Una gran cantidad de medios de prensa en nuestro país, incluyendo a varios respetables, tiene una sección dedicada al horóscopo. Muchas personas consideran a la astrología como una fuente confiable de conocimiento y se dejan guiar por ella para tomar decisiones en la vida. Otras la toman como un simple juego. Y un tercer grupo no la toma tan en serio, pero, mostrando una falsa apertura de mente, no la rechaza de plano porque piensa que “¿quién sabe? Tal vez sí funcione”. 

Lo cierto es que la astrología no tiene fundamento alguno. No hay razones para pensar que si una persona ha nacido cuando la tierra pasaba bajo una constelación de estrellas que vagamente se asemeja a un toro, esa persona poseerá aspectos de la personalidad de ese animal, y que eso influirá en su suerte a lo largo de su vida (por ‘pasar bajo una constelación’ me refiero a que la proyección de la línea que parte de la tierra en dirección al sol llega hasta dicha constelación). Pero el rasgo más problemático de la astrología es la actitud de desdén por la verdad que promueve. 

Por un lado, los astrólogos hacen predicciones de manera muy general, o las reinterpretan después de los hechos. “Algo terrible te va a ocurrir mañana” es compatible con muchos estados del mundo. E incluso si no te sucede absolutamente nada, los astrólogos no lo aceptan como un error, sino que reinterpretan los hechos diciendo que en verdad sí te sucedió algo terrible, solo que fue muy sutil como para ser percibido. 

Por otro lado, la astrología enfrenta muchos problemas. Algunos de estos, señalados por el filósofo Paul Thagard, son los siguientes.

Gemelos. Muchos gemelos, a pesar de haber nacido bajo el mismo signo zodiacal, tienen personalidades bastante diferentes, y su suerte en la vida es muy diferente también. Incluso en los casos en que tienen personalidades similares, esto podría explicarse por la crianza común, o por herencia genética. Pero la astrología no solo no se interesa en abordar este problema, sino que no intenta ni si quiera compararse con teorías alternativas de la personalidad. 

Constelaciones. Existen 88 constelaciones visibles desde la tierra, y la tierra pasa bajo 13 de ellas, no 12. Los astrólogos babilonios simplemente obviaron la constelación Ofiuco por razones prácticas, pues ya contaban con un calendario de 12 meses. 

Precesión. El fenómeno de precesión ocurre porque el eje de la tierra respecto al plano del sol es inclinado, y la rotación de la tierra hace que la perspectiva de la tierra respecto a las constelaciones cambie ligeramente cada año. Se necesitan 26 mil años para que esa perspectiva vuelva a ser la misma. Ahora bien, las fechas del horóscopo se establecieron hace unos 2 mil años, lo cual quiere decir que la perspectiva de la tierra se ha corrido 1/13 desde entonces (¡casi un mes!). Esto, combinado con el hecho de que existen 13 y no 12 constelaciones, hace que en la gran mayoría de casos los días en los que la tierra pasa bajo una constelación no correspondan con lo que se indica tradicionalmente en los horóscopos. Por ejemplo, según el horóscopo tradicional, una persona es Aries si nació entre el 20 de marzo y el 20 de abril, pero en realidad la tierra estuvo bajo Aries entre el 18 de abril y el 13 de mayo. Alrededor del 86% de personas no ha nacido bajo el signo zodiacal que cree. 

A pesar de estos problemas, los astrólogos no muestran ningún interés en buscar soluciones, tanto así que la astrología se ha mantenido prácticamente intacta desde los tiempos de Ptolomeo. Las ciencias de verdad no ignoran sus problemas, sino que plantean programas de investigación alrededor de dichos problemas, lo cual explica el desarrollo fascinante, a lo largo de su historia, de ciencias como la física, la biología, y la psicología (piense en todo lo que han avanzado estas disciplinas en los últimos 100 años). 

Los medios de prensa deberían, por un tema de ética profesional (pues su deber es informar con la verdad), o eliminar sus secciones de astrología, o indicar claramente que se trata de un juego. No debemos olvidar que los lectores de la sección de astrología también votan en las elecciones, y que a todos nos conviene que la gente aprenda a no dejarse engañar.  

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.  

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Astrología, Horóscopo

Consideremos las siguientes afirmaciones: (a) ‘Las Esmeraldas son verdes’; (b) ‘Bilbo es el tío de Frodo’. Ambas son verdaderas, pero por razones diferentes. (a) es verdadera en virtud del hecho de que existen esmeraldas en el mundo y sucede que estas son verdes, pero (b) es verdad solo en el universo ficticio de El Señor de los Anillos, no porque Bilbo y Frodo existan. Ahora bien, consideremos una tercera afirmación: (c) ‘Existen infinitos números primos’. (c) también es verdadera, pero ¿es verdadera en el sentido de (a) o en el de (b)? En otras palabras, ¿existen los números?

 

A pesar de que es probable que El Señor de los Anillos se haya inspirado en hechos reales, no es algo que se use en ciencia de manera generalizada. Tal vez un científico social podría aprender algo sobre la cultura británica de comienzos del siglo pasado, pero de ningún modo se puede comparar al uso que se hace de las matemáticas en casi todos los ámbitos de la actividad científica. Es casi imposible concebir una ciencia madura que no se apoye en las matemáticas para construir modelos teóricos, hacer predicciones, y explicar fenómenos empíricos. Muchas personas sostienen que esta es una razón para creer que los objetos matemáticos existen. Por ejemplo, de acuerdo al filósofo y lógico Gottlob Frege, “es únicamente la aplicabilidad de las matemáticas la que las eleva de ser un simple juego al rango de una ciencia”. ¿Cómo podrían ser las matemáticas tan útiles en ciencia si fueran solo una ficción? Para muchos, existe un vínculo casi automático entre la aplicabilidad de las matemáticas y el realismo matemático.

 

A pesar de lo dicho anteriormente, yo creo que la utilidad de las matemáticas en ciencia se puede explicar independientemente de si las entidades matemáticas existen o no. El rol que cumplen las matemáticas en ciencia es básicamente representacional. Si decimos que la masa en reposo de un electrón es 9.109×10^(-31) kg, el número 9.109×10^(-31) sirve para representar una propiedad física, a saber, la masa de reposo del electrón. El número en sí mismo no es tan relevante. Si hubiéramos escogido unidades diferentes, habríamos tenido que escoger un número diferente. Este rol representacional es compatible con que las matemáticas sean una ficción.

 

Existen dos objeciones comunes a esta postura. Si tanto El Señor de los Anillos como las matemáticas son ficciones, entonces ¿por qué las matemáticas son tan útiles en la ciencia, mientras que El Señor de los Anillos y otras ficciones no lo son? Mi respuesta es que, una vez que prestamos atención al proceso de aplicación, podemos ver que los fenómenos físicos bajo estudio tienen que matematizarse primero. En muchos casos, existe toda una jerarquía de modelos matemáticos que median nuestro acceso al mundo físico. Por ejemplo, para que un fenómeno sea estudiado matemáticamente, primero tiene que ser medido, y este proceso de medición implica en sí mismo una matematización, es decir, establecer una correspondencia con un enunciado físico/matemático. Para describir esta versión matematizada de la realidad, no es sorprendente que tengamos que usar matemáticas, o que algunos conceptos matemáticos nos sean útiles. No “señordelosanilleamos” los fenómenos físicos en ciencia, por eso es que El Señor de los Anillos no es útil para estudiar estos fenómenos.

 

Claro, podría decirse que la razón por la que matematizamos los fenómenos físicos es que las matemáticas son, por así decirlo, el lenguaje de la naturaleza, y en eso se basa su utilidad y realidad. Se suelen citar dos tipos de casos para justificar esta postura. Primero, existen muchas teorías matemáticas que fueron desarrolladas sin tener ningún tipo de aplicación en mente (por ejemplo, los números imaginarios) y que luego terminaron siendo muy útiles en ciencia (por ejemplo, en la formulación de la mecánica cuántica). Adicionalmente, hay muchos casos de descubrimientos científicos que supuestamente se hicieron simplemente analizando representaciones matemáticas de las leyes de la naturaleza (se suelen citar casos como el de Paul Dirac, quien supuestamente descubrió el positrón simplemente analizando la “Ecuación de Dirac”). Casos como estos demostrarían que las matemáticas están de alguna manera conectadas al mundo físico.

 

Frente a esto, sostengo, primero, que tenemos que tomar en cuenta la vastedad del ámbito matemático. Las matemáticas son una fuente inmensa de estructuras. Es razonable suponer que algunas de estas estructuras serán útiles para representar estructuras físicas. Es más, muchas veces ocurre que la misma estructura matemática puede usarse para representar aspectos comunes a diferentes estructuras físicas. Adicionalmente, en cierto sentido hay un sesgo en el uso de las matemáticas: los científicos se enfocan en fenómenos que son susceptibles de matematización, y hacen encajar sus modelos en las matemáticas disponibles. Por lo tanto, no es en absoluto sorprendente que algunas estructuras matemáticas terminen siendo útiles en ciencia de forma inesperada y novedosa.  Por último, los científicos nunca ‘leen’ hechos físicos directamente de sus modelos matemáticos. Por el contrario, siempre tienen que interpretar las matemáticas de una forma u otra. Por ejemplo, Dirac asignó tres interpretaciones diferentes a los resultados de sus ecuaciones, y la teoría de los positrones fue aceptada solo cuando la existencia de los positrones se verificó experimentalmente.

 

No estoy afirmando que las matemáticas sean una ficción, sino que la aplicabilidad de las matemáticas en ciencia no nos da razones para pensar que no lo son. Sin embargo, si la aplicabilidad de las matemáticas fuera la única opción de los realistas matemáticos para defender su postura, entonces sí tendríamos razones para pensar que las matemáticas son una historia sobre entidades ficcionales. Me pregunto si a J.R.R. Tolkien se le cruzó la posibilidad de que, al hacer que Bilbo diga: “Hoy es mi cumpleaños 111!”, tal vez estaba realizando un tipo de ficción crossover.

En las próximas semanas, una camada de billones de cigarras del género magicicada emergerá en diferentes regiones del noreste de los Estados Unidos. Estos insectos han estado bajo tierra durante exactamente 17 años. Sus padres emergieron el 2004, vivieron dos semanas, se procrearon, depositaron sus huevos en el suelo, y murieron. Las hijas han estado incubándose durante todo este tiempo, y este año emergerán simultáneamente para repetir el proceso. Los huevos que depositen permanecerán bajo tierra hasta el 2038.

 

Se han identificado 15 diferentes camadas de magicidadas, todas en el noreste de los Estados Unidos. Las que están más hacia el norte tienen periodos de 17 años, y las de más al sur periodos de 13 años. Este año toca que emerja la famosa “camada X”, la más grande de todas. Y sí, famosa. Bob Dylan escribió una canción basada en su experiencia con esta camada en Princeton, New Jersey, en el año 1970.

 

Existen diferentes aspectos del comportamiento de estos insectos que resultan fascinantes. Por ejemplo, ¿por qué tienen ciclos de vida tan largos? ¿Por qué existe una diferencia entre las del norte y las del sur? ¿Por qué emergen simultáneamente? Sin embargo, desde mi punto de vista la pregunta más interesante de todas es: ¿Por qué los periodos vitales corresponden exactamente con números primos?

 

De acuerdo al biólogo Yin Yoshimura, diferentes factores biológicos y geológicos explicarían que el rango de años esté entre 12 y 15 años para las cigarras del sur, y entre 14 y 18 para las del norte. Pero por qué la selección natural escogió exactamente 13 y 17 no se explicaría puramente por estos factores. Aquí entra el trabajo relativamente reciente de los investigadores Goles Shulz y Markus, para quienes la explicación es justamente que 13 y 17 son números primos. Más precisamente, el tener ciclos vitales primos disminuiría las posibilidades de encontrarse con depredadores:  hipotéticamente, si su periodo vital fuera de 12 años, las cigarras se encontrarían con depredadores con periodos de 1, 2, 3, 4, 6 o 12 años, mientras que cigarras con ciclos de 13 años solo se encuentran con depredadores de periodos de 1 o 13 años. Es decir que tener un periodo primo es ventajoso desde un punto de vista evolutivo.

 

Curiosamente, muchos filósofos de las matemáticas han mostrado un gran interés por el caso de las magicicadas. La razón es la siguiente: Cuando hacemos matemáticas, nuestro razonamiento se enfoca en números, funciones, formas geométricas, etc., mientras que al hacer ciencia razonamos sobre entidades concretas como electrones, campos electromagnéticos, especies animales, procesos evolutivos, etc. Ahora bien, la gran mayoría de personas no tiene problemas en creer que la ciencia estudia el mundo real, y que por lo tanto los electrones, campos electromagnéticos, etc., existen en el mundo real, incluso si no podemos verlos. La razón es la gran cantidad de fenómenos físicos que se pueden explicar apelando a estas entidades. (Piense en el teléfono o computadora donde lee esto, la luz sobre su cabeza, la corrosión de la pata de la silla) Pero es difícil concebir la existencia de un mundo de entidades matemáticas: ¿Dónde se encontrarían los círculos perfectos, el número 5, el infinito? Claro, esta es una pregunta injusta pues las entidades matemáticas, si existieran, no estarían ubicadas en el espacio-tiempo (las cinco manzanas en mi mesa no son el número cinco). Pero mi punto es que, en general, tenemos actitudes distintas frente a los objetos matemáticos y a los científicos, y es más fácil adoptar una actitud realista frente a los últimos que frente a los primeros.

 

Es cierto que las ciencias usan matemáticas, pero por lo general este uso es instrumental. Cuando uno dice que el agua hierve a 100∞C, el número 100 en sí mismo no importa tanto como el proceso físico que se describe, proceso que podría haberse descrito también con el número 212 si se hubiera escogido la escala Fahrenheit.

 

¿Y qué tienen que ver las cigarras con todo esto? Bueno, el caso de las cigarras es curioso porque al parecer el uso que se hace de las entidades matemáticas “13” y “17” se parece más al uso que se suele hacer de “electrón” en la explicación de la corrosión, que al uso de “100” en la explicación de la ebullición del agua. En el ejemplo del agua, si remplazo al 100 por 212 no pasa nada. Cambio de unidades y todo sigue igual. En el caso de las cigarras, por el contrario, si no menciono al número 17 no puedo usar la noción de primo, y por lo tanto se me cae la explicación. Es decir que la explicación depende indispensablemente de las propiedades matemáticas del número 17, justamente en el mismo modo en que la explicación de la corrosión depende indispensablemente de las propiedades de los electrones. En ese sentido, si no tenemos problemas en creer que existen los electrones, a quienes no podemos ver, no deberíamos tener problemas en creer que los números existen, así no los podamos ver, especialmente si nuestras mejores explicaciones científicas dependen de estas entidades.

 

Si este argumento fuera correcto, deberíamos tomar el canto de las cigarras como una celebración del realismo matemático.

 

[Nota: en mis siguientes columnas voy a mostrar los problemas de este argumento, pero el lector interesado puede leer mis artículos académicos al respecto. Ahí podrá encontrar también las referencias que he omitido aquí]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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Cigarras, Manuel Barrantes, Matemáticas

Un candidato dice que “el primero de mayo, Estados Unidos ha vacunado a toda su población”. Se arma un pequeño escándalo porque está hablando del futuro como si fuera el pasado: aparentemente estaba borracho. Algunos de sus defensores justifican el uso de “ha” para hablar del futuro apelando a una libertad lingüística. Otros dicen que es un valor positivo el haberse emborrachado para compenetrarse con sus electores. Pocos mencionan que la afirmación es falsa. Lo que ha dicho el gobierno estadounidense es que van a comenzar a vacunar a todas las personas, sin restricciones de edad o profesión, a partir del primero de mayo, no que para esa fecha ya habrán vacunado a todo el mundo. ¿Les importa a los defensores del candidato que éste les mienta en la cara? Hace rato que no. El candidato se ha vuelto la medida de todas las cosas. ¿Cómo saber si una encuesta es legítima? Fácil. Si él sale arriba, la encuesta está bien; si no, ha sido comprada por la prensa mermelera. ¿Creen realmente sus seguidores que las cosas son así? La verdad es que no les importa. Sus votantes no quieren ser persuadidos por una buena mentira, solo quieren instrucciones para defenderla en sus redes sociales. ¿Y por qué razón se interesan en defender sus mentiras? No es porque crean que es un mal necesario para proteger al país del comunismo-izquierdista-castro-chavista. Después de todo, no parece importarles que se haya unido con un movimiento de extrema izquierda como el de Antauro Humala. Mi tesis es que este candidato les da la oportunidad de expresar su desprecio por los progres y liberales.

 

Algo parecido sucedió con Trump. En un mitin justo antes de comenzar las primarias republicanas el 2016, dijo que él “podría pararse en el medio de la 5ta avenida y disparar a alguien, y no perdería ningún votante.” Ese año no solo ganó la nominación de su partido, sino también la presidencia de su país. Durante esa campaña hubo innumerables ocasiones en las que Trump hacía y decía cosas impensables para un candidato presidencial, y sus críticos pronosticaban que ‘ahora sí’ sus votantes lo abandonarían, pero eso nunca sucedió y, finalmente, terminó ganando la presidencia. De presidente, Trump no fue diferente. Siempre supo que sus partidarios le permitirían mentir sin escrúpulos. Meses antes de las elecciones del 2020 dijo que si perdía era porque habría habido fraude. Y cuando las encuestas lo proyectaban como perdedor, comenzó una seguidilla de ataques infundados contra el sistema electoral. Un par de meses después de perder la elección, alentó un ataque terrorista a la sede del Congreso, bastión y símbolo de una de las democracias más fuertes del mundo. La gente no vota por Trump porque crea que va a defender la democracia estadounidense o los valores conservadores. Lo único que importa es que Trump insulta sin tapujos a los liberales. Como señala Paul Waldman en un artículo publicado el pasado diciembre en The Washington Post, el desprecio de los conservadores a los liberales es tan profundo que ya no les interesa la democracia. Si respetar un proceso democrático implica que un liberal llegue al poder, no dudan ni un segundo en abandonar la democracia.

 

Me da la impresión de que algo parecido está pasando en el Perú. Nuestro susodicho les da a sus seguidores las herramientas perfectas para expresar su desprecio a los liberales y progres, y con eso están satisfechos. Ya ni siquiera se sienten en la necesidad de racionalizar las mentiras, lo importante es tener una respuesta que dar. ¿Les importa realmente preservar el modelo económico, los valores tradicionales, o algún tipo de ideología? No lo creo. En un mismo respiro critican de inocente la defensa de los derechos humanos, y a la vez elogian cualquier muestra de respeto por los mismos por parte de su candidato. ¿Insulto a la Virgen María? Horrible cuando lo dice un caviar, pero cuando lo hace su defendido simplemente-está-expresando-sus-sentimientos. ¿Antauro Humala? ¡Jamás! Pero… bueno, en verdad sí, lo-que-pasa-es-que-es-con-los-reservistas-y-no-con-Antauro-mismo. No se vota por el susodicho por interés personal o porque se crea que es lo mejor para el país. La gran motivación, el gran premio, es imaginar la cara de impotencia de los ‘izquierdosos’ si el candidato ganara. ¿Es lo suficientemente potente esta motivación para sacrificarlo todo? Me temo que sí.

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

Cuando escucho a alguien decir cosas como ‘Verónika Mendoza es terruca’, mi reacción depende del respeto que le tenga a esa persona. Y no me refiero al respeto por su capacidad moral, sino a qué tanto creo que esa persona se guíe por la búsqueda de la verdad.

 

Si es una persona a la que considero inteligente, suelo pensar que es imposible que crea algo tan absurdo. Seguramente tiene muy claro que Mendoza no es terrorista, pero por alguna razón le conviene difundir que sí lo es. Ahora bien, la mentira no necesariamente implica afirmar una falsedad, sino que se trata más bien de decir algo contrario a lo que uno cree que es verdadero. Debido a ello, el mentiroso tiene que tener claro qué es lo que realmente cree, para luego poder ocultarlo. En ese sentido, el mentiroso muestra un cierto respeto por la verdad.

 

Por otro lado, si el terruqueador es una persona no muy brillante, sí suelo pensar que realmente cree que Mendoza es terrorista. A diferencia del mentiroso, esta persona no es capaz de darse cuenta de la obvia falsedad de dicha afirmación, ni del daño a la reputación que genera. Y, sin embargo, en cierto sentido el bobo también tiene respeto por la verdad. Él, responsablemente, busca informarse con fuentes confiables, y cree que efectivamente las ha conseguido. Y si sus fuentes le dicen que Mendoza es terrorista, bueno pues, ya está. No hay nada más que indagar. El problema es, evidentemente, que no sabe que ha depositado su confianza en las personas equivocadas. Y lo que es peor, cuando ocasionalmente se da cuenta de que ha sido manipulado, se sorprende y decepciona, pero luego vuelve a poner el mismo canal y a alimentarse de las mismas mentiras con las mismas fuentes. El bobo está genuinamente convencido, y por eso se activa, sufre, se indigna, y discute vehementemente. El daño que causa puede ser terrible, pero en cierto sentido inspira ternura. Se dice que el teólogo medieval Jan Hus exclamó ¡Oh santa simplicidad! al ver a una anciana que devotamente se acercaba a añadir un pequeño trozo de leña a la hoguera donde él estaba siendo quemado.

 

Existe también un tercer grupo, que se distingue de los dos primeros por su total desdén por la verdad. No sé qué palabra usar para describirlos. La banda británica Pink Floyd, en toda su genialidad, llama a los mentirosos sin escrúpulos perros, y a los bobos que los siguen ovejas. A los terceros los llama cerdos. A falta de un término mejor, los voy a llamar así. En el caso que nos ocupa, el cerdo cree que no cree que Mendoza es terrorista. Pero cuando se le confronta con preguntas y hechos, termina concediendo que en realidad no lo tiene muy claro. Aún así, y esto es lo crucial, no se ocupa en buscar claridad, sino que deliberadamente sigue difundiendo la afirmación de la que duda, pues esto le conviene para algún otro propósito. El cerdo se siente a gusto en el lodo de la confusión.

 

Roger Waters, autor de las letras de las canciones en las que se desarrolla esta tipología, señala que lo triste del cerdo es que se desenvuelve con la autoridad de un perro, y cree que estos realmente lo han aceptado como miembro de su grupo. Pero no sabe que en verdad está siendo tan manipulado como las ovejas: Your’re nearly a laugh/You’re nearly a laugh/ But you’re really a cry.

 

Mi primera idea para esta columna no era centrarme solo en el terruqueo, sino aplicar estos conceptos a otras ideas absurdas tales como ‘la privatización de las vacunas’, ‘Sagasti genocida’, o ‘la vacuna de Sinopharm no sirve’. Por falta de espacio, tendré que dejar estas aplicaciones prácticas como ejercicios para el lector.

 

[Nota. El álbum de Pink Floyd con estas canciones es el Animals. Harry Frankfurt, en su libro On Bullshit discute esta contraposición entre mentira y desdén por la verdad]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

El señor Jones, un adulto de sexo masculino, ama mucho a su pareja, pero no se siente preparado para tener hijos. Por esa razón, un buen día decidió tomar una pastilla anticonceptiva. Después de varias semanas de haber tenido relaciones sexuales regularmente con su pareja, el señor Jones se hizo un test de embarazo, y para su satisfacción este salió negativo: “La pastilla está funcionando a la perfección”, pensó orgullosamente.

 

¿Cuál es el problema del razonamiento del señor Jones? Él cree que, ya que se tomó la pastilla antes de obtener un test negativo, el haber tomado la pastilla es la causa del test negativo. Pero, evidentemente, haber tomado la pastilla no tiene nada que ver con no haber salido embarazado. Este ejemplo sirve para ilustrar un tipo bastante común de razonamiento defectuoso: el creer que, ya que A sucedió antes que B, entonces A es la causa de B.

 

En los meses que vienen, cuando comience la vacunación masiva en el Perú, muchas personas que hubieran muerto de todas formas, van a morir a la semana de haber sido vacunadas. Cuando esto suceda, me temo que vamos a tener a muchos señores Jones.

 

Consideremos las muertes en el Perú en un año normal, pre pandemia. Haciendo un análisis muy general, en el Perú en los últimos años han muerto en promedio unas 2000 personas cada semana, de las cuales 40% ha muerto en su domicilio. Sabemos que más o menos 50% de las personas que mueren en un año tienen más de 65 años. Digamos que las proporciones se mantienen, y que por lo tanto unas 400 personas mayores de 65 años mueren en sus casas cada semana. En las muertes a domicilio, el certificado de defunción lo suelen otorgar médicos contactados por las mismas funerarias, quienes en su mayoría no son muy rigurosos en su diagnóstico. Según una fuente del MINSA, “esos médicos ponen cualquier diagnóstico, incluso muerte sin atención, muerte por causas desconocidas o paro cardiaco, es decir diagnósticos con códigos [inadecuados]”. En otras palabras, históricamente, cientos de adultos mayores han muerto semanalmente en el Perú sin tener una causa clara.

 

Una vez que los trabajadores esenciales se hayan vacunado, el gobierno planea vacunar a la población más vulnerable al Covid-19, los mayores de 65 años. Es prácticamente una certeza estadística que van a haber adultos mayores que mueran en la semana misma de haber recibido la vacuna, decenas tal vez, sin que la causa de su muerte haya sido correctamente identificada. Una campaña anti vacuna bien organizada, basada en la desinformación, va a encontrar un suelo muy fértil para sembrar miedo y alimentar suspicacias. No nos sorprendamos de ver historias virales en Internet resaltando alguno de estos casos particulares.

 

¿Qué podemos hacer? No cometer el error del señor Jones: solo porque A sucedió antes que B no significa, automáticamente, que A haya sido la causa de B. El simple hecho de tener esto en mente va a disminuir el nivel de sensacionalismo que una noticia sobre vacuna y muerte pueda generar. Jones habría podido reconocer su error si hubiera estado al tanto de los hechos básicos de biología humana que explican su no-embarazo. En el caso de las vacunas, debemos también estar al tanto de los hechos básicos pertinentes: ninguna vacuna, incluyendo la de Sinopharm que se aplica en Perú, ha producido muerte como efecto secundario en ninguno de los estudios reportados. ¿Tendremos los peruanos la cabeza fría para no dejarnos persuadir?

 

[Notas: El ejemplo de Mr. Jones fue propuesto por primera vez por el filósofo estadounidense Wesley Salmon. La idea de analizar la relación entre promedio de muertes y vacunación la tomé de un artículo de Justin Fendos, en la revista The National Interest.]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

Todos hemos enfrentado situaciones en las que, después de proponer un buen argumento en una discusión, nuestro interlocutor se rehúsa a refutarnos y responde con un obstinado: “Bueno, yo soy libre de pensar lo que quiera”. Si bien esta respuesta es correcta desde un punto de vista legal, quisiera enfocarme en el aspecto moral: ¿Es moralmente correcto pensar lo que sea? O mejor, ¿es moralmente correcto construir nuestras creencias de cualquier manera?

 

Hace muchos años, dictando un taller, le pregunté a un grupo de maestros de secundaria cuál creían que era la causa de las estaciones del año. La gran mayoría respondió que se debían a que la órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica (una elipse es algo así como un círculo aplanado): cuando la Tierra está más cerca del Sol es verano, y cuando está más lejos es invierno. Les pedí que hicieran los cálculos correspondientes, y con eso todos pudieron ver que la “aplanadura” de la elipse es mínima, es decir que la órbita es prácticamente circular. Por lo tanto, las diferencias en la distancia de la Tierra al Sol a lo largo del año no explican los cambios de temperatura. Para mi sorpresa, muchos se apresuraron a mostrarme sus libros de texto, diciendo: “Pero mira Manuel, ¡aquí se ve que la órbita es bien elíptica!”. Yo les indiqué que, si su explicación fuera correcta, la temperatura alrededor de la Tierra sería la misma durante todo el año: invierno en todo el planeta cuando la Tierra está más lejos del Sol, y verano cuando está más cerca, lo cual contradice la experiencia de tener diferentes temperaturas en los dos hemisferios. A muchos este argumento les hizo cambiar de opinión, pero un pequeño grupo no quiso dar su brazo a torcer. Uno de ellos incluso se paró y dijo: “¡No puede ser! ¡Yo siempre he sabido que las estaciones se deben a que la órbita es elíptica!”.

 

En este tipo de situaciones el problema moral no es ni la falta de conocimiento ni la incapacidad de analizar las posibles implicancias de sus respuestas, sino más bien la poca voluntad de aceptar un error, el desprecio a la evidencia, y el rechazo deliberado a comprender un argumento simple. Tal vez no podamos juzgar a los demás por lo que creen, pero ciertamente podemos juzgarlos por la manera como deciden formar sus creencias. En particular, podemos juzgar a una persona por qué tanto se apega a sus ideas frente a evidencia contradictoria.

 

Pensemos en nuestra situación actual frente a la pandemia. Como nunca antes, casi sin querer, nos hemos visto envueltos en fascinantes discusiones acerca de cómo sopesar la evidencia científica con las personas más inesperadas. Sin embargo, tal vez porque no estamos acostumbrados a navegar la incertidumbre científica, muchas de estas discusiones terminan abruptamente con un “bueno, ¿y qué problema hay con lo que yo crea? Es mi decisión personal”. Pero, ¿lo es?

 

Tomemos el caso del consumo de ivermectina. Muchos de los que la toman sostienen que es problema suyo y que no afectan a nadie. Pero, ¿cómo llegaron a esa decisión?  ¿Realmente creen que funciona, o lo hacen solamente ‘por si acaso’ funcione? ¿Creen que, si una persona toma ivermectina y se recupera, eso es evidencia suficiente de la efectividad de este medicamento (a pesar de la alta tasa de gente que se recupera por otros factores)?  ¿Se basan en los resultados de un estudio de células de cultivo, en el que la concentración de ivermectina que tuvo un efecto retroviral equivalía a una dosis 30 veces mayor al consumo apto para humanos? ¿Lo hacen porque es la opinión predominante en su grupo de WhatsApp? ¿O piensan acaso que existe una conspiración mundial contra la ivermectina, a pesar de que MERCK, uno de los fabricantes más importantes de este medicamento a nivel mundial, ha aconsejado que no se le use para tratar el Covid-19? Las mismas personas que usan razonamientos defectuosos para tomar la decisión de consumir ivermectina, usarán mecanismos similares para formar otro tipo de ideas y actitudes que sí son directamente relevantes para todos:  van a decidir si aceptarán o rechazarán la vacuna, si usarán o no máscara, si visitarán o no a sus parientes, etc. Su decisión de consumir ivermectina no es privada. Sean profesores, autoridades políticas, o ciudadanos comunes, tarde o temprano nos afectará a todos.

 

Cuando alguien quiera poner fin a una discusión diciéndoles que ellos son ‘libres de pensar lo que quieran’, respóndanle lo que dijo el matemático y filósofo inglés William K. Clifford hace casi 150 años en su ensayo La ética de la creencia: “Ninguna creencia real, por minúscula y fragmentaria que parezca, es realmente insignificante; nos prepara para recibir otras similares, confirma las anteriores que se le parecen debilitando a otras y así, gradualmente, establece una furtiva cadena de íntimos pensamientos que puede explotar algún día como acción abierta, dejando su impronta en nuestro carácter para siempre.”

 

Y si en el calor del momento no se acuerdan de la cita de Clifford, le pueden decir simplemente lo que uno de los profesores le reclamó al que se paró: “¡No jodas, pues! ¿Qué piensas de este argumento?”

 

(Nota al lector: la explicación de las estaciones tiene que ver con el ángulo que forma el eje terrestre con el plano de traslación de la tierra).

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

 

 

 

Al promover la ivermectina como cura para el Covid-19 sin evidencia científica, nuestras autoridades han socavado su propia credibilidad para promover la seguridad de las vacunas contra dicha enfermedad.

La reciente encuesta nacional de Ipsos muestra que el 48% de los entrevistados no se vacunaría cuando las vacunas contra el Covid-19 se ofrezcan masivamente en el Perú. También muestra que el 13% de estos cree que las vacunas no son necesarias, pues la ivermectina puede curar esta enfermedad. Hay mucha evidencia científica a favor de la seguridad y eficacia de las vacunas, y muy poca e insuficiente que muestre la efectividad de la ivermectina. ¿Cuál ha sido la postura del gobierno peruano respecto a esto último?

Pese a la falta de evidencia, hasta octubre del 2020 nuestro gobierno incluía a la ivermectina oficialmente en sus protocolos para tratar el Covid-19. Uno podría pensar que nuestras autoridades habrían apostado por ella porque no había nada que perder y sí mucho que ganar: no se sabe si es efectiva, pero al menos es inocua y económica. Pero este no ha sido el mensaje que transpiró. Por el contrario, hace unas semanas el expresidente Martín Vizcarra dijo que, si bien no hay evidencia científica, de alguna manera él sabía que la ivermectina funcionaba. Asimismo, el Colegio Médico del Perú (CMP) ha difundido mensajes ambiguos, enfatizando, por ejemplo, que el Dr. Ciro Maguiña tomó ivermectina antes de curarse de Covid-19, para luego afirmar que no existe evidencia científica sobre la eficacia de este medicamento. Al leer esto, el ciudadano de a pie obviamente se pregunta: ¿Cómo sabe Vizcarra que la ivermectina funciona? ¿Posee Vizcarra evidencia “no científica”, que sería en este contexto tan aceptable como la evidencia científica? ¿Y qué es lo que sabe el Dr. Maguiña que no sabe el “establishment” científico mundial? Tal vez pueda argumentarse que la apuesta por la ivermectina sería defendible en un contexto de emergencia, sobre todo durante los meses iniciales de la pandemia, pero el abierto desdén por la evidencia mostrado por el gobierno y el CMP podría traer terribles consecuencias sociales. A pesar del cambio de política por parte del Ministerio de Salud respecto del uso de la ivermectina, el daño ya está hecho.

¿Pero cuál sería este daño? ¿No es, al fin y al cabo, una medicina inocua? En primer lugar, se tiene que estudiar más si es realmente inocua en situaciones de Covid-19. Pero más importante, las afirmaciones y medidas han creado una bomba de tiempo, pues han socavado la credibilidad de las instituciones médicas. Al promover la ivermectina sin evidencia, el gobierno (y el CMP y todos los que apoyan esto) han cuestionando abiertamente las recomendaciones de organismos de reputación internacional tales como el Centro Estadounidense de Control y Prevención de Enfermedades, y la Organización Mundial de la Salud. Son justamente estos organismos los que defienden la seguridad de las vacunas. ¿Qué va a suceder entonces cuando lleguen las vacunas al Perú? ¿Cómo va a justificar el gobierno que las vacunas son seguras? ¿Dirá que la seguridad se ha comprobado científicamente? El gobierno se ha cerrado esa puerta a sí mismo, pues ¿cómo le van a explicar a la población que, cuando se trata de ivermectina no se necesita evidencia científica, pero cuando se trata de vacunas sí se debe confiar en las autoridades médicas? Al haber implementado la ivermectina como política pública usando mensajes ambiguos, el gobierno ha asumido el rol de tribunal supra científico, politizando de esta manera un debate que debió quedarse en el plano científico.

¿Qué se puede hacer? Hay que promover la confianza en la ciencia. Espíritu crítico sí, pero la crítica tiene que ser razonable y no basarse en mera especulación. Lo primero entonces es coordinar un mensaje claro y honesto sobre la ivermectina y otros posibles tratamientos contra el Covid-19. Lo segundo es difundir información sobre los estudios científicos que se vienen realizando. Lo tercero es aprovechar esta oportunidad para educar a la población sobre los detalles que están detrás de la construcción del conocimiento científico. Nuestras autoridades tienen que confiar en que los peruanos podemos comprender situaciones complejas. Pero sobre todo tienen que dejar de generar confusión, y enfocarse en brindar claridad en estos tiempos de incertidumbre.

Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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