Giancarla Di Laura

Rubén Quiroz, el transbarroco

"Su poesía fue desde sus inicios un llamado de atención a la retórica del conversacionalismo imperante: una poesía difícil de entender al principio, llena de recovecos semánticos y de conceptos de elaborada indefinición"

Rubén Quiroz Ávila es un personaje conocido en la escena cultural peruana: filósofo, poeta, periodista, editor, crítico literario y teatral, profesor en las universidades de San Marcos y Científica del Sur y presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía. Para parafrasear la canción: ¿y cómo lo hace? Pues es difícil encontrar una respuesta, sobre todo recordando que en su infancia fue pastor en la sierra y que proviene de un origen humilde, sin antecedentes familiares relacionados con el mundo de las letras. 

Esta profusión de actividades y talentos quizá lo definan como lo que es: un hombre barroco, es decir, proliferante, lleno de aristas y de ángulos, de conversaciones y saberes múltiples. Sus aportes son invalorables en distintas áreas y es querido y admirado por legiones de lectores y estudiantes.

Por eso hoy quiero dedicar esta columna a su último libro de poemas, porque si bien Quiroz tiene una relación ambigua con la poesía (hasta hace poco de autodefinía como «ex poeta», quizá por eso de que el filósofo Platón expulsó a los poetas de su República), no ha dejado de escribir y publicar poesía desde que hizo su aparición en el mundo intelectual en los años 90. En aquellos años de la dictadura fujimorista acometió contra el «establishment» literario al publicar colecciones urticantes como El portero de Noé (antología de la mala poesía peruana) y El champú de Medusa (antología de la poesía «feminoide»), que despertaron odios y risas.

Pero los años se encargan de cribar las travesuras y surgen así los libros más maduros, los que constituyen aquello por lo que un escritor debe ser recordado. Aparecieron al poco tiempo sus poemarios Niño Vudú (2001), Rotación (2004), Médula (2007), El derrumbe (2009), Anima insomnia/Sueño sónico (2015), con Gonzalo Portals, Wamachinoa (2017), con Yili Rodríguez, así como numerosos e importantes ensayos académicos y artículos periodísticos.

Su poesía fue desde sus inicios un llamado de atención a la retórica del conversacionalismo imperante: una poesía difícil de entender al principio, llena de recovecos semánticos y de conceptos de elaborada indefinición. Fue por eso de los primeros que en la tradición poética peruana podrían definirse como neobarroco.

Sin embargo, él mismo se ha encargado de subvertir esta etiqueta, pues, no sin conocimiento de causa, prefiere hablar de «transbarroco» en el Perú, dada la riquísima tradición de arte y letras barrocas en la historia de nuestro país, desde los tejidos Nasca y los mantos Paracas hasta los grandes poemas barrocos del periodo colonial y más adelante con la obra de Martín Adán y muchos autores contemporáeos, que agrupó el 2017 en la brillante antología Divina metalengua que pronuncio. 16 poetas transbarrocos, publicada en Lima, pero ya con resonancia internacional. Para Quiroz, lo barroco, pues, no puede ser «neo», sino que constituye una intermitencia, una constante que reaparece de vez en cuando en nuestra producción cultural. De ahí lo de «trans», categoría que él ha desarrollado convincentemente y constituye un aporte a los estudios literarios latinoamericanos.

En su último poemario, La mitad de un destello que nos devuelve (2022), Rubén Quiroz Ávila nos ofrece un conjunto de 33 textos en los cuales destacan la movilidad, el tiempo y el espacio a través de distintos tipos de sensibilidad, sin embargo enlazados por el dolor de la pérdida de un ser querido. Escritos en un lenguaje cada vez más depurado en relación con sus libros anteriores, los poemas de este volumen fluyen como una unidad en movimiento, apuntando a una arquitectura que nos recuerda en pequeño los 33 cantos del Inferno de Dante o la alegoría de la edad de Cristo, que no son sino un tránsito hacia la muerte y la resurrección.

«Libro órfico» lo llama el poeta Carlos López Degregori en su nutrido prólogo. En efecto, La mitad de un destello que nos devuelve es, desde su propio título, un enigma que requiere de atención. La dedicatoria a Laurietz Seda, entrañable escritora, amiga norteamericana del poeta fallecida el 2021, parecería darnos una clave. Pero ya estamos hablando del más allá. 

En el cruce de dimensiones, de la de los vivos a la de los muertos, y viceversa, se re-crea el mito de Orfeo, que atravesó las fronteras del Hades para tratar de traer a este mundo a su amada Eurídice, sin lograrlo, ganado por la belleza de su rostro, que no pudo resistir al mirarla de nuevo mientras salían de la ultratumba.

El poema 1 nos dice:

 

Así hemos llegado
En cajitas, sin gracia, sin apogeo
Uno ya no sabe cómo será el invierno 

Solo reconocemos el estertor
Y el labio frío
Un poco de agua tal vez, sobre el césped 

Un poco de agua amarga en los tulipanes 

La certeza acontece con todo su territorio 

Y los pasos son diminutos
Inalterables, acombados, efímeros
Es que el fulgor avanza
Con el impulso del aleteo
De la marea
De la tardanza 

 

Y el poema 2 continúa:

 

Detrás de la ventana hay un centro muy denso 

Y nadie puede esconderse 

Aunque se encendieran las luces 

Fue lo que nos ofrecieron 

Los primeros días de mayo 

No había luna ni verdor 

Solo huesos como una torre
Arroyos & chillidos como urdimbre
Y una puerta con una inscripción
El mirlo dijo que volvería a aparecer
Aquí abajo y con sus consonantes heridas
Eso lo escuchamos nosotros mucho antes del desborde 

Seguro el encuentro será táctil
Incluso con la ropa limpia como exige la costumbre
Y será imperceptible en cualquier dirección 

 

Se inicia así el viaje al otro mundo, donde el poeta meditará sobre la pérdida e intentará revertirla, con inesperados resultados, no menos transbarrocos que su lenguaje.

Como decía, se trata de un conjunto de 33 poemas, como la edad de Cristo, que murió para resucitar, o sea, para volver a cruzar la frontera entre los vivos y los muertos, eternizándose en el Paraíso, que no es otra cosa que la poesía.

Larga vida al poeta.

 

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