, los metales fueron una de las marcas registradas del grupo -como también lo fueron en bandas contemporáneas como Kool & The Gang, Chicago o Blood Sweat & Tears- pero con una identidad propia, marcando con acentos rotundos las canciones más bailables y adornando con elegancia los temas lentos. En esta oportunidad, Earth Wind & Fire cerró su participación con In the stone (I am, 1979), que inicia precisamente con una épica salva de vientos, en su momento registrada por la legendaria retaguardia de The Phenix Horns. Así se despidieron, dejando al público con una enorme sonrisa en los labios, preparados para lo que seguía…

«Hello… is it me you’re looking for?» se escuchó pero el escenario estaba vacío, iluminado por la enorme pantalla LED. En una fracción de segundo, el público de las zonas delanteras volteó y descubrió a Lionel Richie, que emergía lentamente, de pie sobre una plataforma que lo traía desde abajo. La clásica instrumentación de esta sentimental balada del año 1983 -suaves acordes de piano y una melodía de sintetizadores asemejando una caricia- sonaba exactamente como la escuchábamos de niños, en aquel videoclip que contaba la historia de una conexión romántica entre un maestro ceramista y su joven alumna invidente. La voz de Lionel (74) suena tan clara como siempre, sin cambiarle de escala tonal a la canción, algo que suelen hacer los artistas de su generación. Y lo que siguió fue un show luminoso de emociones, recuerdos y mucho ritmo.

Pero si lo de Earth Wind & Fire gira en torno al trabajo en equipo y a una manifiesta vocación por lo social o comunitario, lo de Lionel Richie apunta más a lo personal, lo íntimo. Y no solo por sus baladas 100% dedicadas al amor profundo de pareja -independientemente de si es sugerente de contacto físico o no-, un tema que no forma parte de las agendas actuales ni de artistas ni de públicos; o a sus canciones para arrancarse a bailar con coreografía y todo, sino porque además él es, por encima de todo, el centro del show. Sin ir en desmedro de sus probadas e innegables dotes como compositor, cantante y pianista, hay en Lionel Richie mucho de divo, de glamoroso popstar, siempre bien vestido y arreglado. Cuando terminó de entonar Hello -de su segundo disco como solista, Can’t slow down (1983)- el estadio parecía levantarse del suelo a causa del rugido de miles de enfervorizadas voces femeninas, de la generación de Madonna, Cyndi Lauper y Michael Jackson.

Y es que el cantautor sabe a la perfección que esas canciones remueven la nostalgia por aquellos tiempos en que el romanticismo no era impopular y que la música servía como prólogo para aquello que después pudiera suceder entre cuatro paredes, en privado, una tradición que la música afroamericana conoce desde los tiempos de Marvin Gaye y Smokey Robinson. Canciones como, Stuck on you (Can’t slow down, 1983), My love o Truly -ambas de su primer LP, titulado simplemente Lionel Richie (1982)- hacen vibrar los corazones de su público.

A lo largo del concierto, el ex integrante de los Commodores -banda de soul, R&B y funk en la que además de cantar, tocó piano y saxo entre 1969 y 1981-, se paseó por los mejores momentos de su corta pero sustanciosa discografía como solista, intercalando estas canciones románticas con aquellas que fueran infaltables en fiestas de barrio durante los ochenta como Running with the night (1983), Dancing on a ceiling (1986) o You are (1983). Entre canción y canción, el artista se da tiempo para conversar con el público, hacer bromas y contar anécdotas. En la noche de Tampa, tuvo además entre los asistentes a uno de sus ex compañeros en aquella banda, Thomas McClary, a quien rindió homenaje por ser “su gran compañero en la música”.

Precisamente, una de las canciones más aplaudidas de la velada fue Easy, del quinto álbum de los Commodores, de 1977, en la que destaca el solo de guitarra de McClary. Greg Suran le hace honores al icónico sonido distorsionado de la versión original que fuera grabada en 1992 por la banda de metal-funk Faith No More, para su cuarto disco compacto Angel dust. Pero hubo otras canciones de la larga historia de Richie junto a los Commodores. Desde las tiernas Three times a lady (Natural high, 1978), Sail on y Still (Midnight magic, 1979) hasta las discotequeras Lady (You bring me up) (In the pocket, 1981), Fancy dancer (Hot on the tracks, 1976) y Brick house (Commodores, 1977), el amplio catálogo de esta primera etapa de su trayectoria fue cubierto satisfactoriamente.

Hubo dos momentos especialmente notables del concierto. El primero, ya pasadas los dos primeros tercios, fue cuando Lionel Richie, en una rutina que viene haciendo desde hace ya algunos años, cantó Endless love -la fenomenal balada de 1981 que grabó a dúo con Diana Ross, para una olvidada película del mismo nombre- a dúo con el público. En su alocución, Richie invitó a “las miles de Diana Ross que están aquí esta noche” a cantar con él las líneas que correspondían a la legendaria vocalista de The Supremes. Una excelente forma de estimular la participación del público en sus conciertos. El segundo fue la emotiva interpretación que ofreció de We are the world, recordada canción que compuso junto con Michael Jackson y que recaudara, en 1985, millones de dólares para ayudar a las hambrunas en el África. Luego de eso, el fin de fiesta llegó con la esperada All night long, que con sus ritmos africanos y caribeños hizo saltar a todo el mundo en 1984 y que, hace pocos meses, hizo lo propio en la fiesta por la coronación del Rey Carlos de Inglaterra.

Un párrafo aparte para la banda que acompaña a Lionel Richie, desde hace ya algunos años. Además del mencionado Greg Suran (guitarra), tiene como base rítmica a Ethan Farmer (bajo) y Oscar Seaton Jr. (batería) mientras que en teclados, saxos, armónica y coros, brilla el ítalo-norteamericano Dino Soldo. Además de ser extremadamente eficientes, colaboran todo el tiempo con Richie haciendo coreografías, comunicándose visualmente con el público en todo momento e imprimiendo un sello propio a estas canciones inolvidables. Lionel Richie y Earth Wind & Fire nos recordaron que, alguna vez, la música fue, además de un cúmulo de destrezas interpretativas, un acto de magia capaz de convertir, por tan solo un par de horas, al mundo en un lugar mejor.

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Earth Wind & Fire, Éxitos musicales, Gira conjunta, Lionel Richie, Música pop

Es una lástima -y tendrá graves consecuencias políticas- que la Fiscal de la Nación, cuyo proceder permitió que el nefasto Pedro Castillo dejara el poder (si no se hubiera visto acorralado por las investigaciones fiscales probablemente no hubiera precipitado el sainete de golpe que perpetró y seguiría hasta hoy cometiendo latrocinios en Palacio), esté involucrada hoy en el escándalo por todos conocido.

En las próximas horas se sabrá el desenlace final, si Patricia Benavides se aferra al cargo gracias a una medida cautelar, o si la Junta Nacional de Justicia la suspende, pero más allá de cuál sea el final de esta historia, ya la institucionalidad fiscal está dañada irremediablemente, y en ese proceso mella aún más la imagen del Congreso, y suma a la Defensoría del Pueblo y, quizás, hasta al propio Ejecutivo.

La llamada institucionalidad democrática, que ya estaba sumamente desprestigiada, según todas las encuestas, sufre un duro golpe con lo sucedido esta semana y generará consecuencias políticas claras y perniciosas.

Suma a los factores que desde ya vienen consolidando la pronta irrupción en el escenario político y electoral peruano de un candidato antiestablishment. Por lo pronto, ya el propio Pedro Castillo está queriendo aprovechar políticamente las desventuras de la Fiscal de la Nación, para sumar simpatías a su favor (véase su retahíla de tuits al respecto).

No tiene buen pronóstico la democracia peruana. La crisis política estrenada el 2016, cuando el keikismo decidió, por razones pueriles, destruir la posibilidad de una gobernanza de derecha eficaz y viable, se ha ido ahondando con el paso del tiempo, y no hay país que aguante, incólume, tantos años de crisis institucional.

Las consecuencias son de corto plazo. Por ejemplo, la destrucción de la confianza empresarial se debe, es cierto, a la impericia de un MEF precario, pero, sobre todo, a la crisis política. Pero es en el largo plazo que vamos a sufrir el mayor daño. Como si hubiera una mano diligente moviendo la cuna en ese sentido, los hechos acontecen, uno tras otro, en favor de la construcción de un escenario de imprevisibles efectos no sólo económicos, sino, sobre todo, políticos y sociales.

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Candidato antiestablishment, Consecuencias políticas, Crisis política, Institucionalidad democrática

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] La escritura de Jorge Eslava ha transitado por ámbitos diversos. Es un muy estimable poeta, tiene un lugar relevante en la literatura infantil y juvenil peruana, es autor de rigurosos ensayos sobre educación y literatura, además de un reconocido docente de literatura.

Como si esto no fuera suficiente, Eslava ha publicado también, con especial celo, numerosas crónicas periodísticas y entrevistas que al paso de los años constituyen una suerte de archivo de experiencias e intereses personales, de exploración social y de deleites de caminante sediento.

Su lenguaje, en lo que toca a su producción periodística o no ficticia, se mueve con suma comodidad entre lo coloquial y lo exquisito –con toques de encanto provistos por arcaísmos que solo denotan un gusto refinado por el idioma–, algo que suele rebasar las urgencias coyunturales de una sala de redacción y se instalan más bien, para utilizar una imagen futbolística, en el área chica reservada a la reflexión y el decantamiento de los hechos y las cosas.

Basta para ello recorrer las páginas de Los bienes ajenos, libro del Fondo Editorial de la Universidad de Lima que reúne crónicas y entrevistas de Eslava, aparecidas en medios y revistas peruanas, muestra de un continuo ejercicio periodístico que ha sido, de esta manera, salvado del olvido.

En sus crónicas, el género no pierde sus atributos esenciales: punto de vista personal, uso autorizado y relevante de la primera persona, el aroma de las confesiones propias y el matiz que proviene siempre de observar la realidad y el entorno para convertirlos en materia narrada.

Allí también proliferan los temas que apasionan a su autor: desde el vagabundeo por la urbe, atrapando detalles e historias no siempre a la vista (una mujer en llamas en el centro de Lima, por ejemplo), haciendo sentir a sus lectores el rumor de la vida y la calle. También su pluma visita autores que, como Eguren, tenían esa misma vocación de fisgones y transeúntes sin remedio. Y lo mismo se interna en un ring de box, buscando el golpe de belleza que puede iluminar la retina de quien especta un combate tenso y emocionante.

A medida que uno va recorriendo las páginas de Los bienes ajenos, se sucede un amplio abanico temático, desde una insobornable melancolía por los cines de barrio –muchos entregados hoy a divinos quehaceres–, hasta los oscuros laberintos del jirón Azángaro, en donde por unos soles y en cuestión de minutos uno puede pasar de ser un don nadie a convertirse en un doctor en física cuántica de la Universidad de Tokio; pasando por la historia de un hombre salvajemente torturado en una dependencia policial; el tortuoso camino de otro hombre hacia la locura, sin olvidar las cuitas de amor, el saludo fraterno y conmovido a las feas, la noche que avanza sobre el centro ofreciendo funciones continuadas, costumbre ya extinta.

En fin, las crónicas de Jorge suponen siempre desplazamientos. El cronista y su lenguaje viajan, informan, retratan, trazan con firmeza, con humor, con agudeza, las huellas de una ciudad que siempre está en modo de hervidero, una ciudad en la que cada esquina reserva al mirón o al flanneur, tesoros para la vista y para la pluma.

No es esto, sin embargo, todo lo que tiene que decirnos Los bienes ajenos. Hay más. La segunda parte del volumen recopila algunas de las entrevistas que ha hecho Jorge en los últimos años. La entrevista, brazo armado de la conversación de café, suerte de intercambio confesional y consentido, licencia para curiosear en el otro, aunque en el fondo también en uno mismo, la entrevista es una de esas razones por las que muchos lectores hicimos parte de nuestra formación el gozo de leer diarios y revistas.

Jorge sabe que la conversación es un arte. Cualquiera que se siente con él un rato y disfrute de su hablar pausado, de ese tono grave de voz que uno podría confundir con el de un crooner, notará rápidamente esa sutil urdimbre con la que adereza la conversación. Jorge instala un ambiente de natural confianza y así las palabras discurren sin mayor contratiempo, invocando al asombro, al dato sorprendente o el giro inesperado de un coloquio.

Si me pidieran recomendar algunas de las entrevistas presentes en este volumen estaría en aprietos. Haciendo un ejercicio apurado, confieso que las entrevistas a Antonio Gálvez Ronceros, Wáshington Delgado, Fernando Ampuero o Carlos López, resultan particularmente entrañables para mí porque se trata de amigos en común, de gente que en algunos casos se añora sin remedio y en otros se disfruta aún del placer del encuentro.

Concluyo diciendo que Los bienes ajenos es un título engañoso, en el mejor sentido de la palabra. Los bienes ajenos se hacen propios en la lectura: cada lector les dará el peso y la dimensión que quiera y sabrá aquilatarlos teniendo en cuenta los más variados criterios. Menos problema ofrece la constatación de que, después de leer este libro, queda demostrado con suficiencia que Jorge es un maestro en al aula y fuera de ella, en la cancha y también frente a las páginas que acomete con rigor y solvencia. Los bienes ajenos están aquí para confirmar esa sentencia.

Jorge Eslava. Los bienes ajenos. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2023.

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crónicas literarias, Entrevistas Literarias, Jorge Eslava, Los Bienes Ajenos

[PAPELES VIRTUALES]
UNO
Es temporada de pelis navideñas. Previsibles en su mayoría y llenas de golpes bajos. Más cojudas unas, que otras. Abundan en las plataformas y en canales como Hallmark o Studio Universal. Entre los directores blandengues o políticamente correctos, no está Alexander Payne. Este tiene una prolífica carrera. Ahí tenemos, “Los descendientes”, donde convirtió a Clooney en esposo cornudo. Otras como “Entre Copas” y “Apropósito del Sr. Schmidt” Sin embargo, mi favorita es “Nebraska” filmada en un hermoso blanco y negro, un delicioso viaje a la Nostalgia, entre un anciano padre y su hijo cuarentón, separado y fracasado. Aquí “Holdovers” se sitúa en las vacaciones de invierno de 1970. Nos muestra a los tres protagonistas como lo que son.

– Perdedores e irredentos.

Un profesor bizco y odiado por todos, la cocinera negra y el alumno problemático. Es la Academia Barton, el cual es un internado de niños bien. Debido a que la madre del joven errático, esta de luna de miel con su nuevo esposo, Angus Tully debe pasar las vacaciones de invierno en el colegio, junto al maestro y la encargada de la cocina, quienes no están interesados en las fiestas. La cinta es una crítica acerva al sistema educativo norteamericano, el cual permitió que los niños bien evitaran Vietnam, a cambio de ir a una universidad de renombre. Mientras tanto, el hijo de la cocinera, no pudo ingresar a una de ellas, por falta de dinero. Ergo, fue reclutado y murió en la guerra. A Mary, ese inmenso dolor – lógicamente – le destroza el corazón.

Paul Giamatti, debe de ser uno de los actores más importantes de su generación, compone –brillantemente- al maestro de Historia -Civilizaciones Antiguas- de nombre Paul Hunham. Quien tiene una respuesta a todo, en especial, en latín. Intolerante, con una leve mirada, transmite su mal humor. Eso sí, un bebedor consuetudinario diurno y nocturno debido a las frustraciones vividas. Un cincuentón asceta que huye de las mujeres, debido al mal olor que despide su cuerpo.

Entre tanto, el joven Agnus signa su comportamiento por la rotura de su entorno familiar. El padre en el Psiquiátrico y la madre huyendo con otro hombre. Dejando al vástago solo, porque le recuerde a su antiguo marido abandonado. O la pesadilla que vivió con ambos.

DOS
Los tres protagonistas son almas rotas, con vidas vacuas y comportamientos erráticos. Siguen la rutina, porque es el mecanismo al cual se aferran, posiblemente, para no perder la razón. Payne es un especialista en mostrar las miserias del Sueño Americano. En donde, en el camino para lograr el éxito, quedan a la vera, una gran mayoría, con las manos vacías, relamiéndose las heridas.

La escena de la fiesta navideña, en manos de otro director, hubiera sido un perfecto ending para todos. Cada uno redimiéndose con la persona, que el destino les ponía en el camino. Payne, sin embargo, da una vuelta de tuerca, y los desvía hacia otro destino, tortuoso, pero necesario. Que importante, para cualquier adolescente tener una joven a su lado. David, el profesor, comprende, después de mucho, que una mujer no le rehúye, sino que le mira con ternura. Por último, Mary muestra que las madres nunca olvidan la música que a sus hijos les gustaba. Jamás. Que perder un hijo debe ser lo más doloroso. De ahí que no exista una palabra para definir a los que pierden a sus vástagos.

Los personajes tienen mucho en común. Aparte del dolor. Profesor y alumno toman pastillas para la depresión. El viaje a Boston, muestran unos fotogramas hermosos, como el de la cocinera negra, cuando desempaca de una caja, objetos de la infancia de su hijo, que ella conserva. En tanto, su hermana se acerca lentamente para abrazarla. No hay dialogo, no es necesario. Después, sus risas mientras están conversando sentadas en la cama.

Muchos han visto similitudes con “Dead Poets Society”, en parte es cierto, pero los personajes principales eran disimiles. Robin Williams era el profesor querido por la mayoría e ingenioso. Hunham está en las antípodas. Sin embargo, Giamatti humaniza al personaje. El cual cambia, a medida que transcurren los hechos. Ahí radica la principal diferencia.

TRES
Los millenials se preguntan porque los cincuentones y sesentones tenemos tan presente, la música con la cual crecimos. Y el soundtrack de la peli es una explicación perfecta. Shocking Blue, Allman Brothers, Badfinger, Cat Stevens, entre otros, musicalizan y realzan las escenas. Posiblemente, Los años 70 y 71, son dos de los mejores años de la música rock.

A propósito, desde su inicio, la película tiene un aire vintage de los setenta. Fue filmado con cámaras y material fílmico de aquellos años. Asimismo, la forma como se enfocan a los personajes, tal cual era costumbre en la época. Muchos se preguntarán

– ¿Porque hizo esto?

Para causar el efecto – sinigual – de que estamos viendo una película hecha entre 1970 y 1971. Mención aparte, merece la fotografía. La cual muestra la belleza de la región noreste, toda nívea. En fin, Alexander Payne ya es, desde hace tiempo, un conocedor de la condición humana. Sus películas lo demuestran.

 

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Alexander Payne, Holdovers, Paul Giamatti, Sueño Americano, Temporada Navideña



[FINANZAS PERSONALES] Hoy en día está demostrado que, solamente, la educación académica no es garantía para lograr una seguridad o tranquilidad financiera, se requiere una educación financiera, una comprensión, por lo menos básica, sobre cómo funciona el dinero y cómo éste afecta a nuestra vida personal y familiar.

La gran mayoría de personas que generan sus ingresos desde un empleo, un autoempleo o negocios pequeños o medianos, desconocen conceptos básicos sobre el dinero y las inversiones. Solamente esta segunda mitad del año que está terminando, se han visto de manera pública varias estafas financieras, las cuales han existido y seguirán sucediendo; entonces ¿el cambio o mejora en dónde puede estar?, tal vez, y digo sólo tal vez, una alternativa inteligente sea creer que podría estar en educarnos financieramente para poder manejar, de una mejor manera, nuestros ingresos o por lo menos elegir, de manera más preparada, a quienes vamos a entregar nuestros ahorros.

En ese sentido, y como parte de esa educación financiera y de la coyuntura de estafas financieras, es importante entender la diferencia entre INVERTIR y APOSTAR tu dinero.

Ambas son acciones financieras, pero con resultados y propósitos distintos. Ambas decisiones financieras sobresalen por el impacto que tienen y, en muchos casos, por su malentendido.

Invertir y apostar involucran poner dinero en juego con la esperanza de obtener algún rendimiento; pero si exploramos de manera detenida, encontraremos diferencias fundamentales que toda persona consciente de sus finanzas personales debería comprender.

Hablemos primero de INVERTIR; conceptualmente, esta práctica financiera está relacionada con la idea del crecimiento a largo plazo y con el objetivo de lograr una estabilidad financiera. Un inversionistas destina sus recursos a una variedad de activos como acciones, bonos, bienes raíces, fondos mutuos, etc., con la expectativa de obtener rendimientos positivos en el tiempo. Este enfoque está respaldado por un análisis exhaustivo de las condiciones del mercado, el desempeño de la empresa y otros factores que pueden influir en el valor de los activos.

La diversificación es clave en la estrategia de inversión, distribuyendo los riesgos entre diferentes clases de activos para minimizar las posibles pérdidas. Los inversionistas a menudo adoptan un enfoque paciente y una visión a largo plazo, permitiendo que sus inversiones no sólo se desarrollen sino, que puedan recuperarse de las fluctuaciones del mercado.

En este escenario, la educación financiera es una herramienta esencial para el inversionista para que pueda tomar decisiones informadas. Una de las características de un inversionista educado es que entiende, por ejemplo, el concepto del interés compuesto, y buscará beneficiarse de él, reinvirtiendo los rendimientos para maximizar sus ganancias a lo largo del tiempo.

La inversión debería tener como objetivo o parte de sus objetivos, la construcción de un futuro financiero sólido.

Ahora hablemos de APOSTAR; en contraste con la serenidad de la inversión, la apuesta es una actividad impulsada más por la emoción y la incertidumbre, en donde el azar, o la suerte, juegan un papel significativo y se busca tener resultados rápidos. Los casinos, las apuestas deportivas, los juegos de azar son algunos ejemplos de lugares donde las personas apuestan con la esperanza de obtener ganancias, pero con un alto riesgo de pérdida.

A diferencia de la inversión, la apuesta a menudo carece de un análisis profundo y fundamentado. La decisión de apostar se basa a menudo en corazonadas, opiniones personales o incluso en la confianza que se deposita en alguien más. Y, si bien es cierto que se pueden obtener resultados positivos ocasionales, la consistencia en las ganancias es menos predecible en el mundo de las apuestas.

La gestión del riesgo es menos común entre los que apuestan, ya que la emoción de ganancias rápidas y jugosas a veces puede nublar el juicio racional. La sensación de riesgo y recompensa puede ser adictiva, y muchas personas caen en el ciclo de apuestas sin considerar las consecuencias a largo plazo.

La confusión entre invertir y apostar puede tener consecuencias significativas para el bienestar financiero personal y familiar. Comprender esta diferencia es vital para tomar decisiones informadas y alinear las estrategias financieras con los objetivos personales.

Una de las diferencias que más resalta, entre inverir y apostar, es la perspectiva del tiempo, la gratificación diferida versus la gratificación instantánea. Mientras la inversión busca construir un patrimonio gradualmente a lo largo del tiempo; la apuesta busca tener resultados rápidos que a menudo son efímeros. El inversionista entiende y practica la paciencia y la disciplina, mientras que el apostador tiende a buscar la gratificación inmediata.

Otra diferencia crucial es la gestión del riesgo, mientras los inversionistas responsables diversifican sus portafolios y toman decisiones para minimizar los riesgos; los apostadores a menudo asumen riesgos sin la evaluación adecuada, confiando muchas veces en la suerte y exponiéndose a pérdidas sustanciales.

Una tercera diferencia, no menor y parte de este análisis, es la educación financiera, la cual es esencial para el inversionista, quien busca entender y aprender sobre el mercado o negocio en el cual invertirá, y así tomar decisiones informadas. La investigación y el conocimiento son sus aliados en la búsqueda de rendimientos sostenibles. Por su parte, el apostador, a menudo depende del azar y tiene poca o nula consideración por los fundamentos, siquiera básicos, que impulsan sus resultados.

Es importante también entender que si bien, las diferencias entre inverir y apostar son evidentes, ambas decisiones tenen su lugar en el mundo financiero, siempre y cuando se aborden con conciencia y responsabilidad. Es posible que algunos inversionistas adopten un enfoque más especulativo, asumiendo riesgos calculados en busca de rendimientos más altos. Sin embargo, la clave sigue siendo la investigación y la comprensión de los riesgos asociados. Por otro lado, algunas persona pueden disfrutar de actividades de apuestas como una forma de entretenimiento ocasional, conociendo sus límites y reconociendo que ese juego es más un gasto discrecional que una estrategia financiera, como dice una frase que aprendí hace años: “apuesta sólo lo que estés dispuesto a perder”.

En conclusión, la diferencia entre invertir y apostar radica en la mentalidad, la estrategia y el ser consciente del riesgo. Los inversionistas buscan construir un futuro financiero sólido a través de decisiones con fundamento, mientras los apostadores buscan conseguir resultados inmediatos a través de la emoción de la incertidumbre, emoción que en la mayoría de casos es inconsciente.

Comprender estas diferencias será esencial para la toma de decisiones financieras informadas. La clave está en la conciencia y la responsabilidad de cada decisión financiera que tomes. Al final, cada uno debe encontrar el equilibrio adecuado entre riesgo y recompensa, el cual debería ser guiado por nuestros objetivos y valores personales.

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educación financiera, estabilidad financiera, Finanzas personales, Invertir, Mercado Financiero

[PIE DERECHO] La derecha está actuando muy irresponsablemente respecto de las perspectivas electorales venideras. Egos sobredimensionados, apetitos personalísimos y supina indolencia y miopía respecto de los ánimos populares, la están llevando a cometer un suicidio masivo que solo va a beneficiar a las fuerzas radicales de izquierda, que ya se preparan para tomar por asalto el poder, esta vez, inclusive, con mayoría parlamentaria.

En nuestra columna de ayer hicimos un conglomerado de la situación psicopolítica de la ciudadanía y concluimos, en base a las encuestas detalladas, que se cocina a fuego lento, pero irreversible, un escenario propicio para la aparición de uno o más candidatos radicales disruptivos que podrían, inclusive, ser los protagonistas finales de la definición electoral.

Esta semana, una encuestadora ha revelado, a un auditorio cerrado, que un porcentaje significativo de la población podría inclinarse por una candidatura como la de Aníbal Torres -a quien no teníamos en el radar- y que, inclusive, Pedro Castillo, de postular al Congreso -cosa que sí podría hacer a pesar de su condición penitenciaria- entraría con porcentajes superiores al 20% de la votación (hasta podría ser el parlamentario más votado).

Mientras ello sucede, en tanto la crisis política, económica y social, pone los cimientos del candidato antiestablishment, mientras diversos líderes de la izquierda radical recorren el país, villorrio por villorrio, la derecha se aboca a divagar en canales de cable o en prensa escrita limeña, creyendo que está haciendo alta política.

Ya hemos visto de lo que es capaz la izquierda, con el nefasto gobierno de Castillo, ya lo hemos apreciado, a más largo plazo, con el desmontaje paulatino del modelo económico construido en los 90, lo hemos sufrido con la politización banal de la justicia y su uso persecutorio.

¿Eso queremos para el futuro? ¿Una razzia de toda la derecha, conservadora y liberal, por parte de la izquierda, esta vez con las mañas aprendidas en su corto paso por el poder? Hay que recordar que un improvisado gobernante como Castillo logró controlar el Congreso y casi lo logra con las Fuerzas Armadas (se demoraron horas en tomar una decisión, que debió ser instantánea, respecto del golpe del 7 de diciembre, hay que recordarlo).

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Candidatos Disruptivos, Crisis política, Izquierda Radical, la derecha

[EN LA ARENA] Como en una película americana, los fiscales que investigaban la corrupción en el congreso infiltran a un parlamentario en el círculo de la Fiscal de la Nación, quien negociaba los votos de los congresistas. Para protegerse, la Fiscal denuncia a la Presidenta de la República. Es turno de que la Junta Nacional de Justicia, que la eligió para ser Fiscal, pero que luego fue amenazada por ella coludida con el Congreso, la suspenda de sus funciones durante el proceso disciplinario.

En medio de este destape de prebendas entre los poderes del Estado, de pronto irrumpe, escrachando la pizarra, la noticia de que el Tribunal Constitucional permitirá el indulto a Alberto Fujimori. La película se pone cada vez más intensa. De pronto, los especialistas en justicia salen a los medios a explicar que el Tribunal no ha emitido esa declaración. Que se continuará respetando la Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que declara que Fujimori debe continuar cumpliendo su condena. ¿Cuál es el fin de escandalizar con el tema del indulto a los medios? ¿Para qué alarmar con titulares a decenas de instituciones y a miles de personas con una falsa noticia durante la investigación a la Fiscal de la Nación?

Algo que caracterizó al gobierno de Alberto Fujimori fue el uso de campañas psicosociales. Vladimiro Montesinos contrató al psiquiatra Segisfredo Luza para que se encargara de la primera. Era 1991, después del paquetazo, cuando en medio de la crisis económica llega la epidemia del cólera y causa estragos en la población. 40,000 personas murieron de un momento a otro; y de pronto, una imagen de la Virgen María empieza a llorar sangre en el Callao. Su tiempo en los medios fue suficiente para palear el sufrimiento económico. El año siguiente, un día en el mes de setiembre, mientras Fujimori estaba pescando en Iquitos, el Grupo Especial de Inteligencia Nacional (GEIN) de la Policía capturó a Abimael Guzmán. Fujimori ni siquiera estaba al tanto de la operación. Sin embargo, el 12 de setiembre, apareció el demonio de Sendero Luminoso vestido con un traje a rayas, dentro de una jaula. De inmediato Palacio de Gobierno se atribuyó el éxito de la operación. Hasta hoy día, cerca de la mitad del país continúa creyendo que fueron Fujimori y el SIN y no la Policía Nacional y los ronderos quienes acabaron con Sendero Luminoso. Otro hecho significativo fue el giro de los programas de televisión cada vez más violentos, sexualizados, humillantes que primaron durante su dictadura. Con animadoras y cantantes prestos a crear cortinas de humo y tergiversar los hechos según los intereses de Fujimori gestionados por el SIN.

Su hija Keiko, que creció su adolescencia entre Palacio y el SIN, decidió continuar con el legado de su padre y no cesó de postular a la Presidencia de la República. Investigada y con pocas herramientas para crear grandes psicosociales, se restringió a un solo recurso que fue el de acusar de fraudulentas a las elecciones. Indudablemente no tuvo éxito. Pero hace poco, ella y su familia resurgieron mediáticamente: hubo un divorcio, ella estilizó su figura, comenzó a dar charlas motivacionales, mientras el padre de sus hijos intentó involucrarse en programas de entretenimiento á lo Fujimori, para trabajar como influencer. Este cambio de lo político a lo mediático, alcanzó hasta a su hija adolescente. Como en otra película, hoy de streaming, la hija revivió el sueño de su madre por ser modelo pero no lo consiguió. La presencia en las redes de una familia ahora vacía de contenido electoral, tampoco ha conseguido ocultar la amenaza constante bajo la que viven los fiscales que la investigan. El supuesto indulto a su padre, también ha fracasado, no pasará de un día. ¿Será que estaremos visionando como una mafia tan grande pueda estar llegando a su fin? Veremos; por lo pronto, esta historia continuará.

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Corrupción en el congreso, Fiscal de la Nación, Indulto a Alberto Fujimori, Junta Nacional de Justicia
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