Sería muy útil que las fuerzas del orden sepan distinguir entre los azuzadores intelectuales y perpetradores materiales de la protesta sangrienta, de aquellos que actúan sin violencia, y que son la mayoría, pero que son tratados bajo el mismo rasero (véase los resultados de la torpe intervención en San Marcos: todos liberados por la Fiscalía) y con una intensidad represiva propia de una guerra interna.
Al pueblo legítimamente indignado, contención insertada en el respeto a los derechos humanos; a los violentistas, detención y carcelería, a ver si de una vez por todas nos libramos de los remanentes senderistas que siguen creyendo que la violencia, así sea camufladamente, es la partera de la historia.