Opinión

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Los diversos géneros que componen el campo autobiográfico son hasta hoy motivo de discusión crítica. Algunas preguntas que surgen frente a ellos, por ejemplo, interpelan a los textos en su calidad de “garantes” del discurso, pues pretenden ofrecer un relato cargado de valor referencial. En otros casos se cuestiona si el relato compromete una reconstrucción más o menos fidedigna del pasado del sujeto o es, más bien, una interpretación de dicho arco temporal. Por último, la sospecha recae en la idea de que en estos textos el autor construye deliberadamente o no una imagen autoral, una persona que podría no corresponder con exactitud al escribiente de existencia material.

Destino vagabunda, de la poeta peruana Carmen Ollé (1947) se suma ahora al corpus autobiográfico peruano. Se presenta como un libro de memorias. En la portada, la palabra memorias es el humo de un cigarrillo, gesto sin duda cargado de ironía: ¿  serán esas memorias volátiles como el humo, responden a una condición de fragilidad que pone en riesgo la intención del texto de ser veraz, o sugiere acaso la imposibilidad de que el lenguaje pueda reconstruir la experiencia?

Resulta sintomático que la propia Ollé inicie sus memorias con una reflexión puntillosa sobre estas preguntas. Dice: “Contar mis memorias me resulta, hasta cierto punto, un acto de pedantería. Hay una dosis de vanidad en juego, a lo que se suma el pudor de ir desvistiéndose –como en la canción «Déshabillez moi», de Juliette Gréco. No soy fan de Gréco, y la cito porque, al crear la obra, una escritora expone su mundo interior. Pero una escritora es capaz también de poner minas en su trama para hacer explotar al desprevenido lector” (p.9).

Esta advertencia precede, justamente, a un asunto que pone al discurso autobiográfico entre la espada y la pared, porque si la autora se convierte en una “asesina” y destruye, desfigura o acomoda hechos que son comprobables o cuya existencia es respaldada por algún tipo de fuente documental, eso quiere decir que se ha entrado en el terreno de la reinvención personal y de la resignificación del relato sobre su pasado, algo que podría debilitar el rigor de la reconstrucción.

Entonces será posible pensar que más allá de las revelaciones sobre la propia persona –algo que mueve a los lectores hacia este tipo de textos– el lenguaje, la estrategia de composición, el deseo de construir una imagen autoral, adquieren también una importancia que no podremos desdeñar. El deseo legitima no una mentira, sino la proyección de una figura que encarna valores e ideas que la autora suscribe. La verdad no es solo un asunto documental, puede ser igualmente un anhelo que se define en la subjetividad de la persona, aun cuando esto resulta riesgoso.

Muchas veces los textos autobiográficos ponen en escena una intensa lucha entre decir y reprimir. En ese sentido, la autocensura no sería un tema menor, tiene los visos de una necesidad. Ollé menciona que hay cosas “a las que tengo que ponerles mascarilla para estar a tono con la época, porque no puedo decirlas abiertamente” y se refiere luego a a la disputa que ella misma termina “librando entre decir, silenciar, mentir, tergiversar a la hora de hablar de mí o de mi familia” (p.20).

El texto invita a un recorrido pautado por la temporalidad. Se inicia en la infancia, naturalmente y se erige allí un retrato genealógico y familiar, que culmina con el final de la secundaria y el descubrimiento (la lectura, cuándo no) de Simone de Beauvoir, un hito personal en todo el sentido de la palabra. Le siguen el descubrimiento y afianzamiento de la vocación literaria, la militancia poética, el matrimonio con Verástegui y los viajes; luego el retorno al Perú y la vivencia del horror senderista desde la docencia en La Cantuta y el inicio de un intenso activismo feminista. Sigue una apretada memoria de viajes literarios (ferias, congresos, lecturas), la explicación de su relación con la literatura, el amor y la maternidad.

Todo delata, pues, la construcción de una imagen, la representación de fragmentos de experiencia. La autora de Noches de adrenalina (1981), un libro que definiría el perfil de la poesía escrita por mujeres en nuestro país, acomete en Destino vagabunda una aventura que cada lector compartirá a su modo: una aventura en la que ni los posibles silencios ni las probables deformaciones de la memoria estarán en condiciones de restar fascinación a este retrato vital.

Carmen Ollé. Destino vagabunda. Memorias. Lima: Peisa, 2023.

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No puede pasar un día más Alejandro Soto, de las filas de Alianza para el Progreso, como presidente del Congreso. Sus inconductas y delitos son de tal envergadura que desacreditan ya no solo a su persona y sus potencialidades para ocupar tan alta magistratura sino que ensucian al propio poder del Estado que preside.

Parte esencial de la tarea de sostenibilidad del statu quo vigente (de “estabilidad mediocre” que nos rige), pasa porque los poderes del Estado no sigan la espiral de deterioro en la que se han embarcado en los últimos meses, particularmente el Congreso de la República, cuyo pacto tácito con el Ejecutivo (así lo percibe al menos la población), termina por salpicar al gobierno central y embarcarlo en el descrédito general.

Los principales partidos del Congreso (empezando por el fujimorismo) tienen que entender que a los únicos que conviene este deterioro institucional es a las fuerzas radicales disruptivas que asoman en el horizonte electoral para el 2026. Son los Milei de izquierda los que van a cosechar de la crisis institucional que asola al Ejecutivo y al Congreso, ese “pacto derechista” que la narrativa de izquierda ya ha logrado imponer en vastos sectores de la población.

El sur andino del país representa casi el 20% del electorado nacional. Bastará que vote en primera vuelta como lo hizo en la segunda vuelta del 2021 (con más del 80% a favor de Pedro Castillo) para que un candidato de izquierda asegure su pase a la jornada definitoria y eventualmente, si sumamos el voto del resto del país -también irritado con el establishment- pueda darse el caso de una final de dos candidatos de izquierda.

Para que ello no ocurra, aparte de una labor política intensa de las fuerzas de centroderecha en el sur andino, hace falta que los poderes del Estado no se sigan deteriorando ni desacreditando al ritmo vertiginoso en el que lo vienen haciendo, a punta de denuncias de mochasueldos, viajes suntuarios, denuncias penales (como las del presidente Soto), y encubrimientos punibles (como el que benefició a los Niños de Acción Popular).

Hay antecedentes de repunte en las encuestas del poder Legislativo. Daniel Salaverry, cuando ocupó la presidencia del Congreso, el gobierno anterior, duplicó en semanas la aprobación de ese poder del Estado, con un liderazgo que rompió las ataduras con Fuerza Popular.

Eso es lo que se necesita: un presidente del Congreso que ejerza un liderazgo político claro y potente ante el país. Eso no lo va a poder hacer un parlamentario acosado por mentiras y trastadas del pasado, además de denuncias vigentes que se han actualizado.

 

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[AGENDA PAÍS] La victoria de Javier Milei, político libertario, frontal y disruptivo del partido La Libertad Avanza, en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, donde cada partido elije a su candidato presidencial, ha causado conmoción tanto en el país gaucho como en toda América y Latina, y por supuesto, en el Perú.

Es impresionante la cantidad de información en WhatsApp, en las demás redes sociales y en programas de televisión y radio en señal abierta, donde tanto periodistas, influencers, políticos y ciudadanos están manifestándose tanto a favor como en contra del sorpresivo Milei.

Con su peinado rockero de los 80’s, un discurso sin pelos en la lengua, por momentos soez, y propuestas más que disruptivas como la eliminación tanto del Banco Central de Argentina como de más de la mitad de los ministerios que conforman la actual inmensa administración pública de ese país, ha logrado que 30% de los argentinos, hartos del status quo, de la crisis eterna y del discurso vacío, se arriesguen, con entusiasmo, a una nueva y totalmente diferente opción. Como que ya no habría nada que perder.

Milei enfrentará en octubre próximo a Patricia Bullrich, candidata del Macrismo de centro-derecha del partido Juntos por el Cambio y a Sergio Massa, del partido oficialista Unión por la Patria, para determinar quiénes, solo dos, pasarán al balotaje final.

Esta situación me recuerda a la campaña electoral que se vivió en el Perú en 1990. Veníamos del desastroso primer gobierno de Alan García, con una hiperinflación galopante y Sendero Luminoso a las puertas de Lima. Si bien en la Argentina actual no hay terrorismo, el gobierno Kirchnerista aplicó la misma receta que Alan I (control de precios, control de la moneda, gasto público excesivo) para lograr el mismo resultado, alta inflación, destrucción del peso argentino y mayor pobreza.

En la primera vuelta de las elecciones de 1990, un renovado Mario Vargas Llosa, en plenitud de su madurez literaria y política, enarboló la bandera de la libertad lanzándose a la presidencia con un plan de shock económico, duramente atacado por los opositores que financiaron una contra campaña de miedo a lo propuesto por el escribidor. Algo parecido está sucediendo en Argentina en contra de Milei.

Por otro lado, un chinito anti-establishment, Alberto Fujimori, con un discurso de cambio (pero gradual), y haciendo gala de su sencillez manejando un tractor, sorprendió a todos llegando al segundo lugar con 29%, muy cerca de un decepcionado Vargas Llosa que no superó el 33%.

“Yo soy el no shock” decía Fujimori. Y con ese paraguas de campaña, episodio del bacalao incluido, ganó la segunda vuelta con un contundente 62.5%. El resto es historia.

Ya sentado en el sillón presidencial, al constatar la magnitud del problema de la hiperinflación y reservas negativas, opta por un shock económico, aquel anunciado por el premier Hurtado Miller que luego de dejarnos atónitos con la enorme subida de precios que se venía, concluyó con “que Dios nos ayude”.

El caso argentino puede tener un final similar. El miedo que los opositores van a desencadenar atacando las políticas de Milei puede tener un efecto en el electorado sobre todo si el candidato libertario pasa a segunda vuelta.

Entonces, también recordemos al candidato Ollanta Humala del 2011, rojo en primera vuelta, rosadito en la segunda con su Hoja de Ruta. Si Ollanta insistía en su plan original, probablemente no ganaba.

Milei es hábil. Está bien asesorado política y publicitariamente, pero un tema que él y sus asesores tendrán que definir, es que, si con el mismo discurso agresivo y disruptivo que probablemente lo lleve a segunda vuelta, podría también ganar la presidencia.

Que Dios los ayude.

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[LA TANA ZURDA] Recuerdo los años ochenta con gran claridad y como si fuera ayer ya que fui realmente tocada en el alma por la música que de pronto se escuchaba en la radio y cuya producción salía de un artista que fusionada nuestros ritmos negros (cajón)  con la cadencia del rock tradicional, este músico era el gran Miki González»

Miki González revolucionó nuestro rock y mágicamente se unió a una familia con un gran talento musical.  Él visitó El Carmen y se sumergió en la casa de los Ballumbrosio para producir auténtica música de fusión negra.  Pronto, temas como “Akundún”, “Lola”, “Dimelo”, entre otros muestran esa fusión peculiar y brillante, al juntar esos ritmos, Miki Gonzalez, junto a Filomeno Isidro Ballumbrosio Guadalupe y Eduardo Freyre marcan una gran época en el Perú ya que mezclan ritmos contemporáneos con cadencias de un rock clásico pero que al unirse suenan armónicamente y ofrecen nuevos sonidos.  Por primera vez se veía en el ámbito del rock nacional un cajonero de descendencia negra que ya marcaba la historia del escenario musical limeño. Luego con Don Amador Ballumbrosio Mosquera y al involucrar a todos sus hijos, Miki propone una nueva faceta en el escenario nacional.

Acordémonos que no solamente Miki González revolucionó el ámbito musical combinando distintos matices musicales, sino que también propuso temas nuevos, algunos con un fuerte mensaje ecológico («El mar”) o crítica racista “Lola”, “Dimelo, dimelo”.

Se celebra la vida del músico siempre, pero ahora tenemos la suerte de festejar el aniversario 50 con el artista así que acompañen al súper músico en su concierto.

Este sábado 19 de agosto, Miki González se presentará en una única función en el Anfiteatro del Parque de la Exposición para celebrar sus cincuenta años artísticos.  Desde esta esquina, se le desea lo mejor y que sigan los éxitos.

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[CASITA DE CARTÓN] Esta casita de cartón abre sus puertas escribiendo en estado de pánico ante la subida del dólar a raudales. En este preciso momento, el dólar sigue está en 720 y la tensión que ya ha pasado a paranoia social invade el país, que ya no es el país de la furia sino de la ¡¡desesperación!! Y esto se debe en medida al resultado electoral de las Paso, que ha dejado a más de uno boca abierto o como con Condorito, en estado de ¡¡¡Plop!!! Pero al presente columnista no le sorprende, ante un país con 110 % de inflación y con 38% de pobreza, era más que evidente este canto de cisne, y uno muy entonado.

Que el oficialismo tenga de candidato al Ministro de Economía de un gobierno fracasado (pareciera hasta una broma de mal gusto) como a una oposición que ha endeudado a este país con cifras records, inviables de saldar, iba a dar pie a este derrotero y que nazca este tipo de personajes. De este cansino bipartidismo, alguna vez el pueblo, bien o mal, tenía que responder y estas son las consecuencias. Este gobierno timorato y con la cuerda floja de Alberto (que vale subrayar, tuvo la carga pesada del Covid), tibio ante tiempos que no son para viejos, como el título la obra del maestro Cormac McCarthy (No es país para viejos). Es decir, vivir de ensueños de la “época ganada”, porque la población no cesa su hambre con suspiros. Porque con su ineptitud pareciera haberse quedado en el tiempo en pleno cambios mundiales, geopolíticos (BRICS), de nacionalismos contra el globalismo. Y a esto, ¿cómo puede ser que la derecha enarbole la bandera de la revolución social, de masas? ¿En qué horror cósmico de Lovecraft se puede tomar esto como real? Pero existe, y ya desde hace un tiempo viene asentándose, y ahora en las urnas han reflejado su poderío.

Por eso mismo, el domingo me encaminé a la sede donde estarían esperando los resultados los partidarios de la agrupación de La Libertad avanza, que es el partido de Milei. Quería presenciar al nuevo mesías de la política argentina, aquel hombre con chaqueta y con la melena deshilachada y que dice (según el reciente libro autobiográfico sobre él) que Dios le encomendó la misión de ser presidente. Quería descubrir por qué mueve a tanta gente y en especial los jóvenes, así que no desaproveché mi estadía en este país. Llegaría casi a las 8 de la noche, ya había un mar de gente, con cánticos y uñas dispersadas en los suelos por los nervios, pero a su vez ya se podía sentir el frenesí que terminaría de estallar una vez mostrado los resultados, la explosión y la algarabía rebosaba, y no era para menos, cuando todos los pronósticos daban que quedaría tercero, la pantalla lo mostraba primero. Presencié su discurso atentamente ante todas las efervescentes personas que no paraban de cantar, y que han encontrado en él una esperanza ante su gran hartazgo y desilusión social. Después me tomaría un tiempo para preguntarles en torno a muchas propuestas, como la dolarización, la venta de órganos y demás. Y la verdad, en sus respuestas encontré muchos puntos que dan mucho que desear. Salí particularmente sorprendido, era medianoche y con los gritos que se oía hasta cuadras colindantes: “la casta tiene miedo”.

La medida que alguna vez impulsara el Kichnerismo, el voto de los 16 años (opcional) el domingo le dio una bala a traición. Uno puedo ver en esta juventud, o como algunos llaman, “la generación de cristal”, espantados de su realidad, y que encuentran como responsables en gran medida al peronismo (es la peor elección registrada en su historia), narrativa empleada por el candidato ganador hasta saciar, pero además de eso, el de votar por un discurso como extraído de libros de autoayuda pero dentro del idioma político, es decir, lo que la gente quiere oír una y otra vez, pero el fondo es tan amplio que no alcanza las manos a tocar como esas ideas de realizar muy probablemente, dentro de un facilismo programático, muy acorde al cantar demagógico que se viste de libertad en estos últimos años pero que llevan tras de sí intereses extranjeros importantes, sin importar el pendón político. No por algo el candidato ya definió los países a los que iría a la mañana siguiente en caso ganase las elecciones. Esta elección ha dejado como lección la importancia que tiene y tendrá para las elecciones venideras las redes sociales. Su factor transcendental como el poder que tiene, el inmediatismo cibernético y la clarificación que entrega: un ‘like’  y unas palabras que queremos oír, o que refleje nuestro desencanto, basta para marcar un voto.

En lo que a mi refiere, mis ideas están muy lejos de ser parte de lo que pregonan el “Mileismo”. Pero está claro decir, en la arena política, este ‘outsider’ está mejor parado ad portas de octubre. ¿Será que llegará al sillón de Rivadavia? Me quedo con estas máximas ante este particular panorama: nadie comprende el dolor ajeno hasta que nos sucede como nadie aprende en cabeza ajena. Esta casita de cartón cierra sus puertas con el dólar rozando los 800 pesos. Terminado las elecciones, ¿a cuánto estará? Como diría Evita Perón: “No llores por mí, Argentina”.

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Cuando se habla de la corrupción cometida en los ascensos policiales y militares, se ve un solo lado del problema, el de los agentes corruptores que vendían los puestos de ascenso y que, claramente, merecerán la severa sanción penal que corresponde a su delito.

Pero de lo que no se habla es de por qué un policía o un militar estaría dispuesto a pagar veinte o treinta mil dólares por ser ascendido, si el aumento remunerativo que dicho ascenso implica no alcanza, ni en todos los años de servicio premiados, para “recuperar” la inversión.

Claramente sucede esto porque hay una inmensa corrupción en nuestros institutos armados. Un ascenso implica acceder a fuente de sobornos y coimas gigantescas que justifican el pago efectuado para ascender.

Todos los días o muy a menudo aparecen informaciones que muestran cómo elementos de la policía y de las fuerzas armadas están involucrados en arreglos con el narcotráfico. Si a ello le sumamos las operaciones de las otras mafias ilegales (minería delictiva, contrabando, trata de personas, maderas preciosas que se explotan ilegalmente, etc.), sumadas a la corrupción endógena que lamentablemente se ha enseñoreado en todo el sector público, en cuanto a la adquisición y licitación de compras de equipos e insumos, entenderemos la madre del cordero.

No se equivoca la opinión pública cuando, de acuerdo a una encuesta de Ipsos, identifica a la corrupción como el segundo de los problemas a resolver (y que además está ligado con el primero, que es el de la seguridad ciudadana; ¿qué puede hacer una policía corrupta para enfrentarla?).

Por lo pronto, se espera que las investigaciones fiscales en curso contra el presidente Castillo y otros subalternos, por este tema de los ascensos, saque a la luz qué oficiales malpagaron para lograr su objetivo, porque solo así, interrogándolos, se podrá ir desenmarañando esta terrible y deleznable red de corrupción, que ataca la base del contrato social que cimenta no solo una democracia sino cualquier forma de gobierno.

Si nuestras fuerzas “del orden” están preñadas de corrupción, no hay viabilidad social factible. Este escándalo reciente debiera servir, por ello, como hilo de la madeja para proceder a una extirpación quirúrgica de los elementos podridos de nuestra policía y fuerza armada, instituciones ambas que debieran ser pilares morales de la democracia.

 

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[ENTRE BRUJAS: FEMINISMO, GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS] Solo en lo que va del 2023 se han registrado 636 casos de niñas entre los 11 y 14 años que han sido obligadas a continuar con embarazos producto de una violación sexual. Todas ellas, no han accedido a un aborto terapéutico, aunque el riesgo grave sobre su salud integral y su vida era evidente.

En el 2022 el panorama también ha sido dramático, 1623 niñas han tenido partos producto de violaciones sexuales. Niñas cuya infancia ha sido arrebata y lastimada por la violencia, pero además desprotegidas por un Estado que no solo las vulnera al no prevenir la violencia sexual adecuadamente, sino que las revictimiza al negarles el derecho a una interrupción de la gestación que pueda salvaguardar su salud física, mental y su dignidad.

Recientemente el caso Mila generó indignación en la ciudadanía y es gracias a la presión de las organizaciones de derechos de las mujeres y de la opinión pública que se logra que el Estado aplique adecuadamente el protocolo de aborto terapéutico, aprobado en el 2014. Esta pequeña, felizmente, encontró una salida.

Sin embargo, existen muchas Milas. Cientos de niñas que sufren la tragedia de una violación sexual, que no acceden a la justicia y que son revictimizadas por las autoridades estatales. Pequeñas que quedan en el anonimato, que no se conocen sus casos, madres que sufren en silencio por sus hijas, que se cansaron de denunciar y solo encontrar impunidad y culpa.

En este país, las niñas importan solo cuando son noticia. Cuando hay una cámara que puede ayudar a subir la popularidad de una autoridad.  Evidencia de esto es que, en la última década se han presentado diversos proyectos legislativos para despenalizar el aborto en casos de violación sexual. Los intentos desde las organizaciones feministas y de mujeres ha sido constantes en reflejar un drama que azota a la infancia y es tolerado por el Estado.

Todas estas propuestas han sido archivadas. Desde el legislativo la indiferencia con este drama es brutal y se cuenta con la complicidad del Ejecutivo. “Nunca es el momento de abordar estos temas”, son clásicas afirmaciones de autoridades que defienden más su puesto que a las mujeres y a las niñas.

Entre el 2021 y 2023, según el Registro de nacidos vivos, 3684 niñas entre los 11 y 14 años, tuvieron partos. ¿Cuántos casos más?, ¿Qué cifra de horror se necesita para reaccionar?, ¿En qué “momento” las niñas y su derecho a no ser forzadas a un embarazo producto de un crimen, será “prioridad”?

Si el aborto en casos de violación sexual hubiera estado despenalizado en nuestro país, Mila no hubiera tenido que pasar por una larga y tortuosa espera para la aprobación de un procedimiento legal, no hubiera estado expuesta a la discrecionalidad de juntas médicas. No hubiera sido revictimizada una y otra vez.

Como sociedad nos hace falta empatía con el dolor ajeno. ¿Qué pasaría si fuera nuestra hija, hermana, amiga o sobrina?. Es tiempo que la ciudadanía exija un cambio, pues no lo harán las autoridades. Muchas de ellas son presas de sectores antiderechos, ultra conservadores, a quienes apenas se les menciona los derechos de las mujeres y niñas, o, los derechos reproductivos, ponen barreras para alcanzarlos.

Con ellos/as en el poder no se logrará nada. Es tiempo que la ciudadanía exija un cambio efectivo para garantizar la dignidad y salud de las niñas, así como su derecho a no vivir violencia.

La violencia sexual es un drama: Solo en lo que va del 2023 se han registrado más de 17, 500 hechos de violencia sexual, el 70% contra niñas/os y adolescentes, según el Programa Aurora. En cuanto a violaciones sexuales, se cuentan 6, 092 casos según la misma fuente. De estas el 66% son niñas y adolescentes.

Exijamos a las autoridades la prevención de este delito y una ruptura de la impunidad en la que quedan muchos agresores.  A la vez hay que demandar que se proteja a las niñas que son sobrevivientes de un crimen atroz.

Las niñas, son niñas, no madres. Procurar infancias dignas y felices es una obligación estatal y ciudadana.

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[EMPRENDE] En estos tiempos, los emprendimientos comienzan a ser considerados (con razón), como importantes unidades básicas para la economía, encontrándose en constantes procesos de cambio, volviéndose también en actores determinantes para la generación de riqueza y de empleo, y de esta manera contribuyendo al cambio de la sociedad. En algunos artículos anteriores, mencionamos la capacidad que tienen muchos emprendedores constituidos para convertirse en agentes del cambio, en general, los cambios económicos y los cambios sociales que son los que de alguna forma contribuyen al desarrollo sostenido plasmado en los crecimientos económicos competitivos. Además, es también interesante poder identificar las dinámicas que llevan los emprendedores, que siendo diversos muestran características constituidas que son interesantes para tomar en cuenta, que van desde la aplicación de novedosas estrategias de marketing hasta el descubrimiento oportuno de particularidades regionales y que a la par se convierten en interesantes oportunidades que generan innovación y fortalecen elementos que los hacen más competitivos. Todo esto en el marco natural de las oportunidades que genera el mercado mismo, que se autorregula y que exige estrategias que la necesidad de crecimiento obliga.

En el Perú la constitución de microempresas, cual escalones siguientes de los emprendimientos, se constituyen también en un importante porcentaje. Que suman en una realidad cada vez más palpable para nuestra sociedad, son unidades empresariales que también generan empleo y que miran las oportunidades del mercado con más optimismo. Las mypes van en franco proceso de cambio y de desarrollo, descubriendo o sintiendo la necesidad de estar acorde con lo nuevo que trae el mercado global. Dan la mirada a lo digital, a lo virtual y lo ambiental también, pues, para subsistir hay que saber adaptarse. Sin embargo, en nuestra sociedad globalizada, joven, inmersa en el mercado de muchas maneras, se obliga casi siempre a hacerlo de manera empírica.

Y es ahí, donde recae la responsabilidad del Estado, que está obligado a ser parte directa en el fortalecimiento y acompañamiento de estos emprendimientos y estas microempresas, viendo habilidades y capacidades, capacitando, apoyando y dando además las herramientas que sirvan para la sostenibilidad de los negocios. No hay que esperar que en las mypes a nivel nacional donde la experiencia diaria las ha fortalecido y que de manera empírica comienzan a posicionarse en espacios nuevos, comiencen a presentarse las desilusiones de un ausentismo de los responsables de la sostenibilidad empresarial.

Las instituciones del estado, que ven el tema no solo de la pequeña empresa, sino de todo tipo de apuestas comerciales y de las formas en que se posicionan estas apuestas, deben tener en claro que la articulación entre ellas es muy importante, desde el ministerio de cultura como constructor de una identidad pasando por los ministerios que velan por los intereses en todo sentido de la población, aportante y receptiva de sus atenciones como Estado, aquellos que atienden programas sociales, aquellos que se constituyen en poblaciones más vulnerables, aquellos que regulan la optimización dela convivencia con el medio ambiente, y tantos otros, deberían generar una apuesta conjunta que identifique necesidades y apoye al alto porcentaje de emprendedores y mypes, que a lo largo de esta corta historia de treinta años en el Perú, vemos día a día. Dicho esto, entonces nos daríamos cuenta que muchos programas sociales pueden ser usuarios o beneficiarios de la microempresa, cuántas mujeres podrían particularizar su apuesta, y no por eso parecer discriminante, cuántas mypes pueden comenzar el dialogo internacional, cuántas oportunidades se gestarían si tuviéramos muy en claro la importancia de poner el tema de la calidad acreditada y normativamente permitida para la venta y producción de los recursos, validando presencia, en fin, una serie de cuestiones exigen un trabajo gradual, con procesos definidos y no fotografías de momento que muestran solo el título del libro que muchas veces no será escrito.

Entonces, es sencillo resumir, que como se dijo en el artículo anterior, no solo las capacitaciones con apoyo financiero se convierten en una necesidad extrema para las mypes, sino que también la relación estrecha y compartida en acciones de las instituciones del estado, permitirán una atención más integral y comunicante, y de esta forma generar los verdaderos cambios que se necesita para el desarrollo país.

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No es posible, dadas las características de los jóvenes de hoy, reproducir los esquemas partidarios de antaño, jerarquizados, con comandos centrales unificados, con uniformidad ideológica y doctrinaria, con fajas de transmisión indiscutibles de arriba hacia abajo. Esos tiempos, de partidos cuasi leninistas, ya no volverán.

Pero tampoco debiera ser una verdad irremediable que ello nos condene a que las nuevas agrupaciones políticas sean “coaliciones de independientes”, sin ningún orden ni concierto, y fronteras absolutamente relajadas respecto de los criterios mínimos de una organización, sea de la naturaleza que sea.

Un partido no es una empresa, pero tampoco es un club social. Es una institución esencial para el buen funcionamiento de la democracia y en esa medida debe cumplir algunos requisitos mínimos: consistencia ideológica, lealtades partidarias, cuadros tecnocráticos preparados para gobernar, etc.

Lo que no puede suceder es que se repita un fenómeno político deleznable, como el que apreciamos hoy en el Congreso, con partidos infames como Acción Popular, llenos de perforaciones como Alianza para el Progreso o inconsistentes como Perú Libre (que ha perdido más de la mitad de sus congresistas), con parlamentarios que se van de un lado para otro como feria de transeúntes sin ninguna cortapisa ideológica o moral.

Con un Parlamento así, es imposible que un gobierno estructure un plan mínimo de reformas, que requiere voluntad al unísono y compromiso inquebrantable. A lo más conseguirá, como parece haber conseguido el régimen de Boluarte, que lo dejen gobernar en paz, pero punto, nada más que eso. Sin partidos políticos en su ley, no hay gobernabilidad democrática transformadora ni capaz de construir Estado más allá de la mera formalidad democrática.

Otro ejemplo a no seguir es el del partido Morado, que se la pasó años armando cuadros, organizando eventos, afinando su inscripción (cuando era infernal hacerlo), pero amarrado todo a la figura y conveniencia de su líder, Julio Guzmán, quien, caído en desgracia, arrastró al partido a su destino actual, que es el de ser un fantasma inexistente en el panorama político nacional.

Los nuevos partidos que están surgiendo en el espectro de la centroderecha liberal deberían tomar estas reflexiones, como guía a tener en cuenta respecto de qué camino no seguir y qué ruta sí emprender, sobre todo bajo la presunción de que no son aves de un solo vuelo que solo aspiran a las elecciones del 2026, para luego desaparecer tal como aparecieron.

 

 

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