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Opinión archivos | Página 67 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Cuando se promociona al Perú en el extranjero se habla siempre de un país con cinco mil años de historia, con decenas de lenguas originarias, en fin, de un territorio que tiene el raro privilegio de tener varias edades y cosmovisiones a la vez. Todo queda en las vitrinas de la hipocresía y la incoherencia, porque en la práctica, los bienes de los que nos sentimos tan orgullosos son maltratados sin mayor trámite. En tanto, el Ministerio de Cultura sigue pregonando con celo su trabajo en favor de la identidad cultural del país. A este paso, estoy seguro, no quedará ninguna en pie.

Y como esto parece una competencia de necios, el Congreso no se puede quedar atrás y acaba de aprobar una ley que, a manera de obsequio, otorga el nombramiento sin examen a los maestros de escuelas públicas. Adiós meritocracia. ¿Quién sustentó esta deplorable iniciativa? Nada menos que José Luna, sí, uno de los azotes de Sunedu y amo y señor de Telesup, la universidad de siete pisos en fachada y solo cuatro construidos. La educación como simulacro sigue su rumbo triunfal.

Luego de esto cualquier educador o trabajador cultural pensante diría que no se puede caer más bajo. Malas noticias: en educación y cultura en nuestro país al fondo siempre hay sitio. Presupuestos magros, desigualdades humanas y de infraestructura que rozan la infamia, medios de comunicación que en su mayoría no tienen la más mínima voluntad de abordar ningún asunto cultural, escuelas a su suerte, maestros a la suya. Por si acaso no creo en cuotas impuestas, pero ante tal imperio de la idiotez, francamente ganas no faltan.

¿Qué más quisieran hacer, señores del Ejecutivo y el Legislativo? Les propongo, por ejemplo, un impuesto a la lectura, otro a la creación musical y uno más a las danzas. A los artistas plásticos cáiganles con todo. Otra idea coherente con el tamaño de su inteligencia podría ser derrumbar de una vez el requisito de ser Maestro o Doctor para enseñar en una universidad, para emparejar el suelo con las escuelas públicas y terminar con esas molestias que vienen con el intento de hacer un trabajo de calidad y basado en méritos. Dinamiten la gratuidad escolar. ¡Terminen de una vez con la cultura y la educación, nada les falta para lograrlo!

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Congreso, José Luna, meritocracia, Ministerio de Cultura, Telesup

Es una barbaridad que el MEF haya recortado en 60% el presupuesto de las escuelas de Bellas Artes, Ballet Nacional, Artes Dramáticas y de Folklore. En casi todas las democracias avanzadas del mundo, el desarrollo de la cultura es promovido por el Estado de manera activa, porque se entiende que contribuye a la densidad cívica y, por ende, al fortalecimiento de las libertades y finalmente de la democracia. Es una inversión ciudadana.

Acabo de estar en Buenos Aires. En esta ocasión visité tres Centros Culturales, el Borges, el Kirchner y el Recoleta, los tres excelentemente curados, con atención digna de cualquier museo privado, limpieza impecable, atención prolija, gratuitos y, por ende, con gran afluencia de público. Y hablamos de un Estado como el argentino que está prácticamente quebrado.

Al gobierno peruano le sobra el dinero. Los ingresos fiscales del 2022 han marcado récord en la historia presupuestal nacional. Y los del 2023 van en la misma línea. ¿Este gobierno no es capaz de entender la valía cívica que contiene invertir en cultura? ¿Nadie, con dos dedos de frente, los asesora? ¿Nunca han salido del país los responsables del despropósito? ¿No ven cómo y cuánto se invierte en cultura en otros países?

La cultura, por cierto, no es políticamente rentable. Por el contrario, las artes en general son contestatarias y su esencia de libertad las lleva, por lo común, a cuestionar el poder y el orden establecido. Eso podría explicar por qué algunos gobiernos sienten la tentación de quitarles financiamiento y subsidios.

Pero en perspectiva global, es un despropósito que afecta, sobre todo, las posibilidades de que peruanos, y particularmente jóvenes, de escasos recursos accedan a una formación cultural de calidad en un ámbito que, a su vez, es comercialmente muy complicado de sostener.

El MEF debe reconsiderar. Ha declarado ante las críticas que eventualmente ello se podría subsanar a mediados de año, pero ya el perjuicio estaría hecho, porque las proyecciones de las entidades culturales afectadas se manejan con un presupuesto inicial y si éste se ve recortado, muchas actividades se recortarán de antemano.

La vida cultural activa de un pueblo requiere soporte estatal. Ya de por sí el presupuesto que la cultura recibe del Estado peruano es paupérrimo. Constatar por ello su recorte solo genera honda irritación y rechazo.

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Artes Dramáticas, Ballet Nacional, Bellas Artes, Borges, Folklore, Kirchner, MEF, Recoleta

[LA TANA ZURDA] Lo que ha escandalizado a muchos peruanos es que los precios de esas «experiencias» culinarias, que incluyen platos e ingredientes de muchas regiones ecológicas del territorio peruano son exorbitantes. Hay «experiencias» de catorce regiones naturales que llegan a los 1250 soles por persona (la friolera de unos 315 euros o 344 dólares gringos, nada menos). Y eso sin contar los tragos, que fácil llegan a unos 250 dólares extra por persona si se trata de degustar bebidas finas que van bien con los exquisitos y exclusivos platillos que ofrecen los afamados chefs. O sea que para comer y chupar bien en ese sitio hay que desembolsar unos 600 dólares por cabeza.

Aparte de Central, en la lista de los cincuenta mejores restaurantes también entraron Kjolle (de la asimismo consagrada chef Pía León), Maido (de Mitsuharu Tsumura) y Mayta (de Jaime Pesaque). Sobre estos últimos no se ha hecho tanta bulla, o al menos no tanta como el linchamiento mediático (sobre todo a nivel de redes sociales) que se le ha propinado a Central.

Voy a continuar aclarando una cosa: si yo tuviera 600 dólares para una comida, los gastaría preparando una deliciosa carapulcra en casa (me sale muy bien) y armando un fiestón con mis familiares y amigos.

Pero lo de Central es otra cosa. Es para gente que suele buscar sabores exóticos y vivir una «experiencia» cultural lejos de sus países y su aburrida vida cotidiana. En el mundo neoliberal en que vivimos, es obvio que va a haber ricos que pueden darse esos gustos y un 99% de pobres y clasemedieros que no podrán hacerlo. Patalear por esa realidad y rasgarse las vestiduras por la famosa «brecha socio-económica» (ya resulta una perogrullada mencionarla en esos términos setenteros) no cambia absolutamente nada y solo muestra la chatura intelectual de los detractores.

El Perú sigue siendo, quizá más que nunca, un país clasista, racista y de obvias discriminaciones étnicas y lingüísticas. La desnutrición infantil y el dengue andan por las nubes. Para colmo, estamos gobernados por una cuestionable horda congresal que solo acentúa la depredación de nuestro medio ambiente y mantiene la profunda desigualdad dentro de la población.

Que dos chefs como Virgilio Martínez y Pía León hayan desarrollado un producto que hace más complejo el impulso culinario peruano de los años 90 con Gastón Acurio a la cabeza no debería escandalizar a nadie. Son las reglas del capitalismo. Algunos tomarán su reconocimiento internacional como un triunfo de la identidad nacional peruana y se enorgullecerán por ello. Otros rajarán por los precios y la refinada huachafería de algunas de las descripciones de los platillos.

Pero pocos se preguntan si dentro de esos jugosos negocios se cumplen las reglas laborales mínimas, si los cocineros y «mozos» (y mozas) ganan según el prestigio del local y, sobre todo, si los ingredientes (plantas y animales) usados para los raros y exquisitos platos de Central no estarán más bien desapareciendo del horizonte por el calentamiento global, la contaminación medioambiental, la explotación de nuestro campesinado que se ve obligado a migrar y la consiguiente pérdida de saberes milenarios sobre nuestra increíble diversidad biológica.

Hechas estas aclaraciones, insisto en que no gastaría 600 dólares en ir a Central. Pero tampoco pongo el grito en el cielo porque dos chefs hacen su trabajo de manera original, se forran de plata en el camino y, de paso, contribuyen al turismo culinario.

Ya basta de ese socialismo barranquino que se queda en la grasosa salchipapa y el cebichito de tollo y no logra ver más allá de sus tupidas narices (o su insulso paladar). Dejen trabajar a la gente, hagan activismo real por el cambio y a ver si se les ocurre algún plato original la próxima vez que se enfrenten a la sartén.

A crear más y a rajar menos, pues.

 

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carapulcra, Jaime Pesaque, Maido, Pía León, restaurante Central, Virgilio Martínez, William Reed Business Media Ltd

La jugosa última encuesta del IEP trae consigo una pregunta sobre la Constitución y, aunque de manera indirecta, la mentada Asamblea Constituyente. Preguntada la ciudadanía respecto de qué corresponde hacer frente a la actual Constitución del 93, un mayoritario 47% estima que corresponde hacerle algunos cambios; 34% cambiar a una nueva Constitución (estos serían los que encajarían con la solicitud de una Asamblea); y 14% señala que no se debería cambiar nada.

Pese al inmenso desprestigio del Ejecutivo y del Congreso, percibidos como un pacto derechista, no crece el ánimo antisistema de patear el tablero y tirar la actual Constitución por los suelos, para ingresar a una espiral de refundación social, política y económica.

Datos colaterales interesantes: en el sur, la región más levantisca e izquierdista del país, empatan en 43% quienes quieren algunos cambios y quienes optan por un cambio total. Entre quienes se definen de centro -el conglomerado ideológico mayoritario del país- un significativo 54% opta por hacer algunos cambios y un reducido 29% por cambiar toda la Constitución (entre los izquierdistas, claro está, el 48% pide cambio total y el 39% algunos cambios). Otro dato importante: entre los que desaprueban a Boluarte, la mayoría (46%) opta por solo hacerle algunos cambios y 39% por cambios totales, es decir no se está produciendo un trasvase entre el rechazo al statu quo actual y el espíritu de reforma radical.

Es una buena noticia que la narrativa izquierdista referida a la Asamblea Constituyente, que probablemente llevaría al país, de hacerse efectiva, al despeñadero, no logre predominancia. No son los resultados de esta encuesta, suficiente predictores para considerar que el tema está zanjado y que no retomará bríos definitorios en las elecciones presidenciales venideras, pero de por sí es saludable apreciar que la mayoría del país no se lanza a apoyar propuestas radicales.

Es de esperar que esa masa crítica proestablishment se mantenga y permita que el 2026 (o antes, si se adelantan las elecciones), triunfe una opción de centroderecha, sea liberal o conservadora, que emprenda los cambios que hay que hacer, pero en el sentido correcto que nuestra sociedad requiere y que la historia demanda.

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Asamblea Constituyente, Boluarte, centroderecha, IEP

[EN LA ARENA] Tras las dolorosas muertes con las que comenzamos el año, Dina Boluarte empezó a repetir que estaba dispuesta a dialogar. Poco tiempo después dejó de hacerlo. En ese momento, su propuesta llamada “de diálogo” estaba dirigida a los gobernadores regionales con el fin de terminar con las marchas. Pero una cosa es llamar “diálogo” a querer dar órdenes y recibir una respuesta de confirmación y otra muy distinta, realmente dialogar.

Los diálogos, como nos lo enseñaron filósofos, filósofas, dramaturgos y novelistas, no se reducen a cualquier conversación, pues aquello que se diga no puede decirse a cualquier persona, es a alguien que está dispuesto a procesarlo, a metabolizarlo, si se quiere, y que busca que su respuesta también sea recibida de la misma manera por el otro. Es discutir profundamente sobre un tema o una acción, desde aquello que se cree, se piensa, se siente desde como uno es. Es nuestra voz en el sentido público y democrático, es la voz con la que nos identifican, es la voz que reconocemos. Sin llegar a ser un debate donde uno quiere vencer al otro, el diálogo no trata de competir o de lograr un mero acuerdo de negociación puntual. Un diálogo es un intercambio que abre un espacio de escucha, de análisis, de propuestas conjuntas. El diálogo, por tanto, requiere de una confianza mutua.

Este martes, durante la inauguración del “Encuentro Intergubernamental de Preparación ante el Fenómeno de El Niño”, Dina Boluarte se mostró indispuesta ante cualquier posibilidad de dialogar. Y fue directa. Para conseguirlo, desplegó las formas de desconfianza que aún le quedan respecto de la Tercera Toma de Lima y se las comunicó al pueblo peruano, con indiscutible énfasis hacia quienes tenía frente a sí mientras hablaba: sus ministros, altos funcionarios, y los gobernadores regionales, aquellos con quienes nunca dialogó. Cómo confiar en los que protestan o se declaran en huelga, si la Primera y Segunda Toma de Lima, dijo Boluarte, detuvieron el desarrollo del país, estancaron su economía y paralizaron el turismo.

Parece que ante el no poder remitirse al terrorismo (pues las Naciones Unidas ha descrito el término como parte de una retórica hostil, peligrosa y traumática utilizada contra el movimiento de protesta) Boluarte ha empezado a construir una versión alternativa de traición social. Y añade, cómo se puede confiar en peruanos que envían un mensaje “para afuera” en el que se presenta al Perú como un país sin garantías, generador de caos y zozobra. No satisfecha con la desconfianza, reforzó su oposición al diálogo diciendo que había solamente una ruta para conseguir que el país avance. Es suya, y consiste en unirse con el gobierno para resolver los problemas futuros. Una unión en silencio. Así lo dejó de claro cuando al terminar y antes de ponerse de pie, se despidió diciendo: Hechos y no palabras.

La frase latina, muy usada por mandos militares de la antigua Roma, remite a cierta virtud para decidir y actuar con la rapidez necesaria opuesta al diálogo político, que perjudica la urgencia de las acciones, que gasta el tiempo con discusiones que dejan de lado la obligación de decidir. Es por eso una frase que sintetiza el sustento de las dictaduras. En el caso peruano fue Manuel Odría quien la popularizó. Apenas dio el golpe de Estado en 1948, empezó a perseguir a sus oponentes más discursivos, a quienes llamó terroristas: los militantes del Partido Aprista Peruano y del Partido Comunista Peruano. Al año siguiente decretó la suspensión de las garantías individuales y mediante sistemas de vigilancia y tortura, reprimió cualquier cosa que se dijera contra su gobierno hasta 1956. Gracias a los silencios, Odría consiguió acumular grandes propiedades y pactar con Manuel Prado el darle los votos de sus seguidores si no lo investigaba durante su gobierno. Prado ganó feliz. Protegido con el Pacto de Monterrico, como fue llamado ese acuerdo, el silencio sobre la corrupción de Odría hasta hoy nos muestra la otra cara de los Hechos y no palabras. Irónicamente (pobres viejos apristas) Alan García usó la expresión en su campaña del año 2016. Ahora Boluarte se la apropia. Pero en su caso, ya es algo tarde para que los hechos que ha cometido contra su pueblo los consiga silenciar.

 

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HechosyNoPalabras, OdríayBoluarte, TerceraToma

[ENTRE BRUJAS: FEMINISMO, GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS] Cada 28 de junio se celebra el Día del Orgullo LGBTIQ+. Esta es una fecha emblemática que impregna todo el mes de colores, con mensajes de igualdad, justicia, fortaleza, amor y la esperanza de un mundo más humano en donde la libertad de ser, sentir y amar sea reconocida como un derecho.

Esta fecha surge en memoria de los disturbios de Stonewall – Nueva York (1969). Aquel día personas de la diversidad sexual y con una identidad de género diferente a la heteronormativa se manifestaron en contra de la estigmatización, violencia y discriminación, en medio de una redada policial, iniciando así una continua lucha por la defensa de la dignidad y sus derechos humanos.

El día del orgullo se ha convertido en una fecha clave para el movimiento LGBTIQ+ a nivel global, así como para el movimiento feminista y de derechos humanos. Cada vez más personas empatizan con esta lucha, que en realidad es una legítima demanda de dignidad, igualdad y libertad.

La discriminación por orientación sexual e identidad de género no solo lastima, sino mata a miles de personas en el mundo. En nuestro país, la transfobia, la lesbofobia, la bifobia y la homofobia son realidades que no han sido superadas. De hecho, contamos con una legislación completamente restrictiva de los derechos de esta población.

Demandas históricas como la Ley de igualdad de género, el matrimonio igualitario y la adecuada sanción a los crímenes de odio siguen siendo un pendiente. Según la última encuesta del INEI (2017) solo el 40.9% de personas LGBTIQ+ expresan su identidad de género, una inmensa mayoría que llega al 59.1% no lo hace por temor a sufrir una agresión, a perder su familia o a que sus amistades no les brinden apoyo.

Es decir, una gran cantidad de población vive ocultando su verdadero sentir y limitando su derecho a expresarse libremente, vivir sus gustos y afectos.  Según las estadísticas del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP, 2022) del total de casos de violencia atendidos contra personas LGBTIQ+, 46% fueron agredidxs por un familiar. El Ministerio Público en un estudio (2022), reportó que se han identificado entre el 2011 y 2021, 88 muertes dolosas de personas LGBTIQ+, es decir, crímenes de odio hacia esta población.

Una verdadera democracia tiene que tener como pilares fundamentales la libertad, la igualdad y el respeto a la dignidad de todos los seres humanos. Un verdadero Estado democrático es aquel en el que se respetan los derechos de todas las personas sin ninguna distinción, pero, no solo en las normas sino en la vida cotidiana. Estamos aún lejos de ello.

Este sábado 1ro de julio, se realizará en Lima la Marcha del Orgullo LGBTIQ+, con la consigna #OrgulloEsDemocracia. La cita es a las 3:00 pm en el Campo de Marte. Muchas personas iremos de colores para reconocer los derechos de una población tradicionalmente excluida, pero también con la convicción de que en la medida que la igualdad y los derechos de las personas LGBTIQ+ sean reconocidos este será un mundo mejor.

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#LGBTIQ+, bifobia, lesbofobia, transfobia

El ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, es un buen mediocampista defensivo. Es serio y va a evitar cometer tropelías o que el populismo nos meta goles en nuestra propia valla. Pero la situación económica del país requiere de alguien que haga pases en profundidad, que juegue verticalmente y finalmente haga goles.

La desconfianza empresarial y la parálisis de las inversiones privadas es de tal envergadura que este o cualquier gobierno que lo suceda va a necesitar varios goles para calentar la tribuna empresarial.

Majes-Siguas, Chavimochic (hay que cargarle la responsabilidad a Alan García de haberles dado vela en estos megaproyectos a los gobiernos regionales), San Gabán, tranquilizar Las Bambas, Tía María (es irracional la oposición al proyecto), por mencionar algunos ejemplos, es lo que se necesita para que el empresariado vuelva a los niveles de apuesta por el futuro pre-Castillo (ni la pandemia golpeó tanto como el nefasto régimen castillista).

En la última encuesta del IEP, se le pregunta a la ciudadanía cuáles son los principales problemas del país y la respuesta no sorprende: primero, la economía (27%); segundo, la corrupción (25%); tercero, la inseguridad/delincuencia (17%).

Se necesita un shock de inversiones privadas, un sacudón capitalista a la vena, para lograr que la economía vuelva a crecer a niveles históricos recientes (por encima de 3% como mínimo), y de esa manera, que se atempere la inflación, aumente el empleo y, sobre todo, se reduzca la pobreza.

Como bien dijo Miguel Palomino, presidente del Instituto Peruano de Economía: “si ha estado atento a la información económica, sabrá que el Banco Central (BCR) redujo su pronóstico de crecimiento del producto bruto interno (PBI) de 2,6% a 2,2% para este año. A primera instancia, pareciera que no fuera gran cosa reducir algo en 0,4%, hasta que recordamos que esto es el equivalente a perder 4.000 millones de soles, o unos 400 soles al año por hogar”.

Aparentemente, es imposible pensar que Dina Boluarte o Alberto Otárola se animen a replantear el tema económico y eventualmente busquen un ministro más generador de seguridad inversora, pero no por ello se debe dejar de insistir en lo relevante: sin recuperación de la confianza y la inversión privada, no hay crecimiento posible.

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Alberto Otárola, Alex Contreras, BCR, Chavimochic, Dina Boluarte, Las Bambas, Majes-Siguas, Tía María

Las críticas de Keiko Fujimori al gobierno de Dina Boluarte merecieron de la primera mandataria una respuesta modosa, tangencial, que bien valdría la pena, sin embargo, volver a retomar: la de adelantar elecciones, que el fujimorismo congresal se encargó de abortar.

No parece haber otra salida a la crisis. Algunos pensaban que lo mejor era esperar hasta el 2026, para fijar cierta estabilidad en el movedizo tablero político peruano o para que las fuerzas políticas nuevas tengan chance de inscribirse y expresar mejor el sentir ciudadano, que las actuales agrupaciones partidarias, pero la crisis política ha escalado y no solo no genera claridad respecto de su salida sino que sigue afectando enormemente a la actividad económica privada, que no suelta un dólar de inversión mientras subsista la precariedad política.

Un Ejecutivo inerte y un Congreso desmedido, son la fórmula perfecta para el desastre que hoy apreciamos, con ambos poderes del Estado desaprobados por la ciudadanía de manera abrumadora.

Con un adelanto de elecciones se produciría un “reseteo” político que, es verdad, podría llevarnos nuevamente al abismo castillista, pero también a la resurrección de una opción republicana liberal, de centroderecha, que corrija los entuertos que el Perú viene sufriendo desde el 2016, en materia política, y desde el 2000 en materia de reformas estructurales.

Cuando Martín Vizcarra, mucho antes de ser vacado, le ofreció al Congreso aprofujimorista de entonces que se vayan todos y se adelantasen las elecciones, era, claramente, la mejor opción y nos hubiera evitado todos los problemas posteriores (disolución del Congreso, vacancia de Vizcarra, etc.), pero el Legislativo se emperrechinó en sus curules y hoy vemos las consecuencias de ello.

Para ser sincera, la presidenta Boluarte debería no solo soltar una indirecta sino emprender una campaña política y mediática a favor del adelanto de elecciones generales, poner contra las cuerdas al Congreso (aún con los riesgos que eso implica) y que, con el aval mayoritario de la opinión pública -que en algún momento despertará de su letargo y la va a acompañar en ese propósito- logre obligar al poder de la plaza Bolívar a retomar el tema.

No se ve otra salida. El país no aguanta tres años más en esta zozobra sistémica. Es un error mayúsculo pensar que no hay crisis porque no hay convulsión social. El tejido social se está degradando hasta extremos que, mientras más dure el proceso, mayor será su explosión electoral.

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centroderecha, Congreso, Dina Boluarte, Elecciones, Keiko Fuimori, Vizcarra

[EN EL PUNTO DE MIRA] ¿En qué situación surge? Surge, por un lado, en una situación conservadora para la universidad pública. Por ese entonces, en una de las regiones más católicas de Argentina, en la Universidad de Córdova, no estaban actualizados con respecto a lo que se hacía en ciencia y sociedad. Por ese entonces, se encontraba entre las materias de estudio cursos eclesiásticos y de la relación entre el amo y el siervo. ¡Increíble! En materia de derecho y medicina, los estudios no estaban a la vanguardia. Por otro lado, el impulso universitario tiene como correlato el componerse de una nueva clase media, y de hijos de migrantes (con vinculación anarquista), que desean acceder a los beneficios que le otorga una educación universitaria.

¿Por qué escribir sobre dicho acontecimiento hoy? Porque este mes se cumplen 100 años. Muy simbólico para la actual generación de jóvenes universitarios porque fue al año siguiente que en el Perú un grupo importante de jóvenes de la Federación Universitaria de San Marcos -liderado por Victor Raúl Haya de la Torre- impulsaron el movimiento universitario argentino –liderado por Deodoro Roca y Gabriel Del Mazo- para llevar adelante los principios de la reforma universitaria, hasta que se consiguió.

Al año siguiente, en 1920, como producto de uno de los principios de la reforma (como es la extensión universitaria), se crearon las Universidades Populares Gonzales Prada, en la cual se llevó ciencia y conciencia a obreros, empleados, entre otros actores de la sociedad peruana. Fue un tiempo en el que –a pesar de las dictaduras- se formó en democracia y ciudadanía. Fueron los padres de la democracia peruana.

Por estos tiempos, los hijos de la democracia aún podemos apreciar que la gratuidad de la enseñanza aún existe, que el cogobierno de la universidad entre docentes y estudiantes también existe y que también la cátedra libre.

Puede que, hoy, la universidad pública esté en crisis, pero no olvidemos que fue un impulso histórico y necesario. Hagamos un balance de ello para una universidad de calidad y humanista.

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Deodoro Roca, Gabriel Del Mazo, reforma universitaria, Universidad de Córdova, universidad pública, Víctor Raúl Haya de la Torre
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