En 1981 aparece en nuestro país un poemario pionero no por su temática sino por su intensidad: Noches de adrenalina, de Carmen Ollé. No era la primera vez que se hablaba del cuerpo o de la sexualidad: antes, en la década anterior, ya había dado algunas señales María Emilia Cornejo, quien con poemas como “La muchacha mala de la historia” empezó a hablar de manera abierta y descarnada de la sexualidad, del cuerpo y trazó el camino de intervenciones poéticas posteriores. Pero Carmen Ollé le da un sentido de organicidad y de contundencia a esta temática, inscrita además en una crítica abierta al patriarcado.
En la década del ochenta un grupo de poetas irrumpe en la escena literaria con un ímpetu pocas veces visto. La poesía de Mariela Dreyfus, Patricia Alba, Dalmacia Ruiz Rosas, Violeta Barrientos y Rocío Silva Santisteban, entre otras, enarbolan poéticas en cuyo centro se encuentra una exploración de la sexualidad, un acercamiento sin edulcoramientos a la condición femenina y, en general, a una amplia problemática desprendida de las cuestiones de género, por ejemplo, un cuestionamiento bastante claro al orden patriarcal.
En estos días acaba de salir de galeras Una herida menor, antología de Rocío Silva Santisteban que abarca casi cuarenta años de oficio poético, oportunidad para apreciar una obra que combina y va tejiendo diversas temáticas: desde un eventual lirismo hasta una visión irónica de la cotidianidad, pasando por un amplio abanico de motivos: la soledad, el desamor, el goce del cuerpo, el dolor, la contradictoria suma de desaliento y placer que ofrece la escritura misma y los avatares de ser mujer en el Perú.
A todo eso hay que sumar un gesto reciente: la observación crítica de la realidad peruana más allá de los límites del género. El poema se convierte en herramienta de protesta, en intervención ante la indolencia o la injusticia. Así, el lector se encuentra ante una red de posibilidades que se va desplegando desde aquel libro inicial, Asuntos circunstanciales (1984) donde la experiencia amorosa y la vida cotidiana se retan a duelo: “Cada noche cuando saco una píldora y me la trago tengo/ irremediablemente que pensar en ti/ y al secarme la cara o mojarme los ojos para disimular un tanto las/ ojeras te vuelvo a pensar” (p.17), hasta el poema dedicado a dos jóvenes cruentamente explotados y obligados a trabajar bajo encierro en un container en el que murieron calcinados: “pero no hay patrón ni llave que pueden que puedan sacarlo/ o salvarlo, la muerte arrecia en llamaradas” (p.110).
No se cierra un círculo, al contrario. El prologuista de la antología, el poeta Cayre Alfaro señala con acierto: “La escritura poética de Rocío es un viaje y, como tal, busca diversos registros, distintas avenidas. En ese sentido, el verso y la prosa alternan generando tanto diálogo como tensión textual. Además, dicha búsqueda por nuevos caminos lleva al poema a dialogar con diversos formatos como la fotografía, el teatro y la música” (p.8).
Es decir, no estamos frente a una poesía que se escribe con una voluntad de amplitud, con un ansia de incorporar elementos que contribuyan a sus fines: explorar la realidad no con un fin documental, sino como un espacio que invita a los lectores a reflexionar sobre diversos ámbitos de la experiencia histórica y social: la memoria, las tragedias cotidianas que enlutan al país y ese drama sin final previsto aún que significa ser mujer en el Perú. Recomiendo recorrer las páginas de Una herida menor, título que resulta irónico e incluso autoindulgente, dados los problemas que mira con osadía y, sobre todo, sin olvidar el aliento poético, ese trabajo con el lenguaje que saca al discurso de la comodidad o el mecanicismo noticioso, poesía al fin.
Una herida menor. Antología poética 1983-2022. Rocío Silva Santisteban. Lima: Animal de Invierno, 2022.
