Pie Derecho

[PIE DERECHO]  El gradualismo finalmente elegido por el presidente argentino, Javier Milei, lo va a conducir al fracaso en el trazado de los grandes objetivos de sacar a su país del desquiciamiento fiscal y monetario al que el peronismo lo había conducido.

Influenciado negativamente por el macrismo, el equipo económico de Milei no ha optado por el corte radical del populismo precedente sino que ha preferido ir de a pocos (debió, por ejemplo, haber eliminado tajantemente el tipo de cambio oficial, pero no, ha optado tan solo por subirlo aun por debajo de su valor de mercado).

Es inocultable la preocupación que deben albergar los derechistas liberales o libertarios en la región respecto de este cambio de rumbo relativo que viene mostrando Milei. De ser un radical monetarista ha pasado a calcar el gradualismo que ya antes llevó a Mauricio Macri al fracaso absoluto y a la vuelta al poder del peronismo, bajo la figura de Alberto Fernández.

En el caso peruano preocupa doblemente porque supuestamente los resultados económicos positivos que Milei ha anunciado, se suponía que iban a notarse justamente en los momentos previos de la campaña electoral peruana del 2026. Si Milei fracasa, ello va a abonar en favor de las tesis populistas que albergan los candidatos de la izquierda peruana.

Lo bueno, relativamente hablando, es que de acá a dos años va a acabar con pena y nada de gloria el pésimo gobierno de Gabriel Boric en Chile (en ello coincide hasta la izquierda nativa) y Chile es más referencial para la política peruana que Argentina.

En el resto del panorama latinoamericano, salvo la potente influencia del pensamiento Bukele -que irradia a toda la región- no hay ningún líder que convoque esas adhesiones o animadversiones. Lula, el gobernante de la mayor potencia sudamericana, gobierna anodinamente Brasil y ya no es, ni de lejos, el eje referencial que fue en sus gestiones anteriores.

A la postre, lo que nos muestra el patio latinoamericano es que las influencias van a estar mediatizadas entre sí. Ni la izquierda ni la derecha van a poder cosechar electoralmente de ese ámbito y al final del día, serán los propios aciertos y errores políticos que cometan los candidatos locales, en sus campañas, los que determinarán el resultado final. Mal harían en querer construir una vía que utilice modelos regionales como paradigmas absorbentes.

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Argentina, Cambio Gradual, Javier Milei, Panorama Político

[PIE DERECHO]  Sin primarias abiertas, con elección por delegados (cúpulas), con voto preferencial, eliminación de multas, subida de vallas para nuevos partidos y movimientos regionales (5% de adherentes de cada circunscripción electoral), el Congreso se ha tirado abajo lo que de bueno tenía la reforma política establecida en el país, que, a pesar de sus bemoles, aportaba visos de mejoramiento respecto del statu quo previo.

Ahora se ha consagrado una oligarquía partidaria, con todos sus defectos precedentes, permitiendo que se consoliden los vicios que han llevado a la destrucción del sistema de partidos y el consecuente debilitamiento de la democracia. La reforma planteaba bajar la valla para el ingreso, pero filtraba su número con las PASO. Ahora es cancha abierta para que todos los actuales se queden tranquilos mientras se cierra la puerta de ingreso para los nuevos.

El problema es que ya hay como 25 partidos inscritos y eliminados los filtros que podían reducirlos, nos asomaremos a un escenario electoral sumamente fragmentado. Acabo de estar en Chile en un viaje relámpago de inmersión en su realidad social, política y empresarial, y allí se ha acuñado un término para definir la nueva realidad política chilena, que de albergar dos o tres agrupaciones fuertes hoy contiene alrededor de 20 agrupaciones en el Congreso sureño: se habla allí de la “peruanización de la política chilena”.

El Congreso peruano actual se ha convertido en un Atila de la democracia. Es verdad que el Perú no ha gozado, casi nunca en su historia, de una democracia impoluta, siempre hemos tenido una institucionalidad democrática precaria, politizada, maleable, pero la coalición derechista en el Congreso, a la que se suma entusiasta el cerronismo, está degradando a niveles pocas veces visto el espíritu democrático que se esperaría, primero, para que los dos años y medio que le restan a Boluarte se desenvuelvan con ciertos márgenes de salida de la crisis política y, segundo, para que las próximas elecciones se desenvuelvan en el marco de una relativa normalidad.

A eso, lamentablemente, no nos conducimos. Se ahondará la crisis política y las consecuencias de ello serán palpables y se agravarán: desconfianza empresarial, cero inversión, crisis económica y mayor pobreza. Un deterioro social, político y económico generalizado. La estabilidad mediocre que este gobierno ha construido, en todo su esplendor.

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[PIE DERECHO] La ausencia de una narrativa opositora de centro o de derecha respecto del statu quo, es alucinante. Las encuestas señalan que los principales problemas que afectan a los ciudadanos son la inseguridad ciudadana, la corrupción y la crisis económica, materias caras a dicho sector ideológico, pero, más allá de algunos intentos de capturar esa narrativa, no hay mucha carne en el asador opositor (aunque el problema mayor es que el centro y la derecha no sean percibidos como oposición).

Es curioso que los únicos candidatos que hasta ahora tratan de imponer un discurso proseguridad ciudadana sean dos outsiders, como Antauro Humala y Carlos Álvarez. El resto no dice ni pío respecto del tema. Sobre la corrupción, corre solo el líder etnocacerista y sobre alternativas económicas hay una ausencia notable de propuestas, salvo, en alguna medida, las que pergeña, el hoy congresista Carlos Anderson, quien también busca ingresar a las lides presidenciales.

No transitamos por una crisis como la argentina (más bien, es muy parecida a la chilena), y en esa medida se acota la posibilidad de que un discurso como el de Javier Milei, prenda en el Perú, más allá de la influencia que pueda tener sobre algunos círculos libertarios en el país, la eventual repercusión que tendría si le va bien y la clara influencia respecto de la viabilidad de decir las cosas claras, sin tapujos, en dicha materia y cosechar electoralmente sin sobresaltos.

Es, más bien, la figura de alguien como Nayib Bukele quien asoma como referente que la ciudadanía podría atender. El impacto de su política de seguridad ciudadana trasciende los eventuales riesgos autoritarios que su gestión anticipa. Lo más probable es que su intento de reelección llegue a niveles altísimos de votación.

No es casual que en el Latinobarómetro, El Salvador sea el país con mayor satisfacción por la democracia (64% versus 8% del Perú) o que ante la pregunta de si se gobierna para beneficio de unos pocos, en el país centroamericano apenas el 20% lo considere así, mientras que en el caso peruano ese porcentaje llegue a un impresionante 90%.

Puede haber una mezcla de bukelización o mileización de la política peruana en los próximos años. Ambas narrativas propicias para la centroderecha y la derecha peruanas, pero lamentablemente, andan fungiendo de comparsas de un gobierno mediocre como el de Dina Boluarte, lo cual les va a pasar enorme factura el 2026.

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[PIE DERECHO] Un Congreso con 7% de aprobación, es decir, absolutamente sin legitimidad representativa, pretende, al amparo de la circunstancialidad de contar con los votos para hacerlo, aprobar una andanada de despropósitos en los plenos que efectuará desde hoy hasta el viernes.

Desde la probable destitución arbitraria de los integrantes de la Junta Nacional de Justicia, pasando por la eliminación de las PASO, el debilitamiento de la colaboración eficaz, de la extinción de dominio, la creación de una comisión para “reformar” el sistema interamericano de derechos humanos, la suspensión del financiamiento del Perú a la OEA, el bachillerato automático hasta el 2024, hasta brindarle una segunda oportunidad a universidades no licenciadas.

Una lista de insensateces que solo se explican por el regocijo del poder que siente la coalición derechista del Congreso, en algunos casos con el apoyo de la bancada de Perú Libre, que no solo dañará aún más el nivel de descrédito que adolece el Legislativo, sino que ejercerá un impacto tremendo en las posibilidades electorales de, justamente, la derecha en general (aún la no congresal), dada la identificación popular de que nos gobierna una alianza derechista entre el Ejecutivo y el Congreso, dos poderes del Estado con un inmenso rechazo ciudadano.

El Congreso se esmera en construir el escenario político propicio para que sea la izquierda, que debería pagar las consecuencias de su inefable apoyo al desgraciado gobierno de Pedro Castillo, y que hoy, gracias a cosas como las que citamos en esta columna, aprovechan las circunstancia para presentarse como virginal alternativa política.

No hay conciencia, al parecer, en el Parlamento, del inmenso bolsón antiestablishment que se está larvando y que amenaza con hacer volar por los aires el statu quo, y la relativa normalidad política, económica y social que hemos vivido los últimos 25 años. Es un Congreso cuasi inimputable que le hace mucho daño al país y, sobre todo, a las perspectivas futuras de la república democrática.

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Congreso, Decisiones Polémicas, Democracia, Legitimidad, Sistema Electoral

SANTIAGO.- Cuando en una visita fugaz, pero nutritiva, a Chile, uno descubre que la informalidad en nuestro vecino sureño es del 27% y que eso les preocupa al sector empresarial y académico, no puede dejar de asombrarse de que después del estallido social del 2019 -que cambió el país para mal en todo sentido-, la fortaleza institucional chilena siga siendo envidiable.

Hay malestar en el sector inversor por la falta de confianza y, por ende, de inversión privada -como sucede en el Perú-, pero al mismo tiempo hay claridad de que la energía que se ponga en las protestas gremiales no puede saltarse a la garrocha la institucionalidad oficial del país.

Un país gobernado por la improvisación supina de Gabriel Boric, logra sobreponerse porque mantiene incólumes los pilares institucionales que le otorgaron décadas de progreso ininterrumpidos.

El propio Boric ha tenido que pisar tierra. De sentirse una suerte de Che Guevara reencarnado, llamado a tareas políticas trascendentes, ha debido reconvenir en que necesita convencer al centro del país para poder gobernar (por ello, dicho sea de paso, su reciente viaje a la asunción de mando de su antípoda Javier Milei en Argentina, a sabiendas de que no hacerlo hubiera despertado las furias del sector mayoritario de la opinión pública chilena).

No hay manera de pronosticar cuál va a ser el resultado del plebiscito constitucional de este domingo respecto del texto esta vez aprobado por la derecha chilena. Lo más probable es que se rechace, con lo cual se mantendría el statu quo. Boric no tiene salida victoriosa, sin embargo. Si se aprueba la reforma, pierde y si no se aprueba, también pierde, porque mantendría vigencia la Constitución de Pinochet (así considerada, a pesar de que ha merecido ya infinidad de cambios durante los diferentes gobiernos de la transición).

Hoy los problemas chilenos son muy parecidos a los del Perú. Encabeza la lista la inseguridad ciudadana y la sensación compartida de que el gobierno no sabe qué hacer al respecto. La ola delincuencial que sacude al país del sur es inédita en su historia republicana y genera, como es previsible, un impacto social que, entre otras consecuencias, produce cierta inmovilización política ciudadana o un menoscabo de la valía de las protestas, sobre todo si son violentas. Mucho por ver y mucho por aprender de las experiencias chilenas.

 

 

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Chile, Estallido Social, Gabriel Boric, Informalidad, Inversión, seguridad ciudadana

[PIE DERECHO]  Haría bien la coalición derechista en empezar a marcar mayor distancia respecto del gobierno. No basta, por si acaso lo creyesen así, con la censura al ministro del Interior, Vicente Romero.

El fujimorismo ahora anda embelesado con Palacio por el allanamiento del Ejecutivo al indulto a Alberto Fujimori dispuesto por el Tribunal Constitucional en desacato de una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero bajo la perspectiva de su propio interés político -que es el que, imaginamos, predomina en el gabinete allegado a Keiko Fujimori-, la juntura es tóxica.

Peor aún si se toma en cuenta la aprobación del Congreso, aún menor que la de la presidenta (apenas 7%). Se entenderá que el pacto tácito entre ambos poderes del Estado, percibidos por los sectores populares como una alianza derechista, destroza y corroe las posibilidades políticas futuras de las canteras centroderechistas del país. De poco sirve que algunos congresistas aislados de este sector se empeñen en tomar la distancia crítica debida respecto de un gobierno tan mediocre y pusilánime (como lo hemos dicho, después del de Castillo, este es el peor gobierno desde el 2000 en adelante).

Según la última encuesta de Datum, publicada en El Comercio este domingo, Dina Boluarte tiene 9% de aprobación, la más baja desde que inició su mandato. Y en el sur llega apenas a 5%. Hasta un expresidente tan lerdo como Kuczynski ha salido a aconsejarle al gobierno que emprenda una cruzada en el sur andino para recuperar la legitimidad perdida. Y, descontado está, el Ejecutivo no va a hacer nada al respecto.

No se puede esperar otra cosa de este gobierno, que no sean acciones destinadas únicamente a sobrevivir hasta el 2026. Ese es su norte, su motor y motivo. No va, por ende, a recuperar niveles de aprobación ciudadana. Que las fuerzas de derecha en el Congreso la apoyen tan pasivamente, es un craso error que le va a pasar factura a todo el segmento ideológico de esa laya en los próximos comicios generales.

En tanto la derecha pierda las banderas de la oposición, se las entrega en bandeja a una izquierda corresponsable del desastre -por su complacencia con el nefasto y corrupto régimen de Castillo-, pero que ahora se presenta como virginal oposición.

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Aprobación ciudadana, Coalición derechista, elecciones generales, futuro político

[PIE DERECHO] Hoy asume el libertario Javier Milei en Argentina, concluyendo una meteórica carrera, que en pocos años lo llevó a derrotar a ese animal político llamado peronismo, que es casi un lugar común en el país de los asados, el fútbol y el buen teatro.

Es verdad que ha debido acotar en cierta medida algunos de sus planteamientos originales, pero los centrales, vinculados al arreglo del desastre económico dejado por la gestión del peronista Alberto Fernández, se mantienen en pie, como lo demuestra el equipo de gobierno ya anunciado.

Hay expectativa mundial por lo que Milei pueda hacer. De hecho, el resultado de su gestión tendrá impacto político en la región. Si tiene éxito irradiará su mensaje en un continente preñado de populismos izquierdistas, contrarios a la prédica del excéntrico gobernante -desde hoy- de la Casa Rosada.

Si así ocurriera, habrá dos faros políticos que ya muchos en la región enarbolan: Bukele y Milei. Serán lo que fue Fujimori en los 90. Cuando en esa década uno viajaba a otros países de la región, muchos políticos, empresarios y periodistas decían “cómo no tenemos un Fujimori en nuestro país”.

Los casos contrarios: López Obrador, Petro, Lula o Boric -para no hablar de los desmanes autoritarios de Maduro u Ortega, descontando el caso de Cuba, que ya no es referente en ningún sentido-, no despiertan el sentido de emulación que sí convocan los mencionados presidentes de El Salvador y Argentina, por los temas de seguridad ciudadana, el primero, y el manejo económico, el segundo.

Si Milei lo hace bien, tendrá tiempo de remontar la inflación y recesión que inicialmente producirá el ajuste y empezar a cosechar los frutos justo en los momentos previos a la elección peruana. No será un factor determinante, claro está, pero al menos alentará a muchos políticos peruanos a entender que las propuestas económicas liberales no tienen por qué esconderse, sino que pueden resultar hasta electoralmente atractivas. Quizás allí radicará el mayor impacto de un gobierno exitoso del economista argentino.

La del estribo: hay que saludar una feliz ruptura de la mala tradición del teatro peruano de prácticamente paralizar funciones durante el verano, con el anunciado estreno de La Doctora, en el Teatro La Plaza. Con la dirección de Urpi Gibbons, y actuaciones estelares de Diana Quijano -quien vuelve a las tablas peruanas después de un buen tiempo-, Magali Bolívar, Augusto Mazzarelli, Ebelin Ortiz, Gabriela Velásquez y otros, va desde el 18 de enero hasta mediados de marzo. Entradas en Joinnus.

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Argentina, Impacto regional, Javier Milei, Liberalismo, peronismo

[PIE DERECHO] Está a punto de inscribirse el partido de Antauro Humala y reaparecen las naturales inquietudes de un sector importante de la sociedad respecto de qué reales posibilidades de alcanzar el poder tenga un sujeto tan disruptivo y díscolo como el líder etnocacerista.

En un reciente discurso a sus seguidores ofreció cumplir dos grandes objetivos de llegar al poder: recuperar Arica y Tarapacá, y enviar un comando de etnocaceristas a secuestrar al rey de España y utilizarlo para desagraviar los saqueos de la Conquista (¿?). Ese es el estándar narrativo del excéntrico potencial candidato.

Tuvo un traspiés cuando apoyó la asunción de Dina Boluarte, al amparo de la realpolitik, pero que fue malentendido por sus propias bases socioelectorales que repudiaron ese hecho y que, más bien, no respaldara al vacado Castillo (hasta ahora un sector el sur andino no lo ve con buenos ojos por esa razón).

Pero el ánimo predominante antiestablishment en la sociedad peruana -expresado en sinfín de encuestas respecto del malestar por la democracia, el modelo económico, la propia idea del país, los grupos sociales dominantes, etc.-, llevan a pensar que la izquierda radical ha recuperado presencia en el país, luego de haberse casi suicidado por su labor de comparsa del nefasto régimen de Castillo.

Antauro Humala, Guido Bellido y hasta el propio Aníbal Torres -según una conocida encuestadora- asoman en el horizonte. Los aventaja Humala porque es más disruptivo y antiestablishment, tiene una épica propia (entre el locumbazo y el andahuaylazo le suman, por más que el primero haya tenido mucho de sainete, y lo segundo haya sido un delito que fue el que lo llevó a prisión tantos años).

Es un personaje inteligente, elocuente, políticamente culto, exmilitar, combatió a Sendero, astuto, por más desenfocado o desencajado que se muestre, con regularidad que ya parece premeditada. Cometerían un grave error el centro y la derecha si lo subestiman por su excentricidad. Despejado el camino, en la izquierda, de la centroizquierda o de líderes como Verónika Mendoza, absolutamente desprestigiada, reaparecerán con fuerza sucedáneos de Pedro Castillo, en cuanto a su carácter de outsider.

Antauro Humala es un viejo conocido en el proscenio político peruano, pero la virulencia de sus opiniones y la narrativa fuera de la caja que exhibe, lo colocan en lugar expectante para recoger la furia popular que la crisis política, social y económica vienen labrando.

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[PIE DERECHO] Más allá de los cuestionamientos legítimos al modo de haber procedido con el indulto a Alberto Fujimori, que ya hemos planteado en esta columna, la pregunta de rigor es qué implicancias va a tener en el ámbito político y eventualmente electoral.

Por lo pronto, queda claro que el indulto, por más pronunciamientos de la Corte Interamericana que hayan, no va a mover la aguja del gobierno, más interesado en mantener sus relaciones políticas con la bancada fujimorista y las de derecha en paz suficiente, como para asegurar la permanencia de la presidenta hasta el 2026.

¿La salida de Alberto Fujimori reactivará el kraken antifujimorista? Sí, sin duda, pero a despecho de ello, ya era un monstruo políticamente debilitado, que no impidió que Keiko Fujimori estuviera a punto de ganar las elecciones tres veces y que, en la última ocasión, más que haber sido el factor determinante, lo fuera el voto antiestablishment de Pedro Castillo, el mismo que lo encumbró al poder.

A Fujimori padre, más lo recuerdan en los sectores populares por haber derrotado al terrorismo, por haber sacado al país de la mega crisis económica de los 80 y por la inmensa red de micro obras que desperdigó por todo el territorio nacional. El pasivo de la corrupción ha sido diluido por la hallada a todos los presidentes de la transición y el de los derechos humanos ya ha demostrado no ser eficaz electoralmente (si no, no hubiérase votado por Ollanta Humala, y hasta la izquierda lo hizo sin remilgos, a pesar de las denuncias de Madre Mía).

Es un bonus track para Keiko la libertad de su padre, más aún teniendo en cuenta que lo más probable es que luego de período de silencio estratégico, el exgobernante decida participar desde fuera (no va a ser candidato a nada, suponemos) en la campaña venidera.

Así se entiende, de paso, la histérica reacción de algunos operadores de López Aliaga, contra el indulto, producto de que el burgomaestre limeño se veía ya como el único representante de la derecha en las elecciones del 2026, y este probable upgrade de Keiko Fujimori lo coloca nuevamente en lugar secundario.

Al alimón, esta situación cambia o acota el escenario probable, al que nos encaminábamos a paso firme, de tener una definición electoral entre dos candidatos de izquierda radical, dada la pasmosa fragmentación del centro y la derecha. Por lo pronto, es más probable que la derecha se realinee, que haya aglomeraciones del amplio espectro fujimorista bajo la invocación del padre fundador, y que Keiko Fujimori, salvo que haya sorpresas imprevistas (como que a su progenitor se le ocurra irse del país), se vuelva a recolocar en el partidor protagónico.

 

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