La pobreza en el Perú no deja de crecer, sobre todo aquella que llamamos pobreza extrema, lo que demuestra una indiferencia inhumana del presidente hacia los más necesitados. La falta de confianza que genera este gobierno, con políticas erráticas y populistas, y con discursos de odio azuzando la lucha de clase entre los peruanos, está impactando negativamente en la inversión privada, con fuga de capitales y de talentos, haciendo cada vez más difícil que nuestros compatriotas tengan un empleo digno y una luz de esperanza en el horizonte.
Los peruanos tenemos entonces a la Constitución como nuestro escudo y al derecho a la insurgencia como estandarte, el cual cada día que pasa se convierte más en un deber patriótico para salvar a nuestro país de las garras de la corrupción, de la ineptitud y de la indiferencia.
La ciudadanía tiene que mostrarle el camino a la clase política y a los medios de comunicación para que de una vez apoyen, sin dudar, un levantamiento masivo y nacional que presione, constitucionalmente, a una salida democrática. La doble vacancia de Castillo-Boluarte sería el medio para que una nueva mesa directiva del congreso elija a un (o una) presidente de consenso que nos lleve a elecciones generales en pocos meses.
Si a Merino la ciudadanía lo sacó en cinco días, habiendo sido constitucionalmente investido como presidente y sin haber podido efectuar ni siquiera la presentación de su gabinete al Congreso, tenemos muchísimas razones más para levantarnos y protestar bajo el amparo del artículo 46° de la Constitución política del Perú, y con la pasión y con la convicción de que solamente así, podremos soñar en un mañana mejor.