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Carlos Parodi, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 8 de 10

Una de las grandes lecciones que dejará el COVID-19 será la necesidad de hacer reformas en sectores tan sensibles como educación, salud, pensiones e informalidad, entre otros. Hacerlas es difícil. Una reforma es un cambio y no es fácil llevarlo a la práctica ni tampoco se puede hacer rápido.

Hoy damos por hecho algunos rasgos de la economía que en su tiempo necesitaron reformas: la estabilidad monetaria, la responsabilidad fiscal y los bajos niveles de deuda pública como porcentaje del PBI son ejemplos. Ellos configuran la solidez macroeconómica que sin duda debemos mantener, pero que no se han manifestado como quisiéramos en el aumento de la calidad de vida de los ciudadanos. La razón es que no se han reformado los sectores que justamente conectan los resultados económicos con el bienestar. La “buena economía” no fue, no es, ni será suficiente. Hay que construir sobre ella.

El primer elemento para lograr poner en marcha una reforma es el consenso de la mayoría de los actores involucrados. No puede hacerse por un conjunto de iluminados.  De hecho, como todo cambio, las reformas enfrentarán el rechazo de algunos grupos de interés que no estarán dispuestos a perder los privilegios que reciben con el estatus quo; pero, más de lo mismo no es solución.

El segundo elemento es la forma de hacerlas; comenzar por proyectos pilotos en áreas específicas y no en temas tan grandes como pretender reformar todo el sector salud. La población tiene que ver primero resultados para luego apoyar la extensión del piloto a todo el país.  Este elemento se eslabona con el tercero. La única manera que una reforma tenga apoyo poblacional es que la ciudadanía vea resultados. Solo así creerá.

El cuarto elemento es una adecuada comunicación por parte de los responsables de implementar las reformas. La ciudadanía tiene que saber qué se va a hacer, cómo se va a hacer, en cuánto tiempo se esperan resultados, etc. Las reformas significan cambios y si vamos a cambiar, sopesaremos los beneficios y costos del cambio.

Siempre habrá oposición a las reformas, pero muchas veces no se sabe a qué ni por qué. Sin embargo, es un tema que tiene que trabajar el gobierno, con una agenda clara, en especial en el campo social. Si existen metas económicas, ¿por qué no existen en el campo social? La gente se opone a las reformas cuando no “siente” las mejoras.

En quinto lugar, la credibilidad es clave; por eso la mayoría de reformas se hacen al comienzo de los gobiernos y no hacia el final. El “cuándo hacerlas” importa tanto como el “cómo hacerlas”. Las reformas no se pueden hacer en un contexto donde la credibilidad de las autoridades está en caída. Por eso, aprovechar los buenos tiempos para hacer reformas es clave.

Los impactos de una reforma no son de corto plazo. Los gobiernos y los congresos deben ser conscientes de ello. Algún gobierno posterior obtendrá los beneficios. ¿Estarán dispuestos a ello?

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, reformas

China está al borde de experimentar una crisis financiera, que podría poner en riesgo al mundo entero. La gigante inmobiliaria, Evergrande, tiene deudas por 300,000 millones de dólares y no las puede pagar. Similar situación ocurrió en setiembre de 2008 con el banco de inversión estadounidense, Lehman Brothers. Su quiebra precipitó la primera crisis financiera internacional del siglo XXI y puso de rodillas a resto de economías del mundo. Sin embargo, ¿qué es una crisis financiera?

Una crisis financiera es una crisis de sobreendeudamiento. Puede originarse en las familias, empresas o gobierno. Estalla cuando no pueden pagar sus deudas. En Estados Unidos explotó en 2008 y en Europa en 2010 y podría ocurrir en China ahora.

En el primer caso fueron las familias y el sistema financiero, y en el segundo, los gobiernos. En China, una empresa inmobiliaria. Las crisis financieras tienen una lenta solución, pues las deudas no se pagan rápido. Eso explicó la desaceleración de la economía mundial a partir de 2012. Hasta 2016 siguieron endeudados y, por eso, sus economías no se recuperaban. Los principales mercados a los que China vende su producción son Estados Unidos y Europa. Ante la crisis de 2008, China perdió compradores, pues los compradores, bancos y gobiernos estaban sobreendeudados y dejaron de comprar. China desaceleró su economía con efectos negativos sobre América Latina, que es su principal vendedor de materias primas. Por eso se desacelera. Ahora imagínese si la crisis estalla en China.

Hagamos una analogía con una familia. Si en un mes gasta por encima de sus ingresos, es porque usó sus ahorros o se endeudó. Pero si se terminan sus ahorros y mantiene el mismo nivel de gasto, entonces solo le quedará pedir más préstamos y llegará un momento en que los bancos no querrán prestarle, por su alto nivel de deuda en comparación con sus ingresos. Entonces, al no poder pagar, la familia entrará en una «crisis financiera». A partir de ese momento, la solución será gastar menos (ajustarse) y lentamente irá pagando lo que debe.

Lo mismo pasó en Estados Unidos y Europa y ahora está a punto de pasar en China. Vivieron por encima de sus posibilidades y ahora tienen que pagar y no saben cómo, pues no quieren bajar su nivel de gasto, pero lo tendrán que hacer.

Nadie puede gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida. Las soluciones mágicas no existen. Las falsas promesas tampoco.

Endeudase no es malo, sobreendeudarse sí. Una familia está sobreendeudada cuando los pagos mensuales por todas sus deudas son mayores que el 30% de sus ingresos de ese mes.

Tiene dos opciones: rescatar o no rescatar. Si rescata crea un precedente y un incentivo para que las empresas que se consideran muy grandes para caer, tomen muchos riesgos porque saben que serán rescatadas. Si no rescata, puede caer la economía china y con ello arrastrar proveedores externos e internos, extendiendo la crisis al resto del mundo.  Seamos cautelosos y veamos cómo el gobierno chino enfrenta la crisis de Evergrande.

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Carlos Parodi, Entendiendo de eco, Evergrande

La política monetaria es una parte de la política económica, que es responsabilidad del Banco Central de Reserva (BCRP), entidad autónoma e independiente del gobierno central.

Existen diversas formas y objetivos de política monetaria. En el caso peruano, tiene como finalidad única la estabilidad monetaria, definida como el logro de una meta anual de inflación definida por el BCR. Desde 2007 es 2% con un margen de error de 1%, es decir, el rango meta se ubica entre 1% y 3%. Dicho de otro modo, el BCR anuncia la meta de inflación y con ello, ancla las expectativas de los agentes económicos (empresas y familias). El Perú adoptó el esquema en 2002, con una meta de 2.5% +/-1%, que luego redujo a 2% +/-1% en 2007.

El enfoque de política monetaria descrito, que consiste en un compromiso explícito y público de mantener la estabilidad monetaria a través del uso de metas de inflación fue implementado por primera vez en Nueva Zelanda en 1990, para luego extenderse a más de treinta países. El nombre es Metas Explícitas de Inflación, o en inglés, inflation targeting; algunos países que lo tienen son Canadá, Reino Unido, Suecia, Australia, Israel, Polonia, Brasil, Chile, Colombia, Sudáfrica, México y Turquía, entre otros y cada uno puede tener rangos meta distintos.

La herramienta principal de política monetaria es la Tasa de Referencia Interbancaria (TIRI), definida como la tasa de interés que los bancos comerciales se cobran entre sí para préstamos de muy corto plazo. Veamos esto con detalle. Los bancos comerciales se prestan dinero entre sí de manera rutinaria, es decir, aquellos bancos con exceso de liquidez les prestan voluntariamente a aquellos que necesitan liquidez, por ejemplo, para otorgar un préstamo; la TIRI es el costo de ese préstamo y el BCR induce su cambio en función de la meta de inflación.

¿Cómo así? Supongamos que el BCR observa presiones inflacionarias que harían peligrar el logro de la meta.  La inflación enero – agosto 2021 ha sido de 4.20%, fuera del rango y con varios meses por delante. Entonces, induce el aumento de la TIRI. Al hacer, logra que los préstamos entre los bancos sean más caros. Luego, los bancos comerciales que reciben el préstamo, trasladan ese mayor costo a la tasa de interés que le cobran a los clientes (consumidores e inversionistas) cuando acuden a pedir un préstamo. La mayor tasa de interés desincentiva los pedidos de préstamos y, al bajar el consumo y la inversión, disminuye la demanda interna y se atenúan las presiones inflacionarias. Eso es lo que ha hecho al subir la TIRI de 0.25% a 1.00%.

En paralelo, el BCR también tiene otra herramienta que es la tasa de encaje, definida como el porcentaje de los depósitos que el banco comercial no puede prestar. Cuando sube la tasa de encaje, los bancos pueden prestar menos y con eso, se reduce la liquidez y por ende la inflación.

Varias conclusiones: primero, existe una meta inflacionaria; segundo, no existe una meta cambiaria, pero el BCR interviene para evitar fluctuaciones bruscas. En lo que va de 2021, ha vendido 11,100 millones de dólares: tercero, las tasas de interés que pagamos por los préstamos se determinan en el libre mercado, aunque el BCR induce su movimiento a partir de cambios en la TIRI.

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BCR, Política monetaria

Estamos atravesando un período de turbulencia política que no le hace bien a la economía. La incertidumbre genera postergaciones de compras e inversiones que desaceleran la reactivación y el aumento del empleo.

Hoy más que nunca está claro que la política influye en la economía; no voy a caer en el deporte nacional de buscar culpables como si eso arreglara algo. Aquí no se trata de culpar a unos o a otros; el problema es que no confiamos en nadie ni en nada y en ese contexto es imposible que progresemos como sociedad.

Veamos a los países exitosos, entendiendo por exitosos aquellos que brindan altos niveles de bienestar a todos sus habitantes. Son países con alto nivel de confianza interpersonal. Entonces todo fluye. El gran reto que tenemos como sociedad es volver a confiar, si es que alguna vez lo hicimos.

Lo que pasa es que la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta. Y esa realidad se caracteriza por una desconfianza casi total. Entonces nos dedicamos a insultar y agredir a todos aquellos que piensan diferente. No somos una sociedad deliberante, en la que el debate alturado y basado en evidencia empírica nos lleve a lo más cercano a la verdad. La mitad quiere convencer a la otra mitad y si no lo logra, entonces la insulta.  No nos damos cuenta que así nos alejamos más unos de otros.

La cooperación puede hacer en economía que 2 más 2 sea 5. El conflicto hace que la misma suma sea 3. Vean como funcionan las sociedades con alta calidad de vida. Funcionan tanto el mercado como el estado, tanto el sector privado como el público. ¿Cómo así? Pues el mercado produce riqueza y beneficia directamente a través de buenos empleos a aquellos que tuvieron la suerte de estudiar, entre otras ventajas que les brindó la lotería de la vida. El estado cobra impuestos y con el dinero invierte en aquellos que no se pueden integrar tan fácilmente al mercado, a través de una educación de calidad, salud de primer nivel, seguridad ciudadana, acceso a agua potable y desagüe, etc. Son sociedades libres de corrupción. No se busca lograr cosas con trampa, sino se espera el turno. Son estados que usan bien el dinero que tienen en beneficio de todos.

Nuestra pregunta creo que tendría que ser, ¿cómo hacemos para que el entorno dentro del cual funciona la economía sea conducente a elevar el bienestar? Cada cinco años creemos que lo logramos en una en elección, para luego desilusionarnos. Los mismos que apoyaron a la persona que ganó se le voltean. Es historia vieja. Para desarrollar debemos crecer y reformar, pero por encima de todo, volver a confiar.

Lo que rodea a la economía es tan importante como la economía misma. Necesitamos mejores instituciones y aumentar el capital social, que simplemente se refiere a la confianza, tanto interpersonal como a aquella que tenemos en nuestras instituciones. Es urgente volver a creer para volver a crecer.

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bienestar, Carlos Parodi, Credibilidad, Economía, Entendiendo de Economía

La inflación es el aumento en precios y es controlada por la autoridad monetaria, llamada Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). Cuando alcanza niveles altos, genera que las personas con menos ingresos no puedan comprar bienes y servicios que les permitan satisfacer necesidades básicas. Es similar a poner un impuesto a los más pobres.

Perú sufrió una inflación sin precedentes entre 1985 y 1990. Los precios subieron 22 millones por ciento (agosto 85-agosto 90). Desde 1990, la inflación bajó y hoy es un fenómeno controlado con éxito por el BCRP; tanto así que es una de las fortalezas de la economía peruana.

Para lograrlo, la modificación del marco institucional fue clave: hoy, el BCRP es independiente del Poder Ejecutivo y está prohibido de financiar tanto el déficit fiscal del gobierno central como bancos de fomento; tampoco puede establecer tipos de cambio múltiples. Todas, características de los años 80. Desde 2002, estableció un sistema de metas explícitas de inflación, que consiste en el anuncio de una meta de inflación anual, de modo de anclar las expectativas de la población hacia esa meta, que además es el único objetivo del BCRP. A partir de 2007, la meta anual es de 2% +/- 1%. Es decir, entre 1% y 3%. La inflación entre 2000 y 2020 fue de 2.4% como promedio anual.

No tiene una meta con respecto del tipo de cambio, aunque sí interviene en el mercado, comprando o vendiendo dólares para evitar fluctuaciones bruscas. Por eso, vemos que cuando el precio del dólar sube o baja, lo hace de manera suave. El BCRP no fija el tipo de cambio, sino que reduce lo que los economistas llaman “volatilidad”, pues el precio del dólar depende del mercado.

¿Y por qué no hace que los precios bajen, fenómeno llamado deflación? ¿No sería bueno? Claro que no. Le consulto, estimado lector, ¿usted invertiría, arriesgando su dinero, en un sector en el que observa que los precios están bajando? Yo tampoco lo haría. Lo que es bueno para unos (los compradores) no es bueno para otros (los vendedores). La deflación lleva a una menor inversión y, por ende, menor empleo, menor recaudación tributaria y más pobreza. Desde esa óptica, la deflación frena todavía más la economía, pues sin inversión no hay crecimiento ni empleo.

Lo ideal es que la inflación anual se ubique dentro de la meta del Banco Central. Más nos hace daño, pero menos también. En economía no todo lo que parece «obvio» es verdad. Y esto no es una cuestión de ideologías.

Para quienes no vivían o no recuerdan los años 80, les debe resultar difícil imaginar aumentos de precios de magnitudes impensadas. En los 80, la inflación fue originada por el exceso de emisión de dinero por parte del BCRP, por lo general destinado a cubrir el mayor gasto del gobierno central. Siempre es bueno recordar la historia para que no se repita. Por eso, no solo el BCR debe ser independiente, sino también su directorio debe estar conformado por expertos en política monetaria, despolitizados y sin conflicto de intereses.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Inflación

Imagine que usted se acerca a una entidad financiera a pedir un préstamo. Antes de otorgárselo y definir la tasa de interés, revisan su historial crediticio, su situación actual y qué se puede pensar sobre sus ingresos futuros. ¿Y quién se encarga de hacerlo?  Pues existen instituciones especializadas en esa tarea. Las entidades financieras usan esa información para tomar la decisión. Un ejemplo es Infocorp.

Lo mismo pasa con los gobiernos: tienen deudas y probablemente requieran endeudarse más adelante. En ese caso, las calificadoras de riesgo internacionales hacen la tarea de evaluar a cada país y le ponen una nota. A mayor nota, menor riesgo futuro que el país incumpla con sus pagos. A menor nota, mayor riesgo y, por lo tanto, cuando el gobierno pida un préstamo, lo podrá tener, pero a una tasa de interés más alta. Entonces, la calificación refleja el riesgo futuro de no pago de la deuda. La información es tomada por los que le prestan a un gobierno (los que compran bonos) y en la siguiente emisión de bonos, lo más probable es que la tasa de interés sea mayor. En términos simples, será más caro endeudarse.

Desde 2008, Perú está en una categoría llamada “grado de inversión”, que es el nombre usado para los buenos pagadores. Si un país está por debajo de ese nivel, se denomina “grado especulativo” o alto riesgo. Cada “grado” tiene varios niveles. Perú aún se encuentra en grado de inversión, pero ha bajado de nivel dentro de la misma categoría.

Lo que ha pasado hace unos días es que la agencia calificadora Moodys nos ha bajado la nota; no lo ha hecho porque tengamos un mal historial, ni tampoco porque tengamos problemas de pago ahora. Lo ha hecho por las implicancias del entorno político actual. Moodys señala que “el entorno político continuamente polarizado y fracturado ha aumentado el riesgo político y ha debilitado materialmente la capacidad de formulación de políticas. Estas condiciones han afectado negativamente la confianza de los inversionistas y han dañado la resistencia económica peruana. Eso ha afectado de manera negativa las perspectivas crediticias de Perú a mediano y largo plazo”. El jueves pasado bajó la calificación de cinco bancos, por el mismo temor.

Es una mala noticia para el Perú. Y afectará a todos.  Las tasas de interés subirán, tanto para el gobierno como para cualquiera que quiera endeudarse para poner un negocio, tomar un crédito hipotecario o un préstamo personal. Eso afecta la inversión y por ende el empleo.

Dos conclusiones: primero, la fortaleza macroeconómica es indispensable; la prueba es que seguimos en grado de inversión. Segundo, la inestabilidad política es negativa; no podemos tapar el sol con un dedo, ni siquiera los más fanáticos. Tenemos que avanzar sobre las fortalezas que tenemos. Mantener lo que funciona y reformar lo que no funciona. Antes que nada, solucionar la inestabilidad política. Ahora más que nunca queda claro que la política y la economía no caminan por cuerdas separadas.

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Calificación crediticia, Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Moody's

La turbulencia política parece ser una de las características de los últimos tiempos en el Perú. Al margen de las razones, los problemas políticos son una marca registrada en la evolución del país. Nos estamos acostumbrando a los pedidos de vacancia, renuncias, conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo, etc. Y así solo se genera inestabilidad. El ruido político tiene un impacto negativo sobre la recuperación de la economía.

Existen varias razones. En primer lugar, cualquier decisión de inversión supone incertidumbre (nadie puede saber qué pasará en el futuro), pero también es cierto que vivimos en una incertidumbre aumentada debido a la turbulencia política. Como consecuencia, los inversionistas postergan decisiones y los consumidores hacen lo mismo, pues el temor a no saber qué puede pasar genera que prefieran esperar antes de endeudarse o realizar ciertas compras. La incertidumbre obliga a tener cautela y eso hace que la recuperación sea más lenta.

En segundo lugar, los estudios empíricos muestran que, desde el momento en que alguien invierte, pasan, en promedio, dos años para recuperar lo invertido y tres o cuatro años, dependiendo del sector, para obtener ganancias. Y aquí hay otro ruido. Usted, estimado lector, ¿se atrevería a decir qué medidas tomará el gobierno en los siguientes meses? Si lo vemos con ese horizonte temporal, es natural invertir lo menos posible y esperar.

En tercer lugar, ¿no ha sido así en todos los gobiernos previos, en el sentido de que, luego de elegido, mantuvo las líneas básicas de la estrategia económica? La respuesta es afirmativa. Los ciudadanos tenían altas expectativas al inicio del de PPK, del cual Vizcarra fue parte. No sé por qué razón, si se sabía que el Congreso estaba dominado por la oposición y que el entorno económico externo no era favorable, se creyó que la sola presencia del presidente cambiaría las cosas como por arte de magia. La economía no es un acto de fe, ni tampoco es magia. Luego vendría Vizcarra, quien cerró el congreso, pero no planteó reformas. Y ahora un gobierno lleno de contradicciones, con un presidente del partido que suelta ideas que solo aumentan la incertidumbre.

En cuarto lugar, la historia muestra que, si un gobierno no tiene el apoyo mayoritario del congreso, entonces tiene que ganarse a la población para poder gobernar. O tiene a la población y/o al Congreso. Lo que no se puede hacer es tener gobernabilidad sin alguno de ellos. ¿A quién tiene Castillo? Lo más notorio de su estilo de gobernar es que no aparece; eso no necesariamente está mal, sino que requiere de un primer ministro concertador y con muñeca política y tampoco lo tiene.

La economía requiere estabilidad política en democracia para poder progresar. Aunque suene trillado, se requiere confianza y actuar en varios frentes. Solo quienes han invertido y arriesgado entienden a qué me refiero con confianza y credibilidad.

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Carlos Parodi, Economía, Entendiendo de Economía, Ruido político

Planteo algunas precisiones económicas sobre el futuro del Perú.  El objetivo es tener claras ciertas necesidades del país, así como conceptos que reduzcan confusiones. Es positivo mantener lo que funciona y mejorar lo que no funciona, a partir de la evidencia empírica.

Primero, existe una necesidad impostergable de crear empleo. En 2020 se perdieron más de 2 millones de empleos en comparación con 2019. El empleo no se crea por decreto. Aparece cuando alguien invierte y contrata. Segundo, la inversión puede ser pública o privada. La primera representa el 20% de la inversión total, mientras que la segunda, el 80%. De cada 10 soles que se invierten, 8 son privados y aquí se incluyen a las MYPES, medianas y grandes empresas. Tercero, la mayor inversión crea más empleos y con ellos los ciudadanos tienen más ingresos y así aumentan el consumo. Las empresas producen más y se genera un círculo virtuoso.

Cuarto, crecer no es igual a desarrollar. El primero significa producir más, mientras que el segundo, elevar la calidad de vida de todos. Quinto, para conectar el crecimiento con el desarrollo, la evidencia empírica muestra que deben hacerse reformas para mejorar salud, educación, pensiones, etc. Sin ellas no es posible el desarrollo. Sexto, las economías que han brindado altos niveles de bienestar a sus ciudadanos han mantenido los cimientos y sobre ellos han construido el bienestar.

Séptimo, los cimientos son, en general, dos: por un lado, la independencia del Banco Central. Es un ente técnico y despolitizado que ha logrado que la inflación promedio anual del Perú entre 2001 y 2020 sea la menor de América Latina. Por otro, ser responsable en el manejo de las finanzas públicas. El gobierno tiene ingresos y gastos. El exceso de gastos sobre los ingresos fue alto en 2020. La diferencia se cubre con deuda. Ser responsable significa tratar de cuadrar los ingresos con los gastos, como lo haría cualquier familia con sus cuentas.

Octavo, la economía no es una lista de buenas intenciones; tiene límites. Por ejemplo, nadie puede gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida. Noveno, la evidencia histórica muestra que la ecuación correcta es la siguiente: cimientos sólidos + reformas = aumento de la calidad de vida.

Décimo, es clave mantener los cimientos y comenzar a construir las mejoras que relacionen los buenos números macroeconómicos con el bienestar microeconómico. Y eso no se adivina, sino que se decide a partir de lo que funciona y lo que no funciona.

Definir qué hacer con la economía peruana pasa por tomar como base a la evidencia empírica. No estamos para experimentos. Sí para mejorar una serie de aspectos de la manera como funciona. Reformar sí, destruir no.

En todas las economías interviene el Estado, en mayor o menor medida. No existe ninguna en la que el Estado no haga nada. La pregunta es cuánto y qué debe hacer. La evidencia empírica histórica e internacional muestra que las economías que mayor bienestar brindan a todos sus habitantes son aquellas en las que el rol del estado está acotado, pero cumpliendo funciones claves. Pequeño pero fuerte.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Precisiones económicas

En los últimos días diversos personajes se han referido a la especulación y las expectativas como si significaran lo mismo. No es así. Especular significa comprar barato algún activo, como podría ser un inmueble o una acción en la bolsa, entre otros, esperar que suba su precio y luego vender más caro. Se asocia con períodos de auge crediticio y en muchos casos han devenido en crisis financieras, la primera de las cuales, documentada, ocurrió en Holanda en 1634 con los tulipanes. La más reciente fue la burbuja inmobiliaria de los Estados y Europa a partir de 2008.

Comprar barato para vender caro define al especulador. Nótese que se trata de una apuesta, pues nada asegura que el precio efectivamente suba. Muchos preguntan si vale la pena comprar dólares, pues esperan vaya a subir. Puede ser, pero certeza no tenemos. Por eso es una apuesta.

Las expectativas son un elemento que tanto compradores como vendedores incorporamos a nuestras decisiones. Son previsiones que hacemos con respecto del comportamiento futuro de las variables económicas, como, por ejemplo, si tendremos o no un mejor empleo, si se mantendrá o subirá la tasa de interés, etc. En función de eso decidimos. Por eso las expectativas determinan el futuro de la economía. Para que una economía crezca de manera sana, los agentes económicos (compradores y vendedores) tenemos que creer que el futuro será mejor. De lo contario, preferimos no actuar y postergamos decisiones. Volver a crecer implica antes volver a creer.

Pongamos dos ejemplos. Si alguien desea tomar un crédito automotriz en los siguientes días es porque espera tener los ingresos en el futuro para poder pagarlo. Sin embargo, ¿qué sucede si sus expectativas respecto de los siguientes años no están claras? Pues incluye esa visión como un factor a considerar para tomar la decisión. Si la información que recibe o percibe no es positiva, entonces posterga la decisión. No está especulando. Usa la información disponible y con ella, decide.

Lo mismo pasa en el caso de alguien que esté por tomar la decisión de endeudarse con el objetivo de poner un negocio. Trata de incorporar a su decisión toda la información disponible para decidir. Como lo hacemos usted y yo para tomar cualquier decisión. Si ve que no habrá demanda por lo que piensa producir o cree que subirá la tasa de interés, entonces posterga la decisión.

Está claro entonces, que el Perú hoy enfrenta un problema de expectativas y no de especulación. La tarea es colocar esas expectativas en terreno positivo. Si nadie gasta ni invierte, entonces la economía se frena y con ello el empleo. Por eso, más allá de intenciones, la economía no es un acto de magia ni de fe, sino es una ciencia. Y por eso las señales que recibe la población condicionan lo que va a pasar. Pensar lo contrario es ir en contra de la teoría económica y la evidencia empírica.

La expectativa tiene sustento, pues se basa en la información que recibimos. La especulación no tiene sustento, pues es una simple apuesta para comprar barato hoy para vender caro mañana.

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Carlos Parodi, Entiendo de economía
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