Sin afiliados no hay vida partidaria

“Hoy la debacle de los partidos políticos es una ventana de oportunidad para los nuevos partidos que buscan ofrecer una manera distinta de entender la política y de llevarla a la práctica”.

Existe un consenso ciudadano acerca de que los partidos políticos realmente existentes en el país y con representación parlamentaria no gozan de legitimidad; y que su capacidad para convocar y movilizar a sus afiliados y simpatizantes es frágil. Esta situación se debe, entre otras razones, a su desempeño cuestionable en el Ejecutivo y en el Legislativo y, en no pocos casos, reñido con la ética pública. Además, de no haberse constituido en efectivas vías de intermediación de intereses de la ciudadanía. Esto último se aprecia en el conjunto de demandas expresadas en las recientes movilizaciones sociales. 

Si la frecuencia e intensidad de las protestas no modifican el proceso electoral en curso, este año y el siguiente serán años electorales. En abril del 2024 se llevarían a cabo elecciones generales, las cuales permitirán conocer si los partidos se recuperan de su gestión deplorable y de los escándalos de corrupción en los cuales se han visto envueltos o son castigados por los electores y condenados a su desaparición. 

Como se sabe, la presencia e influencia de un partido político, en el quehacer nacional, se relaciona con su continuidad en el tiempo y su desempeño en distintos ámbitos tanto en períodos electorales como no electorales. Asimismo, de que sus afiliados participen en las instancias y actividades partidarias. En buena cuenta, la vitalidad del mismo guarda correspondencia con lo que hacen o dejan de hacer sus militantes. Por eso, la disminución de afiliados tiene un impacto negativo no solo en la vigencia del partido sino también en los vínculos entre los ciudadanos y los que detentan un cargo de elección popular. 

Es bueno recordar que un partido es una organización de ciudadanos que se asocian y coordinan acciones para competir en la arena electoral por cargos en el Poder Ejecutivo y Legislativo; y en los gobiernos regionales y municipales. De ahí la importancia de los liderazgos partidarios y de los afiliados dispuestos a hacer vida partidaria de manera voluntaria. Asimismo, de la lealtad al partido. Es interesante constatar que ésta, por ejemplo, ha brillado por su ausencia en el comportamiento de más de 30 congresistas que abandonaron las filas de los partidos con los cuales llegaron al Congreso. 

En ese sentido, la revitalización de los partidos políticos pasa también por la afiliación de ciudadanos y ciudadanas dispuestos a entregar su tiempo y otros recursos de manera voluntaria para poner en práctica las soluciones a los problemas nacionales, regionales o locales que estiman por convenientes desde algún cargo ejecutivo; guiados por un conjunto de principios, valores y una visión de desarrollo del país. Además de legislar en función del bien común y no de intereses particulares. Lo cual supone hacer vida partidaria, es decir, formar parte de alguna instancia del partido, de elegir y ser elegido, de hacer carrera dentro del partido, de organizar y movilizar a los simpatizantes y a otros afiliados y de participar en las actividades organizadas por el partido. Hoy la debacle de los partidos políticos es una ventana de oportunidad para los nuevos partidos que buscan ofrecer una manera distinta de entender la política y de llevarla a la práctica.

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