Juan Carlos Tafur

El chantaje de Cerrón

“La altisonancia de Cerrón no puede ser tolerada por Castillo. Si cede a ella, su gestión nacería coja de gobernabilidad”.

Pedro Castillo es un gobernante chantajeado. Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, la agrupación que llevó a Castillo al poder, le ha advertido claramente que si se desvía de la ideología radical originaria del partido, éste lo corregirá (vaya uno a saber a qué se referirá Cerrón con el término “corregir”).

Cerrón controla al menos doce congresistas de la bancada de Perú Libre. Sin ellos, el gobierno se quedaría con 38 leales (25 de Perú Libre, 5 de Juntos por el Perú, 4 de Somos Perú, 3 morados y Héctor Valer), cifra que lo deja inerme frente a cualquier arresto de vacancia que la oposición pueda tener.

En verdad, si Castillo quería librarse de Cerrón debió hacerlo antes de la conformación de alianzas en el Congreso, de modo de poder haber ampliado su coalición a los congresistas de Acción Popular, Alianza para el Progreso o Podemos, que en principio le habían expresado buena disposición.

Hoy parece encontrarse atado de manos, aunque tiene una baraja disponible: que se dedique a hacer política y, actuando sobre la realidad consagrada del Congreso, lanzar mensajes acuerdistas con las mencionadas bancadas a cambio de librarse de la influencia radical de Cerrón.

Eso se va a confirmar en el mensaje de mañana ante el Parlamento y, sobre todo, en la designación del gabinete ministerial. Si Castillo cede al chantaje de Cerrón perderá soga y cabra porque lo más probable es que ni siquiera sus aliados eventuales (Somos Perú y los morados) se sumen a respaldar a un gabinete cerronista o a un régimen empeñado en desplegar una agenda radical y refundacional de la República, como pretende el cacique de Junín.

Ojalá Castillo agudice su inteligencia política y empoderado por el cargo que ocupa, entienda que el único camino político sostenible que le queda pasa por desplegar una opción moderada de izquierda alejada del catecismo anticuado y obtuso que le exige Cerrón de mala manera (¡anoche envió a sus huestes a hostigar al mandatario nada menos que a su domicilio!).

La convivencia con Cerrón resulta insostenible. El dirigente huancaíno ha planteado el tema como un todo o nada, poniendo a Castillo entre la espada y la pared, olvidando que éste es el gobernante elegido y quien cuenta con el mandato popular legítimo para dirigir las riendas del país. La altisonancia de Cerrón no puede ser tolerada por Castillo. Si cede a ella, su gestión nacería coja de gobernabilidad.

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Congreso, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

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