El lunes pasado asistimos, una vez más, a la elección para la presidencia del Congreso de la República, en un interminable desfile de congresistas y entre manifestaciones de las tribunas, incluidas las de los trabajadores de esa institución. Uno a uno fueron llamados los congresistas presentes a ejercer su derecho, quienes con parsimonioso paseo bajando los escalones del recinto parlamentario, se acercaron a las urnas a depositar, secretamente la mayoría, el esperado voto.
Y como nadie salió electo en la primera votación, a repetir la aburridísima escena paso a paso, que no solamente atenta contra la paciencia del espectador, sino que además es una afrenta a la transparencia del voto que los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de exigir. Nos enfrentamos aquí a un tema de fondo y a otro de forma.
Por el lado del fondo, nuestra constitución política vigente incluye en el capítulo I referido al Poder Legislativo, una serie de atribuciones, funciones e incompatibilidades de los congresistas mas no así, sus responsabilidades, dentro de las cuales debería incluirse la transparencia de su voto. Sin embargo, el párrafo 4 del artículo 2 de nuestra constitución dice que toda persona tiene derecho a: “… las libertades de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita o la imagen, por cualquier medio de comunicación social, sin previa autorización ni censura ni impedimento algunos, bajo las responsabilidades de ley“.
Debe entonces entenderse, que los ciudadanos tenemos el derecho a saber cuál es el contenido del voto de los congresistas en todas las ocasiones en que ejercen esa responsabilidad, porque al final, somos nosotros los ciudadanos quienes los hemos elegido y les hemos delegado nuestra representación, por lo que debemos tener los elementos para ejercer nuestro control ciudadano.
Los tiempos actuales y las tendencias también exigen un gobierno más transparente a todo nivel, donde la ciudadanía esté enterada, por ejemplo, en qué se gasta nuestros impuestos, en cómo va el avance en las ejecuciones de obras públicas o qué está haciendo el Ministerio de Salud, día a día, para mejorar el sistema de citas en sus hospitales y postas médicas. Entonces, ¿Cómo no exigir a un congresista la transparencia de su voto?
Por el lado de la forma, estamos ya en la cuarta revolución industrial – aquella de la internet, la robótica, la inteligencia artificial y la automatización – que permite un acercamiento del Estado a la ciudadanía, no solamente abriendo los datos disponibles, sino también haciéndola partícipe de las decisiones de gobierno con su interacción en las plataformas o a través de consultas ciudadanas de manera electrónica. En algún momento, el voto en las elecciones generales será a través de máquinas en vez de papel, como ya se ha experimentado en algunos distritos, o incluso, a través de plataformas virtuales donde se podrá votar desde cualquier lugar del mundo.
El Congreso de la República no debe estar ajeno a esta realidad. Si bien para votaciones de leyes tiene un tablero electrónico donde se ve el nombre de cada congresista y su voto, esto no se aplica para la votación para elegir la mesa directiva ya que no se ha modificado el reglamento ni se cuenta con la herramienta para mostrar el voto de cada congresista por la lista por la que se inclina.
Una herramienta electrónica para transparentar la elección de la mesa directiva no debe ser ni costosa ni complicada de realizar, pero mientras se implementa, que se modifique de una vez el reglamento para que la votación sea nominal y a voz en cuello. Al menos así, los ciudadanos podremos conocer, transparentemente, el sentido del voto de cada congresista en elecciones tan trascendentales como la presidencia de la mesa directiva del Congreso de la República.
