Burt Bacharach

Burt Bacharach (1928-2023): Cuando el pop era elegante

El sonido Bacharach, que se inscribe en el estilo que conocemos como “easy listening” -música fácil de escuchar- es elegante y sofisticado y tiene varias marcas registradas como el uso permanente de orquestas de cámara, secciones de vientos en las que destacan trompetas con y sin sordina, trombones y cornos franceses, además de sutiles fraseos de pianos, guitarras acústicas y coros femeninos.

El domingo pasado, 5 de febrero, fue la edición número 65 de los Premios Grammy. Y, observando a los nominados y ganadores de las categorías dedicadas al pop y al R&B -abreviatura de uno de los géneros fundamentales de la música afroamericana, el Rhythm & Blues-, y sus derivados, me quedó claro que esa galería de personajes grotescos, contrahechos y vocingleros estaban decretando, por enésima vez, la muerte del pop. 

Los disfuerzos y exhibicionismos de personajes como Bad Bunny, Harry Styles, Sam Smith o Lizzo no constituyen una evolución del pop como expresión artística. Son, en todo caso, una distorsión -que ha ido degradándose década tras década, de los noventa en adelante- según la cual masas y comunidades artísticas terminan confundiendo el derecho a la libertad de expresión y a la diversidad con la imposición de una subcultura asociada a la imagen y a la fama que usa como basamento ideológico y pretexto conceptual una serie de actitudes y aspectos de estrafalaria agresividad que van en desmedro de la calidad interpretativa y el valor musical que deberían estar por encima de esos asuntos superficiales, de empaque.

Otro hecho, menos subjetivo, está terminando de sepultar al brillante pop que formó nuestros gustos y capacidades apreciativas. Y es la inevitable muerte de aquellas personas que le dieron forma a sonidos elegantes y complejos que, en décadas pasadas, eran los únicos que ganaban Grammys y recibían las palmas de admiración de públicos con un esquema emocional lo suficientemente lúcido y adiestrado para no aceptar cualquier cosa y menos aun si se trata de expresiones que atizan la entronización del mal gusto como norma y herramienta para el éxito. Y, en el caso de Burt Bacharach, fallecido por causas naturales a los 94 años el pasado 8 de febrero, estamos hablando de uno de los más importantes constructores de todo aquello que entendimos, alguna vez, como música pop.

Burt Bacharach nació en 1928 en Kansas pero creció en New York. Conocido como compositor y arreglista, Bacharach además tocaba piano, dirigía orquestas y hasta cantaba, aunque esto último prefería hacerlo en vivo pues consideraba que su voz no era para los estudios de grabación. Se educó musicalmente en escuelas formales de EE.UU. (New York, California) y Canadá (Montreal), pero su afición al jazz se desarrolló durante sus escapadas clandestinas, a los 14 años, para entrar a los nightclubs de la legendaria calle 52, en Manhattan, donde pudo ver y escuchar a grandes como Dizzy Gillespie y Count Basie. Eran los años cuarenta, cuando los géneros que más furor causaban eran las big bands y el bebop, sonidos que fueron educando su sentido melódico.

Sus inicios profesionales están asociados a otro legendario espacio físico de los años cincuenta, el Brill Building, donde coincidían importantes casas editoras, estudios de grabación y oficinas de ejecutivos de la industria musical de la época. Un par de años antes, Bacharach había recorrido Europa como pianista y director musical de la banda que acompañaba a Marlene Dietrich (1901-1992). En su libro de memorias Nehmt nur mein leben (Take just my life), publicado en el año 1979, la cantante y actriz alemana se refirió a Bacharach como “un caballero, uno de los últimos hombres que quedan en el mundo”. 

El Edificio Brill, ubicado en el 1619 de la avenida Broadway, a pocos metros de Times Square, fue el centro neurálgico de la escena musical neoyorquina previa al ascenso del rock. Músicos, compositores, arreglistas y cantantes iban y venían de sus pasillos y pisos. Por allí pasaron, en diferentes momentos, personajes como Carole King, Neil Sedaka, Phil Spector, entre muchos otros (algunos, como Neil Diamond y Paul Simon, iniciaron sus carreras allí, usando pseudónimos). Y allí, en 1957, Burt Bacharach conoció al letrista Hal David (1921-2012), con quien conformó uno de los equipos de composición más exitosos de las décadas siguientes. La sociedad Burt Bacharach/Hal David se hizo tan indisoluble y famosa como lo fueron Carole King/Gerry Goffin, Jerry Leiber/Mike Stoller o, en el mundo del rock, John Lennon/Paul McCartney o Mick Jagger/Keith Richards.

Así como no se puede hablar de Burt Bacharach sin mencionar a Hal David, tampoco puedo hablar de ambos sin detenerme en Dionne Warwick, la extraordinaria cantante de gospel, soul y R&B que interpretó muchas de las canciones por las cuales se les recuerda hasta hoy. Cuando ella apenas tenía 22 años, Bacharach la escuchó mientras hacía coros para un conocido grupo de soul, The Drifters (en esta canción), en los estudios del Brill Building. Bacharach la invitó a trabajar con ellos, para grabar varios singles que se convirtieron en los primeros discos como solista de Warwick. Entre 1963 y 1973, Dionne grabó canciones que la ayudaron a encumbrarse como una de las vocalistas femeninas más exitosas de esa década: Wishin’ and hopin’ (1963), I’ll never fall in love again (1969), What the world needs now is love (1965), Reach out for me (1963), I say a little prayer (1967), (They long to be) Close to you (1963), entre otras. Las dos últimas se hicieron más conocidas en las versiones de Aretha Franklin y The Carpenters, respectivamente.

Bacharach/David también firmaron éxitos para otros artistas, como por ejemplo Magic moments (1958) del crooner estadounidense Perry Como o Baby it’s you, grabada originalmente en 1961 por el cuarteto vocal The Shirelles pero que es más recordada en la versión de The Beatles, incluida en su LP debut Please please me (1963). Asimismo, el galés Tom Jones popularizó What’s new pussycat? (1965), de la película del mismo nombre. En 1967, el tándem fue contratado para componer y grabar la banda sonora de Casino Royale, parodia del agente secreto James Bond, protagonizada por el genial comediante Peter Sellers. El tema central, un cadencioso bossa nova llamado The look of love, fue interpretado en aquella ocasión por la británica Dusty Springfield pero a nuestras costas llegó la versión de Sérgio Mendes & Brasil ‘66, incluida en su tercer LP Look around, lanzado ese mismo año. Y, en 1969 aparecería el que quizás sea el más grande éxito de Burt Bacharach y Hal David, la canción central del film Butch Cassidy and the Sundance Kid, Raindrops keep falling on my head, una tierna melodía cantada por B. J. Thomas, ganadora de un Grammy y un Oscar a Mejor Canción Original para Película. 

El sonido Bacharach, que se inscribe en el estilo que conocemos como “easy listening” -música fácil de escuchar- es elegante y sofisticado y tiene varias marcas registradas como el uso permanente de orquestas de cámara, secciones de vientos en las que destacan trompetas con y sin sordina, trombones y cornos franceses, además de sutiles fraseos de pianos, guitarras acústicas y coros femeninos. Sus cadencias se nutrían del jazz y del soul/gospel, pero también del bolero y la bossa nova, entre otros ritmos transatlánticos. Para 1973, la sociedad entre Bacharach y David terminó abruptamente y Warwick quedó en una incómoda posición, por lo que terminó demandando a sus amigos por incumplimiento de contratos. No volverían a reunirse hasta casi quince años después.

En ese trayecto, Burt Bacharach siguió cosechando éxitos como compositor y arreglista, para películas y programas de televisión. Asimismo, fue noticia de portada en las revistas del espectáculo por su segundo matrimonio, con la conocida actriz Angie Dickinson, que duraría de 1965 a 1980. La célebre pareja tuvo una única hija, Nikki quien, tristemente, se suicidó a los 40 años, en el 2007, por problemas relacionados al síndrome de Asperger. Esta tragedia personal inspiró a Burt Bacharach una canción llamada Dancing with your shadow, que la rockera Sheryl Crow interpretó para la película A boy called Po (2016), acerca de un niño autista.

En esos años, era común ver a Burt Bacharach de gira con su propia orquesta, recorriendo Estados Unidos, Canadá y Europa; conduciendo programas de televisión y recitales con invitados de prestigio. Los años ochenta trajeron nuevos éxitos para Bacharach, esta vez haciendo equipo con Carole Bayer Sager, destacada letrista que fue, entre 1982 y 1991, su tercera esposa. Ambos, junto a Peter Allen y Christopher Cross, recibieron un Oscar conjunto a Mejor Canción Original por Arthur’s theme (The best that you can do), que este último grabara para el film Arthur, protagonizado por Dudley Moore y Liza Minelli. No hace falta decir que es una de las canciones más destacadas de esa década. En 1983 la banda británica de electropop y new wave Naked Eyes reactualizó (There’s always) Something there to remind me, que había sido grabada en 1967 por Dionne Warwick. La estrella de Bacharach seguía brillando en un ecosistema musical en permanente evolución.

1985 fue el año del reencuentro entre Burt Bacharach y su musa definitiva. Y fue por razones benéficas, para apoyar la investigación y prevención del SIDA, a través de las ventas del single That’s what friends are for, compuesta por él y su esposa Carole. El tema, grabado originalmente por Rod Stewart algunos años antes, se convirtió en un megaéxito gracias a esta nueva versión en que Warwick se une a tres famosos amigos: Elton John, Gladys Knight y Stevie Wonder. Otras composiciones destacadas de la nueva pareja Bacharach/Bayer Sager fueron Heartlight de Neil Diamond (1982) o el dueto entre Michael McDonald y Patti La Belle, On my own, éxito radial de 1986.

Durante los años siguientes, Burt Bacharach se mantuvo activo ofreciendo recitales y dando su venia para múltiples regrabaciones y uso de sus clásicos en películas, entre ellas la trilogía cómica Austin Powers, protagonizada por Mike Myers (1997, 1999, 2002), la comedia romántica La boda de mi mejor amigo (1997), con Julia Roberts y Cameron Díaz, o el remake de Alfie (2004), en que el tema central es interpretado por Joss Stone -en la película original, de 1966, fue grabada por Cher y Cilla Black. En 1998, al cumplir 70 años, Burt Bacharach inició una colaboración, para muchos inesperada, con una leyenda del rock británico, Elvis Costello. Ese año, la pareja publicó un extraordinario disco titulado Painted from memory, en el que retoma el estilo que lo hizo conocido en los sesenta y setenta. Aquí los vemos a ambos en vivo. Entre los muchísimos homenajes que recibió en vida, destaca este del año 2012, organizado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y realizado en la Casa Blanca, con la participación de Diana Krall, Stevie Wonder, Sheryl Crow, Arturo Sandoval, Lyle Lovett, entre otros.

Al momento de propalarse la noticia del fallecimiento de Burt Bacharach, estrellas de diferentes épocas de la escena pop -antes del encanallamiento que atraviesa actualmente- desde Brian Wilson hasta Liam Gallagher, desde Paul Stanley hasta Billy Corgan, han lanzado en sus redes sociales, sentidas palabras y declaraciones de admiración ante tan influyente artista, “un titán” como lo describe el vocalista y guitarrista de los Smashing Pumpkins. Con su muerte, muere también la elegancia en la música pop.

Tags:

Burt Bacharach, Easy listening, Música pop, Premios Grammy

Mas artículos del autor:

"King Crimson 1981-1984: A propósito de Beat, el acontecimiento musical del año"
"Rolex, música y otros temas (a)temporales"
"Semana Santa musical: Dos títulos emblemáticos"
x