En el ejercicio político es importante el argumento, la pedagogía, la planificación y las obras que se requieren cuando se ejerce un cargo gubernamental -ya sea en la presidencia, gobierno regional y municipalidad- para el engrandecimiento racional y material de un país. Pero no sólo de solo de pan vive el hombre, ni de argumentos racionalmente válidos; son importantes también los gestos, el sueño que se brinda y la emocionalidad de las palabras y los gestos para recuperar la atención de los jóvenes y demás personas en la política.
El ejercicio político, actualmente, en el país se ha normalizado tanto al punto que se encuentra muy pocas diferencias entre cada uno. Me explico. De izquierda a derecha, se puede apreciar formas tradicionales de comunicar un mensaje, como si se viviera aún en el siglo XX, donde funcionaban los grandes mensajes de plazas públicas.
No se tiene en cuenta –muchas veces- que las tecnologías de la información han transformado la manera en que se emite y recepciona un mensaje y como esta transformación ha calado cotidianamente en la mente y el corazón de los personas. Tanto a nivel mundial, como en nuestro país, hemos apreciado que esa transformación va de la mano con el uso de dispositivos masificados (como el celular y las redes sociales) en las familias peruanas, que son mayoritariamente urbanizadas y jóvenes.
Eso es un detalle valioso que en el ejercicio político no se aprecia, salvo algunos atisbos en campaña electoral, como fue la marca #GumanLovers o #BarneCheveres. Obvio, que con esto no descubro la pólvora, sino que trato de hacer notar públicamente que hay formas más frescas de captar corazones y mentes pragmáticos para la política más allá de elecciones.
Otro punto –que va de la mano con este mundo pop y sensualizado- es que la política no atrae porque no es sexy. Así es. Si se quiere revalorar la política, es importante tener en cuenta las formas en este nuevo contexto.
