Tomás-Cortez

La boca del lobo y el cine peruano

“Esto no es un juego, es una guerra y es una guerra sucia, acá no podemos hacerles asco a las cosas, son ellos o nosotros, no hay más. Nosotros hemos venido acá con una responsabilidad: acabar con la subversión, ese es nuestro deber les guste o no les guste. Para cumplir con nuestra obligación, hay veces que hay que hacer cosas que van contra uno mismo” Víctor Roca – Gustavo Bueno

UNO

En primer lugar, hay que indicar que Lombardi filma a la manera clásica, con una narración lineal y sin mayores efectos visuales. Su fuerte está en el desarrollo psicológico de sus personajes y en la trama. Gustavo Bueno, actor fetiche de Pancho, resalta como el insano teniente Iván Roca. Incluso, sus personajes secundarios (Aristóteles Picho esta genial), en su gran mayoría, no tienen desperdicio. El guion es de los mejores. Hay un punto insoslayable: Nunca muestra a los senderistas. Lo cual es un acierto y un arma de los grandes directores del suspenso o terror (Polanski, Hitchcook, Ridley Scott, Spielberg, etc)

La película se inspira en la matanza de Socos (Ayacucho), ocurrida en inicio de los ochenta, donde las Fuerzas Armadas torturaron (violaron a las mujeres) y mataron a más de 30 personas (hombres, mujeres y niños) que celebraban una pedida de mano. 

La influencia de “The Deer Hunter”(1978), Apocalipsis Now (1979) y Platoon (1986) es obvia. 

Al llegar a Chuspi (un pueblito de la serranía como muchos) Vitín Luna, el joven naif, quien, para más inri, fue quien solicitó ir al corazón de la lucha armada. Lo acompañamos a su posterior desencanto y un lento descenso a los infiernos, junto a sus compañeros de armas. Al inicio Luna apoya y se inspira en Roca, luego lo desconcierta. Su moral se ve cuestionada por la violación a la dueña de la tienda de comestibles, por parte de su amigo (un repulsivo arquetipo del limeño avivado, pero cobarde, a fin de cuentas). El posterior accionar del teniente lo termina enfrentando con la autoridad. Convirtiendo la peli en un western, en donde el enemigo, no solo no se le ve, sino que está dentro de ellos. El ultimo fotograma muestra su huida ante la mirada de la niña (simbolizando un recodo de inocencia) campesina, quien también abandona (no tiene otra opción), con su rebaño, el pueblo fantasma. Ambos escapan del horror. Como lo hacía Lima, en los ochenta, hasta que en 1992 sucedió lo de Tarata.

DOS

Entre los años 86 y 88, conocí distintos partes del interior del país. Distantes y olvidados como Chupaca y San Jerónimo en el departamento de Junín; el populoso Alto Misti y Lara, o la mesócrata Selva Alegre en Arequipa. Por último, la rojiza San Jerónimo en el Cuzco. Ahí pude comprobar que el Perú no era un país, sino varios. Diseccionado y escindido. Uno empobrecido y tercermundista. 

Estuve los primeros meses del 88, en lugares como Nueva Esperanza, los arenales de Tablada de Lurín o el desierto de José Gálvez – lo más parecido al far west fordiano – en aquella Lima ochentera. Comprobé una mayor pobreza, de la que había percibido en el interior. Y me encontraba a 50 minutos del centro de Miraflores. De ahí, que deduzco que Chuspi (pueblo de Ayacucho) no era una excepción, sino la regla. Un Estado ausente, sin infraestructura adecuada para Salud, Educación o Autoridades; creándose así un caldo de cultivo para los ideales del grupo guerrillero. Y que terminó, convirtiendo el país en una distopía, de la cual emigraron cientos de miles.

TRES

Muchos consideran que el cine está obligado, por ende, también la literatura o la poesía, la música, el teatro y demás formas de expresiones artísticas, a solamente a ensalzar las buenas costumbres de un país o ser positivos. 

Cuando uno hace cine o escribe una novela puede hablar de lo que considera pertinente. Puede ser un tema personal o que estriba en problemas sociales o lo que se le antoje. O hacer películas como los que produce Tondero: nimias y cojudas. El cine vive un momento especial. Como nunca los, jóvenes o no tan jóvenes, directores tienen formas de difundir sus trabajos. Ya sea través de las redes o festivales, e incluso plataformas. Netflix, Amazon, Apple, etc. En Netflix visualicé, bellas películas como “Retablo” y “Canción sin nombre”. En Youtube, encontré, el buenísimo documental, “La revolución y la tierra”. Ya lo dijo Scorsese en una ocasión: “Lo más personal, es lo más creativo”.

Las películas o series que perduran en el tiempo son las que te golpean íntimamente. Esas quedan en la retina del recuerdo. “La Boca del Lobo” es una de ellas. Y pasaron más de 31 años de su estreno.

Gracias Pancho.

 

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“La Boca del Lobo”, 31 años, cine peruano, Francisco Lombardi, Gustavo Bueno

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