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Manuel Barrantes, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 3 de 5

Anoche Canal N presentó un panel supuestamente conformado por expertos para discutir la situación del Perú respecto de la pandemia. Entre los invitados se encontraban el doctor Magno Santillana, quien, como reporta Salud con Lupa, es miembro del grupo anticientífico Organización Mundial para la Vida (OMV), que promueve el dióxido de cloro y está en contra de las vacunas. 

Darle tribuna a este señor es un error. Estamos en medio de una emergencia sanitaria, y difundir puntos de vista como los suyos contribuye a generar desinformación, y esto a su vez tiene consecuencias negativas directas. 

Cierto estilo de sociología filosófica mediocre ha hecho que la gente le tenga miedo a la palabra ‘verdad’, y ahora creen que lo correcto es decir que ‘todos tienen su verdad’. Este eslogan/cliché que inicialmente denotaba apertura de mente ha devenido en la bandera de los obstinados por excelencia: ya que yo tengo mi propia verdad, nada que tú me digas me va a hacer cambiar de opinión, y si yo creo que el dióxido de cloro funciona, pues ya está, funciona para mí.  

Un periodista serio no invita a un terraplanista a discutir con un astrónomo ‘para que el público saque sus propias conclusiones’. Si el periodista es serio, entonces a) tiene muy claro que la tierra no es plana, y b) invita a personas que puedan explicar por qué la tierra no es plana. No hay que tener miedo de decir que la tierra no es plana, así como no hay que tener miedo de decir que las vacunas funcionan. 

Ahora bien, frente a esto uno podría responder que no es que el periodista no creyera en las vacunas, sino que su razonamiento fue algo así como que la mejor manera de aclarar un mito es haciéndolo explícito: al invitar a una persona como Santillana se les da la oportunidad a los expertos de verdad de explicar con detalle por qué las ideas de Santillana no tienen sustento alguno. Es decir, la razón para invitar a Santillana sería exponer la precariedad de sus argumentos, y de esta manera ayudar a que las personas que fueron persuadidas por él rectifiquen su error. En ese sentido, Santillana sería un simple objeto pedagógico, un pallasín, un títere, una piñata cuyo único objetivo es estar ahí para ser demolido. 

Esto, lamentablemente, no funciona así. El señor Santillana no va a dejar nunca que lo traten como piñata, se va a defender y entonces va a intentar ensuciar la discusión con mentiras, o medias verdades, e interrupciones. 

¿Pero qué hacer entonces, si queremos ayudar a aclarar las confusiones del público? Es muy sencillo. El periodista mismo debe leer las tonterías de Santillana, resumirlas en preguntas concretas, y hacérselas él mismo a un científico serio, y no parar de preguntar hasta que no considere que las explicaciones han quedado claras para todos. No hay ningún problema en discutir ideas, por más absurdas o extravagantes que sean. Es más, dado que estas ideas son compartidas por un grupo significativo de la población, es en cierto modo un deber el ayudar a aclararlas. Pero lo que no se puede hacer es contribuir a que personas no calificadas o abiertamente mentirosas utilicen la señal abierta para difundir tonterías. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Canal N, Filosofía, sociología

La formación docente no debe concebirse como una actividad que genere aprendizajes teóricos, sino como una que genere buenos hábitos y estrategias de enseñanza. El modelo a seguir es el del aprendizaje de un deporte, no el del aprendizaje de una ciencia. 

Con esto no quiero decir que los futuros docentes no deban aprender contenidos específicos (matemáticas, historia, química, etc.) Por supuesto que deben aprender estas materias en la medida en que se adecúen al nivel de los que serán más adelante sus alumnos. Pero los aspectos pedagógicos tienen que aprenderse no como algo teórico sino práctico. Los futuros docentes deben ser entrenados en pedagogía al mismo estilo de un deportista, con ensayos, repeticiones, y supervisión de cerca. 

Tanto en las carreras universitarias de educación, como en los institutos pedagógicos, e incluso en los talleres de formación docente, el énfasis se suele poner en la teoría pedagógica de moda, esperando que este aprendizaje puramente teórico sea suficiente para que los futuros docentes sepan cómo desenvolverse en las aulas. 

Esto no funciona así: no importa cuántas veces le digas a un profesor que es importante, por ejemplo, iniciar una clase generando un ‘conflicto cognitivo’ en sus estudiantes, si no los haces practicar, no van a hacerlo rutinariamente en sus clases. Así como un tenista no necesita aprender la física que describe el movimiento de una pelota de tenis, los futuros docentes no necesitan leer treinta páginas de Piaget: necesitan aprender lo básico y practicar hasta que las estrategias para generar dichos ‘conflictos cognitivos’ surjan de manera natural. Esto no se consigue leyendo, sino con ejercicios prácticos y con un entrenador que los vaya corrigiendo. Creer que un docente debe educarse como teórico de la pedagogía es tan absurdo como creer que se puede aprender tenis sentado en un sillón viendo videos.

Una hora de formación docente sobre este tema debería dividirse así: diez minutos en los que se explica qué es un conflicto cognitivo (a saber, cuando los estudiantes reconocen los límites de sus conocimientos previos y la necesidad de aprender algo nuevo) y por qué es importante; diez minutos en los que se ponen un par de ejemplos; y el resto del tiempo se hacen ejercicios sobre el tema en los que los futuros docentes generen ejemplos en grupo. ¡Y que la siguiente hora de clase se base en puros ejercicios también! 

Mi punto aquí es que los aspectos pedagógicos de la formación docente deben enseñarse con el objetivo de generar buenos reflejos pedagógicos en los futuros docentes (buenos hábitos), y esto solamente se consigue practicando de manera constante. 

Es más, incluso los aspectos de contenidos específicos (historia, física, etc.), al menos en el caso de los docentes de secundaria, deberían enseñarse como si fueran una clase de colegio, para que los futuros docentes experimenten por sí mismos, desde la perspectiva de los estudiantes, cómo deberían ser sus propias clases. 

Se repite hasta el cansancio que el aprendizaje debe partir de la experiencia, pero los formadores de docentes olvidan ellos mismos aplicar este principio.

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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docentes, Educación, Formación docente

Me recomendaron una película para verla con mi hija de tres años. En la película, de animación digital, hay un hombre que vive solo en un planeta desierto. Un día llega una mujer y comienza a trabajar en una misión. Él la ve y se siente sumamente atraído por ella. Al comienzo, la mujer ignora completamente al hombre, y luego muestra abierta hostilidad hacia él. Pero de pronto hay una terrible tormenta de arena y el hombre la invita a refugiarse en su casa, a lo cual ella accede. Es un planeta completamente desierto, pero él tiene una maceta con una pequeña planta: la única forma viviente en todo el planeta. Al ver la planta, ella decide protegerla y la guarda en un contenedor especial súper hermético que ella posee. Y por alguna razón misteriosa, al hacerlo ella pierde el conocimiento. 

Una vez pasada la tormenta, estando ella aún inconsciente, el hombre la saca de la guarida presumiblemente para ver si la luz del sol la hace reaccionar, pero nada. En este punto comienza una secuencia que encuentro terriblemente problemática. Aprovechando que ella está inconsciente, él la viste con adornos y la lleva consigo primero a un paseo en bote y luego a contemplar el atardecer, cosas a las que ella decididamente no hubiera accedido en ese momento de su relación (y que además no puede disfrutar porque está inconsciente). Ignorando cuáles puedan ser los deseos reales de ella, el hombre dibuja un corazón con el nombre de ambos en un poste, y, en el clímax de la secuencia, tímidamente le coge la mano inerte. La película no muestra esto como algo reprehensible. Al contrario, toda la secuencia está acompañada de una música muy tierna y dulce, lo cual indica que el director quiere transmitir emociones positivas, y que todo esto le parece muy romántico. 

Por supuesto que me sorprende que me hayan recomendado, como algo que puedo ver con mi hija de 3 años, una película en la que un hombre se aprovecha de una mujer inconsciente para cumplir sus fantasías románticas, llegando incluso a tocarla y manipularla. Pero lo que más me interesa resaltar aquí es la naturalidad con la que, como sociedad, aceptamos ese tipo de comportamiento como normal y hasta romántico. La película ha sido clasificada G por la Asociación de películas de los Estados Unidos (MPA por sus siglas en inglés). G significa que es apto para todo tipo de audiencia en general, niños y adultos. 

La secuencia está en YouTube, y en los comentarios también se puede ver la normalización de esta conducta: “Esta es la escena más linda que hay”; “Esta parte siempre me llega [al corazón]”; “Él y ella son la pareja más linda”; “Mi escena favorita de la película”. Incluso hay alguien que dice que le encanta como él “chequea sus pulsaciones primero, para asegurarse de que ella esté bien”. O sea, se aprovecha de ella, pero la cuida. ¡Qué romántico, por dios! Como padre de dos preciosas niñas de dos y tres años siento que… que necesito un whiskey

Ahora bien, siguiendo con los comentarios de YouTube, un usuario escribió que a pesar de que la escena es “linda y graciosa al mismo tiempo”, nunca le gustó mucho porque “ella no está despierta” y “nunca accedió a tener una cita con él”. Obvio pues, ¿no? No. Este comentario recibió las siguientes respuestas: “Pero él la está cuidando. La está tratando de curar”, “él solo quería amar a alguien”, y el descalificativo, “¡estás paranoico!” Yo entiendo que a uno pueda escapársele que lo que muestra la película está mal, sobre todo porque reproduce la manera como muchos entienden las relaciones de pareja. Pero para mí, el verdadero error está en defender lo indefendible incluso cuando te explican por qué está mal. 

Claro, uno podría decir que es solo una película y que no es para tanto. Y sí pues, es solo una película, excepto que en uno de los comentarios un usuario escribe que “eso es lo que mi novia no nota”, implicando, bueno, que eso es lo que dicho usuario hace cuando su novia está inconsciente. Un whiskey doble, sí. Y sin hielo. 

WALL-E se estrenó el 2008. Fue producida por Pixar y Disney. Ese año ganó el Oscar y el Globo de Oro a mejor película animada. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

Hasta un par de semanas antes de las elecciones de segunda vuelta, yo no había decidido cuál de los dos candidatos quería que gane. Descontando a López Aliaga, Fujimori y Castillo me parecían las peores opciones para el país. ¿Pero cuál era peor? A mí me costó mucho decidirme. Y a pesar de que era muy difícil encontrar un espacio para discutir este tema sin apasionamientos, pude recopilar argumentos interesantes en favor de uno u otro candidato. En ese momento decidí analizar la situación dividiéndola por temas, y clasifiqué los diferentes argumentos de acuerdo con cada tema. Aquí les cuento cuál fue mi razonamiento, y en qué medida se ha modificado a la luz de los primeros meses de gobierno. Como verán no es nada muy sofisticado, pero es lo que me ayudó a decidir. 

Economía. Respecto al tema económico, un amigo economista me explicó clarito cómo el ideario programa era un tremendo despropósito. El hambre, como señaló RMP. El plan de Fujimori implicaba más estabilidad. El asunto clave era si Castillo iba a poder aplicar el plan de Cerrón. Aquí pensé que con un congreso en contra esto iba a ser difícil. Entonces decidí que en este punto Fujimori sería mejor, pero dada la oposición que enfrentaría Castillo, esto no sería un argumento decisivo contra él. 

Corrupción. Respecto a Fujimori, darle una oportunidad para que nos gobierne, con tremendo prontuario a cuestas, me parecía que iba a favorecer la impunidad. Por otro lado, Cerrón era un tremendo ladrón (con condena y todo), y era bien probable que la intención suya y de su partido (incluyendo a Castillo) fuera entrar a robar también. Por esa razón, se trataba de una decisión difícil. (¿Es mejor dejar que el mismo ladrón te robe de nuevo, o es preferible dejar entrar a un nuevo ladrón?) El apoyo descarado de la prensa a Fujimori me hizo pensar que Castillo recibiría un escrutinio mucho mayor, así que en este punto pensé que, a pesar de todo, sería mejor si ganara él. 

Salud. En plena pandemia, y con el proceso de vacunación en marcha, era claro que del nuevo gobernante dependería la vida de muchas personas. Fujimori y su equipo tienen experiencia de gobierno, pensé. Por lo tanto, no van a perder tiempo adaptándose, y van a continuar con el proceso de vacunación de manera relativamente competente. Castillo, por otro lado, era un total improvisado, y seguramente sería incapaz de realizar esa vital tarea con éxito. Durante varias semanas pensé que obviamente la mejor opción respecto a este punto crucial sería Fujimori. Pero luego me puse a pensar en cómo el sector político al que ella representa había cometido barbaridades tales como promover la ivermectina, o rechazar la vacuna de sinopharm, tomando ventaja de la pasividad mental de sus seguidores, quienes estaban dispuestos a seguirlos con los ojos vendados al abismo. Dos o tres intercambios de terror que tuve en diferentes redes sociales me alertaron del peligro que se vendría, y tenía que sopesar ese riesgo contra una posible iluminación del equipo de Castillo. Pero la verdad es que tomé la decisión sin mucha convicción. Y a pesar de que este era tal vez el factor más importante que considerar al momento de elegir, nunca llegué a decidirme del todo. Si este hubiera sido el único factor, creo que hubiera terminado decidiéndome por Fujimori (a pesar de que yo mismo he escrito a favor de la vacuna sinopharm, y en contra de la ivermectina). 

Autoritarismo. Otra preocupación era quién sería más autoritario. En este punto claramente Fujimori era el peligro mayor. Lo de convertirnos en Venezuela o en “un país terrorista” siempre me pareció absurdo (a pesar de que, efectivamente, había personas filosenderistas en Perú Libre). Fujimori tendría el apoyo de los militares, de la prensa, de los grupos de poder económico, y de la clase política. Castillo iba a tener todo en contra. Si bien había indicios autoritarios en su partido que pronosticaban que sí buscarían perpetuarse en el poder, pensé que sería mucho más fácil deshacerse de él que de Fujimori. Desde Toledo, hemos tenido presidentes que gobernaron cinco años y luego tuvieron que enfrentar a la justicia. Fujimori no cometería ese error. Aquí habría que escoger al más débil e incompetente, es decir, a Castillo. Además, faltando una semana para la elección, mi malestar frente a la campaña descarada del grupo El Comercio contra Castillo reafirmó mi idea de que Castillo iba a tener todo en contra. El Comercio no es Willax, pero no duda en willaxearse cuando lo considera necesario. En mi círculo cercano éramos muchísimos indecisos, y pude ver claramente cómo todos razonamos de manera similar: Fujimori tiene todo a favor, por lo tanto, es el peligro mayor (si esta evidencia anecdótica fuera representativa de un porcentaje significativo de indecisos (digamos, de unos 60mil), el grupo El Comercio habría sido la causa directa del triunfo de Castillo).

¿Cómo se han dado las cosas, a cuatro meses de la elección? Respecto a economía, se cumplió que el congreso y la prensa están de alguna forma conteniendo la realización de las ideas más absurdas de Castillo, al punto de haberlo hecho tomar distancia de Cerrón. En el tema de la corrupción, no puedo decir que los fuertes indicios de corrupción del gobierno de Castillo me hayan agarrado por sorpresa, pues en el Perú la premisa de partida es que los gobernantes van a robar. Pero de todas maneras es un triste espectáculo. A pesar de que se cumplió mi pronóstico de que habría un fuerte escrutinio de la prensa, confieso que no esperaba ver algo así (las reuniones en la casa, la plata en el baño) tan pronto. En el plano de la salud el gobierno de Castillo me ha sorprendido gratamente. No digo que todo esté bien, pero mis expectativas eran muy pero muy bajas. Haber continuado con éxito el proceso de vacunación ha salvado muchísimas vidas. Respecto a lo del autoritarismo y afines, al igual que todo el mundo yo también sabía de la presencia de filosenderistas en el partido, pero no me imaginé que Castillo sería tan descarado de poner a alguien como Maraví de ministro (de quien según varios medios habría indicios de no ser simplemente filosenderista sino de haber sido un terruco hecho y derecho). Sin embargo, sí se ha cumplido, hasta ahora, mi expectativa de que la presión política y mediática lo harían deshacerse de gente así. La campaña del fraude dejó en clara evidencia que a un buen sector de la prensa no le interesa tirar su prestigio, su cerebro, y su dignidad al inodoro con tal de favorecer a Fujimori, lo cual corrobora la idea de que, de gobernar, ella tendría demasiado poder.  

Hasta ahora no ha llegado el hambre (en el sentido de la predicción de RMP), ni nos hemos vuelto Venezuela, ni somos un país comunista, ni tenemos un gobierno autoritario. Más bien tenemos un presidente tan débil y torpe que es posible que lo vaquen antes de su primer año de gobierno. Esto, de por sí, se tira abajo más de la mitad de los argumentos que en su momento fueron los más populares para no votar por él. Aquí tiene que quedar algo claro: si terminan vacando a Castillo esto le daría la razón a las personas que lo eligieron como mal menor, como el más débil. 

“Pero Manuel, si sabías todo esto ¿por qué no lo publicaste antes? ¡Qué fácil es hacerse al analítico calculador cuando escribes después de los hechos!” 

Sí pues. Pero la verdad es que aquí simplemente estoy compartiendo el proceso de razonamiento que llevé a cabo para decidir quién prefería que gané. Yo no soy ni politólogo ni sociólogo, y la verdad es que nunca pensé que mis opiniones sobre este tema fueran muy relevantes. Además, todo esto lo dijeron otras personas en su momento, y muy poco de lo dicho arriba se me ocurrió a mí. 

Quisiera terminar señalando un par de pequeños puntos filosóficamente interesantes respecto a este tipo de razonamiento. Lo primero es que, al momento de hacer una predicción, uno tiene que establecer de antemano tanto las posibles condiciones futuras que nos darían la razón, como aquellas que nos refutarían (si vacan a Castillo, ¿esto le da la razón a los que votaron por Fujimori, o por Castillo?). Lo segundo es que debemos buscar comunidades de diálogo con gente que esté dispuesta a hacer este ejercicio, y luego analizar objetivamente si las predicciones se cumplieron o no. Esto nos ayuda a tener una brújula. Sin esto, andamos sin rumbo, guiados por nuestros prejuicios y emociones, cual gallinas sin cabeza que no aprenden de sus errores. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Gobierno peruano, Pedro Castillo

Acabo de tener la siguiente conversación con mi hija menor:

  • Poki (su apodo), ya es hora de dor…
  • No quiero
  • Sí, ya sé que no quieres. Pero es hora de dor…
  • ¡No quiero!
  • Pero Poki, no te estoy preguntando lo que quieres. Te estoy diciendo lo que es. Y ya es hora de dor…
  • … 
  • ¿Es hora de jugar o es hora de dormir?
  • Domill (así, sin ‘r’ al medio y con ‘ll’ al final).
  • Entonces, es hora de dor…
  • Quiero jugar.
  • Sí, ya sé que quieres jugar. Pero es hora de dor…
  • …mill.

Mi hija acaba de cumplir dos años. Yo no soy especialista en psicología del desarrollo humano, pero creo que su silencio después de mi aclaración es un indicador de que está empezando a comprender la diferencia entre lo que uno quiere que sea verdad, y lo que es verdad realmente. 

A muchas personas les cuesta comprender esta diferencia. Podría citar el caso de los peruanos que creen que Pedro Castillo no ganó las elecciones limpiamente porque les gustaría que Castillo no haya ganado. O los que creen que Castillo está haciendo un buen trabajo porque les gustaría que estuviera haciéndolo bien. Pero me voy a centrar en las creencias relacionadas con el Covid. 

Jones cree que el Covid no existe porque a él le gustaría que no existiera. Pero eso no es verdad. El Covid existe y ha matado a millones de personas. 

Jane cree, porque le gustaría que fuera así, que el sistema inmunológico humano, por ser ‘natural’, funciona como una máquina perfecta. Por esta razón, piensa Jane, el cuerpo humano así solito es capaz de combatir el Covid. Pero la realidad no es así, y por eso es necesario complementar este sistema con vacunas. 

John cree, porque le gustaría que fuera así, que, entre todos los países del mundo, él justo ha nacido en aquél que tiene una tradición ancestral de medicinas que son capaces de combatir todas las enfermedades, incluso el Covid. Esto, desafortunadamente, no ha sido comprobado hasta hoy. (John también cree que lo importante en el fútbol no es ganar sino tocar la pelota con elegancia y picardía… pero estoy divagando. Sigamos). 

Julia cree, porque le gustaría que fuera así, que justo la doctora que está viéndola es muy muy inteligente, y conoce de un tratamiento suavecito que la va a proteger del Covid (por ejemplo, tomarse unas gotitas de ivermectina o dióxido de cloro). La doctora además es muy muy buena, y ha decidido compartir esa información con Julia (la doctora no es mala como los otros doctores, que trabajan en los mejores hospitales y centros de investigación del mundo, y que han decidido ocultar esta información para llenarse los bolsillos de dinero a costa de las vidas de millones de personas). Y como Julia es pura de corazón, tiene la disposición para comprender esta verdad revelada por su doctora, no como otros pacientes incrédulos que viven cegados porque son peones del sistema, y por eso permiten que les pongan vacunas y otras cosas que te cambian el ADN con químicos. No como Julia, que decide ingerir ClO2 (dióxido de cloro) o C47H72O14… (ivermectina) solo porque su doctora se lo dice. Pero la realidad no es así. La doctora que ofrece ivermectina o dióxido de cloro tal vez no sea ni muy buena ni muy inteligente. Lo más probable es que, o se esté aprovechando de Julia para alimentar su ego y su bolsillo, o no tenga la menor idea de dónde está parada, o ambos. 

Aceptar la realidad. Tan simple como eso. Y mi Poki de dos años lo sabe. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas.

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querer, ser

“Estimados Padres de Familia: Les recordamos que según un comunicado enviado anteriormente, no estará permitido el ingreso en bicicleta, esto evitará la manipulación de dicho medio de transporte y la probable contaminación que pueda generar […]” 

Esta nota proviene de un colegio privado limeño. Según la administración del colegio, es mejor que los niños no vayan en bicicleta porque la bicicleta es un medio de contagio del covid.  

Al inicio de la pandemia había mucha incertidumbre sobre los posibles medios de contagio, y las medidas de protección correspondientes. Algunos estudios indicaban que era posible que el virus permanezca en las superficies, y en febrero del 2020 la OMS recomendó a las instituciones de salud y al público en general que las limpien constantemente. Pero desde entonces ha habido muchas más investigaciones, y ya en enero del 2021 la revista Nature señalaba, en un artículo de divulgación, que, si bien es posible, la transmisión a través de superficies no representa un riesgo significativo, contraviniendo una recomendación explícita del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC por sus siglas en inglés). Y ya para abril del 2021 la CDC anunciaba también que el riesgo de transmisión por superficies no es significativo. El consenso científico se transformaba en política pública. Es cierto que el virus puede permanecer en algunas superficies por varios días, pero es increíblemente difícil contagiarse por ese medio, básicamente porque hasta ahora solo se ha demostrado esa posibilidad bajo estrictas condiciones de laboratorio que son ridículamente poco probables en condiciones reales. 

En sus recomendaciones para la vuelta a clases, el MINEDU incluye desinfectar las superficies. A estas alturas, y con todo lo que se sabe, no debería hacerlo. Es una pérdida de tiempo y de dinero, y contribuye a crear paranoia que eventualmente puede ser contraproducente. Pero incluso si estas recomendaciones fueran razonables, lo de las bicicletas no tiene sentido alguno (para comenzar, el MINEDU no dice nada de bicicletas en sus recomendaciones). ¿Cómo podría la manipulación de una bicicleta aumentar el riesgo de contagio? ¿Una niña asintomática tose sobre el asiento de su bici, y en ese instante un niño que pasaba por ahí justo pone la mano en el asiento y se lleva la mano a la cara? Nada que no pueda suceder en otros ambientes del colegio también, y que no se pueda remediar pasándole un trapo al asiento. ¿Pero qué pasa si la gota no cae en el asiento sino en el fierrito de más abajo, que es más complicado de limpiar? Bueno, es poco probable que los otros niñitos toquen el fierrito de más abajo ¿Pero que pasa si el niñito justo se tropieza y para no caer tiene que poner su manito en el fierrito de más abajo, y luego se cae sobre su hombro izquierdo y se da la vuelta, y justo se pone la manito en la cara? …

Detrás de este tipo de razonamiento veo dos problemas interesantes. El primero es educativo, y tiene que ver con educar con el ejemplo. Se repite hasta el cansancio que los colegios deben enseñar a pensar críticamente, y no solamente a memorizar. Sin embargo, lo que muchos colegios están haciendo es precisamente repetir protocolos anticuados de memoria, sin analizarlos críticamente. Ya el MINEDU se maneja con protocolos anticuados, pero que el colegio radicalice estos protocolos con medidas más anticuadas aún porque fueron las que los administradores memorizaron varios meses atrás no tiene mucho sentido. Los colegios deberían aprovechar esta oportunidad para hacer pedagogía, mostrando la importancia de mantenerse informado y de actualizar sus creencias en base a la evidencia. 

El segundo problema tiene que ver con asignar valor quasi infinito a la variable “salud” o “vida” en el cálculo de riesgos. (Puedo sentir su indignación, querido lector, pero déjeme explicarle con un ejemplo). Mis hijas, de 3 y 2 años, son lo que más quiero en el mundo. Hoy en la mañana las subí al carro, sabiendo que podría haberme tropezado mientras las cargaba y que podrían haberse golpeado la cabeza. Luego las senté en sus car seats, a pesar de que no soy experto en car seats. Después manejé por diez minutos y las dejé en su nido. Estoy seguro de que hice lo correcto esta mañana. Por el bien de mis hijas, las llevé a que jueguen e interactúen con otros niños, y a que aprendan nuevas canciones y bailes. ¿Habría demostrado que las quiero más si me hubiera quedado en casa con ellas porque no estoy dispuesto a asumir el más mínimo riesgo, pues todo palidece frente al infinito que es mi amor por mis hijas? No. No subir nunca a mis hijas a un carro no sería amor, sino obsesión patológica que terminaría haciéndoles un terrible daño psicológico y tal vez físico. Justificar esa patología aduciendo que lo que pasa es que las amo demasiado sería absurdo. Bueno, pues eso es lo que muchos colegios le están haciendo a sus alumnos bajo la excusa de que la salud y la vida son valores inconmensurables frente al mínimo riesgo. Por eso es que algunos deciden no abrir, otros abren dos horas tres veces por semana, y otros prohíben el uso de bicicletas.   

[Artículo de Nature: https://www.nature.com/articles/d41586-021-00251-4#ref-CR1.]


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Bicicleta, colegio privados, Coronavirus

Imaginemos el caso de Jones. Esta es una persona que ha fumado toda su vida, y que, a partir de su experiencia de no haberse enfermado nunca de cáncer de pulmón, afirma categóricamente, en contra del consenso del estáblishment médico internacional, que fumar no causa cáncer. 

Es cierto que el buen Jones puede impresionar a otros despistados como él, pero es evidente que está equivocado. La razón es bastante clara. Más allá de la anécdota individual, hay muchísima evidencia que apunta a que fumar eleva el riesgo de cáncer, a pesar de que no necesariamente causa esta enfermedad en todos los fumadores. Esto tiene que ver con la noción de causalidad. 

Cuando los médicos dicen que fumar causa cáncer de pulmón, no se refieren a que si uno fuma necesariamente vaya a contraer cáncer de pulmón —ni siquiera a que fumar haga que sea probable que uno contraiga este cáncer—, sino que, al fumar, uno eleva las probabilidades de tener esta enfermedad (de casi cero a más o menos 20%). En ese sentido, a pesar de que lo más probable es que un fumador no se enferme de cáncer, es correcto decir que fumar es una causa de esta enfermedad. 

La historia de Jones ilustra dos puntos filosóficamente interesantes. Lo primero es una noción probabilística de causalidad, que consiste en que A es la causa de B si A eleva las probabilidades de que ocurra B. Esta mirada probabilística va en contra de las nociones de causalidad que sostienen que A es la causa de B solo si, cada vez que ocurre A, necesariamente tiene que ocurrir B. 

Lo segundo tiene que ver con la manera como se descubren las relaciones causales. ¿Cómo saben los científicos que fumar causa cáncer de pulmón? Las relaciones causales no se pueden observar tal como uno observa, por ejemplo, los síntomas de una enfermedad. En muchos casos, estas relaciones se tienen que inferir a partir de estudios. En el caso de la relación entre fumar y cáncer, a lo largo de varias décadas se han realizado diferentes estudios que contrastaban la incidencia de cáncer entre fumadores y no fumadores, controlando factores como edad, sexo, clase social, tiempo como fumadores, condiciones preexistentes, etc., aislando así la diferencia entre fumar y no fumar como los únicos factores relevantes, y eliminando la posible influencia de otros factores (estos son los llamados estudios aleatorios prospectivos).

La razón por la que el ejemplo de Jones da risa es que no se ha dado cuenta de que su experiencia individual es limitada. Es como el borrachín que cree que conducir ebrio no es peligroso porque nunca ha tenido un accidente. 

En el caso de enfermedades nuevas, estos temas son más relevantes aún, pues no se han realizado aún los estudios prospectivos que indiquen la posibilidad de relaciones causales entre, por ejemplo, el consumo de un medicamento, y la cura de una enfermedad. Eso lo sabe bien cualquier estudiante de medicina de primer año. Hacer afirmaciones causales en contextos médicos, sin contar con la evidencia de estudios serios, puede ser muy peligroso, y es ciertamente muy poco profesional.  

Estas ideas son relevantes para entender parte de nuestro contexto actual: ¿se acuerdan cuando, hace ya varios meses, a partir de su experiencia de haberse recuperado del Covid, Ciro Maguiña, afirmó categóricamente, en contra del estáblishment médico internacional, que la ivermectina fue una de las causas de haberse recuperado del Covid? Lo que estaba haciendo el vicedecano del Colegio Médico del Perú es justamente una inferencia causal basada en la generalización de la experiencia individual, al mismo estilo de mis personajes ficticios ‘Jones el fumador’, y ‘el borrachín conductor’, solo que ni Jones ni el borrachín han estudiado medicina. 

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Ciro Maguiña, estáblishment

Hay una estrategia no-tan-sutil de cambiar de tema que se repite con frecuencia en muchas conversaciones sociales. La estrategia consiste en evitar discutir perspectivas interesantes y sutiles sobre un tema, desviar la conversación hacia versiones ridículas y absurdas del mismo, y luego criticar dichas versiones. En lógica a esta estrategia se le suele llamar ‘construir un muñeco de paja’ (presuntamente debido a que suele ser más fácil de quemar que un muñeco de otro material). Para efectos de esta columna la voy a llamar ‘la estrategia del culebreo’, y a aquellos que la practican los voy a llamar culebreros. Quisiera comentar un par de casos típicos de culebreo.

Black Lives Matter. Al escuchar la frase black lives matter (las vidas negras importan) la mayoría de personas la interpreta en el sentido de que, en el contexto de la desproporcionada violencia policial y carcelaria contra la que se enfrentan las personas negras en los Estados Unidos y otras partes del mundo, las vidas de las personas negras son importantes también, no solo las de los blancos. Mencionar esa frase en una conversación suele ser una invitación para discutir sobre temas como el racismo sistémico, la violencia policial, etc. El culebrero, sin embargo, a pesar de que jamás en su vida ha leído un artículo serio sobre el tema, asegura que en realidad la frase significa que ‘solo las vidas de las personas negras importan’, y señala que el antirracismo ‘ya se fue al otro extremo’ porque él-tiene-un-amigo-que-dice-que-todos-los-blancos-son-malos. Así, en vez de embarcarse en una discusión razonable sobre violencia policial y racismo, el culebrero elige discutir una postura a todas luces absurda. En vez de meterse a correr una buena ola, decide zambullirse en una piscina de patitos a chapotear.  

Feminismo. La feminista estadounidense bell hooks, en las dos primeras páginas de su libro El feminismo es para todo el mundo, describe sus encuentros con los culebreros. Ella señala cómo cada vez que comentaba que era feminista en una conversación informal, su interlocutor reaccionaba con una serie de críticas desatinadas al feminismo: ‘las feministas odian a los hombres’, ‘las feministas atentan contra la naturaleza’, etc. Frente a ello, hooks respondía que el feminismo se trata de derechos y de igualdad, y procedía a explicar los matices de su postura. Sus interlocutores, sin embargo, le decían que ella no era una feminista ‘real’, porque las feministas reales odian a los hombres. Así, en vez de detenerse a profundizar sobre una postura informada y seria como la de hooks, y sobre los problemas de desigualdad y violencia de género, los culebreros gastaban sus energías en renegar contra posturas absurdas y fáciles de refutar como las de aquellas a quienes llaman ‘las otras feministas’. Es como si, en vez de probar un buen ceviche mixto, uno decidiera comerse unos fideítos cabello de ángel, pero sin mantequilla. 

No estoy seguro de cuáles pueden ser las causas de esta actitud culebréica. Se me ocurre que pueden influir factores neurobiológicos, pragmáticos, y psicológicos. Por un lado, es posible que el culebreo se deba a una cierta incapacidad intelectual. Al culebrero se le recalienta el Volkswagen si piensa sobre matices y sutilezas, y por eso decide enfocarse en temas facilitos no más (después de todo, no tienes que ser Marie Curie para saber que está mal odiar ‘a todos los blancos’ o ‘a todos los hombres’). Por otro lado, pienso que algo en el culebrero quiere evitar a toda costa hablar seriamente sobre sexismo o racismo porque prefiere seguir viviendo en la ignorancia, pues de esta manera evita sentirse obligado a perder ciertos beneficios tales como estar con la consciencia tranquila al no hacer tareas domésticas o reírse de chistes racistas. Por último, es posible que el culebrero pueda estar reaccionando a lo que considera como un ataque, pues siente que, si alguien le describe las estructuras sexistas o racistas de nuestra sociedad, indirectamente le está diciendo a él que es un machista o racista.  

No sé si el culebrismo tiene cura. Ciertamente uno no se va a curar si se desenvuelve en ambientes en los que la gente se siente inteligente y empoderada al criticar posturas ridículas. Lo que sí me queda claro es que es mucho más edificante discutir buenos argumentos en lugar de malos argumentos. Por esa razón, enfrentarse al culebrismo puede ser frustrante, y lo mejor es intentar enmendar al culebrero un par de veces. Pero si se detecta que se trata de un culebrero contumaz, recomiendo culebrearse a sí mismo fuera de esa discusión. 

[bell hooks es el nombre de pluma de Gloria Jean Watkins, quien prefiere que su pseudónimo se escriba en minúsculas]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

 

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Decir que la moral es relativa se ha vuelto sentido común, y se suele tomar como una expresión de sensatez. Lo curioso es que muchas personas creen que esta es la postura predominante entre los filósofos académicos, a pesar de que son pocos los que simpatizan con ella (en un sondeo de philpapers.org, entidad financiada por la asociación estadounidense de filosofía, más del 50% de los filósofos profesionales que respondieron se identificó como realista moral). 

Un realista moral es una persona que considera que existen hechos morales, es decir, que existen acciones o situaciones que son en sí mismas buenas o malas, y que nuestras afirmaciones morales son verdaderas o falsas dependiendo si se corresponden o no con esos hechos. Por ejemplo, es un hecho que la esclavitud está mal, y la frase “la esclavitud está mal” es verdadera justamente porque se corresponde con ese hecho. Igualmente, es un hecho que torturar niños por diversión está mal, y la frase “torturar niños por diversión está bien” es falsa pues no se corresponde con ese hecho. 

Un antirrealista moral es una persona que considera que no existen hechos morales. Entre ellos, un relativista moral es aquél que considera que la verdad o falsedad de las afirmaciones morales es relativa al contexto cultural, social o histórico del individuo que expresa dichas afirmaciones. Por ejemplo, la frase “la esclavitud está mal” es verdadera cuando se profiere en el siglo XXI, pero en principio existirían algunos contextos culturales o históricos en los que la frase sería falsa. Asimismo, la frase “torturar niños por diversión está bien” es falsa desde la perspectiva del siglo XXI, pero podría ser verdadera desde otra perspectiva. 

¿Por qué el relativismo moral es tan popular entre los no-filósofos? Sospecho que la explicación tiene que ver en parte con lo odiosos e insufribles que suelen ser algunos realistas morales. Un ejemplo clásico son los fundamentalistas religiosos, que llaman ‘relativista’ a todo aquel que no piensa como ellos, y ‘tibios’ a los realistas morales que no comparten su fanatismo (además por supuesto de usar las reuniones familiares como tribuna para hablar sin parar sobre virtudes como la humildad y la importancia de escuchar al otro). Otro ejemplo son los darwinistas de pacotilla, que intentan justificar su egoísmo apelando a una noción primariosa de la selección natural, pero que si entendieran algo de evolución sabrían que esta se da no solo a nivel individual sino a niveles más altos de organización (ver, por ejemplo: Samir Okasha, Evolution and the Levels of Selection, Oxford University Press: 2006). 

Hartas de estas deformidades del pensamiento racional, muchas personas optan por el relativismo moral. Sin embargo, mi impresión es que si la gente supiera qué implica realmente el relativismo moral, dejaría de serlo, o por lo menos dejaría de pensar que es la postura más obvia. 

El problema con esta postura es que la clase de referencia suele ser difícil de definir. Tomemos el caso de la esclavitud. ¿Tiene sentido decir que estaba bien en el siglo XVIII solo porque era legal? No es difícil imaginar a algunos esclavos estando en contra de esta práctica. Entonces, ¿relativo a quiénes estaba bien la esclavitud? ¿Las clases de poder? No todos en una sociedad comparten los mismos valores, es más, ni siquiera al interior de una misma familia. Entonces, el riesgo es que este relativismo cultural termine colapsando en subjetivismo moral, la idea de que mis afirmaciones morales son siempre verdaderas porque se refieren a mi propio sistema de valores. Esto anula toda posibilidad de tener una conversación sobre temas morales, y hace que todo cambio de parecer sobre temas morales sea en sí mismo inmoral. El subjetivismo cancela toda posibilidad de emitir juicios morales, y disuelve la noción misma de moral. En ese sentido, el relativismo moral corre el riesgo de colapsar en una forma de amoralidad. 

Esta deconstrucción del relativismo moral no representa una victoria para el realista moral fanático. Tanto el subjetivista moral como el realista moral fanático anulan toda posibilidad de conversación. Ellos quieren ser escuchados porque son los dueños de la verdad moral, y esta deformación no les permite concebir la mera posibilidad de estar equivocados. 

El realismo moral, la idea de que existen hechos morales, puede ser muy difícil de tragar, pero esta dificultad no debe llevarnos automáticamente a adoptar el relativismo. En todo caso, no creo que sea más difícil de tragar que la idea de que existan contextos culturales en los que torturar niños por diversión esté bien. 

Que uno crea que existen hechos morales no implica que sepa cuáles son estos hechos. Si algo nos enseña la práctica científica es que la mejor forma de averiguar cuáles son los hechos es creando comunidades que tengan como principios rectores el diálogo permanente, el respeto por la evidencia, el buen razonamiento, y la humildad. 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.  

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