Alan-Salinas

Sobre el espacio público

"Si hay una costumbre generalizada en el debate público en el Perú esa es la de la imposición de ideas, o el insulto permanente, o la segmentación de temas y de personas que podrían hablarlos"

Si hay una costumbre generalizada en el debate público en el Perú esa es la de la imposición de ideas, o el insulto permanente, o la segmentación de temas y de personas que podrían hablarlos (léase Iglesia, Fuerzas Armadas y la “argolla” mediática). Muy difícilmente se puede apreciar una capacidad pública y cívica, por no decir laica y extendida más allá de los actores mencionados líneas arriba, de tocar los temas de índole moderno; es decir, de derechos y deberes de ciertos sectores sociales, como son las mujeres y los LGBTI, que aún permanecen bajo discriminación y no en igualdad de condiciones, como sí lo están la mayoría de ciudadanos. 

Esa costumbre tiene su basamento en el “gamonalismo”, que involucra prácticas arraigas en el tiempo, como lo señala Guillermo Nugent en el posfacio de “El laberinto de la choledad” (UPC, 2012). Nuestra cultura pública tiene mucho de esa tradición jerárquica, autoritaria y machista que segmenta la inclusión de temas y personas excluidas, dependiendo del contexto y de quiénes pueden representar dichas problemáticas. Eso debe cambiar, primero, sacando a la luz la situación gamonal en la que se encuentra nuestro espacio público para afrontar problemáticas como el derecho de las mujeres.

Segundo, la realidad nos ha demostrado que cotidianamente las mujeres están visibilizando y disputando una agenda básica de respeto, como –por ejemplo- vivir sin violencia ni discriminación. Eso es impulso político, pero es aún insuficiente. El Estado y nuestra clase política deben levantar dicha bandera y convertirlas en ley y en el cumplimiento de estas, porque 7 de cada 10 mujeres –según el Ministerio de la Mujer- son violentadas física como psicológicamente.

La realidad también nos ha demostrado que hablar sobre derechos no equivale a ideología, como la iglesia quiere –tutelarmente- hacernos pensar. En lo más mínimo. Vivimos en una sociedad eminentemente machista, que tiene como correlato visiones y actitudes en desmedro de la mujer. Eso sí es ideología. 

Denunciarlos y hacerlo público es nuestra obligación moral y política.

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