Opinión

[LA COLUMNA DECA(N)DENTE] “El Príncipe”, la obra más conocida de Nicolás Maquiavelo, fue publicada en 1532. El libro ofrece consejos y observaciones sobre cómo un líder debe gobernar y mantener su poder en un contexto político convulso. Maquiavelo explora temas como la naturaleza humana, el realismo político, la manipulación y las tácticas de consolidación y mantenimiento del poder. Su texto se ha interpretado de diversas formas a lo largo de la historia y ha sido objeto de debate y discusión en el ámbito académico y político. Algunos lo ven como un manual cínico y pragmático para los políticos que buscan mantener el poder a cualquier costo, mientras que otros lo consideran una exploración profunda de las complejidades del liderazgo y la política.

Algunas de las recomendaciones y puntos de vista expresados por Maquiavelo pueden considerarse políticamente incorrectos o controvertidos hoy. Pero para la presidenta Boluarte y alguno que otro diligente asesor pareciera que no lo son. Maquiavelo sostiene que el uso de la crueldad y el engaño puede ser una respuesta necesaria a situaciones en las que el poder está en juego y la estabilidad del Estado está amenazada. ¿Qué mayor crueldad que la ejecución extrajudicial de 49 personas durante las manifestaciones antigubernamentales? ¿Qué mayor engaño afirmar que murieron producto de una “avalancha de cinco mil personas” o que “la mayoría de ellos [fallecidos] es por impacto de un arma artesanal denominado dum dum” como sostuvo Boluarte?

Asimismo, aconseja a los líderes políticos que controlen la opinión pública y manipulen la percepción de la realidad para consolidar su poder. Sugiere que creen una narrativa que los beneficie y busque el apoyo de los ciudadanos. En nuestro caso, esa narrativa no fue otra que el “terruqueo”, es decir, acusar de “terrorista” a todo aquel que protestaba contra el gobierno de Boluarte. Narrativa que fue condenada por Stuardo Ralón, vicepresidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “hacemos un llamado a que se detengan este tipo de expresiones porque más que pacificar, alimentan conflictos y son una conducta totalmente condenable”.

De igual modo, Maquiavelo argumenta que un líder político debe priorizar el poder y la estabilidad sobre consideraciones morales. Es decir, debe estar dispuesto a tomar medidas pragmáticas, incluso si son moralmente cuestionables, con el fin de mantener el control y asegurar la supervivencia de su gobierno. Razón por la cual, el gobierno de Boluarte no dudó en violar los derechos humanos de decenas de manifestantes. En suma, quien nos gobierna hoy es una dilecta aprendiz de Maquiavelo.

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Si un libertario ultraconservador como Javier Milei ha logrado marcar la agenda y ganar elecciones en Argentina, un país con ADN peronista, es posible que en el Perú surja un candidato liberal que se atreva a decir las cosas claras, así suenen en principio impopulares y lograr su cometido de hacerlas arraigar. Algunos ejemplos:

1.- Privatizar Petroperú y vender la refinería de Talara (algo se podrá recuperar del despilfarro criminal cometido en su construcción). Es un horror que en un país sin mayores recursos fiscales se le otorgue a Petroperú lotes para exploración y eventual explotación.

2.- Privatizar Sedapal y las casi cincuenta empresas de saneamiento municipales, que lo único que han logrado es el reinado de corruptelas y ausencia de inversión. Resultado de ello: millones de peruanos pobres no tienen agua potable y pagan fortunas para conseguirla.

3.- Reducir la maraña burocrática ambiental que se ha construido alrededor de los proyectos mineros, haciéndolos o inviables o con una morosidad de ejecución de casi una década. El Perú es un país minero y necesita poner en activo los recursos inmensos de los que goza (Quilish, Conga y Tía María incluidos).

4.- Nuestro país es uno de los de mayor rigidez laboral en el mundo, alentando la informalidad rampante que sufrimos. Hay que flexibilizar esas normas, facilitando la contratación y el despido. Al final, va a ser en beneficio de los propios trabajadores. El populismo jurídico solo trae consecuencias negativas para los presuntos beneficiados.

5.- Derogar la obligatoriedad de aportes pensionarios a las AFP u ONP, y que ese aporte de las empresas vaya directamente a un aumento remunerativo de los trabajadores. Si se quiere establecer un régimen pensionario privado, que no sea gravando los sueldos. Es un despropósito mercantilista que hay que cortar de un solo tajo.

6.- Entregar directamente el canon minero a las comunidades. Se equivocó Keiko Fujimori cuando propuso hacerlo a los ciudadanos individuales. La cosmovisión andina exige recepción y procesamiento comunal. Se vería un beneficio tangible y se evitaría la corrupción terrible de los gobiernos regionales y locales.

Son solo algunos ejemplos de propuestas que, en un país dominado crecientemente por una narrativa anticapitalista, serían disruptivos. Es hora de romper la caja y hablar claro y sin tapujos. La ciudadanía premiará la sinceridad y desfogará los impulsos radicales que hoy solo derivan en favor de alternativas izquierdistas.

 

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[LA TANA ZURDA] Novalima es una banda peruana que fusiona ritmos africanos con música electrónica y diversos géneros musicales. Muchas de sus canciones nacen de versos tradicionales o composiciones de antaño, pero con un nuevo matiz. Podemos escuchar canciones tradicionales bajo un nuevo lente y cambiadas en una forma sorprendente.

Novalima nace en el 2001 al unirse cuatro amigos, Ramón Pérez Prieto, Rafael Morales, Carlos Li Carrillo y Grimaldo del Solar, quienes compartían la misma pasión por la música peruana. A través de esa unión y de unir a los músicos Juan Medrano “Cotito”, Marcos Mosquera y sobre todo a Milagros Guerrero, crean una fusión súper interesante con ritmos fundamentalmente africanos que los hacen destacar por encima de otras agrupaciones. Es así como Novalima ha sido nominada a los Latin Grammys y es prestigiosamente reconocida mundialmente. Esta vez en EEUU, ofrecerán conciertos en diversas ciudades. Particularmente, “La Danza” nos transporta a la relación que puede existir en el movimiento que emerge en la naturaleza y que trasciende en nuestros cuerpos. El movimiento en general es visto a través del rito, como puede ser la danza para liberar, olvidar y sanar. Este viernes 11 de agosto NOVALIMA se presentó en Denver, Colorado, en el Levitt Pavilion para compartir su talento con la comunidad hispanoamericana y el público en general.

Como telonero se presentó Siembra, o también conocido como Siembra Tropical un dúo local de DJs Selecta C y Yucasoul, cuya propuesta se centra en ejecutar y fusionar ritmos incandescentes que nos transportan a la música electrónica combinada con diversos géneros para atraer y animar a la gente. Sin duda una divertida tarde a la que se invita a la comunidad hispana para que así haya más conciertos gratis en esta bella capital.

¡Vamó pal Pavilion, familia!

 

 

 

 

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conciertos en EEUU, fusiones musicales, Latin Grammys, Novalima, ritmos africanos

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] El referí Carlos Montalván expulsó a César Espino al minuto 44 del segundo tiempo del partido que Alianza Lima y Sporting Cristal protagonizaron la noche del miércoles 4 de diciembre de 1987. Aquella vez, Cristal se impuso por 3 goles a 2 en el Estadio Nacional de Lima. Esa noche, aunque yo era barrista de tribuna sur, me encontraba situado en la barra de Occidente, fundada recientemente por Eugenio Simonetti, exbarrista también en sur, de dónde lo conocía, había trabado una bonita amistad, y que ahora se proponía organizar el aliento para los grones también en la tribuna preferente.

Cuatro días después, al anochecer del domingo 8 de diciembre, se produjo la peor tragedia aérea del Perú deportivo, que se llevó a la nueva generación de jugadores del Alianza Lima, entre los cuales se destacaban José “Caíco” Gonzales Ganoza, Luis “el potrillo” Escobar y tantos otros. El avión que los trasladaba de vuelta a Lima se estrelló en el mar de Ventanilla, todo el equipo perdió la vida en el accidente. Pero a César “el gato” Espino lo salvaron entre el árbitro y el destino: no embarcó a Pucallpa porque lo expulsaron un minuto antes de que concluyera el partido anterior. Por eso no tomó el vuelo, por la tarjeta roja, estaba suspendido y no podía jugar.

Eugenio Simonetti, cuyos últimos recuerdos que conservo de él es cómo nos arengaba la noche del miércoles 4 en el Estadio Nacional, increpándonos «¿Quieren que gane Alianza? entonces canten carajo», no corrió con la misma suerte del “gato” Espino. A este barrista abnegado, trabajador laborioso de la empresa telefónica, cuando aún le pertenecía al Estado, no lo expulsaron en el minuto 44, ni en ninguno otro momento del partido, el hinchó hasta el final. Su devoción aliancista, a prueba de balas, lo llevó a viajar con el equipo a Pucallpa para alentar en el siguiente partido, junto con un puñado de barritas quienes murieron con él y los jugadores del equipo de sus amores la noche del 8 de diciembre de 1987.

Yo recibí la noticia el lunes 9 al llegar a casa tempranito, luego de una velada donde los Sacio, mis grandes amigos del colegio. Al entrar al corredor de nuestro departamento mamá me preguntó ¿te enteraste? Yo recién reaccioné: ¡es cierto lo de Alianza! até cabos pues desde el bus de la estatal Enatruperú que me trajo hasta mi casa que quedaba frente a la residencial San Felipe, vi los kioskos en las esquinas de la ruta y un solo diario -sensacionalista y hoy ya fuera de  circulación- presentaba el siguiente titular: «Desaparece avión con Alianza'». No me la creí. Al contrario, me puse a cavilar un momento la terrible locura que eso sería y luego se me olvidó, creo que fue una trampa de mi inconsciente, o una manera muy sutil de caer en negación, no lo sé.

Cómo a las 10 de la mañana salí para Matute, no se me ocurrió que otra cosa hacer, debía estar allí, con todos los demás, los amigos de Sur, el Pato, Alex Berrocal, el “manotas”, la familia aliancista. Juanito, un canillita amigo ya desaparecido, me dio el pésame en el cruce de Javier Prado y Pershing, me conocía desde niño, lo aliancista que era, la chapa que me puso no era otra sino Alianza, y todos los lunes me vendía el Don Sofo, de Luis Felipe Angell. Me bajé en Iquitos con Isabel la Católica, en La Victoria, y agarré la segunda de ambas avenidas hacia el estadio Alejandro Villanueva. Caminé por la vereda de la izquierda, subiendo hacia Abtao, la vereda de la tribuna sur del Matute, y como a dos cuadras de distancia, venía en dirección hacia mí, en la misma vereda, un joven afroeruano que, ya a lo lejos, denotaba la mayor tristeza que he visto en mi vida. Es que nunca vi una pena así, tan reflejada desde el alma.

Era César “el gato” Espino, que bajaba desde Matute por La Católica, tras ir a entrenar solo para constatar ya no tenía compañeros de equipo para hacerlo. El rostro de Espino contenía todas las tristezas, y, una sola a la vez, la de un pueblo entero. Pasé justo a su lado, pero no atiné a decirle nada, qué podría decirle un extraño como yo, qué podía decirle un simple hincha como yo para atenuar el dolor en su estado más puro y absoluto. La expresión de César Espino la recuerdo como ayer, no sé si alcanzó a prepararme para lo que se me venía inmediatamente después, ingresar a mi querida Tribuna Sur pero no para alentar a los cracks como todos los domingos, sino para enfrentar el llanto compartido, nuestras penas a cuestas. Pero la mirada de Espino, hace 36 años me mostró algo que a mis 19 yo nunca había visto: me mostró el rostro de la tragedia.

Descansa en paz César Espino. Finalmente, 36 años después, ya entrenas de nuevo con tus compañeros de equipo en el cielo blanquiazul de La Victoria, y Eugenio Simonetti, con su euforia eterna e imperecedera, te recibe con los mismos gritos de aliento que apenas ayer, el 4 de diciembre de 1987, en el Estadio Nacional, un miércoles por la noche, la última vez que lo vi en mi vida, hace tantos años.

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Alianza Lima, César Espino, Eugenio Simonetti, fútbol peruano, sobrevivientes, tragedia aérea

Si toca en suerte un buen gobierno centroderechista, republicano liberal, el 2026, con suficiente respaldo parlamentario, es posible pensar en una mejora rápida y cualitativa del país que hoy vemos deteriorarse a pasos agigantados.

Hay algunos candidatos que asoman dentro de ese espectro: Carlos Anderson, Jorge Nieto, Rafael Belaunde, Carlos Espá, Pedro Guevara, quizás alguno más (¿De Soto?). Son aún pequeños, algunos de ellos inexpertos, pero que tienen una ventaja, no están contaminados por el establishment político y tienen plazo suficiente para inscribir sus partidos, organizarlos y recorrer el país haciendo campaña y haciéndose conocidos.

Puede sonar iluso a estas alturas pensar que alguno de ellos pueda competir con los partidos del orden establecido, o que derrote al candidato radical de izquierda que casi con seguridad va a pasar a la segunda vuelta, pero prácticamente no nos queda más que esa ilusión, si no queremos ver al país caer en manos de los autoritarismos de derecha o izquierda que hoy dominan la política peruana.

Solo un republicanismo liberal audaz y disruptivo nos podrá sacar del hoyo, con ideas frescas, modernas, actualizadas. Un ejemplo a mano: Hong Kong hace diez años era una de las ciudades Estado más corruptas del planeta. Hoy es una isla de transparencia y honestidad pública.

Sí se puede cambiar el país. Un gobierno con ideas claras y con mayoría parlamentaria, para no verse encorsetado por los intereses subalternos de la morralla congresal, puede dejar sentadas las bases de la transformación del país en un lustro y propiciar su continuidad con un gobierno similar que lo suceda.

¿Qué consejos poder darles? Que si se animan por pactos, los hagan exclusivamente entre ellos. Que no transen con ningún partido tradicional, que no cometan el error de Vargas Llosa cuando constituyó el Fredemo y allí empezó a perder la elección del 90.

El republicanismo liberal debe ser radical y apostar por la transformación del país. No solo reavivar la inversión capitalista sino construir un Estado que brinde salud, educación, seguridad, buen transporte público, justicia, vida ciudadana de primer nivel, igualdad real que se condiga con la igualdad liberal que se pregona.

La del estribo: se viene una cartelera teatral muy nutrida. Me permito recomendar tres obras a ojos cerrados. Una, Un monstruo viene a verme, dirigida por la genial Nishmé Sumar. Empieza el 24 de setiembre en el Teatro Británico; Esperanza, de Marisol Palacios y Aldo Miyashiro (dirigida por Palacios) que arranca el 17 de setiembre en el CCPUCP; y El hombre que corrompió a una ciudad, de Mark Twain, adaptada y dirigida por Mateo Chiarella, que va en el nuevo Teatro Nos de la PUCP y que inicia el 15 de octubre (todas las obras en venta en Joinnus).

 

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[MÚSICA MAESTRO] El pasado miércoles 9 de agosto se cumplieron 25 años del fallecimiento de uno de los cantantes de salsa más populares y queridos, Frankie Ruiz. Su peculiar tono de voz, actitud quimbosa y algunas inflexiones únicas en su forma de cantar como la característica “doble erre” con la que pronunciaba palabras en las que no correspondía tal fonema, como cuando decía “serrías” o “pasarron” o las permanentes llamadas a “mi china” -su esposa Judith- en cada uno sus éxitos, hicieron de este hijo de boricuas nacido en Patterson (New Jersey, EE.UU.) uno de los favoritos en aquellos tiempos en que la salsa comenzó a reinventarse con toda una nueva generación de intérpretes que llegó para reemplazar a los primeros salseros e instalarse para siempre en las preferencias del público bailador.

Aun cuando se le considera en diversos foros especializados en lo afro-latino-caribeño-americano (Luis Delgado “Saravá” Aparicio, dixit) como el iniciador de la llamada “salsa sensual”, debido a canciones como Quiero llenarte o Desnúdate mujer -ambas de su segundo LP en solitario, Voy pa’ encima (1987)-, se le recuerda más como un sonero en la tradición de los primeros vocalistas de la salsa dura. De hecho, esas dos y muchas otras de su repertorio se inscriben, indudablemente, en la temática vigente en sus años de mayor éxito, pero su estilo personal y el sonido de su orquesta tuvieron poco o nada que ver con las melosas intenciones de colegas contemporáneos como Eddie Santiago (Puerto Rico) o Hildemaro (Venezuela), que sí definieron aquel acercamiento de la salsa al pop romántico.

José Antonio Torresola Ruiz vivió hasta los quince años en EE.UU. con su madre -que lo había dado a luz a esa misma temprana edad, en 1958- y sus hermanos Víctor y Juanito, para luego mudarse a Puerto Rico. La familia se instaló en la región Mayagüez, a dos horas de la capital San Juan. Interesado en la música desde la secundaria, la futura estrella de se la pasaba escuchando a Ismael Rivera, Ismael Miranda y Héctor Lavoe, soñando con estar frente a los micrófonos algún día. Aquel sueño comenzó a hacerse realidad mucho antes de lo que él mismo podría haberse imaginado.

Entre 1968 y 1975 aproximadamente, el auge de todo lo que salió de los estudios neoyorquinos de Fania Records monopolizó la atención del público, con producciones de altísimo nivel compositivo, interpretativo y vocal. En paralelo, desde la isla del encanto se fue desarrollando también una prolífica escena que, poco a poco, se fue incorporando a la salsa dura hasta que, finalmente, tomó la posta tras el declive del sello de Jerry Massucci y Johnny Pacheco. Cuando el conglomerado de megaestrellas de la Fania comenzó a independizarse -Héctor Lavoe, Rubén Blades, Willie Colón, etc.-, la escena borinqueña de ensambles que iniciaron sus caminos tocando boogaloo comenzó a hacerse notar con más fuerza.

En esos tiempos, los nombres que sobresalían eran los de las orquestas y sus directores, mientras que los cantantes, estables o intercambiables, rara vez gozaban de protagonismo. Los casos más saltantes fueron siempre El Gran Combo de Puerto Rico y La Sonora Ponceña, bajo la dirección de Rafael Ithier y Enrique Lucca/Papo Lucca, respectivamente, pero hubo muchas otras, todas muy buenas: Raphy Leavitt y La Selecta, Willie Rosario y su Orquesta, Rafael Cortijo y su Combo, Los Hermanos Lebrón. En este tipo de agrupaciones nació musicalmente Frankie Ruiz, un camino similar al que tuvieron sus colegas Lalo Rodríguez (en la orquesta de Eddie Palmieri), Gilberto Santa Rosa (Willie Rosario) o Paquito Guzmán o Héctor Tricoche (Tommy Olivencia).

A los trece años tuvo su primera experiencia como cantante, cuando aun vivía en los Estados Unidos, gracias a la oportunidad que le dio Charlie López, director de La Orquesta Nueva, con quienes grabó un disco de 45 RPM con dos canciones, Salsa buena -firmada por él bajo el nombre José A. Ruiz- y Borinquen. Sin embargo, fue en 1977 que inicia oficialmente su carrera profesional, como uno de los vocalistas de La Solución, dirigida por el bajista y arreglista Roberto Rivas, conjunto en el que permaneció hasta 1980, año en el que ingresó a uno de los grupos salseros más importantes y prestigiosos de Puerto Rico, la orquesta del trompetista Tommy Olivencia (1938-2006).

Con la primera grabó dos álbumes, compartiendo el rol de vocalista principal con Jaime “Megüi” Rivera (1953-2023). En el primero de ellos, titulado simplemente Roberto Rivera y La Solución (1979), se puede escuchar a un Frankie Ruiz muy joven, de 21 años, entonando canciones como De sentimiento me muero o La fiesta no es para feos, además de una nueva versión de su composición Salsa buena. Al año siguiente, en el LP Orquesta La Solución (1980), Frankie Ruiz anota un gol de media cancha con su robusta interpretación de La rueda, una vieja ranchera escrita por el veracruzano Víctor Manuel Mato Argumedo y grabada en 1966 por el charro Antonio Aguilar.

Los arreglos del boricua Máximo Torres, intérprete del tres y la guitarra, convirtieron este tema en un clásico incombustible de la salsa de finales de los años setenta, con un sonido cercano a las descargas del tándem Willie Colón/Héctor Lavoe, e hicieron olvidar la poderosa versión rumbera grabada, también en 1966, nada menos que por la “Reina del Guaguancó”, la cubana Celia Cruz (1925-2003) junto a la orquesta del timbalero Tito Puente (1923-2000), en el LP Cuba y Puerto Rico son… (1966).

Con La rueda, Frankie Ruiz se metió al bolsillo al público salsero. Era solo el comienzo de una carrera brillante en lo musical pero accidentada en lo personal, al punto que se le llegó a comparar en varias oportunidades al gran Lavoe. En ese mismo disco destacaron también Separemos nuestras vidas y Quisiera, composición de Alberto “Titi” Amadeo muy popular en Cuba durante los años cincuenta, que fuera reactualizada por Willie Colón en su álbum Hecho en Puerto Rico (1993), con su título definitivo, Idilio.

Como vocalista de Tommy Olivencia y su Orquesta -conocida entre los salseros portorriqueños como “La Primerísima”- trabajó entre 1981 y 1984, en tres álbumes para el sello discográfico venezolano Top Hits, también conocido como TH Records. En el primero de ellos, titulado Un triángulo de triunfo (1981) destacaron las canciones Cosas nativas y Primero fui yo, otros dos clásicos inmediatos, siempre con los arreglos de Máximo Torres. Luego vendrían los éxitos Como una estrella y Cómo lo hacen, quizás una de sus grabaciones más populares, incluida en el LP Como una estrella (1983). Y, finalmente, grabó un arreglo en salsa (otra vez de Torres) de una conocida balada, Lo dudo, para el disco Celebrando otro aniversario (1984). Esta canción, compuesta por el español Manuel Alejandro, había sido éxito en toda Hispanoamérica en la voz de José José, para Secretos (1983), el LP más vendido de la industria discográfica mexicana.

Esta cadena de logros discográficos posicionó a Frankie Ruiz como uno de los salseros del momento. Dos temas adicionales con Tommy Olivencia, Viajera, del portorriqueño Carlos Fanfán; y otra ranchera antigua transformada en salsa, nuevamente, por Máximo Torres, Que se mueran de envidia, grabada en 1962 por Javier Solís (1931-1966) y escrita por el dominicano Mario de Jesús Báez, autor de otro famoso éxito del legendario cantante mexicano, el bolero Y…, aparecieron en dos recopilatorios de artistas de TH Records, titulados Primer y Segundo Concierto de la Familia TH, lanzados en 1981 y 1983.

Sus ansias por desarrollarse como solista fueron abrazadas por el sello TH, en alianza con otra importante casa discográfica venezolana, Rodven. El primer lanzamiento de Frankie Ruiz se tituló, convenientemente, Solista… pero no solo (TH-Rodven Records, 1985) y fue directo a la cima de la popularidad salsera gracia al tema La cura, composición de otra leyenda de la música latina, Catalino “Tite” Curet Alonso (1926-2003), autor de verdaderos clásicos como Las caras lindas (Ismael Rivera), Anacaona (Cheo Feliciano), Lamento de Concepción (Roberto Roena), Periódico de ayer (Héctor Lavoe) y muchos otros, que se convirtió en su canción emblema, no solo por la potencia de sus arreglos sino porque a través de la letra se deslizaba el grave problema que, finalmente, terminaría de manera prematura con la vida del cantante: su adicción a las drogas.

En 1980, cuando Frankie disfrutaba de las primeras mieles del éxito con La Solución, su madre Hilda Estrella falleció en un accidente de carretera, mientras viajaba con su hermano menor, Víctor, quien sobrevivió al siniestro. Este trágico acontecimiento lo sumergió en aquel vicio tan común en artistas que buscan escapar de sus demonios cuando la realidad los golpea. Para cuando apareció al frente de su grupo en 1985 -que incluyó como coristas a los cantantes Héctor “Pichie” Pérez y Tito Gómez (ambos famosos con La Sonora Ponceña)- ya era sabido que aquella debilidad convertía al amable y sencillo cantante en una impredecible caja de sorpresas. Ese debut incluyó versiones en salsa de baladas muy conocidas –Esta cobardía, del español Chiquetete; El camionero, del brasileño Roberto Carlos; o Tú con él de la banda uruguaya Los Iracundos- que ayudaron a insertarlo en la nueva movida de la “salsa romántica”.

Voy pa’ encima (1987) es el disco definitivo de Frankie Ruiz. Además de las mencionadas Desnúdate mujer y Voy a llenarte, destacaron otros temas como Si no te hubieras ido, Quiero verte e Imposible amor, siempre con esa onda que combinaba romanticismo y picardía de barrio. El siguiente álbum, En vivo y a todo color (1988), consolidó su presencia en radios y festivales con canciones muy populares como Me acostumbré, Si te entregas a mí, Solo por ti o Y no puedo. Al año siguiente, en medio de un confuso altercado, Frankie Ruiz atacó a un sobrecargo en un vuelo doméstico dentro de los EE.UU., por lo que le dieron tres años de cárcel, sentencia que cumplió en Florida. TH-Rodven logró editar, en medio de su carcelería, el LP Más grande que nunca (1990), manteniendo vigente al cantante con títulos como Para darte fuego o Me dejó. Mientras estuvo preso, Frankie Ruiz siguió haciendo música y hasta armó una orquesta con los internos.

Su gran retorno fue con el álbum Mi libertad (1992), aun bajo el sello TH-Rodven y con el apoyo de su amigo y productor Vicente “Vinnie” Urrutia. El tema-título, Mi libertad, escrito por los panameños Pedro Azael y Laly Carrizo, refleja en una letra sensible las vivencias del cantante entre rejas. El tema fue un rotundo éxito y hasta hoy es uno de los más solicitados de su catálogo. Sin embargo, ya se venían sugiriendo cambios en la industria discográfica y en la música latina, por lo que su tipo de salsa comenzaba a percibirse como un placer de minorías nostálgicas por aquel sonido orgánico que, poco a poco, iba retrocediendo ante la aparición del “latin-pop”. Esto, sumado a factores externos relacionados a sus hábitos dentro y fuera del escenario fueron apartándolo de la escena pública. Aun así, después de Mi libertad vinieron algunos éxitos más –Tú me vuelves loco (Puerto Rico soy tuyo, 1993), Mirándote (Mirándote, 1994) o Ironía (1996).

Frankie Ruiz estuvo dos veces en el Perú. La primera fue con la delantera de vocalistas de La Solución, en 1981, en la Feria del Hogar, un par de años antes que se inauguraran los recordados conciertos de El Gran Estelar. Y la segunda fue, ya como solista, en la noche de Año Nuevo de 1986, con un publicitado concierto en la llamada “Esquina del Movimiento”, un local ubicado en Paseo de la República, cerca de la Plaza Grau. En esa fiesta, Frankie Ruiz alternó con músicos peruanos, particularmente con la orquesta chalaca Combo Espectáculo Creación, de los hermanos Jorge y Óscar Mendoza, una de las más activas de aquellos años. Unos días después, el 3 de enero de 1987, actuó con su orquesta en el desaparecido salsódromo La Máquina del Sabor de Chorrillos. Quienes asistieron a esas tocadas recuerdan con claridad el carisma y la calidad que desplegaba sobre el escenario.

La vida de Frankie Ruiz se apagó en 1998, unos meses después de haber cumplido apenas 40 años, en un hospital de New Jersey, luego de varios internamientos debido a la cirrosis que le provocó su masivo consumo de alcohol y drogas. Llegó a grabar una última canción ese mismo año, Vuelvo a nacer -incluida en el recopilatorio Nacimientos y recuerdos- que tuvo mucho éxito a pesar de que dejaba notar claramente que no era el mismo vocalmente. Los homenajes no se hicieron esperar, tras su deceso. En el 2004 apareció un CD/DVD en vivo, Va por ti, Frankie, con estrellas como Lalo Rodríguez, Paquito Guzmán, José Alberto “El Canario”, Luis Enrique, entre otros. Un año antes, Jerry Rivera grabó once temas de Frankie Ruiz para su CD Canto a mi ídolo y en la carátula sale una foto de 1986, en la que Jerry, de 13 años, posa junto a Frankie. Hoy, que la música latina es predio de impresentables, la figura del “Papá de la Salsa” se levanta más grande que nunca.

 

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El juicio de la historia deberá ser muy severo con los gobiernos de la transición democrática, especialmente los de Toledo, García y Humala, quienes gozaron de la resaca del crecimiento económico sembrado por las reformas estructurales de los 90, de Fujimori, y a pesar de la bonanza fiscal que disfrutaron fueron incapaces de emprender alguna reforma institucional seria en ningún aspecto de la vida nacional.

Hoy, el resultado lo vemos a la vista. El año pasado se han ido del país más de 400 mil peruanos, en su mayoría jóvenes, porque no ven futuro promisorio en el Perú. Y eso que no han pasado por la crisis de los 80, con hiperinflación y terrorismo, cuando la diáspora fue mayor y más justificada.

Uno podría pensar que las nuevas generaciones tienen menos resiliencia y capacidad de resistir la adversidad, pero el problema que más alarma a los nuevos emigrantes es la sensación de que nada mejora en el país, sino que todo va cuesta abajo, peor ahora de que se acabó la prosperidad económica y la crisis vuelve a asomarse por estos lares.

Si uno analiza en detalle, los problemas e instituciones del país, comprenderá el desánimo. La salud pública es un desastre, que funciona hoy peor que hace dos décadas. La educación pública lo mismo y lo único bueno que se había hecho -la reforma universitaria- se la han tirado abajo unos cuantos mercaderes de la educación y una pandilla de congresistas aceitados, sumados a un Ejecutivo indolente. La seguridad ciudadana ya es un problema vital y cotidiano para las inmensas mayorías del país y la policía se ha vuelto un antro de corrupción, sin que ningún gobierno le ponga el cascabel al gato. El tránsito infernal es una calamidad que cada día que pasa toma más porciones de las principales ciudades del país.

A nivel político, el Congreso se ha vuelto un nido impresentable de sinvergüenzas y corruptos, de donde, salvo honrosas excepciones, no hay nada bueno que esperar. El Ejecutivo es un desierto tecnocrático por culpa del segundo gobierno de García que puso límites a los sueldos de la tecnocracia y la espantó, perdiéndose más de una década de mejoramiento sustantivo del funcionamiento del Estado. Los gobiernos locales y regionales son una lágrima de ineficiencia, donde también, salvo aisladas excepciones, se han vuelto antros de corrupción (casi todos los alcaldes y gobernadores terminan millonarios luego de sus gestiones). Y ni qué decir de jueces y fiscales cooptados por la corrupción.

Y mientras eso ocurre, las mafias ilegales, el narcotráfico, la trata de personas, el contrabando, la minería ilegal, los traficantes de terrenos, las pandillas extorsivas, los madereros informales prosperan y crecen capturando porciones de la sociedad. Es, efectivamente, como para salir corriendo.

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Congreso, Crisis económica, Crisis política, Migración

[CARTAS A MANUELA SÁENZ] Querida Manuela,

¡Te tengo que contar! No sé si sabías que en 2010 la gobernadora del Distrito Capital de Venezuela llevó dos cofres fúnebres con tierra peruana del puerto piurano de Paita, si donde viviste tu exilio y donde falleciste en 1856, que fueron honrados durante varios días por los venezolanos y una de las urnas se colocó para siempre al lado del sepulcro de Bolívar, en el Panteón Nacional de Caracas. Esto me contó una amiga muy cercana que estuvo por Caracas y sabe de nuestra correspondencia y mi interés en saber de ti. Finalmente, luego de décadas, fuiste reconocida como te mereces. Tu rol en la independencia fue más que romántico, fue también militar. ¡Que honor! Libertadora del Libertador.

Hace unos días, el 6 de agosto, se cumplieron los 199 años de la Batalla de Junín. Tu participaste activamente en contienda por la emancipación peruana debido que Antonio José de Sucre te nombró coronela por tu rol en la Batalla de Pichincha que liberó Ecuador. Así que en Junín, por tu destacada actuación, te dieron el título de Capitán de Húsares. Simón Bolívar decidió aprovechar el momento y subir a encontrar a Canterac, ya que tenía un ejército compuesto por guachos del Río de la Plata, huasos chilenos, llaneros de Nueva Granada y nuestros morochucos. Las armas fueron los sables, lanzas y la caballería. La batalla fue sangrienta, difícil para los patriotas, pero finalmente los húsares nos llevaron al triunfo. Hace tres años, cuando por trabajo me fui por tierra a Huánuco, pasé por pampas de color dorado rodeadas de montañas y sol ardiente. Me acerqué al Obelisco de Chacamarca para honrar la vida de todos los patriotas que lucharon por la independencia nacional contra los españoles. Con esta batalla se sella la independencia del América del Sur de la Corona Española.

Por estas acciones valerosas, en 2007, fuiste ascendida a generala por decreto del presidente ecuatoriano Rafael Correa. Como sabes, las historias de nuestros países sudamericanos están íntimamente ligadas. Tanto del pasado como del presente. Actualmente en la región tenemos un problema social que nos aqueja a todos, la inseguridad ciudadana. Ayer, saliendo de un colegio al norte de Quito, con escolta y resguardo oficial, un sicario disparó tres veces a Fernando Villavicencio, candidato presidencial y segundo en las encuestas. Murió en la calle, a plena luz del día.

La respuesta del presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, es estar «indignado y consternado» por el crimen, por ello declaró Estado de Emergencia nacional por 60 días y convocó a una reunión de seguridad de urgencia para abordar el hecho. Prometió identificar a los asesinos. Ecuador vive una ola de violencia e inseguridad en las calles y en las cárceles. El mes pasado el alcalde de la ciudad de Manta, Agustín Intriago, uno de los más populares, fue abatido a tiros mientras visitaba una obra donde también murió Ariana Estefanía Chancay, una deportista que se había acercado al funcionario para pedirle una ayuda. Así mismo, Rinder Sánchez, candidato a diputado por la provincia de Esmeraldas, fue baleado cuando cuatro sujetos supuestamente pretendieron robarle su auto y en febrero, dos aspirantes a alcalde murieron en atentados. Julio, con la muerte del alcalde Intriago, coincidió con un nuevo brote de violencia en las cárceles ecuatorianas. Esta se relaciona con la que vivimos aquí en Perú y sabiendo que la región es un solo bloque, debemos preocuparnos por nuestra seguridad interna de manera urgente y eficiente. No basta la preocupación de las autoridades, se necesitan acciones.

No se combate la violencia con más violencia, llevando armas a las calles. Creo que es una lección aprendida desde la década de 1980, ya que ahí primó la inteligencia policial. Ahora hay que sumar la inteligencia y el uso de la tecnología. El crimen organizado siempre va a tener más recursos que el Estado, por eso, tenemos que actuar hoy con los recursos que tenemos para evitar que mueran más inocentes, jóvenes como Ariana Estefanía Chancay, por estar en el lugar equivocado el día equivocado. No podemos permitir que las calles se vuelvan las batallas del siglo XXI y la destrucción del Estado.

 

 

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desafíos actuales, independencia sudamericana, inseguridad ciudadana, reconocimiento histórico, violencia
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