¡TODOS SOMOS JUDÍOS Y CHANCHOS DE MIERDA!

"La indolente sociedad limeña asiste impávida e indiferente al asesinato, en manos de la ultraderecha posfascista, no solo de decenas de peruanos de nuestras regiones más necesitadas, sino de todo nuestro sistema político que, a duras penas, aún lograba asemejarse a una democracia de corte liberal."

En mayo de 1968 se desató en París un fuerte movimiento de protesta estudiantil y sindical contra el orden autoritario y consumista de la sociedad francesa de postguerra. Fue un movimiento contestatario que, aún para un general curtido en dos guerras mundiales como Charles De Gaulle, presidente francés de entonces, significaba «el fin de Francia, el fin de la Iglesia, el fin de todo.» Aunque la conducción de las protestas fue esencialmente anónima y colectiva, entre los líderes estudiantiles destacó nítidamente Daniel Cohn-Bendit, un joven pelirrojo de 23 años, cuya familia judía alemana, había encontrado refugio en Francia durante los años del nazismo y al que una cierta prensa estalinista intentó desacreditar, tildándolo de “anarquista judío alemán”, frase nada banal que contenía una descalificación racista y estigmatizante. El torpe intento solo consiguió el efecto contrario pues pronto los manifestantes marcharon, coreando al unísono un contundente y solidario “¡Todos somos judíos alemanes!”. Retomar, parafraseando esta consigna, debería convertirse en una obligación para los verdaderos demócratas de este país.

La indolente sociedad limeña asiste impávida e indiferente al asesinato, en manos de la ultraderecha posfascista, no solo de decenas de peruanos de nuestras regiones más necesitadas, sino de todo nuestro sistema político que, a duras penas, aún lograba asemejarse a una democracia de corte liberal. Hace poco, escribimos una nota sobre la evidente fascistización del actual gobierno https://sudaca.pe/noticia/opinion/jorge-velasquez-el-facismo-nuestro-de-cada-dia/. Este proceso, con el paso de los días, va profundizándose  y haciéndose más evidente, incluso para el Big Brother norteamericano, que ya “aconseja” un adelanto de elecciones, y para la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que, con su “Comunicación Conjunta de los Procedimientos Especiales” enviada al gobierno peruano, pone los reflectores de la comunidad internacional sobre la naturaleza autoritaria del gobierno de la señora Boluarte y sus asociados ultraderechistas.

El fascismo y la libertad de prensa nunca fueron compatibles. Ha sido así desde los tiempos de Mussolini, en que las noticias políticas llegaban a las redacciones de los diarios directamente desde las oficinas del Ministerio de Cultura Popular en Roma, hasta los tiempos actuales, en que los posfascistas se sirven de estrategias que, mediante el amedrentamiento, el acoso e incluso la violencia física, tratan de inhibir a los periodistas de escribir sobre temas que los perjudican. La ultraderecha se ha hecho experta en el manejo coercitivo de las redes sociales como instrumento para doblegar a quienes los critican, mediante el despliegue de belicosos ejércitos de trolls y militantes fanatizados. Este tipo de ataques no deben subestimarse, pues la coacción afecta a las personas y, en muchos casos, puede llegar a influir en cómo se seleccionan y tratan ciertos temas sensibles.

En el Perú, la situación del periodismo político es patética. Según el Balance Anual sobre la libertad de prensa en el mundo, elaborado por Reporteros sin Fronteras, en nuestro país el periodismo de investigación tiende a desaparecer, mientras que medios, antes fiables, se han dedicado a desinformar, especialmente en época de elecciones. En realidad, el problema es aún más grave: nuestros medios de comunicación tienen una parte no desdeñable de responsabilidad en la degradación de la política nacional y en el actual acelerado declive de nuestra democracia. No es posible ser caja de resonancia, consciente o inconscientemente, y sin ningún tipo de contextualización o comprobación de declaraciones inexactas o llanamente falsas de autoridades y representantes políticos que buscan engañar a la población. No es de recibo convertir en noticia, sin más, las declaraciones de los Otárola, los Montoya o las Boluarte de este mundo, cuando de manera evidente, están basadas en flagrantes mentiras. Pero a este cuadro ya bastante desolador, se vienen a sumar dos hechos que redundan claramente, en el proceso de fascistización de nuestro país:

  1. La propuesta, por parte del gobierno, de un “Protocolo de actuación Interinstitucional para la coordinación y atención a periodistas y comunicadores sociales en el contexto de alteración al orden público” que, en lo medular, obliga a los periodistas que cubren, digamos, las marchas de protesta, a ubicarse en los lugares donde la Policía Nacional disponga, los que suponemos se encuentran bien en la retaguardia y alejados de los “sitios calientes” donde pueden producirse violaciones de derechos humanos. De no ubicarse en los lugares señalados, las autoridades no se harían responsables de las agresiones que las mujeres y hombres de prensa, nacionales y extranjeros, podrían sufrir. Estas disposiciones podrían hacernos reír por lo ridículas—la mayoría de las agresiones a los periodistas provienen justamente de las fuerzas del orden—si no constituyeran un flagrante atentado contra la libertad de información y un grosero intento de amedrentamiento al periodismo, motivado, que duda cabe, por los informes periodísticos que han dado cuenta al mundo de las muertes ocurridas en Ayacucho y Puno.
  1. Los execrables ataques que sufrieron en sus domicilios, los reconocidos periodistas Rosa María Palacios Mc Bride y Gustavo Gorriti Ellenbogen, perpetrados por el grupo de desadaptados al servicio de la caverna, autodenominado “La Resistencia”. Gorriti es, desde hace años, objeto del odio irredento de la ultraderecha y de grupos de poder inmersos en casos de corrupción, que no toleran el trabajo de investigación de IDL-Reporteros, que pone al descubierto sus trapacerías. A los acostumbrados insultos y amenazas, en esta ocasión se agregó un “Gorriti no es peruano, es judío”, que dejó, bien en evidencia el negro fustán nazi-fascista de quienes están detrás de estos atropellos contra el “hombre más poderoso del Perú” (Rafael López-Aliaga dixit). El caso de Palacios es bastante interesante. Esta abogada y periodista, de evidente talante conservador y religioso, ha venido cometiendo el “pecado” de informar pormenorizadamente sobre las manifestaciones de protesta a nivel nacional y de los casos de violación de los derechos humanos por parte de la Policía y las Fuerzas Armadas. Además, ha criticado abiertamente las actitudes del Ejecutivo y del Congreso, principalmente en referencia al siempre postergado adelanto de elecciones generales. Por ello resulta sintomático que, además de los predecibles calificativos de terrorista y comunista con que la ultraderecha peruana estigmatiza a quienes les resultan incómodos, se haya proferido contra ella ofensas “fisonómicas” tales como “chancha de mierda”. Esto último, cuadra perfectamente con lo que Antonio Maestre, conocido periodista y escritor español, ha escrito: “La extrema derecha busca humillar, asustar, coaccionar y acomplejar con comentarios sobre el físico, que indiscriminadamente se usan de manera organizada, contra toda mujer que tenga voz en el espacio público. Si eres una mujer y has opinado contra VOX (partido posfascista español) sabes que esta definición no es retórica.” El que pueda entender, que entienda, reza la Biblia.

Como ciudadanos libres y demócratas del Perú no podemos permanecer indiferentes a los ataques que viene sufriendo nuestra sociedad por parte de una agresiva e insolente ultraderecha que piensa que ha llegado la hora de imponer nuevamente sus intereses por todos los medios, lícitos o no, a su alcance. Es tiempo de proclamar de manera orgullosa y libertaria: ¡TODOS SOMOS JUDÍOS Y CHANCHOS DE MIERDA!

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