Alan-Salinas

A la sombra de la corrupción

"La clase política participante de la transición está –a partir de estos hechos- en la vitrina de judicialización mediática. Con estos casos, la democracia peruana también se pone en cuestión."

El título de mi columna de hoy quiere parafrasear la obra “A la sombra de las dictaduras” (FCE, 2011), del francés Alain Rouquié, muy relevante para comprender la democracia en América Latina.

Recuerda el politólogo -para dar inicio a su genial análisis en el texto- su experiencia de la asunción de mando de Eduardo Frei en Chile, en la que participaron los militares de la dictadura de Pinochet. Esa anécdota me recuerda mi experiencia de cuando terminaba el colegio, porque el contexto fue la transición a la democracia en el país. Recuerdo que se anunciaba ajuste de cuentas sobre diversos temas en el gobierno autoritario de Fujimori; entre ellas, la corrupción sistemática desde el gobierno.

Aparte del tema militar golpista, otro de las sombras de las democracias latinoamericanas siempre fue el tema de la corrupción. La corrupción siempre al acecho de minar nuestras jóvenes democracias.

Estos recuerdos -y reflexión que haré- viene producto de las millonarias coimas que la empresa brasileña Odebrecht ha efectuado en los tres gobiernos democráticos, después de la transición. Salvo el expresidente Alan García, que según el mismo Barata no le dio nada, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, PPK y Sussana Villarán estuvieron involucrados en estos actos delictivos.

La clase política participante de la transición está –a partir de estos hechos- en la vitrina de judicialización mediática. Con estos casos, la democracia peruana también se pone en cuestión. Se avanzó mucho en democracia, se redujo la pobreza considerablemente, se efectuaron reformas económicas que permitieron tener propiedad y poder adquisitivo. ¿Y la conciencia ciudadana? Aquí se falló.

Se falló porque se demora en tener resultados favorables. Se falló porque al querer llevar a cabo esta reforma importante se tienen que enfrentar a intereses que tienen en sus manos la educación del país (léase el Sutep). Grave error en la que tienen responsabilidad nuestra clase política.

Ese es un gran desafío moral que las nuevas generaciones de políticos –hijos de la transición- deben tomar como bandera para con el país, tanto en partidos antiguos como en las nuevas.

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