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Juan Carlos Tafur, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 102 de 147

Las declaraciones prontas de la premier Mirtha Vásquez restándole prioridad al controversial y confrontacional tema de la Asamblea Constituyente, primero, y, luego, su empoderamiento frente al propio Presidente respecto del caso del exministro del Interior, Luis Barranzuela, acreditan que estamos ante una presidenta del consejo de ministros plenipotenciaria y capaz de conducir el cargo que le corresponde.

Mejor que ella difícilmente vamos a encontrar en el espectro de la izquierda nacional y, claramente, supone un cambio cualitativo superior respecto del inefable gabinete Bellido. Por si no bastara ello, abona en su favor el hecho de que la facción cerronista del Congreso haya anunciado precozmente, sin siquiera escuchar sus planteamientos, que no le darán el voto de confianza el día de hoy.

La derecha se equivoca cuando actúa cerrilmente frente al gabinete Vásquez. Obviamente, jamás Castillo va a nombrar un gabinete del gusto de las derechas. Es un régimen de izquierda y eso no va a cambiar. No se va a producir la “humalización” del gobierno, eso ha quedado bastante más que claro desde un inicio. ¿Qué espera la derecha para dar su voto de confianza? ¿Qué comulgue al ciento por ciento con sus planteamientos? Eso ya no es oposición inteligente sino caprichosa cerrazón y necedad.

Ojalá el centro congresal -básicamente Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos y Somos Perú-morados- sepa aquilatar los esfuerzos que a trompicones el gobierno ha hecho para mejorar el grado político del gabinete (la juramentación de Avelino Guillén en reemplazo de Luis Barranzuela, como titular del Interior, confirma el upgrade mencionado).

Ya será tarea posterior, y en eso no debe haber transacción, el retiro, mediante su censura, del filoMovadef ministro de Educación, quien además se va a volar la reforma magisterial y muestra severa incapacidad para proceder al reinicio de las clases presenciales en colegios públicos y privados. Esa debe ser la mejor labor opositora: no pisar el palito de la negatoria de la confianza (solo lo puede hacer dos veces) y ajustar al gobierno dentro de las atribuciones que el propio Legislativo tiene (entre ellas, la de sacar ministros sin idoneidad).

Posdata: hoy Sudaca cumple un año de haber salido a la luz pública. No podemos dejar pasar la fecha sin agradecer a los cientos de miles de seguidores que nos acompañan con visitas a nuestros informes y columnas, o reproduciendo nuestros podcasts y espacios audiovisuales. Un reconocimiento especial al muy buen equipo de prensa que me acompaña en esta tarea, que pronto traerá importantes novedades en su oferta periodística.

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Acción Popular, Alianza Para el Progreso, Mirtha Vasquez, Podemos, Somos Perú

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Luis Barranzuela, ministro del Interior, Pedro Castillo

La incapacidad política y administrativa del presidente Castillo es tan ostensible que se requieren decisiones drásticas si queremos que el país no pase por un suplicio infernal el periodo que le resta para completar su mandato.

Ya los primeros cien días han sido un caos tremendo, de espanto, pocas veces visto en la historia política peruana reciente. No queremos ni imaginar lo que serían cinco años en ese plan y perspectiva, con los graves problemas que traemos a cuestas. En circunstancias críticas como las actuales, tener un líder abrumado por el peso de sus responsabilidades e inoperativo para actuar con diligencia y certeza, puede generar un drama social de incalculables consecuencias.

Para resolver este tenebroso panorama, solo caben dos alternativas. O Castillo asume que su rol debe ser simplemente protocolar, político en términos generales, y delegar a plenitud las responsabilidades de gobierno a la premier Mirtha Vásquez, en este caso, pero a quien sea que eventualmente la suceda en el cargo. O simplemente renunciar, en acto de suprema responsabilidad, consciente de que sus limitaciones personales están contraindicadas con las tareas de gobierno que le corresponden.

Ya Alejandro Toledo fue un buen ejemplo de cómo gobernar con gabinetes ministeriales muy empoderados, que se encargaban en la práctica de gobernar mientras él se dedicada a otros menesteres (lamentablemente, a la corrupción campante, como nos hemos venido a enterar después).

Y Fujimori o Kuczynski fueron ejemplos de la otra opción, la de renunciar. Fujimori se dio cuenta de que la situación era insostenible, que no podía librarse de Montesinos sin patear el tablero y así lo hizo. PPK, por su lado, desbordado por sus inconductas para conseguir los votos que lo salvaran de la vacancia, terminó viéndose obligado a apartarse.

Castillo ha demostrado hasta la saciedad que el cargo le queda inmenso, que no sabe tomar decisiones, que no entiende cómo funciona al Estado, que no es capaz de separar responsabilidades de lealtades ideológicas, que cuando decide lo hace mal y sin talante, que no está dispuesto a enmendar rumbos cuando se equivoca, y solo lo hace respondiendo a presiones (como es el caso de la reciente salida de un impresentable como el exministro del Interior, Luis Barranzuela). En suma, un desastre. Al país le convendría que tome distancia de las riendas del gobierno o del timón presidencial y que deje que lo haga otro. Delegar o renunciar, he allí el dilema.

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Luis Barranzuela, ministro del Interior, Pedro Castillo

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Luis Barranzuela, ministro del Interior, Mirtha Vasquez

Lo que está en juego con la permanencia de Luis Barranzuela como ministro del Interior, luego de su grave inconducta funcional, y la severa llamada de atención y ultimátum lanzado por la Premier Mirtha Vásquez, es el carácter del presidente Castillo para tomar decisiones difíciles con rapidez y sin que le tiemble el pulso.

En verdad, no ha debido hacer falta que la Premier se plantase como lo ha hecho para que el Primer Mandatario se vea conminado a tomar una decisión. Él mismo lo debió haber hecho desde el mismo momento en que se conocieron los escandalosos sucesos y haber procedido a retirarlo del cargo de inmediato.

Es más, ya las denuncias que había en contra del ministro de marras debieron haber bastado para que Castillo lo sacase del gabinete sin pensarlo dos veces. Era y es -hasta el momento de escribir esta columna- lo que políticamente correspondía.

El inquilino de Palacio muestra, sin embargo, conforme avanzan los días ocupando el poder, que es un personaje no sólo muy básico e improvisado (no sabe ni dónde está parado, literalmente hablando), sino que, además, tiene un pasivo de carácter gigantesco: no toma decisiones, posterga todo lo que pueda las cosas que debe hacer, trata de no pelearse con nadie y contentar a todos, cede a la menor presión política de la coalición que lo acompaña, tiene miedo de zanjar un tema.

Estamos fregados. Nos tocó en mala suerte un gobernante no solo descaminado en términos ideológicos, que, felizmente, tiene una oposición congresal que impide que despliegue sus despropósitos (ojalá le nieguen las facultades legislativas para dictar normas tributarias, financieras y económicas), sino que, además, exhibe una clamorosa falta de temple para llevar con la firmeza requerida las riendas del gobierno.

El país se encamina al caos, con la sumatoria de crisis sanitaria, económica, política y social (el 2022 va a ser un año terrible, en todo el frente de acción), y el llamado a poner mano firme y conducir la nave en medio de la tormenta es un capitán que no sólo tiene la brújula ideológica averiada (su norte nos llevaría al retraso social), sino que además le tiembla el pulso para administrar el timón en medio de la zozobra.

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Luis Barranzuela, ministro del Interior, Mirtha Vasquez

¿Es posible pensar que en lo que queda de este gobierno y hasta que se realicen las elecciones del 2026, se pueda edificar una opción electoral auténticamente liberal, que marque su propia cancha y se distinga de la derecha ultraconservadora, mercantilista o autoritaria que pulula en estos lares?

Sí, es perfectamente factible. Hay personajes que se identifican con esa postura liberal, sean de izquierda, de centro o de derecha, que bien podrían empezar a reunirse y evaluar o un nuevo partido o pactos entre los que ya existen para erigir una opción potable, atractiva y viable para las próximas elecciones presidenciales.

Los derechos fundamentales de la persona son, según el padre fundador del liberalismo, como corriente de pensamiento, John Locke, el derecho a la vida, la propiedad y la libertad, y entendía este último no como un mero derecho económico sino, sobre todo, político.

Por eso es que el liberalismo debe marcar distancia de tanto libertario conservador y/o autoritario que deambula por estos lares, que son antiderechos civiles, antienfoque de género, antidemocráticos (seguidores, por supuesto, de los esperpentos de Agustín Laje o Javier Milei en Argentina).

Y admitir que caben corrientes de izquierda o de centro en sus filas, dependiendo del énfasis que se le coloque a las políticas públicas, especialmente las vinculadas a la salud y educación.

El lecho rocoso lo constituyen la economía de mercado y la democracia. Llegado al gobierno, un partido liberal debe desplegar un shock de inversiones privadas (como lo hizo, cabe citarlo y reconocerlo, el segundo gobierno de Alan García), pero desenvolviendo, a la vez, reformas promercado, que el segundo alanismo no hizo ni por asomo (García no debe haber entendido ni siquiera en qué consistían).

En simultáneo, debe iniciar una profunda reforma política que construya una democracia descentralizada, cercana a las poblaciones pequeñas (distrito electoral múltiple) y de mayor representatividad (dos cámaras y más congresistas), entre otros puntos.

La opción liberal auténtica es una carta no jugada en el país. Lo que hemos tenido los últimos treinta años es un mediocre y corrupto mercantilismo proempresa, que no obstante tener resultados que mostrar, los mismos lloran, si se les antepone el contrafáctico de qué hubiera sucedido si desde los 90 se hacían las profundas reformas promercado que el país requería. Hoy el Perú, si, además, se hubiera seguido con esas reformas durante la transición democrática, sería otro, cualitativamente superior.

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2026, Derecha, Izquierda, opción liberal

Cae la aprobación de Castillo de 40 a 35% en un mes, y su desaprobación crece de 42 a 48%, según la última encuesta del IEP publicada hoy en La República. Un desastre político por donde se le mire. Es claro efecto de los dislates y contramarchas de un Primer Mandatario, a quien el cargo definitivamente le ha quedado grande.

El país se puede volver prontamente ingobernable si el Ejecutivo, de la mano de Mirtha Vásquez, cuyo gabinete tiene mayor respaldo que el Presidente (43%), no traza un plan de políticas públicas claras y rotundas que compensen el rumbo errático y contraproducente del Presidente.

Ya vemos cómo empiezan a estallar conflictos sociales en distintas zonas del país, por ahora enfocadas contra inversiones mineras, pero ya se anuncian protestas de diversa índole; la economía no tiene cómo crecer más del 2% anual, a partir del 2022 (tasa insuficiente siquiera para absorber la nueva mano de obra que entra al mercado), y se generará mayor desempleo, menor inversión y, por ende, mayor pobreza; la política se va a seguir enrareciendo: por pura sensatez de la oposición congresal lo más probable es que le otorguen la confianza al gabinete Vásquez, pero no hay puentes tendidos por parte del Ejecutivo y las relaciones entre ambos poderes probablemente se sigan deteriorando.

Si a ello le sumamos que pronto viene la tercera ola pandémica, y nos cogerá nuevamente sin la preparación debida, en camas UCI y oxígeno, otra vez se generará en el país la tormenta perfecta de crisis (sanitaria, económica, política y social), que ya hizo que el país patease el tablero electoral y eligiese a un candidato disruptivo antiestablishment y que, ahora, ya con el outsider en el poder, arremeterá con furia por la decepción de un gobierno mediocre a todas luces. Y ya no habrá elecciones para desfogar el malestar ciudadano.

El riesgo de un estallido social, a lo Chile o a lo Colombia, no lo corren solamente los gobiernos de derecha. También lo han sufrido gobiernos de izquierda (Venezuela, Bolivia, Ecuador de Correa en su momento, etc.), y como vamos, nos conducimos a pie firme hacia un escenario proclive a ese estado de cosas. Por pura incompetencia de un gobierno signado por la medianía y la improvisación.

La del estribo: recomendable Dos de Ribeyro (Confusión en la prefectura y El último cliente), dos obras teatrales de nuestro notable cuentista, bajo la dirección de Alberto Isola y las actuaciones de Javier Valdéz, Sandra Bernasconi y Roberto Ruiz. Va todo el mes, de viernes a domingo, en el entrañable Teatro de Lucía.

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aprobación, Presidente Castillo, Últimas encuestas
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