fabrizio Ricalde

Obi-Wan Kenobi y Darth Vader vuelven en una historia vergonzosamente corta de fuerza

Con este fracaso de Disney, el universo de Star Wars comprueba que su más grande y original creador será George Lucas.

Pocos años han pasado desde el duelo en Mustafar. Anakin Skywalker no existe más. En su lugar, Darth Vader es el máximo inquisidor de la Galaxia. La Orden 66 ha acabado con la gran mayoría de Jedis. Algunos quedan escondidos en sistemas alejados, huyendo por sus vidas, mientras el Imperio los caza de a uno. Pero ningún Jedi fugitivo es más importante que Obi-Wan Kenobi. 

Asechado por sus recuerdos, Kenobi es ahora un forastero cualquiera, vive en el desierto y come migajas. Se ha cambiado de nombre. Es simplemente Ben, como lo conocimos en Star Wars 1977. Aún no peina canas blancas, pero casi. Los años han pasado, parece confundido, y solo sabe mezclarse entre la multitud. Nadie podría sospechar que es, o fue, ¿o será? un poderoso maestro Jedi. 

Y aún escondido como está, tal y cómo pasó hace cuatro décadas en el cine, Ben Kenobi es la única esperanza de la princesa Leia. 

Todo esta introducción suena al excelente comienzo de una historia cautivadora, romántica y aventuresca. Pero no. La princesa Leia ya no es mística y misteriosa, Obi-Wan ya no es un sabio maestro, sigiloso y atrevido, y nada en la Galaxia produce la atracción de antaño. Ni siquiera Vader produce un ápice de la tensión emanada de su casco negro, siendo el villano más famoso de la historia del cine.

Leia es una niña bocona, con diálogos absurdos creados en un tirón sin talento ni reflexión. Ben es un tontón que corre perdido detrás de ella, lanzando diatrivas, sin un plan, sin sapienza de nada. A Vader le atormentan sus demonios, es un error hacerlo más persona que maquina, falla y hasta es misericordioso. Todo esto parece una versión de Star Wars no solo para niños, sino para despistados. 

El error de la serie es su narrativa. Está construida a partir de The Mandalorian. Es un guion basado en episodios breves, de menos de cinco minutos, cortados por transiciones, aislados entre sí. Cuando la atención recae solo en dos personajes, como el Mandalorian y Baby Yoda, funciona. Pero cuando aquí hay por capítulo hasta seis personajes vitales y principales, la atención se difumina demasiado.

Las historias dan la impresión de no contarlo todo y dejan cabos sueltos. Es una

sensación permanente de algo incompleto. Porque a Leia, Ben y Vader se suma al menos un personaje principal cada episodio, además de un nuevo personaje para la saga al menos en video, Moses Ingram, cuya trascendencia en esta serie es vital, pero extrañamente su propia historia no se desarrollar suficiente. 

De hecho, la serie apuesta a que Moses, también conocida como la Inquisidora, o la Tercera Hermana, sea el núcleo de la atención de la audiencia. Se trata de una fanática del Imperio, obsesionada con capturar a Kenobi para llamar la atención de Vader y lograr un ascenso en su carrera imperial. Por cuatro capítulos, su ambición es su único hilo conductor, no se sabe de dónde ha salido esta histérica.

Un villano solo malo porque tiene ambición parece demasiado elemental para una saga tan grande como Star Wars. Más aún si la razón de todo este lío recae en ella. Leia y Ben estaban encaminados a vivir en paz hasta que empiece la de 1977 y es el hambre de Moses lo que origina todo. Hacia el final de la saga hay un giro demasiado tardío y poco explicado, confuso y no relevante de mencionar.

Tampoco es claro por qué secuestran a Leia si el objetivo es Kenobi. Si Moses sabe que Leia es importante para Kenobi, también debería saber que Leia es la hija de Anakin (algo que nadie sabe) y por lo tanto Vader lo sabría. La saga cambiaría por completo. Luego, si recuperar a Leia es tan valioso, por qué Obi-Wan no se entrega rápido, y se enfrenta a Vader y a Moses cara a cara con todo su poder Jedi.

La saga original pierde mística al saberse ahora del encuentro entre Obi-Wan y una niña Leia años antes de ser su única esperanza. Yo hubiera apostado por dos diferentes líneas narrativas. La primera es la infancia y adolescencia de Obi-Wan, luego empieza a ser entrenado por Qui-Gon Jinn. Ahí se podría haber explorado los tatuados valores de hermandad y serenidad de Kenobi.

 

La segunda es la infancia de Luke acompañado por Ben Kenobi de lejos, metiéndose en otro tipo de problemas sin entrometerse con Vader pero sí con el Imperio en Tatooine. Porque traer la sinopsis de Star Wars 1977 a una serie de seis capítulos con el formato de The Mandalorian parece un esfuerzo hecho solo para atraer más gente a la plataforma de streaming a cambio de migajas. 

Al final del día Disney estrella un Ferrari. La historia original creada alrededor de Obi-Wan Kenobi, con la participación de Darth Vader, Leia e incluso Luke, se merecía un resultado diferente. Hay una forma de hacer series exitosas, y luego encuentras en las antípodas de ello este pequeño e insufrible pedazo de nada. Cuánto se extraña a George Lucas.



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Cine, Disney, sociedad

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