Maratón de la muerte

Hace unas semanas, relatábamos como los directivos de un club de playa ubicado en una urbanización y una calle bautizadas con el nombre de Hernando de Lavalle, uno de los abogados más renombrados del Perú del siglo pasado, ejercían uso y abuso de los reglamentos de la institución contra un socio que, además, era salvavidas ad honorem del club. Hoy, el nieto y la bisnieta del doctor Hernando de Lavalle, máximos directivos de Perú Runners, protagonizan una historia de negligencia, de descuido con consecuencias mortales y, según varios testigos, de querer ocultar hechos, convenciendo a una viuda de impedir la autopsia de su esposo.

Esta es la historia de un hombre que trabajaba como planificador de mantenimiento en la empresa minera Cerro Verde, cuyos estándares laborales contemplan revisiones médicas periódicas a sus colaboradores. Por tal razón, Jorge Lezama Yáñez estaba convencido que su salud era buena, pero no sabía exactamente qué males congénitos o adquiridos tenía. Con la aparente seguridad que le daban el entrenamiento constante en carreras de larga distancia y su participación en competencias anteriores, Lezama Yáñez -como miles de peruanos- se inscribió el año pasado en la maratón Life Lima 42K que se realizó el 11 de septiembre. Pero a diferencia de los otros corredores, quienes como él habían renunciado a cualquier reclamación posterior, como luxarse o fracturarse durante el evento, Jorge Lezama tropezó, se cayó a la pista y falleció cuando había recorrido tres cuartas partes de la competencia. Murió, según su esposa y su hermana porque nadie había previsto que hubiera un desfibrilador en cada una de las ambulancias contratadas por Adidas o por Perú Runners, quienes participaron en la organización de un evento donde 15 mil deportistas habían pagado entre 90 a 200 soles por los derechos a competir por la gloria y por un premio ascendente a 40 mil soles. Sus familiares más cercanas y los múltiples testigos de la pasión y de la muerte de Lezama aseguran que no había una ambulancia cercana al lugar de la tragedia, aunque los organizadores habían acreditado 14 de ellas, el vehículo que llegó primero al lugar fue una camioneta policial en cuya tolva intentaron la resucitación de manera mecánica, pues nadie había previsto que hubiera un desfibrilador para intentar superar un accidente cardíaco.

Con un nudo en la garganta, como todas las personas entrevistadas por esta redactora para este reportaje escuché el testimonio desgarrador de Natalie Montero, aquí sus sentidas palabras:

“Jorge tenía 32 años, era planificador de mantenimiento en la minera Cerro Verde en Arequipa. Como la maratón se corría un domingo, nosotros viajamos unos días antes a Lima, porque él había pedido vacaciones y, además, teníamos pensado ir a unos conciertos que se realizaban por esos días.

El día de la maratón, yo me encontraba en la meta con otros cientos de familiares de los atletas. No era la primera vez que Jorge corría, por lo que ya teníamos una rutina establecida, ya que él no llevaba el celular y calculaba cuánto tiempo iba a tardar de acuerdo a su ritmo. Entonces, Jorge me decía dónde íbamos a encontrarnos porque siempre teníamos un plan de encuentro; yo calculaba y lo esperaba en la meta, y en esa ocasión fue exactamente igual, yo lo seguí hasta cierto tramo de la Avenida Arequipa y luego esperé que diera las cuatro vueltas a lo largo de la avenida. Lo grabé en la primera pasada y lo saludé, y me puse a esperar que diera la última vuelta, pero ya no lo vi; entonces me pregunté dónde estaba, porque ya se acercaba el tiempo para que pase. Pero no pasó, él se había caído en el kilómetro 31.

maratón de la muerte

Yo estaba esperándolo en la meta, y me llama una persona y me dice que mi esposo se había desvanecido, había caído a la pista. La persona no me supo dar mayor información, solo me dijo que sabía mi número telefónico porque en la parte del número de identificación del corredor estaba apuntado el teléfono de emergencia. No me supo decir en dónde lo estaban atendiendo, en qué clínica estaba mi esposo. Como no tenía respuestas, le pregunté a un policía cómo podía salir de ahí, tomar un taxi y correr a buscar a Jorge. En ese momento, a través de una nueva llamada, alguien me repite lo del desvanecimiento y lo del traslado, pero no me dice a dónde. Finalmente, por una nueva llamada me dicen que lo han trasladado a la Clínica Internacional, pero no me informan a qué sede. En ese momento, mientras esperaba un taxi, por una cuarta llamada me entero que el local de la clínica estaba en el centro, veo el Google Maps y me doy cuenta que está como a cuarenta minutos del lugar donde yo me encontraba. Como no había cortado la comunicación, le pregunté al interlocutor cómo estaba Jorge, y este me dice que estaba fuera de peligro. Entonces, con un poco de calma imaginé que se había tropezado, caído y golpeado. Más tranquila que en los veinte minutos anteriores, conseguí un taxi y me subí. En ese momento, recibo la llamada de la señora Gabriela Espejo Barthelmes, quien me dijo que era esposa del organizador del evento Gonzalo Rodríguez Larrain y médica de la Clínica San Felipe. ‘Hola, Natalie, soy Gabriela, la esposa de Gonzalo, ¿dónde estás?’ Le dije que estaba en medio de una congestión de tránsito y que me diga qué pasaba, porque yo había llamado a la Internacional y no me habían querido dar información. En ese momento ella me dijo: ‘Natalie, no son buenas noticias, bájate del carro y corre’. Yo no sabía qué hacer porque por la información del Google Maps intuía que estaba lejos y no conocía Lima ni sus calles, pero me bajé del taxi, llamé a mi mamá para que telefoneara a la Internacional hasta que obtuviera una respuesta, fuera cual fuera, comencé a correr sin dirección porque no conocía dónde estaba. Finalmente, encontré una rotonda llena de policías porque por ahí pasaban los corredores. Por correr sin pausa, sufrí un tirón en una pierna y me detuve, solo para pedir desesperadamente que me llevaran a la clínica. Al parecer los policías ya estaban enterados del incidente porque apenas me vieron intentaron subirme a una moto, pero en ese instante me acalambré por lo que me subieron a una ambulancia que estaba a una cuadra de la clínica, porque subí y bajé casi al instante.

Desesperada fui a la zona de Emergencias, preguntando dónde estaba mi esposo y al entrar a la clínica me encuentro con una mujer que me dijo que era Gabriela. Tras ella apareció un médico que me dijo que mi esposo estaba muerto; ante eso, pedí verlo mientras exigía explicaciones de qué había pasado. Nadie respondió esa pregunta, sólo dijeron que habían hecho todo lo posible…

A mi esposo lo encontré con un hematoma en la frente, intubado y frío. No dejaron entrar a mis familiares, pero sí a Gonzalo Rodríguez Larraín y a su hija Alejandra. Rodríguez Larraín me decía que no conteste el teléfono, que lo apague. Yo sólo quería saber qué le había pasado a mi esposo y pedí que le hagan la autopsia; Rodríguez Larraín me dijo que no le haga la autopsia, que él tenía amigos que me podían firmar no sé qué; en ese momento, yo no entendía ningún protocolo; sin embargo, cuando él insistía en eso, todo comenzó a parecerme muy raro, muy extraño. Posteriormente, los Rodríguez Larraín se fueron y lanzaron tres comunicados distintos, contradictorios entre sí. Ahí me entero, por las fotos que circulaban en redes que lo que los Rodríguez Larraín no estaba de acuerdo con la realidad: porque mi esposo no recibió atención médica inmediata ni había habido una ambulancia con desfibrilador.

Las personas que auxiliaron a Jorge se comunicaron con nosotros al ver los comunicados de Adidas y de Perú Runners, porque se indignaron al darse cuenta que ambos organizadores mentían. Yo me reuní con ellos y me contaron lo que pasó en el momento del desvanecimiento, y hubo una persona que se quedó con mi esposo hasta el final y me contó todo. Y todos los relatos coinciden, y hay imágenes de cómo lo suben a la tolva de un patrullero y cómo la ambulancia recién alcanza al patrullero en la puerta del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, y cómo una persona vestida con un chaquetón rojo le está dando respiración con una bombilla manual. Todo muy informal, todo muy poco profesional, todo muy penoso.

Comunicados de los organizadores donde aseguran haber brindado la atención inmediata para salvar la vida de Jorge Lezama.

De acuerdo al croquis que la organización del evento (Adidas y Perú Runners) proporcionó a los inscritos en la maratón, la ambulancia debía haber estado a una cuadra del incidente. Mi esposo cae a la pista saliendo del by pass, justo frente a la Universidad Tecnológica del Perú, exactamente en la esquina de 28 de Julio con Petit Thouars.

Yo he presentado cinco testigos que relataron qué fue lo que ocurrió ese día, pero el fiscal lo tomó como algo que sucedió pero no vio la catarata de negligencias. A las citaciones del fiscal fue el abogado de los organizadores, pero no tenía la menor idea de lo que había pasado. También acudió Alejandra Rodríguez Larraín, quien dijo que ella había subcontratado todo, o sea que por ahorrarse un dinero tercerizó todo, sin saber ni interesarle qué calidad de servicio brindaban esas empresas. Ella no tenía idea de los protocolos ejecutados ante la emergencia ni los tiempos de respuesta ni las rutas de evacuación, no sabía qué se debe hacer cuando ocurre un suceso de tamaña magnitud. Ella dio los nombres de todos los involucrados y yo los busqué en redes: son empresas unipersonales de amigos en común. Al final, comprobé que todo era un negocio para ganar la mayor cantidad de dinero con el menor gasto posible. Nada de deporte, solo utilidades para Perú Runners.

En la carta de deslinde, debería cambiarse el ítem donde uno renuncia a sus derechos de salud porque uno no se inscribe en el evento para morir sino para competir. Es más, creo que debería haber requisitos previos como los hay en otros países. Literalmente, mi esposo no firma el documento de deslinde de responsabilidades, solo le da un check por Internet, porque era lo requerido para poder inscribirse”.

carta de deslinde
Extracto de la carta de deslinde donde los participantes ceden sus derechos a Adidas.

Habla la hermana de Jorge Lezama Yáñez:

“Si se organiza este tipo de eventos debería haber medidas de emergencia y de seguridad alineadas a los diferentes sucesos que podrían acontecer. La organización tiene responsabilidad en el desorden que hubo en el mismo momento y después de lo que nos hemos ido enterando en relación de la prestación y de la planificación del evento. Por ejemplo, el plan de seguridad que la organización presentó a las municipalidades de Lima y de Miraflores estaba elaborado primero por una empresa de vigilantes que solamente tiene permiso para tareas de seguridad, o sea, nada de ingenieros de seguridad, nada de personal médico, nada de nada.

No sabemos cuánto tiempo han demorado en trasladarlo desde que se desvaneció. Nadie llegó a auxiliarlo; pese a que otros corredores llamaron a los policías que estaban cerca, ellos tampoco quisieron auxiliarlo. Solo debido a la presión de las personas que habían visto el desvanecimiento de Jorge, lo suben a la tolva de un patrullero que hace un recorrido corto hasta donde había una ambulancia, que, a pesar de estar ahí para auxiliar a los deportistas que pudieran tener un accidente cardiovascular, no contaba con un desfibrilador, sino con una bombilla de oxigenación manual. Además, esa ambulancia tenía la señalética que decía Rímac, pero pertenece a otra empresa y está registrada en la Dirección Regional de Salud (Diresa). Todas esas situaciones nos evidencian que la organización del evento no habría podido atender ese día ninguna emergencia. Finalmente, como le decía, la ambulancia traslada a mi hermano a la Clínica Internacional, donde no dejan entrar a los familiares, aunque sí nos buscaron para pagar los gastos supuestamente realizados en la atención de mi hermano.

patrullero
Ante la presión de las personas que habían visto caer a Jorge, lo suben a la tolva de un patrullero.

Por otro lado, como la organización no había previsto nada de nada, mucha gente decía que era posible que los participantes deberían haber corrido con un botiquín a cuestas.

Y si seguimos descubriendo los errores, las carencias y las zamarradas, tendría que decirte que el gerente general de Vip’s, la empresa de vigilantes tiene una enorme cercanía con el dueño de Perú Runners y también con la persona que firmó el permiso en la Municipalidad de Lima.

Una semana después de la muerte de Jorge, una comunidad de runners de Lima organizó un homenaje a la memoria de mi hermano. Nosotros no pudimos asistir por un problema inmanejable, pero otros familiares limeños estuvieron en la ceremonia y, también, los señores Rodríguez Larraín de Perú Runners, quienes se la pasaron repitiendo: “la situación fue irremediable y hay que sacar todo el hate que se generó en redes sociales”. Ellos -los Rodríguez Larraín- no organizaron nada, los que convocaron al homenaje fueron los colectivos de runners de la capital, los directivos de Perú Runners sólo asistieron para realizar comentarios de deslinde.

Repito, los dueños de la marca no hicieron nada; yo tuve que contratar a unas personas para que vayan a verificar qué cámaras hay en la zona y he tenido que redactar y enviar cartas solicitando las grabaciones, porque la Fiscalía no hizo nada. Solamente pidió los resultados de la necropsia y no exigió nada más, porque, evidentemente, enfocó el tema como si los corredores fueran responsables de lo que les pudiera pasar. Mira, yo creo que si pasó lo que pasó y mi hermano hubiera tenido asistencia médica inmediata de calidad, pues sólo me hubiera lamentado, mucho, pero solo lamentado. Pero nunca sabremos qué podría haber sucedido si él no lo hubieran dejado tirado como en las fotos.

El abogado que contraté para que me asesorara me dijo: ‘ante la Fiscalía tienes que demostrar que una mala organización causó su muerte y una buena organización hubiera podido salvarle la vida’. Esa premisa ha sido mi línea de acción en todo este proceso de búsqueda de información.

Me preguntas qué busco y te respondo: primero, señalar con claridad la pésima organización de Perú Runners y tratar de impedir que esa marca organice otras maratones donde podría haber otras muertes evitables. Y, segundo, que Adidas, una empresa multinacional de renombre, no confíe sus próximos eventos a personas tan negligentes como los señores Rodríguez Larraín”.

Estos son los testimonios descarnados de la esposa y de la única hermana de Jorge Lezama Yáñez. En una segunda parte, publicaremos los alcances legales del abogado de los deudos y del abogado de Adidas y, también, el descargo de Alejandra Rodríguez Larraín.

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