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Vangelis (1943-2022): Dios del Sonido | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad
Jorge-Luis-Tineo

Vangelis (1943-2022): Dios del Sonido

"Ambas tendencias nutrieron la creatividad de Vangelis y poco tiempo después de sus primeras producciones ya figuraba como uno de los principales artistas con capacidad de llevar a la música popular contemporánea un paso adelante hacia una modernidad ajena a los dictados de las modas comerciales y pasajeras...."

Su nombre de pila, Evángelos, significa “ángel que da buenas noticias”. Y su segundo nombre, Odysséas, según un tweet publicado hace algunas horas por el Primer Ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, deja claro que, con su muerte, “ha iniciado su largo viaje hacia los carros de fuego -en alusión a su laureada composición de 1981- y, desde allí, nos enviará sus notas por siempre”, como referencia, por supuesto, a Odiseo, héroe de la mitología helénica quien viajó diez años para regresar a su hogar en Ítaca. Evángelos Odysséas Papathanassíou era su nombre completo pero el mundo lo recordará siempre como Vangelis. Si el sonido hubiera necesitado un representante en una versión moderna del Olimpo, ese lugar tendría que ser ocupado, sin ninguna duda, por el colosal compositor y pionero de la música electrónica que falleció el último martes, a los 79 años, aparentemente de complicaciones relacionadas con el COVID-19. 

La obra musical de Vangelis posee todos los atributos para ser considerada patrimonio cultural de la humanidad: temáticas naturalistas, astronómicas, de ciencias exactas y de ciencia ficción con anclajes en la espiritualidad pero desde inventos tecnológicos al servicio del arte. Desde sus trabajos para los documentales del francés Frédéric Rossif hasta las sensacionales bandas sonoras para películas tan disímiles y, a la vez, parecidas como Chariots of fire -partitura por la cual se llevó el Oscar en 1981- y Blade runner (1982), el icónico largometraje que hasta hoy genera encendidos debates entre sus legiones de seguidores, pasando por sus proyectos asociados a misiones espaciales de la NASA y la ESA (European Space Agency), las composiciones de Vangelis sirven de fondo para la vida misma, para los elementos y las emociones humanas.

Vangelis es, como Mikis Theodorakis -fallecido el año pasado-, un griego universal, aunque por razones muy diferentes. Nacido en la región de Tesalia y criado en Atenas, se inició en la música desde el rock progresivo, liderando un extraño cuarteto llamado Aphrodite’s Child, en el que estuvo junto al cantante y bajista Demis Roussos -quien desarrolló posteriormente un camino artístico propio como baladista, con enorme cantidad de éxitos grabados en varios idiomas, durante los años setenta y ochenta-, el guitarrista Anargyros “Silver” Kolouris y el baterista Loukas Sideras. El grupo emigró a París, para probar suerte y, a la vez, para escapar del golpe de Estado que aquejaba a Grecia en esos años. 

Entre 1968 y 1972, Aphrodite’s Child grabó tres álbumes, y colocó algunos éxitos con un sonido psicodélico dominado por los teclados de Vangelis, al estilo de Procol Harum, como Rain and tears (LP End of the world, 1968) o It’s five o’clock (LP It’s five o’clock, 1969). El último fue un álbum doble titulado 666 (Vertigo Records, 1972), una joya conceptual basada en el libro bíblico del Apocalipsis, que tardó más de un año en salir al mercado debido a que los ejecutivos de la casa discográfica lo consideraron “peligroso y blasfemo”. El disco de carátula roja y el número de la bestia enorme es un clásico del género, y contó con la participación vocal de la famosa actriz Irene Papas, en un controversial track llamado simplemente ∞ (el símbolo matemático del “infinito”). Salvador Dalí, quien asistió a las celebraciones organizadas por Vangelis por el primer aniversario del no lanzamiento del disco, lo consideró “una obra grandiosa”. Otros temas destacados de ese álbum son The four horsemen, la frenética pieza The battle of the locust/Do it y la extensa suite All the seats were occupied. Disuelto Aphrodite’s Child, el tecladista emigró a Londres -debido a la situación política de Grecia, no podía ni siquiera llamar por teléfono- donde estableció sus cuarteles generales.

Sus inicios en solitario se dieron en un ambiente musical muy rico, marcado por la innovación. Mientras que en Inglaterra el prog-rock producía grupos y álbumes de antología como The dark side of the moon de Pink Floyd (1973), Tubular bells de Mike Oldfield (1973) o Fragile de Yes (1972), en Alemania surgía un movimiento, conocido a grandes rasgos como «krautrock», encabezado por bandas como Tangerine Dream, Can, Kraftwerk o Harmonia 76, entre otros, dispuesto a provocar una absoluta disrupción en el ecosistema sonoro llevando al límite las posibilidades de la incorporación de la electrónica al arte musical. Ambas tendencias nutrieron la creatividad de Vangelis y poco tiempo después de sus primeras producciones ya figuraba como uno de los principales artistas con capacidad de llevar a la música popular contemporánea un paso adelante hacia una modernidad ajena a los dictados de las modas comerciales y pasajeras.

Durante toda la década de los setenta, Vangelis lanzó un disco tras otro, estableciéndose como pionero en el uso de sintetizadores. Desde los aurorales Earth -aun bajo la lógica progresiva de su trabajo con Aphrodite’s Child- o L’apocalypse des animaux -su primera musicalización para las imágenes conservacionistas de Rossif, en el que destaca la suave melodía La petite fille de la mer, ambos de 1973, hasta China, de 1979, todos sus discos generaron gran impacto por sus características minimalistas y creativas. Sin llegar a ser música clásica, había en cada composición del griego una sensibilidad e inspiración extraída del universo académico, pero sin dejar de lado su visión futurista. Su sociedad con el astrónomo y difusor científico Carl Sagan, quien usó melodías del disco Heaven and hell (1975) para su recordada serie de televisión Cosmos: A personal voyage, lo acercó al mundo de la ciencia espacial que parecía ideal para el despliegue de esos sonidos artificiales y mágicos que provenían de su prodigiosa mente. 

Por su parte, musicalizó otras dos exploraciones documentales de Rossif, La fête sauvage y Opera sauvage, en 1975 y 1979, respectivamente. A nivel local, varios noticieros y comerciales peruanos usaron melodías de Vangelis como cortina musical. La más recordada es, sin duda, Pulstar -del LP Albedo 0.39 (1976)- o la cautivante To the unknown man, del álbum Spiral (1977), usada en alguna novela peruana ochentera. O el tema de los créditos finales de la banda sonora de Blade runner, que identificaba al programa político Pulso, de Panamericana Televisión. Todas estas grabaciones se realizaron en los Estudios Nemo, que él mismo organizó mientras vivió en Londres, su centro de operaciones por más de quince años. 

El músico griego estuvo, en 1974, a un paso de reemplazar a Rick Wakeman en Yes, la famosa banda británica de rock progresivo, lugar que finalmente fue ocupado por el pianista suizo Patrick Moraz. Al parecer, el estilo libre y sin ataduras de Vangelis no calzó con el formato grupal rígido del quinteto liderado por Jon Anderson, quien había colaborado con su voz y arpa en algunas de las producciones setenteras del tecladista. Ambos, sin embargo, desarrollaron un proyecto como dúo, Jon and Vangelis, que produjo cuatro discos de brillante factura: Short stories (1979, donde destada Curious electric, también usada por Frecuencia Latina, en la primera versión de su noticiero 90 Segundos, como me hizo recordar un buen amigo y periodista), The Friends of Mr. Cairo (1981), Private collection (1983, donde figura la astral Italian song) y, algunos años después, Page of life (1991). En 1989, Vangelis colaboró en el disco Anderson, Bruford, Wakeman & Howe con una balada acústica llamada Let’s pretend (1989).

Sin duda, la consagración total para Vangelis llegó con Chariots of fire, el soundtrack de la película homónima que cuenta la historia de un grupo de atletas rumbo a unas olimpiadas en los años veinte. La melodía central, Titles, se convirtió en metáfora del esfuerzo para alcanzar el éxito. La genial partitura se llevó el Oscar a Mejor Banda Sonora Original en 1981. Pero luego escribió otros soundtracks notables, como la mencionada Blade runner, ese cuento distópico y oscuro que es todo un culto para los amantes de la sci-fi. Cabe mencionar que recién se lanzó como disco en 1994, doce años después del estreno del film dirigido por Ridley Scott, que es una adaptación de la novela fantástica de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) y protagonizado por Harrison Ford, en el papel del cazarrecompensas Rick Deckard. En 1992 fue el turno de 1492: Conquest of Paradise, también de Scott, en que el actor francés Gérard Depardieu hace de Cristóbal Colón, con motivo de los 500 años del descubrimiento de América.

Vangelis fue siempre una persona recluida y de pocas palabras. Casi nunca daba entrevistas. Por eso sorprendió que, en la edición #72 de la revista Prog, dedicada a la música electrónica, los sintetizadores y su íntima relación con el rock progresivo, Vangelis no solo fuera portada sino que además diera una extensa entrevista al periodista Mark Powell, desde su casa y estudios en París, donde se muestra sumamente articulado, inteligente y crítico de la industria musical vista como negocio. Aquella publicación, de diciembre del año 2016, encontró al músico trabajando en una producción titulada Rosetta, que le había sido encargada por la European Space Agency, sobre una exitosa sonda lanzada al espacio exterior. En el 2001, quince años antes, había compuesto una sinfonía coral para un proyecto de la NASA, titulado Mythodea. En paralelo, estaba supervisando la edición y lanzamiento de una colección de trece discos, Delectus, que reunía todos sus álbumes con los sellos Vertigo y Polydor, incluidos los que hizo a dúo con Jon Anderson. En septiembre del año pasado grabó, nuevamente para la NASA, el disco Juno to Jupiter (Decca Records), con la participación de la soprano rumana Angela Gheorghiu.

La muerte de Vangelis es un duro golpe para la música y la cultura mundial. Su filosofía como artista consistía en sentir la música como algo tan natural como el hecho de respirar: “Cada vez que un sonido sale de mis manos, fue siempre y es algo 100% instintivo. No lo pienso. No tengo ninguna idea preconcebida, planes ni construcciones. Sigo lo que fluye hasta que la música no me necesite más”. Que en paz descanse.

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Grecia, Sonido

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