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Miénteme como Siempre | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad
Manuel Barrantes

Miénteme como Siempre

Un candidato dice que “el primero de mayo, Estados Unidos ha vacunado a toda su población”. Se arma un pequeño escándalo porque está hablando del futuro como si fuera el pasado: aparentemente estaba borracho. Algunos de sus defensores justifican el uso de “ha” para hablar del futuro apelando a una libertad lingüística. Otros dicen que es un valor positivo el haberse emborrachado para compenetrarse con sus electores. Pocos mencionan que la afirmación es falsa. Lo que ha dicho el gobierno estadounidense es que van a comenzar a vacunar a todas las personas, sin restricciones de edad o profesión, a partir del primero de mayo, no que para esa fecha ya habrán vacunado a todo el mundo. ¿Les importa a los defensores del candidato que éste les mienta en la cara? Hace rato que no. El candidato se ha vuelto la medida de todas las cosas. ¿Cómo saber si una encuesta es legítima? Fácil. Si él sale arriba, la encuesta está bien; si no, ha sido comprada por la prensa mermelera. ¿Creen realmente sus seguidores que las cosas son así? La verdad es que no les importa. Sus votantes no quieren ser persuadidos por una buena mentira, solo quieren instrucciones para defenderla en sus redes sociales. ¿Y por qué razón se interesan en defender sus mentiras? No es porque crean que es un mal necesario para proteger al país del comunismo-izquierdista-castro-chavista. Después de todo, no parece importarles que se haya unido con un movimiento de extrema izquierda como el de Antauro Humala. Mi tesis es que este candidato les da la oportunidad de expresar su desprecio por los progres y liberales.

 

Algo parecido sucedió con Trump. En un mitin justo antes de comenzar las primarias republicanas el 2016, dijo que él “podría pararse en el medio de la 5ta avenida y disparar a alguien, y no perdería ningún votante.” Ese año no solo ganó la nominación de su partido, sino también la presidencia de su país. Durante esa campaña hubo innumerables ocasiones en las que Trump hacía y decía cosas impensables para un candidato presidencial, y sus críticos pronosticaban que ‘ahora sí’ sus votantes lo abandonarían, pero eso nunca sucedió y, finalmente, terminó ganando la presidencia. De presidente, Trump no fue diferente. Siempre supo que sus partidarios le permitirían mentir sin escrúpulos. Meses antes de las elecciones del 2020 dijo que si perdía era porque habría habido fraude. Y cuando las encuestas lo proyectaban como perdedor, comenzó una seguidilla de ataques infundados contra el sistema electoral. Un par de meses después de perder la elección, alentó un ataque terrorista a la sede del Congreso, bastión y símbolo de una de las democracias más fuertes del mundo. La gente no vota por Trump porque crea que va a defender la democracia estadounidense o los valores conservadores. Lo único que importa es que Trump insulta sin tapujos a los liberales. Como señala Paul Waldman en un artículo publicado el pasado diciembre en The Washington Post, el desprecio de los conservadores a los liberales es tan profundo que ya no les interesa la democracia. Si respetar un proceso democrático implica que un liberal llegue al poder, no dudan ni un segundo en abandonar la democracia.

 

Me da la impresión de que algo parecido está pasando en el Perú. Nuestro susodicho les da a sus seguidores las herramientas perfectas para expresar su desprecio a los liberales y progres, y con eso están satisfechos. Ya ni siquiera se sienten en la necesidad de racionalizar las mentiras, lo importante es tener una respuesta que dar. ¿Les importa realmente preservar el modelo económico, los valores tradicionales, o algún tipo de ideología? No lo creo. En un mismo respiro critican de inocente la defensa de los derechos humanos, y a la vez elogian cualquier muestra de respeto por los mismos por parte de su candidato. ¿Insulto a la Virgen María? Horrible cuando lo dice un caviar, pero cuando lo hace su defendido simplemente-está-expresando-sus-sentimientos. ¿Antauro Humala? ¡Jamás! Pero… bueno, en verdad sí, lo-que-pasa-es-que-es-con-los-reservistas-y-no-con-Antauro-mismo. No se vota por el susodicho por interés personal o porque se crea que es lo mejor para el país. La gran motivación, el gran premio, es imaginar la cara de impotencia de los ‘izquierdosos’ si el candidato ganara. ¿Es lo suficientemente potente esta motivación para sacrificarlo todo? Me temo que sí.

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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