Opinión

La izquierda latinoamericana ha involucionado y se ha enemistado con los criterios de libre mercado, que son los únicos capaces de asegurar el crecimiento económico y, por ende, la reducción de la pobreza y la disminución de las desigualdades.

En esa tesitura, han conducido a sus países a la pobreza, el estancamiento y, en el peor de los casos, a las dictaduras más desembozadas (es el caso de Nicaragua y Venezuela). El socialismo del siglo XXI ha conllevado al atraso de la región y al debilitamiento corrosivo de la democracia.

El Perú debe mirar con especial atención ese espejo regional y reconvenir sus términos. No dejarse llevar de las narices por grupos minoritarios violentistas y hacer pedagogía ideológica para que el pueblo no se deje sorprender por razones extrapolíticas, como sucedió el 2021, y que nos llevó a una calamidad de la que felizmente nos libramos por obra y gracia de la torpeza castillista.

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Es imprescindible entonces tomar medidas necesarias para contrarrestar la criminalidad y la corrupción. Eso implica un liderazgo político activo para reactivar el Concejo de Seguridad Ciudadana y para llevar el problema a una discusión pública para la toma de medidas claves que cambien la percepción ciudadana de inseguridad. No esperemos que llegue Batman, que es ficción. Pero tengamos en cuenta que puede volver el discurso autoritario que puede ganar una elección y quitar las libertades.

Existe un voto cautivo para este tipo de liderazgos y discursos de mano dura. Ese es uno de los grandes retos del país para reformar las instituciones.

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Si se reacciona morosamente, la tranquilidad relativa de la que se goza volverá a llevarnos a tiempos de agitación y entonces será tarde para preguntarnos por qué pasó ello. Nadie tendrá autoridad moral para darse por sorprendido.

Hay tiempo suficiente hasta el 2026 para retomar el rumbo de las reformas, algunas de ellas, la política y electoral, la macroeconómica, la regionalización, la policial, que hagan que la expectativa del futuro que tienen los peruanos cambie de la valencia negativa que hoy tiene a una positiva, que destierre la desazón que, a pesar de habernos librado de la terrible gestión de Pedro castillo, subsiste. La calma chicha referida debe dar paso a la inestabilidad reformista.

La del estribo: maravilloso reencuentro cinéfilo con clásicos del cine: ¿Quién teme a Virginia Wolf?, con Richard Burton y Elizabeth Taylor, ¿Qué pasó con Baby Jane?, con las extraordinarias Bette Davis y Joan Crawford (feliz coincidencia: en Star Plus dan una serie documental sobre esta película, protagonizada por Susan Sarandon y Jessica Lange, que grafica el odio legendario entre Davis y Crawford), Lo que el viento se llevó, con Vivian Leigh y Clark Gable, Rebelde sin causa, con James Dean y Natalie Wood, Charada, con Audrey Hepburn y Cary Grant, han servido de compensación a la rala emisión de películas que mi proveedor calificado ha tenido. Todo por HBO Max Clásicos.

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La columna vertebral del sonido de Yes, en todas sus etapas, fue el bajista Chris Squire, como puede uno notar desde sus primeras grabaciones -por ejemplo, el inicio de Survival (Yes, 1969) o a la sorprendente línea de bajo del cover de No opportunity necessary, no experience needed (Time and a word, 1970), tema original del trovador negro Richie Havens. Squire, lamentablemente fallecido en el año 2015, a los 67 años, de una extraña forma de leucemia, tenía una presencia sónica y escénica capaz de sostener cada canción del grupo, dando unidad a los desenfrenos instrumentales de Wakeman y Howe, con un sentido de la improvisación y las síncopas poco comunes en esta era del rock. El rotundo tono, medidamente distorsionado, de su bajo Rickenbacker de cuatro cuerdas, y esa increíble habilidad para pasar de notas aisladas, espaciadas, a cascadas de escalas que recorren todo su diapasón sin descanso y sin perder un solo tiempo -por ejemplo en Roundabout– o el contraste de veloces fraseos y pausas que realiza en Heart of the sunrise -escuchar aquí el bajo aislado de Chris Squire, para mayor detalle- basta para dar cuenta de su enorme talento y la importancia de su estilo en la personalidad musical de Yes.

El álbum no es, como pudiera parecer de primera mano, un único concierto registrado de principio a fin. Se trata más bien de una combinación de dos giras diferentes. Las canciones Perpetual change, Long distance runaround y The Fish (Schindleria Praematurus) pertenecen a la gira del disco Fragile, desarrollada entre septiembre de 1971 y marzo de 1972, cuando el baterista del grupo todavía era Bill Bruford. Unos meses después, faltando semanas para comenzar la nueva gira, esta vez para presentar el siguiente disco -Close to the edge-, Bruford renunció a Yes para unirse a King Crimson, la banda liderada por el guitarrista Robert Fripp. En su reemplazo llegó Alan White, de estilo más rudo e intuitivo, quien tuvo que aprenderse tan complicado repertorio en solo tres días. El resto de Yessongs es con White sentado detrás de los tambores, lugar que no abandonaría hasta un año antes de su muerte, ocurrida el año pasado, a los 72 años.

Como ocurre en prácticamente toda su discografía desde 1971, la carátula de Yessongs es una obra del diseñador y artista plástico Roger Dean, creador de mundos fantásticos en los que confluyen formaciones rocosas, volcanes, manantiales de agua clara, cielos limpios, floras espaciales y criaturas de todo tipo, una traducción en imágenes cósmicas de los universos sonoros de Yes. Escuchando temas como Heart of the sunrise o Starship trooper -cuya sección Würm es usada en los créditos finales de Yessongs, la película- es posible dar movimiento a las formas que componen uno de los empaques “más complejos y elaborados que me ha tocado hacer”, en palabras del diseñador. Debido a que se editó como disco triple, Dean decidió armar un cuadríptico que diera continuidad a las carátulas de los dos álbumes previos con cada elemento – Escape, Arrival, Awakening y Pathways- representando la evolución de este ecosistema planetario musicalizado.

Después del Yessongs -que fue un éxito comercial para la banda tanto en Europa como en Estados Unidos, donde fue certificado como Disco de Platino a finales de los noventa por alcanzar el millón de copias vendidas solo en ese país- vino un periodo difícil para la banda, tras la publicación del doble Tales from topographic oceans que, en su momento, ocasionó la indignada renuncia de Rick Wakeman y el primer quiebre de esta formación que volvería a reunirse en dos oportunidades, en el periodo 1977-1979 -que generó los álbumes Going for the one (1977) y Tormato (1978)- y, posteriormente, en 1995-1996, para producir el álbum doble, mitad en vivo y mitad en estudio, Keys to ascension.

Bajo la producción del “sexto integrante” de Yes durante el periodo 1970-1974, Eddie Offord, Yessongs constituye un registro único de lo que estos cinco músicos, entonces por debajo de los treinta años de edad, pudieron lograr en su mejor momento. En el año 2015, el sello Rhino -parte de Warner Music Group, casa matriz de Atlantic Records- lanzó un boxset de catorce discos compactos y vinilos titulado Progeny: Seven shows from Seventy-Two (aquí una sesión de desempacado o “unboxing” de esta colección), que consiste en siete conciertos completos -dos discos por cada uno- realizados entre octubre y noviembre de 1972, de donde se extrajeron las canciones de Yessongs, un álbum que llega a nuestros tiempos con su integridad musical intacta, tan sorprendente como cuando fuera puesto a girar por primera vez en el tornamesa de algún barrio hippie de Londres o New York, hace cincuenta años.

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Todo esto surge luego del asesinato de un miembro del Serenazgo de Surco por parte de un delincuente. Causa indignación lo sucedido, sin duda, pero no podemos dejar de advertir la temeridad irresponsable del sereno que nunca debió atreverse a enfrentar a un sujeto armado, sino que debió darle prudente seguimiento y reportar de inmediato a la policía.

Un hecho lamentable, pero equívoco, ha dado pie a esta ola de populismo punitivo, que a nada bueno conduce. El Estado, en su función básica de proveer seguridad, debe ser uno solo, no un personaje de mil caras. Si no lo hace a cabalidad, pues debe llevarse a cabo una profunda reforma policial para que lo haga, pero no menoscabar sus funciones o generar cuerpos parapoliciales de alto riesgo para la propia seguridad ciudadana.

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La segunda historia a la que me quiero referir es a la del poeta chileno Pablo De Rokha (seudónimo de Carlos Ignacio Díaz de Loyola) y a la mujer que marcó su vida: la poeta Winétt De Rokha (seudónimo de Luisa Anabalón Sanderson). Quisieron las simetrías del destino que nacieran el mismo 1894 y que años más adelante vivieran un amor que osciló entre “la plenitud y la tragedia” (p.259). “A ella –apunta Boccanera– estará dedicada gran parte de los cuarenta libros que escribió De Rokha, donde sucesivas Winétt encarnan la naturaleza, el cosmos, la revolución social” (p,261).

Cito entonces una parte del poema “Círculo”, que le habla a Winétt directamnte: “Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,/ a las caobas llenas de aroma entristecido,/ a las piedras eternas y a las niñas heridas;/ un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,/ y, como un traje obscuro, se te cae el delirio” (p.271).

Hay veinte historias más en cuyas tramas hay algo de aventura, de casualidades necesarias y por supuesto, una cuota enorme de locura y desborde pasional, ingrediente infaltable para que un amor no sea, al menos en la memoria, cualquier amor.

Jorge Boccanera. La pasión de los poetas. Barcelona: Jus/Malpaso. 2022.

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Ante esta situación, es urgente que se tomen medidas para recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y en la democracia. Es necesario que las autoridades asuman su responsabilidad y trabajen para erradicar la corrupción y fortalecer el Estado de derecho. Además, se requiere de un esfuerzo conjunto de la sociedad civil, los medios de comunicación y la academia para promover una cultura de transparencia y participación ciudadana.

Tenemos tres años por delante para lograrlo si no queremos que esa encuesta se vuelva premonitoria y si bien sean otros los nombres, las mismas actitudes detrás de ellos sean las que predominen en una próxima jornada electoral, convirtiendo estos años políticos en un quinquenio también perdido no solo en materia económica.

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Y Tudela tiene razón. Sin embargo, estas no son malas ideas sobre las cuales construir políticas públicas. En corto, el relativismo implica considerar que lo bueno y lo malo depende del contexto, que no hay verdades absolutas; por ejemplo, “matar es malo, a menos sea la única manera de detener a una persona de matar a otra”. Por otro lado, el utilitarismo es diferenciar el bien y del mal en base a las consecuencias, es buscar qué beneficia a la mayor cantidad de personas; por ejemplo, un seguro universal público de salud es resultado del utilitarismo en políticas públicas.

Lejos de ser un enemigo de la razón, el utilitarismo -el enfoque en las consecuencias- es el motor de un centro convincente. Pero para que además de convincente sea popular, necesita encontrar una agenda de políticas públicas construida en base a acciones que sean más útiles para más personas. Necesita estudiar el alcance del impacto de implementarlas. Necesita estudiar a las personas antes de hacer propuestas. Necesita recoger información y calibrar discursos en base a insights de los ciudadanos y sus dificultades. Por supuesto que además de esto, necesita estudiar la experiencia de otros países, leerse cuanto paper de evaluación de impacto encuentre, diseñar pilotos y recoger líneas de base. Es fácil sonar como que sabes de lo que hablas, lo difícil es realmente saber de lo que hablas.

No es un trabajo fácil, si lo fuera lo harían los extremos. Pues vemos que la alternativa a este enfoque en consecuencias es construir discursos en base a las emociones más visibles desde la superficie; como la xenofobia, homofobia, la mano dura y la división entre grupos. La política peruana se merece más que ese trabajo flojo que siempre termina en promesas incumplibles. Nos merecemos un centro que rompa el ciclo político de empeorarlo todo.

Si un político hace el trabajo de entender de verdad a las personas y las consecuencias de las decisiones que toma, será bien difícil que convenzan a la gente que es un ocioso vividor.

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Pero eso no debe significar connivencia con los desaguisados que el gobierno de Boluarte y el premier Otárola vienen cometiendo con fruición digna de encomio. Hace falta que, de parte del centro y la derecha, se tome distancia de ello y se pase eventualmente a una labor opositora responsable. Ser enemigos de la izquierda que quiere bajarse como sea a Boluarte, no debería hacer que se pase por agua tibia todos los errores que el gobierno viene cometiendo.

En particular, esa es una ubicación ideológica que deberían ocupar los nuevos candidatos liberales que están surgiendo y no sumarse al espíritu de la mayoría congresal, de apoyo incondicional. Como se ve en las encuestas, se necesita un liderazgo de derecha que claramente rompa palitos con el desastre de Castillo, pero también con la mala gestión del régimen de Boluarte, que ya merece más de un zamaquón político.

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