Pie Derecho

Hay responsabilidad, sin duda, de este gobierno en los resultados económicos y en la escalada de inseguridad ciudadana -dos temas que suponen actos ejecutivos directos-, pero también es cierto -como subraya hoy el premier Otárola en entrevista de Milagros Leiva en El Comercio– que gran parte de los problemas que hoy enfrenta el país se deben a la nefasta gestión de Pedro Castillo en el año y medio que estuvo sentado en Palacio.

Castillo destruyó la confianza empresarial y ciudadana (se desplomó la inversión privada y se fueron del país casi medio millón de peruanos), colapsó al Estado, deshizo la tecnocracia eficaz en buena parte de las instituciones públicas y se dedicó a robar y permitir que lo hicieran todos sus allegados.

Ese es el balance de la gestión de la izquierda en el ejercicio del poder. Nada bueno que rescatar, absolutamente nada. Como bien recuerda Otárola, citando a Ollanta Humala, la izquierda no sabe gobernar. Y lo ha demostrado fehacientemente en las dos gestiones recientes que ha tenido (Pedro Castillo y Susana Villarán) y en otra más lejana (el primer gobierno de Alan García).

Nos libramos de una desgracia, merced al golpe psicótico del 7 de diciembre del 2022, que Castillo hizo confiado en que las Fuerzas Armadas lo iban a respaldar (algún día saldrá a la luz quién lo convenció de ello: debe asumir su corresponsabilidad en el fallido golpe).

Hoy estamos mal, pero hubiéramos estado infinitamente peor si Castillo hubiera seguido en la Presidencia de la República. Él y su recua de ganapanes corruptos e ineficientes. Ahora transitamos por una estabilidad mediocre, pero hemos salido del desastre cotidiano que suponía tener al corrupto de siete suelas que resultó siendo el maestro chotano.

La caída de Castillo, sin embargo, ha servido para que la izquierda cómplice de su gestión se lave la cara y hoy se muestre como virginal oposición al gobierno de Dina Boluarte. Habrá que hacer acto permanente de memoria cívica para que el pueblo no olvide que la izquierda plena se sumó de comparsa a la ineficaz y corrupta gestión de Castillo y no renunció jamás a las migajas de poder que se le ofrecían, ni aun cuando ya se conocían las trapacerías que se cometían en las esferas palaciegas.

La del estribo: hoy a disfrutar del buen teatro peruano, con una obra que promete: El hombre que corrompió a una ciudad, basada en la novela de Mark Twain. Bajo la dirección de Mateo Chiarella, convoca a un elenco formidable. Participan Alfonso Santisteban, Haydeé Cáceres, Alberto Isola, Luis Peirano, Víctor Prada, Celeste Viale, Milena Alva, Ricardo Velásquez, Graciela Paola, Augusto Mazarelli, entre muchos otros. Una megaobra en el flamante auditorio Nos del Centro Cultural de la PUCP. Entradas a la venta en la propia web institucional.

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Ayer publicamos un informe sobre la maravillosa experiencia de Proinnóvate, entidad a cargo del Ministerio de la Producción, que ha logrado éxitos notables en apoyo de la pequeña y microempresa, incorporando innovación y, sobre todo, el concurso efectivo de la academia (de lo cual se habla mucho, pero no se hace nada).

Es menester mencionar el nombre de Alejandro Afuso, un tecnócrata de primer nivel mundial, director ejecutivo de Proinnóvate, con gran experiencia en el sector público y que es prominente funcionario, a quien organismos como el BID o el Banco Mundial siguen en sus proyectos, a sabiendas de su excelencia profesional.

Lo que ha logrado con Proinnóvate es de quitarse el sombrero. Equivalente a su extraordinaria labor como director de Foncodes en la década de los 90. Fue tan eficiente en su tarea que alguien como Julio Cotler llegó a decir que Afuso le había arrebatado las banderas de la lucha social a la izquierda. Lastimosamente, fue retirado del cargo y Foncodes fue malversado y hoy en día, que sería de inmensa utilidad para afrontar el fenómeno del Niño, está prácticamente abandonado y a punto de desaparecer.

En un país como el Perú es casi imposible encontrar islas de excelencia en la administración pública. Antes las había varias, hoy, con la pauperización terrible que perpetró el régimen de Castillo, quedan muy pocas. Haría bien el gobierno de Dina Boluarte y en particular la ministra Ana María Choquehuanca en mirar el caso de Proinnóvate con atención, que allí está la clave para que remiende el fallido Estado peruano.

Es políticamente inviable esperar que un gobierno tan precario, sin respaldo ciudadano y sin oxígeno político, como el de Boluarte, emprenda reformas mayores, como lo sería la reforma del Estado, pero lo que sí se le puede exigir es que al menos mantenga incólumes los nichos en los que el Estado peruano actúa con solvencia, como es el caso de la institución que referimos. De allí puede sacar buenos ejemplos de cómo actuar en otras instituciones que andan a la deriva y sin atinar a funcionar ejecutivamente, gastando lo que tienen que gastar y haciéndolo en lo que se debe y no en planillas doradas o burócratas inútiles, como suele suceder habitualmente en el Estado peruano.

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Alejandro Afuso, Innovación, Pequeñas empresas, Proinnóvate

La irracionalidad política antifujimorista ha intentado menoscabar un logro geopolítico histórico para el Perú como la firma del acuerdo de paz con Ecuador, que acaba de cumplir 25 años, la misma que se logró en base a la tozudez bienvenida del expresidente Alberto Fujimori y la sapiencia e inteligencia del entonces canciller Fernando de Trazegnies.

Antes de ello, todos los eneros se producían escaramuzas en la frontera norte y a veces escalaban en conflictos, como en el caso del segundo gobierno de Belaunde, con el incidente del llamado “falso Paquisha”, en 1981, o más intensamente durante el régimen fujimorista en el conflicto del Cenepa, en 1995, guerra que, crudamente, debemos admitir que perdimos y que solo se suspendió luego de una jugada psicosocial brillante, la de exponer la flotilla de los MIG 29 comprada -hoy se sabe corruptamente- a Bielorrusia, que asustó a los militares ecuatorianos.

Difíciles negociaciones diplomáticas condujeron al acuerdo de Itamaraty, que mantuvo a salvo las fronteras originales, cediéndose tan solo el espacio simbólico de Tiwinza, que tanta alharaca “nacionalista” despertó en la izquierda tradicional peruana, la misma que hoy saliva por una desmembración del sur andino y la constitución de una república aymara.

La salida del horror inflacionario, la reinserción del Perú al mundo, la destrucción del Estado paquidérmico que sufríamos, la derrota del terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA y la paz con el Ecuador, son los grandes logros nacionales conquistados durante la década de los 90, que el Perú hace mal en no rememorar con orgullo. Y no lo hace por los odios antifumoristas que ya hace rato dejaron de ser un síntoma de vitalidad democrática para convertirse en un lastre que atrapa al país en el estancamiento político.

Sumando exportaciones e importaciones, el comercio con el Ecuador se ha multiplicado por 11 veces desde la firma del acuerdo (las exportaciones han pasado de 80 a 1304 millones de dólares y las importaciones de 118 a 934). Indudablemente, el crecimiento de la economía peruana (que exporta nuevos productos e importa más) tiene mucho que ver, pero entre países que se detestan la posibilidad de que el comercio crezca es menor que entre países que tienen excelentes relaciones. Nuestras exportaciones pesaban 1.2%, ahora pesan 2.0% (y eso es importante considerando cómo han crecido las exportaciones mineras a China y otros países).

Ha hecho muy bien la presidenta Boluarte en resaltar el hecho invitando y condecorando al mandatario ecuatoriano, Guillermo Lasso. Desprendida de prejuicios, reconoce un triunfo diplomático bilateral, pero que tiene una connotación política que suma a los activos fujimoristas y que la historia no puede esconder bajo tierra.

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acuerdo de Itamaraty, economía peruana, Ecuador, negociaciones diplomáticas

Mientras los portavoces tradicionales y nuevos del centro y la derecha peruanos sigan creyendo que hacer política es lanzar mensajes en twitter o posts en Facebook, dar entrevistas en RPP, canal N o Willax y alguna declaración a un medio escrito, serán desbordados por la izquierda radical o por algún outsider que aparezca (véase con atención la incursión en política, anunciada en Sudaca por Carlos Álvarez, quien dedica buena parte de su tiempo a recorrer el país y es ultraconocido presencialmente).

La visita concreta tiene un impacto mayúsculo acá y en cualquier país del mundo. Acaba de suceder en Argentina. Milei barrió en las PASO en varias provincias, pero las descuidó, no las volvió a visitar y permitió que el peronismo hiciera campaña intensa allí, y en la primera vuelta se le fueron los votos (es una, entre otras, de las razones del triunfo inesperado del peronista Massa).

Es una tarea, además, que requiere de larga duración. No se recorre el Perú en tres meses. Es un axioma gastado y anacrónico aquella máxima de que los candidatos deben hacer campañas cortas y de último minuto para evitar ser avasallados por la crítica. Hay que asomar cabeza con antelación. Eso es lo que manda la coyuntura actual.

Muchos candidatos con los que hemos conversado acusan al empresariado de no brindarles ningún apoyo y que realizar visitas al interior del país cuesta dinero y mucho, que no es tan fácil. Puede ser una razón válida, pero no se necesita organizar grandes mítines, sino simplemente visitar los lugares elegidos, caminarlos, ir a mercados, hablar con la prensa de la zona, reunirse con líderes locales, etc. Eso es pasaje, hotel y viáticos, no es más. Si ya no les alcanza ni para eso, bueno habría que preguntarles cómo pensaban hacer campaña.

Y en particular, lo que la centroderecha necesita es ganar presencia en el sur andino, que de otro modo se va a volcar masivamente hacia la izquierda radical. Ya lo hemos dicho. El sur andino representa el 18% del electorado nacional. Si la izquierda radical obtiene en primera vuelta del 2026 lo mismo que obtuvo en la segunda vuelta del 2021 (más del 80%), ya allí nomás tendrá el 15% de la votación nacional asegurada y un fijo pase a la segunda vuelta.

Hay terror, sin embargo, de los candidatos de centroderecha de visitar una plaza adversa. Y el miedo en política se nota. El arrojo rinde frutos y eso es lo que está, hasta el momento, ausente en los más de veinte candidatos de este sector del espectro ideológico, que a punta de apatía van cavando su propia tumba electoral.

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Carlos Alvarez, El sur andino, Izquierda Radical, la derecha

Lima se encuentra entre las 20 ciudades más peligrosas del mundo, según reporte de Global Index. Supera, inclusive, a Tijuana, la ciudad símbolo del descontrol delincuencial por la influencia predominante del narcotráfico.

Ha fracasado el plan Boluarte, sin ambages. Los estados de emergencia decretados en varios distritos de la capital y del país no han hecho que disminuya un ápice la ola delictiva de asaltos, asesinatos y extorsiones, la nueva plaga que asola nuestro país.

El reporte en mención solo ha estudiado Lima. Si lo hubiera hecho en otras ciudades del país, seguramente más de una ciudad peruana ingresaría al top 20 que ha sido publicado, porque si la delincuencia es un problema creciente en la capital peruana, lo es ya crónico en otras zonas del país, dominadas por la delincuencia.

Son tres cosas las que debe y puede enfrentar un gobierno tan precario como éste: la crisis económica, la prevención contra el Niño y la lucha contra la inseguridad ciudadana. Ninguna de las tres las acomete con eficiencia.

No se está poniendo en su justa dimensión, el impacto político de la inseguridad ciudadana. Al representar una falla básica del Estado, alienta a la ciudadanía a buscar fórmulas políticas fuera de la caja, antisistema. Cada celular robado (y se roban cinco mil al día en el país) es un voto potencial para cualquier candidato disruptivo.

Lo que se quiebra, con el crecimiento de la inseguridad ciudadana, es el Estado de Derecho y se alienta el discurso autoritario de la mano dura, emparentado con las opciones más radicales en el escenario político actual.

Estamos haciendo todo lo posible para que el 2026 surja un candidato antiestablishment. Después, no nos sorprendamos de lo que aparezca. Los medios hacen caja de resonancia de los delitos, los empresarios actúan como si con ellos no fuera, los precandidatos políticos -salvo honrosas excepciones- no hacen de este tema un eje central de su narrativa. Le están dejando el terreno vacío para quien quiera convertir ese estado de pánico social y de legítima indignación, en munición electoral potente e irrebatible.

 

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Candidatos antisistema, Delincuencia en Lima, elecciones 2026, inseguridad ciudadana

“Hay cuatro tipo de países en el mundo: los países desarrollados, los países no desarrollados, Japón y Argentina”, decía con ironía Simon Kuznets, premio Nobel de Economía en 1971.

Aludía con ello a la particularidad de la nación del Plata y que traemos a colación luego del sorpresivo resultado electoral de este domingo, que le dio el triunfo en primera vuelta al peronista Sergio Massa, cuando muchos especulaban con el triunfo en ella, del ultralibertario Javier Milei.

Milei se equivocó luego de las PASO, las primarias, en las que obtuvo un triunfo contundente, y pensó que la tenía fácil para la elección real, no cejando, por ende, en su estilo disruptivo y beligerante, intransigente y agresivo. A la postre, causó miedo y ello fue aprovechado por Massa, quien dedicó su campaña a generar susto respecto de las propuestas de Milei (”el pasaje en bus, que cuesta 50 pesos va a costar 700 si gana Milei”, por ejemplo), y frente a ello, el candidato de La Libertad Avanza, en lugar de refutarlo, respondía con mayor virulencia.

Si uno quiere cambiar el modo de pensar de una nación, como Argentina, es correcto patear puertas y romper vidrios, porque no hay otra manera de remontar un río caudaloso como es el pensamiento peronista arraigado en la sociedad argentina, pero si se quiere ganar una elección hay que ser más centrado e inteligente con la administración de la mesura.

Si se quiere irrumpir en un escenario bipartidista y ser protagonista partiendo de la nada, está bueno ser radical y disruptivo (Milei en dos años ha logrado gran resonancia política, al extremo de aspirar aún a hacerse de la presidencia de la República), pero si se quiere ganar una elección se debe invocar al centro.

Ya Milei ganó la batalla cultural al imponer una narrativa liberal en un país inclinado al intervencionismo estatal. Así no gane en la segunda vuelta, ha logrado asentar un discurso que no se había escuchado nunca en Argentina y seguramente, de ganar Massa, lo obligará a aplicar algunas de las medidas propuestas por el candidato de La Libertad Avanza, más aún con la presión legislativa que va a aplicar. Pero si quiere ganar la batalla política pendiente, tiene que moderar su discurso, su estilo y apuntar al electorado tradicional argentino (el sindicalizado, el receptor de subsidios -casi la mitad de la población- el provinciano que lo votó masivamente en las PASO y luego regresó al peronismo).

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Argentina, Intervencionismo estatal, Milei., Resultado Electoral

Contra los pronósticos de todos los analistas políticos argentinos y las expectativas de la propia población, el peronista Sergio Massa encabezó la primera vuelta con alrededor del 36% de la votación, dejando en segundo lugar a Javier Milei, con cerca del 31%, con quien disputará la segunda vuelta el próximo 19 de noviembre.

¿Cómo han podido votar millones de argentinos por quien fuera ministro de Economía y responsable directo del desastre inflacionario que hoy azota el país?, es lo que muchos desde la derecha se preguntan. Pero es Argentina, y el peronismo sigue siendo un instinto nacional, que actúa más allá de la racionalidad. Como dijo Pepe Mujica, ese animal existe y se llama peronismo.

Muchos dan por sentado el triunfo final de Milei porque consideran que los votantes de quien quedó tercera, la macrista Patricia Bullrich, se irán por el candidato de La Libertad Avanza, pero el panorama es más complejo. La decisión final va a estar entre los radicales, que esta vez fueron de la mano con la candidata de Juntos por el Cambio, pero algunos de sus líderes históricos ya salieron a indicar, después de conocerse los resultados, que no votarán por Milei de ninguna manera.

Otros piensan, entre ellos el propio Milei, según declaró a Radio Mitre después de saberse que irán a balotaje, que los radicales ya votaron por Massa en la primera vuelta y esta “traición” es la que explicaría el ascenso en el último tramo del peronista y el descenso de Bullrich. Si así fuera y el íntegro de los votantes antikirchneristas de Juntos por el Cambio deriva a Milei éste tendría asegurado el triunfo.

De acuerdo a los discursos de Massa y de Milei antes sus seguidores anoche, el primero optará por el perfil del gobierno de unidad nacional, invocando abiertamente la adhesión radical, y el segundo lo hará por la exacerbación del antikirchnerismo, que es claramente un factor aglutinante en Argentina.

Elecciones complejas en medio de una situación económica cada vez más insoportable, signan la definición electoral argentina, donde si no fuera por los miedos que se encargó de auspiciar el propio Milei, el tema ya estaría definido. Las segundas vueltas hacen madurar a los candidatos y centrarse. Si Milei lo logra hacer, puede remontar. En un mes lo sabremos.

 

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Elecciones Argentina, Javier Milei, Resultado Electoral, Segunda vuelta, Sergio Massa

Me toca estar presente en Buenos Aires en medio de uno de los procesos electorales más inciertos de Argentina. Como es habitual, uno de los mejores métodos de acercarse a la realidad de la conciencia popular es a través de los taxistas, y no tanto por los medios de comunicación tradicionales o de periodistas o bonaerenses amigos.

Y la incertidumbre electoral reina, a la par del pesimismo respecto de lo que se viene con cualquiera de los tres candidatos principales (el ultralibertario Javier Milei, de La Libertad Avanza; la macrista Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio; y el peronista Sergio Massa, de Unión por la Patria).

“Vamos a tener que elegir entre un desquiciado, una opacada limitada y más de lo mismo que hoy sufrimos”, me dice un taxista jubilado, que cree que el ganador va a ser Milei, así no sea en primera vuelta. “Si pasa a la segunda vuelta contra Massa, los macristas van a votar por él; y si pasa contra Bullrich, los peronistas jamás van a votar por alguien vinculado al expresidente Mauricio Macri. O sea, Milei va a ser el próximo presidente de Argentina, en primera o en segunda vuelta”, me señala el analítico y avispado taxista porteño.

El gran generador de incertidumbre es el ausentismo. En Argentina el voto es obligatorio, pero la multa por no votar es tan ridícula, que muchos argentinos prefieren quedarse en su casa y no acudir a los centros de votación, menos aún cuando todos los pronósticos climáticos anunciaban lluvia para hoy.

Al final de la tarde se conocerán los primeros sondeos y sólo queda cruzar los dedos para que, más allá de quien sea el ganador, retorne la racionalidad fiscal y monetaria a una nación que estuvo entre las primeras cinco economías del planeta desde principios hasta mediados del siglo pasado, hasta que advino la epidemia populista del peronismo, que se ha encargado de destruir su economía.

Un país que tiene 180 obras de teatro puestas en simultáneo y que alcanzan llenos contínuos, cuya capital tiene la mayor cantidad de librerías que cualquier otra del mundo, donde uno puede tomar un taxi y apreciar al conductor escuchando ópera, en el que su gente sigue comprando y leyendo diarios y repletando los cafés que abundan en la ciudad, no merece la tragedia hiperinflacionaria que hoy destroza la estabilidad económica de los hogares y que ha generado más pobres de los que nunca antes en su historia Argentina había tenido.

La del estribo: como siempre, saturé mis noches del excelente teatro argentino. Lo mejor, si tuviera que seleccionar una obra, La última sesión de Freud, dirigida por Daniel Veronese, que simula un diálogo imaginario de Freud (Luis Machín) y C.S. Lewis (autor de Las crónicas de Narnia, interpretado por Javier Lorenzo). Ha dado pie, también, a una película protagonizada por Anthony Hopkins, en el papel del fundador del psicoanálisis.

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Bullrich, Elecciones Argentina, Javier Milei, Massa, tragedia hiperinflacionaria

El Congreso se alista para dar un zarpazo institucional contra la Junta Nacional de Justicia, sin que haya razones valederas para sancionar o destituir a uno o más miembros de dicho organismo.

Con un cambio imprevisto (inicialmente la Comisión de Justicia había desestimado la solicitud de la congresista Patricia Chirinos), finalmente la alianza fujicerronista logró imponerse y aprobar que la denuncia siga su curso en contra de los integrantes de la JNJ.

No nos conmueve especialmente la investidura de los miembros de la Junta. No ha mejorado un ápice la justicia desde su nombramiento en reemplazo del defenestrado Consejo Nacional de la Magistratura (pero no es éste un test de eficiencia), han cometido impropiedades varias (aprobar la designación de Zoraida Ávalos, con papeles truchos, por ejemplo), pero, sin embargo de ello, no han cometido las faltas graves que se requieren para justificar que el Legislativo los expulse de sus cargos.

Se está forzando una situación jurídica bajo una interpretación caprichosa y abusiva de la norma, porque emitir un pronunciamiento solidario a favor de la fiscal Ávalos puede ser impertinente, pero de allí no pasa, el tema de la edad de la juez Inés Tello fue avalado en la entrevista para su designación por el propio presidente del Tribunal Constitucional de entonces, Ernesto Blume, y que se hayan remitido tardíamente informes anuales al Congreso, es, pues, un descuido amonestable, pero subsanado y bajo ningún criterio una causa que revista mayor gravedad.

Es una mezcla de intento de controlar organismos electorales (ONPE y Reniec), venganza de los “hermanitos”, razzia caviar (a la que se suma, feliz, la izquierda perulibrista), la que explica este descomunal error político y jurídico, que va a dañar aún más la ya alicaída imagen de la democracia peruana.

Pero, como dice el dicho, no hay peor sordo que el que no quiere oír. La mayoría congresal no va a entrar en razones y más temprano que tarde cometerá el legicidio sin importarle las consecuencias y la apertura de una puerta más a la incertidumbre que ya vive el país y que genera tanto impacto en la economía, en la institucionalidad política y en la tranquilidad social.

 

 

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Congreso, Estabilidad Institucional, Junta Nacional de Justicia
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