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Alonso Rabí Do Carmo

Heroísmo del bueno

"Una singular investigación de Hugo Coya, Estación final, recupera para nosotros la memoria de esos peruanos que no esquivaron la posibilidad de ejercer el heroísmo como corresponde: sin interés, guiados únicamente por el compromiso ético y el amor por la vida."

No cualquiera merece llevar el epíteto de héroe o heroína. Para ello es necesario mostrar temple en situaciones terribles, tener agallas para enfrentarse con coraje y decisión a la adversidad y el peligro, ser capaz de sortear pruebas arduas y extenuantes, tener una conducta de altísima ética y si eso no fuera suficiente, poner en riesgo la propia vida por poner a buen recaudo la ajena.  

Dicho esto, es muy probable que algunos nombres de héroes peruanos no le digan (todavía) nada. Magdalena Truel o José María Barreto, por ejemplo, podrían perderse con facilidad en un olvido del que usted no sería necesariamente responsable. Pero déjeme decirle que estos son nombres detrás de los cuales hubo personas de carácter heroico y solidario, peruanos que durante la Segunda Guerra Mundial no dudaron nunca en dejar constancia de su valentía y su nobleza. 

Una singular investigación de Hugo Coya, Estación final, recupera para nosotros la memoria de esos peruanos que no esquivaron la posibilidad de ejercer el heroísmo como corresponde: sin interés, guiados únicamente por el compromiso ético y el amor por la vida. 

Se trata, pues, de un puñado de vidas ejemplares en un contexto que resultaba protervo no solo en la Alemania nazi, sino en toda la Europa amenazada por la demencia hitleriana. En el Perú (y esta es una de varias perlas), el 9 de setiembre de 1938, bajo la tiranía de Benavides (admirador de Franco y Mussolini), salía de nuestra Cancillería un oficio vergonzante que prohibía a nuestros consulados europeos conceder visas “a las personas que profesaran la religión judía o pareciesen serlo” y, aún más: “en razón de los nombres que lleven, de las señales étnicas que ostenten o de cualquier información verídica que pudiera haber llegado a su conocimiento” (p.32). 

Dos hermanos limeños, Eleazar y Jabijo Assa, detenidos en el campo de Sobibor, en la Polonia ocupada, participaron de un levantamiento que permitió la huida de trescientas personas en 1943. El resto de la familia Assa perdió la vida. 

Héctor Levy (ex combatiente en Verdún) y su esposa Irene, junto a sus pequeños Michel y Gerard, murieron en distintas zonas del temible campo de Auschwitz. A cuatro meses de la ocupación alemana de Francia, Jaime y Rosita Lindow fueron señalados como judíos, perdieron sus empleos y pesaba sobre ellos la prohibición de que se dedicaran nuevamente al rubro textil. Fallecieron en Auschwitz, igual que otra prima, Florita. La misma suerte correrían los miembros de la familia Barouh. 

José María Barreto, cónsul peruano en Ginebra, contraviniendo órdenes de la Cancillería, extendió pasaportes que salvaron muchas vidas en 1943. Fue destituido y logró retornar al Perú en 1946, donde vivió, en general, rodeado de indiferencia. La arequipeña Isabel Zuzunaga escondió a un niño judío y logró salvarlo de las huestes del nazismo. Jack Szarfscher, sobrevivió a la guerra, igual que sus padres, lo que propició un reencuentro difícil pero inolvidable. 

Magdalena Truel, de origen peruano, escritora y heroína de la resistencia francesa 8era una experta falsificando documentos) fue martirizada de manera extrema, pero no hubo nazi capaz de hacerla hablar. Su cuerpo fue convertido en una ruina, no su fortaleza moral; fue castigada con crueldad que excedía cualquier cosa imaginable, pero allí estuvo siempre, guardando un férreo silencio y dando ánimo a sus compañeros de cautiverio. Termina el recuento con la conmovedora historia de Victoria Weissberg (Victoria Barouh era su nombre de soltera), única persona nacida en el Perú en sobrevivir al Holocausto, como recuerda Coya.

Salvadores o víctimas, ningún homenaje será suficiente.

 

Hugo Coya. Estación final. Lima: Tusquets, 2021.

 

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

 

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Hugo Coya, Libro Estación Final

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