Jaime Villanueva - Sudaca.pe

El voto de la desesperanza

Los resultados de las elecciones del 11 de abril pasado van acorde con el halo de muerte, desesperanza, miseria y destrucción que ha traído consigo la peste que tanto ha golpeado a nuestro país

Los resultados de las elecciones del 11 de abril pasado van acorde con el halo de muerte, desesperanza, miseria y destrucción que ha traído consigo la peste que tanto ha golpeado a nuestro país. Pareciera que el elector peruano, en una vocación tanática -que algún psicoanalista tendrá que explicar-, ha decidido colocar al país al borde del abismo. Esto va más allá de la rápida explicación del olvido, la marginación, la incomprensión y hasta de la exclusión.

 

No es sólo el clamor de un pueblo olvidado sino que es el triunfo de la desesperanza. Se trata de la revancha de las fuerzas más atávicas de nuestra sociedad que han querido hacer sentir a todo el Perú formal, que va detrás de la tan ansiada y esquiva modernidad, lo mismo que ellos han sentido durante décadas e incluso siglos. Nos deja sin salida posible frente a dos alternativas igual de retrógradas y nocivas por todo aquello que representan.

 

Por un lado, se encuentra el anodino ganador de estas elecciones. Un maestro que con un discurso extremista ha sabido recoger la indignación y la cólera de un pueblo que siempre fue ignorado. Él representa la legítima rabia de un sector de la población que ya no confía en la democracia y sus instituciones, la gran pregunta es si sólo con la rabia como programa se puede gobernar un país tan complejo como el nuestro.

 

Si bien, Pedro Castillo,  apela constantemente a su extracción indígena y al simbolismo del mundo andino, debe quedar claro que él no representa al movimiento y la propuesta indígena. Su programa, su pensamiento y el partido que representa son herederos del marxismo, leninismo y maoísmo, lo que devela la profunda colonización en gran parte de sus propuestas. En su pensar y su programa es tan occidental y eurocéntrico como el de cualquier comunista o liberal europeo.

 

No tiene ninguna propuesta realmente indígena, nuestroamericana y liberadora. Es claro que a diferencia de Bolivia o Ecuador, en nuestro país el movimiento indígena no pudo instanciarse en propuesta política por el embate que significó para nosotros la demencia senderista. Las hordas lideradas por Abimael Guzmán siempre despreciaron al campesino y al indígena, ellos eran las “mesnadas” que sólo había que conducir. Al igual que el señor Castillo, Abimael Guzmán también sólo usó el simbolismo andino para aplicar a nuestra realidad las “verdades absolutas” que representaron para él el marxismo, leninismo y maoísmo. De ahí que nos estemos enfrentando a algo que ya conocemos y sabemos bien en qué puede terminar.

Hoy igual que ayer, la izquierda retrógrada de Castillo le hace el juego a la derecha más autoritaria. La consecuencia del senderismo fue la imposición por los tanques del modelo neoliberal. Nuevamente, un proyecto que se dice popular, andino y reivindicativo nos pone frente a un Fujimori, con todas las posibilidades de ganar las elecciones, y todo lo que esto representa. El profesor Castillo le cerró el camino a la izquierda progresista y democrática que sí podía hacerle frente al fujimorismo. Él debería recordar que hace casi 500 años Cajamarca también fue el escenario donde, gracias a una guerra fratricida, se facilitó la conquista de todo el mundo andino.

 

Por otro lado, tenemos a Keiko Fujimori. Ella representa todo lo que ya conocemos, corrupción, autoritarismo, mercantilismo y envilecimiento. Su partido más que una organización política es una organización criminal. El fujimorismo es la pandemia de la que hasta ahora no hemos podido salir. Su pase a la segunda vuelta, representa ese Perú que tampoco cree en la democracia, ese país que está dispuesto a dejar que roben pero que hagan obra, a esos compatriotas que han perdido todo sentido del honor para la vida en comunidad.

 

La vuelta del fujimorismo es la consecuencia de un proyecto muy bien pensado por su asesor estrella Vladimiro Montesinos. Esa dictadura dio inicio a largas décadas de precarización y mercantilización de la educación. El sabio emperador romano, Marco Aurelio, dijo que: “Los hombres han nacido los unos para los otros. Por tanto, edúcalos o padécelos.” Pues, hoy estamos padeciendo lo que no supimos defender. Una educación para la excelencia, con memoria y valores cívicos. Permitimos que un ingenioso y precoz funcionario del Ministerio de Educación, ya en plena democracia, eliminara los cursos de humanidades del currículo escolar. Por ello, hoy padecemos a varias generaciones sin memoria y sin alma.

 

Los dos extremos que hoy se dan la mano, se encargaron de que esto sea así cuando decidieron silenciar, distorsionar y luego dejar en el olvido el único instrumento que hoy podría haber contribuido a que las cosas fueran distintas: El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. En ese documento entregado hace casi veinte años, se describió y diagnosticó las causas del horror que hoy nuevamente nos saltan a la cara. Pero, también se recomendó qué medidas podrían ayudarnos a salir del hoyo. Todo lo enterraron y hoy pagamos las consecuencias de ello.

 

Fujimori y Castillo son las dos caras de Jano. Los extremos que se tocan en su desprecio por el Estado de Derecho, la igualdad de género, los derechos civiles, etc. Esta no se trata de una lucha de ricos contra pobres como nos quieren hacer creer. Es pueblo contra pueblo, pues el fujimorismo también representa esa derecha popular con una clara vocación autoritaria. Ambos son la vuelta a nuestro pasado reciente que se niega a dejarnos. Los dos hacen parte de una memoria abisal que nos jala como un remolino hacia la profundidad de la nada.

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Elecciones 2021, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

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