En apenas cinco meses el gobierno del Presidente Pedro Castillo ha tenido que sortear varias olas. No obstante, la que se avecina, producto de la peste que se niega a dejarnos y que más bien arremete con la variante omicron, puede ser la más devastadora en términos de políticos, económicos y de salud. Más que el torpe intento de la vacancia esta será su prueba de fuego. Como ya se ha hecho costumbre el panorama se presenta sombrío. Nos vuelve a encontrar poco preparados, a pesar del gran avance en la vacunación, sin las suficientes pruebas de descarte, los hospitales abarrotados, las camas UCI insuficientes, los ciudadanos y los empresarios poco dispuestos a aceptar más restricciones y una inestabilidad política que sólo contribuye al caos.
Con un gobierno enclenque y una oposición agazapada y lista para irle a la yugular al menor desatino, el Presidente y quienes lo acompañan deberán demostrar de qué están hechos. Si todo se maneja con prudencia, buena gestión, celeridad y se toman las medidas necesarias, por impopulares que estás sean, con la finalidad de que los estragos de la tercera ola no resulten tan catastróficos como los de las dos anteriores, el gobierno encontrará una oportunidad de oro -tal vez la última- para recuperar la sintonía con el pueblo y tomar el aliento necesario para realizar las reformas prometidas.
Conjurado el intento de vacancia y sabiendo que ésta se mantiene como la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza, el Presidente tendría que hacer un llamado a la unidad nacional para afrontar esta tercera ola. Recoger la valiosa experiencia y lo aprendido en las dos primeras para no cometer los mismos errores. Hacer un parte aguas entre los que verdaderamente se comprometen a poner todos sus esfuerzos para vencer al enemigo común que es la pandemia y aquellos que quieren aprovechar políticamente la muerte inminente de cientos de compatriotas para sus propios y mezquinos intereses políticos o de grupo.
Deponer las diferencias ideológicas es imprescindible, pues ante un enemigo común sólo Caben soluciones en común. Mezquinar los grandes y rápidos avances que este gobierno ha logrado en la vacunación sería miserable. De igual manera, se debe tomar la experiencia y permitir que sean los expertos quienes, con la orientación política brindada por el gobierno, sean quienes hagan su trabajo. Fue un acierto del gobierno, por ejemplo, no ceder a las voces que exigían la privatización de las vacunas y hoy vemos los resultados con las grandes mayorías populares vacunados con las dosis completas.
Esta tercera ola puede servir también para mostrar que, especialmente en temas de salud, educación y seguridad, no todo puede dejarse librado al mercado sin ningún tipo de regulación. Es momento que el Estado asuma su papel y tome las riendas para garantizar la atención de los más vulnerables, de aquellos que históricamente han sido olvidados por un modelo de bonanza sólo para unos pocos y que nos condenó a tener el peor sistema de salud de la región.
No es causal que la cifra de muertos en el Perú sea una de las más altas del mundo. Eso se debe al abandono histórico de la salud pública en el país. Tampoco es casual que aún no hayamos sido capaces de garantizar el retorno de nuestros niños de los colegios. Eso también se debe al abandono histórico de la educación pública. En cinco meses no se pueden resolver esos temas, pero sí se puede tener la clara decisión de hacerlo y empujar todos los esfuerzos en lograrlo. Una agenda mínima de no más de cinco puntos en los que todos nos comprometamos a trabajar en conjunto y en unidad sería un gran logro después de tanta confrontación.
La pandemia también ha dejado en el Perú una de las tasas de huérfanos más alta del planeta. Más de 93 mil niños se han quedado sin padres o cuidadores. Toda una generación marcada por la desgracia de la muerte y el abandono por parte del Estado. Por ello, desde aquí hacemos un llamado al Congreso de la República para que apruebe el proyecto de ley presentado por la Ministra de la Mujer, Anahí Durand, para que más de 80 mil nuños puedan acceder a una pensión de orfandad. Esa es la política de un gobierno que mira con atención a los más necesitados y vulnerables. Este proyecto aguada su aprobación desde hace más de un mes. Un mes en que nuestros niños habrían podido tener alguna ayuda para paliar la terrible situación en la que se encuentran. Ad portas de la tercera ola esta ayuda se hace imprescindible. Ojalá que el Congreso entienda que no hay nada más importante que los niños y permita en esta legislatura que esa pensión se haga realidad. Esa podría ser la muestra de que para todos lo primero es la defensa de la vida.