Otra de las aristas negativas del resultado de la encuesta que mostraba nuevamente a Pedro Castillo y Keiko Fujimori como eventuales finalistas en una segunda vuelta electoral, si se produjesen elecciones en este momento, es la perseverancia de la actitud autoritaria en la sociedad peruana. El 2021, los candidatos de Perú Libre y Fuerza Popular representaban, en la izquierda y en la derecha, las fuerzas más antidemocráticas, retardatarias y conservadoras.
La situación actual en el Perú es un drama de proporciones históricas. Una profunda desafección de la ciudadanía respecto de la democracia y el Estado de derecho ha tomado lugar, sumiendo al país en una crisis política, social y moral de la que será difícil salir sin un cambio de actitud y una renovación profunda de las instituciones.
La raíz de este problema se encuentra en la corrupción que ha permeado todos los niveles del Estado, haciendo que los ciudadanos pierdan la confianza en las autoridades y en las instituciones. La falta de transparencia y la impunidad con la que los corruptos han actuado durante años ha generado un sentimiento de indignación y frustración entre la población que se ha volcado a las calles para protestar.
Esta desafección se ve reflejada en la creciente polarización de la sociedad. Muchos ciudadanos no ven en la democracia una herramienta efectiva para mejorar sus condiciones de vida y consideran que el Estado no responde a sus necesidades. Por otro lado, grupos radicales han aprovechado esta situación para promover una agenda antidemocrática y violenta que amenaza la estabilidad del país.
Ante esta situación, es urgente que se tomen medidas para recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y en la democracia. Es necesario que las autoridades asuman su responsabilidad y trabajen para erradicar la corrupción y fortalecer el Estado de derecho. Además, se requiere de un esfuerzo conjunto de la sociedad civil, los medios de comunicación y la academia para promover una cultura de transparencia y participación ciudadana.
Tenemos tres años por delante para lograrlo si no queremos que esa encuesta se vuelva premonitoria y si bien sean otros los nombres, las mismas actitudes detrás de ellos sean las que predominen en una próxima jornada electoral, convirtiendo estos años políticos en un quinquenio también perdido no solo en materia económica.
