Juan Carlos Tafur Portada

El adelanto es parte de una agenda patriótica

“La otra salida posible, la renuncia de Boluarte, abre las puertas del infierno, porque si el gobierno actual es desaprobado, aquel que surja de las canteras parlamentarias será repudiado”

En circunstancias normales, que Dina Boluarte tenga bajos niveles de aprobación o que sufra una protesta social violenta que no amaina en el sur altoandino, no serían razones suficientes para pensar en un recorte de su mandato. La democracia formal tiene normas y pautas que deben estar por encima de coyunturas aciagas (si cada vez que un gobernante tiene baja popularidad o sufre de asonadas va a tener que salir del poder, no habría estabilidad democrática en el país).

Pero no transitamos por una situación normal sino extraordinaria. El de Dina Boluarte es un régimen transitorio por definición. Acontece por la vacancia de Pedro Castillo y nace así con un déficit de legitimidad, al que se suman hechos políticos que la complican aún más.

La excesiva e injustificada represión policial y militar de la protesta ha encendido una hoguera que difícilmente va a reducirse (ya lo del sur tiene visos de rebelión quechua aymara), su mala reacción frente a ella (no basta con pedir perdones inverosímiles cuando, a la par, nadie asume responsabilidad política sobre claros excesos, como los constatados en Ayacucho por IDL-Reporteros), la precariedad legislativa de la que sufre (no tiene bancada que la respalde absolutamente), la crisis política que la acompaña, obligan a pensar en salidas extraordinarias.

Una de ellas, la más razonable y viable, es la del adelanto de elecciones, que el Congreso debe repensar y tramitar en el plazo extendido que le ha dado a la legislatura. No va a aguantar hasta el 2026 el régimen, tal como están dadas las cosas, y la otra salida posible, la renuncia de Boluarte, abre las puertas del infierno, porque si el gobierno actual es desaprobado, aquel que surja de las canteras parlamentarias será repudiado y dará pie a una turbamulta infinitamente mayor (por eso es que, en principio, Boluarte no debería proceder a la renuncia, salvo que el Congreso no le deje otra salida).

Las elecciones, además, tienen un efecto de desfogue infinitamente probado. Son una suerte de baño lustral, reinauguran procesos, limpian pasivos, estrenan expectativas, recubren de legitimidad a regímenes que adolecen de ella, atemperan ánimos de revuelta, los derivan hacia procesos políticos saludables, como el voto y las urnas. Ojalá se reagrupen las fuerzas partidarias del Congreso que están a favor del adelanto y procedan a ello cuanto antes.

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Dina Boluarte, Perú, política peruana

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