El sur altoandino no va a aguantar mucho tiempo más el proceso autodestructivo impuesto por los violentistas radicales. Va a tener que ceder y para ello, en el mejor de los casos, el gobierno haría bien en tender puentes de plata (ayuda económica para superar el desastre dejado por la izquierda, por ejemplo), que la Fiscalía profundice las investigaciones por las muertes ocurridas y arroje resultados rápidos, y que el Ejecutivo empiece a mostrar resultados tangibles de una represión inteligente de los desmanes, que acabe con la extorsión delictiva que implican los bloqueos de carreteras y que tanto daño económico hacen a la economía regional y nacional.
Lo más importante, al final de cuentas, es que fracasó el intento de imponer por métodos violentos y subversivos, la mentada Asamblea Constituyente. Si la izquierda quiere desplegarla, pues que gane las siguientes elecciones congresales con el suficiente número de votos como para lograr la mayoría que se necesita para hacerlo.
El centro y la derecha actuales le han plantado cara, con firmeza, al intento de tirarse abajo la matriz constitucional que ha permitido que el país saliese de la inviabilidad en la que se encontraba en los 80, y que lamentablemente, muchos jóvenes no recuerdan, ni miran el espejo regional de aquellos países que han colapsado por seguir esa ruta nefasta.