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Pie Derecho archivos | Página 27 de 124 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Pie Derecho

El gobierno ha dado dos pasos significativos en la última semana, que ojalá revelen un cambio de rumbo político y económico. Uno, la declaración del premier Otárola, en el sentido de tomar distancia del Congreso presentando acciones de inconstitucionalidad respecto de un paquete de normas aprobadas en el recinto legislativo. Dos, el anuncio del destrabe del proyecto Chavimochic, un gol económico que podría ser un parteaguas respecto de una política más agresiva pro inversión privada.

Lo primero es esencial al Ejecutivo. Su mímesis con un Legislativo aún más desprestigiado que el gobierno central, no hacía más que agregarle a las propias, antipatías ajenas (según la última encuesta del IEP el Congreso tiene 91% de desaprobación y apenas 6% de aprobación). Es riesgoso tomar distancia crítica, porque la mayoría congresal fácilmente puede retomar aires vacadores si percibe que tiene al frente a un poder adverso, pero si desde Palacio administran con habilidad y muñeca estas eventuales divergencias, la sangre no tendría por qué llegar al río.

Hay una clara vocación de aferrarse al cargo por parte de los congresistas y eso debe ser aprovechado por el Ejecutivo. Va a ser muy extremo que se animen en el Parlamento a vacar a Boluarte, a sabiendas de que una transición congresal provocaría un desmadre social equivalente al que ocasionó el ascenso de Merino y provocó su corta duración. Les conviene que Boluarte se quede y nada se mueva y, en esa medida, el Ejecutivo tiene margen de acción para marcar su propia ruta aun a costa de esporádicos choques con el poder de la plaza Bolívar.

La segunda noticia es más relevante en términos estructurales, porque sacar adelante un megaproyecto como Chavimochic implica una señal positiva al mercado inversor, más allá de la propia dinámica capitalista que el proyecto en sí generará (ojalá nomás no lo terminen destinando tan solo a grandes grupos económicos) y ello, sumado a otros logros que se puedan conseguir pronto (Majes-Siguas, San Gabán, etc.), podría hacer que la inversión privada empiece a recuperar confianza y retorne a la dinámica pre Castillo y se logre así remontar los biafranos niveles de crecimiento que se estiman y que tanto impacto generan en la generación de empleo y en las tasas de pobreza (según estudio de Macroconsult, para este año se prevé que la pobreza aumente a 28.4%; el 2022 fue de 27.5% y el 2021 25.9%).

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Alberto Otárola, Boluarte, Chavimochic, Congreso, IEP, Macroconsult, Majes-Siguas, San Gabán

Es una barbaridad que el MEF haya recortado en 60% el presupuesto de las escuelas de Bellas Artes, Ballet Nacional, Artes Dramáticas y de Folklore. En casi todas las democracias avanzadas del mundo, el desarrollo de la cultura es promovido por el Estado de manera activa, porque se entiende que contribuye a la densidad cívica y, por ende, al fortalecimiento de las libertades y finalmente de la democracia. Es una inversión ciudadana.

Acabo de estar en Buenos Aires. En esta ocasión visité tres Centros Culturales, el Borges, el Kirchner y el Recoleta, los tres excelentemente curados, con atención digna de cualquier museo privado, limpieza impecable, atención prolija, gratuitos y, por ende, con gran afluencia de público. Y hablamos de un Estado como el argentino que está prácticamente quebrado.

Al gobierno peruano le sobra el dinero. Los ingresos fiscales del 2022 han marcado récord en la historia presupuestal nacional. Y los del 2023 van en la misma línea. ¿Este gobierno no es capaz de entender la valía cívica que contiene invertir en cultura? ¿Nadie, con dos dedos de frente, los asesora? ¿Nunca han salido del país los responsables del despropósito? ¿No ven cómo y cuánto se invierte en cultura en otros países?

La cultura, por cierto, no es políticamente rentable. Por el contrario, las artes en general son contestatarias y su esencia de libertad las lleva, por lo común, a cuestionar el poder y el orden establecido. Eso podría explicar por qué algunos gobiernos sienten la tentación de quitarles financiamiento y subsidios.

Pero en perspectiva global, es un despropósito que afecta, sobre todo, las posibilidades de que peruanos, y particularmente jóvenes, de escasos recursos accedan a una formación cultural de calidad en un ámbito que, a su vez, es comercialmente muy complicado de sostener.

El MEF debe reconsiderar. Ha declarado ante las críticas que eventualmente ello se podría subsanar a mediados de año, pero ya el perjuicio estaría hecho, porque las proyecciones de las entidades culturales afectadas se manejan con un presupuesto inicial y si éste se ve recortado, muchas actividades se recortarán de antemano.

La vida cultural activa de un pueblo requiere soporte estatal. Ya de por sí el presupuesto que la cultura recibe del Estado peruano es paupérrimo. Constatar por ello su recorte solo genera honda irritación y rechazo.

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Artes Dramáticas, Ballet Nacional, Bellas Artes, Borges, Folklore, Kirchner, MEF, Recoleta

La jugosa última encuesta del IEP trae consigo una pregunta sobre la Constitución y, aunque de manera indirecta, la mentada Asamblea Constituyente. Preguntada la ciudadanía respecto de qué corresponde hacer frente a la actual Constitución del 93, un mayoritario 47% estima que corresponde hacerle algunos cambios; 34% cambiar a una nueva Constitución (estos serían los que encajarían con la solicitud de una Asamblea); y 14% señala que no se debería cambiar nada.

Pese al inmenso desprestigio del Ejecutivo y del Congreso, percibidos como un pacto derechista, no crece el ánimo antisistema de patear el tablero y tirar la actual Constitución por los suelos, para ingresar a una espiral de refundación social, política y económica.

Datos colaterales interesantes: en el sur, la región más levantisca e izquierdista del país, empatan en 43% quienes quieren algunos cambios y quienes optan por un cambio total. Entre quienes se definen de centro -el conglomerado ideológico mayoritario del país- un significativo 54% opta por hacer algunos cambios y un reducido 29% por cambiar toda la Constitución (entre los izquierdistas, claro está, el 48% pide cambio total y el 39% algunos cambios). Otro dato importante: entre los que desaprueban a Boluarte, la mayoría (46%) opta por solo hacerle algunos cambios y 39% por cambios totales, es decir no se está produciendo un trasvase entre el rechazo al statu quo actual y el espíritu de reforma radical.

Es una buena noticia que la narrativa izquierdista referida a la Asamblea Constituyente, que probablemente llevaría al país, de hacerse efectiva, al despeñadero, no logre predominancia. No son los resultados de esta encuesta, suficiente predictores para considerar que el tema está zanjado y que no retomará bríos definitorios en las elecciones presidenciales venideras, pero de por sí es saludable apreciar que la mayoría del país no se lanza a apoyar propuestas radicales.

Es de esperar que esa masa crítica proestablishment se mantenga y permita que el 2026 (o antes, si se adelantan las elecciones), triunfe una opción de centroderecha, sea liberal o conservadora, que emprenda los cambios que hay que hacer, pero en el sentido correcto que nuestra sociedad requiere y que la historia demanda.

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Asamblea Constituyente, Boluarte, centroderecha, IEP

El ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, es un buen mediocampista defensivo. Es serio y va a evitar cometer tropelías o que el populismo nos meta goles en nuestra propia valla. Pero la situación económica del país requiere de alguien que haga pases en profundidad, que juegue verticalmente y finalmente haga goles.

La desconfianza empresarial y la parálisis de las inversiones privadas es de tal envergadura que este o cualquier gobierno que lo suceda va a necesitar varios goles para calentar la tribuna empresarial.

Majes-Siguas, Chavimochic (hay que cargarle la responsabilidad a Alan García de haberles dado vela en estos megaproyectos a los gobiernos regionales), San Gabán, tranquilizar Las Bambas, Tía María (es irracional la oposición al proyecto), por mencionar algunos ejemplos, es lo que se necesita para que el empresariado vuelva a los niveles de apuesta por el futuro pre-Castillo (ni la pandemia golpeó tanto como el nefasto régimen castillista).

En la última encuesta del IEP, se le pregunta a la ciudadanía cuáles son los principales problemas del país y la respuesta no sorprende: primero, la economía (27%); segundo, la corrupción (25%); tercero, la inseguridad/delincuencia (17%).

Se necesita un shock de inversiones privadas, un sacudón capitalista a la vena, para lograr que la economía vuelva a crecer a niveles históricos recientes (por encima de 3% como mínimo), y de esa manera, que se atempere la inflación, aumente el empleo y, sobre todo, se reduzca la pobreza.

Como bien dijo Miguel Palomino, presidente del Instituto Peruano de Economía: “si ha estado atento a la información económica, sabrá que el Banco Central (BCR) redujo su pronóstico de crecimiento del producto bruto interno (PBI) de 2,6% a 2,2% para este año. A primera instancia, pareciera que no fuera gran cosa reducir algo en 0,4%, hasta que recordamos que esto es el equivalente a perder 4.000 millones de soles, o unos 400 soles al año por hogar”.

Aparentemente, es imposible pensar que Dina Boluarte o Alberto Otárola se animen a replantear el tema económico y eventualmente busquen un ministro más generador de seguridad inversora, pero no por ello se debe dejar de insistir en lo relevante: sin recuperación de la confianza y la inversión privada, no hay crecimiento posible.

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Alberto Otárola, Alex Contreras, BCR, Chavimochic, Dina Boluarte, Las Bambas, Majes-Siguas, Tía María

Las críticas de Keiko Fujimori al gobierno de Dina Boluarte merecieron de la primera mandataria una respuesta modosa, tangencial, que bien valdría la pena, sin embargo, volver a retomar: la de adelantar elecciones, que el fujimorismo congresal se encargó de abortar.

No parece haber otra salida a la crisis. Algunos pensaban que lo mejor era esperar hasta el 2026, para fijar cierta estabilidad en el movedizo tablero político peruano o para que las fuerzas políticas nuevas tengan chance de inscribirse y expresar mejor el sentir ciudadano, que las actuales agrupaciones partidarias, pero la crisis política ha escalado y no solo no genera claridad respecto de su salida sino que sigue afectando enormemente a la actividad económica privada, que no suelta un dólar de inversión mientras subsista la precariedad política.

Un Ejecutivo inerte y un Congreso desmedido, son la fórmula perfecta para el desastre que hoy apreciamos, con ambos poderes del Estado desaprobados por la ciudadanía de manera abrumadora.

Con un adelanto de elecciones se produciría un “reseteo” político que, es verdad, podría llevarnos nuevamente al abismo castillista, pero también a la resurrección de una opción republicana liberal, de centroderecha, que corrija los entuertos que el Perú viene sufriendo desde el 2016, en materia política, y desde el 2000 en materia de reformas estructurales.

Cuando Martín Vizcarra, mucho antes de ser vacado, le ofreció al Congreso aprofujimorista de entonces que se vayan todos y se adelantasen las elecciones, era, claramente, la mejor opción y nos hubiera evitado todos los problemas posteriores (disolución del Congreso, vacancia de Vizcarra, etc.), pero el Legislativo se emperrechinó en sus curules y hoy vemos las consecuencias de ello.

Para ser sincera, la presidenta Boluarte debería no solo soltar una indirecta sino emprender una campaña política y mediática a favor del adelanto de elecciones generales, poner contra las cuerdas al Congreso (aún con los riesgos que eso implica) y que, con el aval mayoritario de la opinión pública -que en algún momento despertará de su letargo y la va a acompañar en ese propósito- logre obligar al poder de la plaza Bolívar a retomar el tema.

No se ve otra salida. El país no aguanta tres años más en esta zozobra sistémica. Es un error mayúsculo pensar que no hay crisis porque no hay convulsión social. El tejido social se está degradando hasta extremos que, mientras más dure el proceso, mayor será su explosión electoral.

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centroderecha, Congreso, Dina Boluarte, Elecciones, Keiko Fuimori, Vizcarra

Según la última encuesta del IEP, la presidenta Dina Boluarte ha alcanzado su mayor nivel de desaprobación desde que inició su mandato, en diciembre del 2022. En su primera medición, la desaprobaba el 71% de la ciudadanía; hoy la desaprueba el 80%.

Llama la atención la respuesta a la pregunta de si gobierna igual, mejor o peor que Pedro Castillo. Un 51% estima que peor y un 27% que igual; solo el 19% considera que gobierna mejor. Adicionalmente, un 31% considera que en sus primeros seis mese ha sido un gobierno muy malo, y un 36% lo califica de malo.

Hay una grosera desinformación y distorsionada percepción de la gente. Claramente, el régimen de Boluarte es mejor y más eficiente que el desastre colectivo que fue el régimen castillista, donde el Estado fue destruido casi en toda instancia pública, pero ello amerita, en lugar de lamentos, reflexionar sobre los alcances y causas de la percepción pública.

Dos son, a mi juicio, las razones que explican la distancia entre la ciudadanía y el régimen. Uno, la hasta ahora ausente respuesta política y judicial a la muerte de varias decenas de ciudadanos que protestaban contra la asunción al mando de Dina Boluarte. Eso pesa en la mochila gubernativa y mientras no halla una suficiente explicación, una política de sanciones y de reparaciones, seguirá taponeando cualquier posibilidad de que se genere mayor empatía entre gobierno y ciudadanía.

Dos, la parálisis reformista del régimen, su acusada “vizcarrización”, es decir una política sistemática de anuncios grandilocuentes y cero efectividad posterior respecto de lo anunciado. La mecida como consigna. Solo se salvan dos o tres ministros que sí parecen haberse tomado sus responsabilidades en serio.

Y lo que cabe hacer en tres años de mandato que, en principio le restan a Boluarte, es mucho e importante. Reformas de segunda generación de mercado y promoción de la inversión privada, reformas de la salud y la educación públicas, desmontaje de la fallida regionalización, política masiva de construcción de infraestructura popular, etc., son algunas de las muchas tareas que le corresponderían a cualquier gobierno en un país golpeado por la crisis económica y política como el Perú.

Apostilla: no se puede soslayar, como factor explicativo adicional, que la cercanía del Ejecutivo con el Congreso contribuya a su desprestigio. El Legislativo, según la misma encuesta del IEP, es desaprobado nada menos que por el 91% de ciudadanos y solo aprobado por el 6%.

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castillista, Dina Boluarte, IEP, Pedro Castillo, vizcarrización

Cuando la fraseología ideológica se usa sin fundamento, se pervierte cualquier posibilidad de discusión productiva. Es lo que está pasado ahora con el gobierno de Dina Boluarte y el ejercicio del poder que está ejerciendo un Congreso abierta y desembozadamente derechista.

¿Serlo los vuelve fascistas? Uno puede criticar ciertas decisiones gubernativas o congresales, u otras hechas en complicidad, pero no debería extenderle por ello partida de defunción a la democracia. Se ven tan fuera de la realidad a quienes hablan de dictadura congresal o régimen fascista de Boluarte, como los que, desde la derecha, durante el fallido régimen de Castillo, hablaban sin ningún criterio sensato, de la dictadura comunista que nos gobernaba.

Hay mucho por criticar del proceder de un Parlamento mediocre, corrupto y autoritario. La destrucción de la reforma universitaria, el intento de copamiento de otras instituciones (aunque sea normal en cualquier Parlamento del mundo con mayoría suficiente para proceder a ello), es discutible poner en el mismo saco la inhabilitación de Zoraida Ávalos, quien nunca, en verdad, debió ser ratificada por la Junta Nacional de Justicia, la arremetida anunciada contra los organismos electorales por razones infundadas, la falta de reformas importantes (ha sido vergonzoso el retroceso del fujimorismo en el tema de la bicameralidad), etc., pero no es verdad que el Congreso sea comparsa plena del Ejecutivo, y que, por ende, haya desaparecido la separación de poderes y, en consecuencia, haya muerto la democracia, como se ha dicho con más afán de impacto mediático que cercanía con la realidad política que hoy nos define.

Hay que activar los mecanismos de vigilancia democráticos y, además, estar pendientes del proceder de los poderes del Estado que hoy nos gobiernan, porque la contrarreforma que se ejecuta podrá ser legítima, pero no por ello está o puede estar libre de merecidas y duras críticas cuando se cometen en su nombre dislates como los mencionados.

Pero la batalla política debe empezar con la corrección en los términos y no mediante fraseología sensacionalista que no resiste el contraste de la realidad.

-La del estribo: imperdible la monumental muestra Los Incas. Más allá de un imperio, que se expone en el MALI. La muestra incluye una selección de más de 250 objetos arqueológicos y obras de arte procedentes de colecciones públicas y privadas, muchas de ellas nunca exhibidas, y comprende desde sus orígenes hasta el Tahuantinsuyo, incluyendo su supervivencia en el periodo colonial. De manera complementaria se presenta Piedra en imagen. Lo inca en la fotografía, ca. 1900-1940, curada por Natalia Majluf. Va hasta el 26 de noviembre.

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Bicameralidad, Castillo, Congreso, Dina Boluarte, Natalia Majluf., Zoraida Ávalos

Según información de la Sunass, 3.3 millones de peruanos no cuenta con servicio de agua potable y 6.4 millones no tiene servicio de alcantarillado. ¡Una barbaridad ciudadana!

No solo hay un impacto evidente de esta carencia en la salud, educación y medio ambiente, sino uno directo en la generación de condiciones vitales de peruanos sin ciudadanía, sin sentido de pertenencia al Estado y, por ende, materia prima dispuesta para que cosechen los radicales antisistema.

Según información oficial, “en los hogares que cuentan con el servicio de agua potable, los casos de diarrea se reducen en 10% y si además tienen instalaciones sanitarias la tasa disminuye en 20%. Estudios también han corroborado que el acceso al agua potable y alcantarillado acorta en 13% la desnutrición crónica infantil, porque contribuye a prevenir las enfermedades diarreicas agudas”.

En materia educativa, “en el ámbito rural sólo 3 de cada 100 personas recibe agua adecuadamente clorada. Se ha comprobado que, en este ámbito, al acceder a los servicios de saneamiento, un grupo de estudiantes mejoraron sus calificaciones, se enfermaron menos y no faltaron a clase”.

Todo este problema se debe, en gran medida, a que es el Estado el responsable de la cobertura de agua y alcantarillado. Fujimori entró en pánico cuando suspendió la ola de privatizaciones, que empezó a inicios de los 90, y dejó Sedapal y las empresas municipales en manos de los gobiernos central o locales responsables (y Petroperú campante).

Hoy, como era de esperarse, las empresas no tienen los capitales para invertir en obras que permitan aumentar los recursos y la consecuente cobertura, sobre todo a los mercados menos rentables (zonas populares y zonas rurales), que una empresa privada, con la debida regulación y supervisión (que no debería dejar de existir), sí podría brindar rápidamente.

Una deuda social inmensa se mantiene viva y lo grave es que inevitablemente conlleva efectos políticos como los señalados. Mientras la brecha de servicios básicos se mantenga (agua, salud, educación, infraestructura, etc.), no habrá ciudadanía activa y, en consecuencia, seguiremos siendo una democracia incompleta y fallida.

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agua potable, enfermedades diarreicas, Petroperú, sedapal, Sunass

Una de las escasísimas reformas que se emprendieron durante el largo periodo de la transición democrática (2000-2016), fue la reforma universitaria, y dentro de ella la creación de la Sunedu, una entidad encargada de supervisar la calidad universitaria y exigir cualificación institucional a aquellas entidades que se habían acostumbrado a ser una fábrica de títulos bamba y carreras sin fundamento.

Por ejemplo, se necesitaba autorización expresa de la Sunedu para gestionar y aprobar la creación de facultades, maestrías y cursos de especialización. Con ello, se buscaba desterrar el engaño terrible a los alumnos que esforzadamente dedicaban su tiempo y su dinero a formarse, cuando, en verdad, no lo hacían y los papeles que obtenían no servían luego para nada en el mercado.

Pues bien, ahora, gracias a la labor punible y cómplice del Legislativo y el Ejecutivo, la Sunedu ha sido desmantelada y minimizada en su rol supervisor, cediendo a las presiones de los conglomerados universitarios. Baste decir que ahora se pueden crear facultades y programas de estudio, a sola cuenta de la universidad, solo informando, con posterioridad, a la Sunedu de ello, en un acto meramente administrativo.

Con el pacto aprobado entre el fujimorismo y el cerronismo, se ha permitido el retorno de los dinosaurios, como bien ha titulado un reciente editorial de La República. Los portavoces del antiguo statu quo, fábricas de dinero fácil, logradas en base al engaño de cientos de miles de estudiantes, han vuelto a sentar sus reales aposentos sobre la dignidad de los jóvenes universitarios.

Las consecuencias van a ser dramáticas. Pronto veremos el festival de títulos sin valor, años desperdiciados de jóvenes pagando matrículas para estudiar carreras sin sustento ni estándares mínimos de calidad, millones embolsicados por traficantes de esperanzas juveniles. En suma, capitalismo salvaje en un mercado que, como el educativo, que además confiere títulos a nombre de la nación, debería estar supervisado y regulado.

Y cuando eso ocurra, habrá que recordarle a Keiko Fujimori, de reciente reaparición, que difícilmente puede hablar de querer ser la representante de una derecha liberal y moderna, cuando sus mastines parlamentarios actúan por el contrario y lo vienen haciendo desde que en el gobierno de Kuczynski, se desembalsaron todos los instintos autoritarios soterrados de la opción ideológica que en verdad representa Fuerza Popular.

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