Ricardo Letts

¿Por qué el mundo moderno es tan feo?

"Este ensayo inicia argumentando que, si un antepasado de hace 250 años viera nuestras ciudades y suburbios, se sorprendería de nuestra tecnología, riqueza y avances médicos, pero estaría conmocionado ante los horrores que hemos logrado construir."

¿Porque las partes más bellas de la ciudad suelen ser las más antiguas? ¿Por qué las zonas de expansión de la ciudad son frecuentemente caóticas y desagradables? Este es un fenómeno que se observa sin duda en el Perú. Siempre pensé que estaba explicado por los altos niveles de informalidad y nuestras débiles autoridades municipales. 

Sin embargo, parece que estas no son las únicas razones y este es un fenómeno mundial. Investigando encontré un ensayo llamado “Why is the Modern World So Ugly?”, escrito por el colectivo “The School of Life”. Esta es una institución liderada por el filósofo Alain de Botton con el objetivo de ayudar a que las personas tengan vidas más enriquecedoras.

Este ensayo inicia argumentando que, si un antepasado de hace 250 años viera nuestras ciudades y suburbios, se sorprendería de nuestra tecnología, riqueza y avances médicos, pero estaría conmocionado ante los horrores que hemos logrado construir. 

El ensayo añade que sin bien las sociedades actuales son en la mayoría de los aspectos, enormemente más avanzadas que las del pasado, han logrado construir entornos urbanos más desalentadores, caóticos y desagradables que cualquier cosa que la humanidad haya conocido.

Las razones principales que este ensayo considera son las siguientes:

Primero. La guerra contra la belleza: Desde épocas antiguas se entendió que la tarea de un arquitecto no solo era hacer que un edificio fuera útil sino también que debía ser hermoso. Incluso si el edificio cumplía una función práctica, como un acueducto o una fábrica, los arquitectos se esforzarían en darle una apariencia lo más agradable posible.

En el siglo veinte la contra corriente modernista se rebela contra siglos de tradición arquitectónica y plantea que la forma debía seguir a la función. Este funcionalismo permitió que los promotores inmobiliarios puedan ahorrar en todo lo que tenga que ver con la belleza. Todo podría ser lo mas rápido, feo y barato posible. 

Lo que comenzó como una idea de nicho se convirtió en una justificación para que vastos suburbios y distritos comerciales sean desprovistos de una apariencia de encanto. El concepto de belleza se había vuelto anticuado y elitista. Sin embargo, la belleza es tan necesaria para un edificio como un techo bien construido.

Segundo. Nadie sabe lo que es atractivo: En el mundo premoderno se asumía que había reglas precisas sobre lo que hacía que los edificios fueran agradables. El clasicismo creado por los griegos y desarrollado por los romanos definió como deberían ser los edificios durante mas de mil quinientos años.

Gradualmente estallo un grado de desacuerdo y algunos, con derecho, comenzaron a defender otros estilos. Sin embargo, esto llevo al extremo de decretar que en cuestiones de gusto visual ya no existía un estándar objetivo. El atractivo en la arquitectura se convirtió en un fenómeno subjetivo. Esto también fue bien recibido por los desarrolladores inmobiliarios, ahora a nadie se le permitiría describir un edificio como feo. El gusto era subjetivo.

Tercero. Originalidad: Durante gran parte de la historia se entendió que lo último que se necesitaba en un arquitecto era originalidad. El trabajo de un arquitecto era simplemente hacer un edificio mas o menos como los demás edificios en un distrito. Como resultado, la mayoría de los distritos de la mayoría de las ciudades se parecían mucho. La arquitectura era bellamente impersonal y repetitiva.

A partir del siglo veinte el arquitecto fue considerado como un individuo con una visión única que necesitaba expresarse en toda su creatividad. De pronto los arquitectos comenzaron a competir para crear formas que demuestren su carácter distintivo y su valor.

El mundo olvido que la originalidad en la arquitectura podría ser tan desagradable como en la cirugía cerebral. Se perdió la capacidad de decir que lo que realmente ansiábamos eran edificios que se parecieran a los que siempre se habían hecho, en los cuales no sería necesario preguntarse quién los hizo.

Cuarto. Expansión: Durante gran parte de la historia las personas vivieron en calles y plazas estrechamente organizadas y cuidadosamente alineadas, básicamente porque era conveniente. Cuando uno se movía a pie valía la pena mantener las cosas cerca. Pero con la propagación de los automóviles la presión para usar eficientemente el espacio se desvaneció. 

Quinto. Mantenerlo local: Inicialmente los arquitectos no tenían mas remedio que construir con materiales que fueran tanto naturales como locales. Esto tenia dos ventajas, primero que como regla general las cosas no pueden ir tan mal con materiales naturales y también es difícil construir muy alto con ellos, lo cual garantiza cierta modestia. Segundo, que los materiales locales nos ayudan a orientarnos y conectarnos con lugares particulares.

Después de exponer estas razones el ensayo concluye lo siguiente:

El mundo se volvió tan feo porque nos olvidamos de argumentar que los lugares donde vivimos determinan el tipo de personas que podemos ser. En un ambiente degradado, por más segura y rica que sea nuestra vida material, nuestros espíritus se hundirán.

La modernidad ha tenido poco respeto por nuestra fragilidad, ha imaginado que mientras el techo no goteara podríamos habitar entre edificios de fealdad insuperable y no perder nuestras ganas de vivir.

Hemos construido un mundo feo a partir de la estupidez, no la falta de recursos. Un libro o una canción de mal gusto puede ser archivada y no molestar a nadie, pero un edificio feo permanecerá desfigurando la tierra y molestando a los que deben mirarlo por trescientos años. 

No sabemos cómo articular políticamente nuestro disgusto por la fealdad. Nos han enseñado a decir que queremos un mundo más rico, más justo, más verde pero todavía estamos tropezando para clamar que también desesperadamente queremos un mundo más hermoso.

La promesa de la modernidad fue que las cosas importantes estuvieran disponibles a bajo precio para todos, pero paradójicamente no podemos producir en masa una hermosa arquitectura. Como resultado la mayoría de esta hermosa arquitectura fue construida antes de 1900 y colapsa bajo el peso de los turistas. Las pocas calles agradables que quedan son más costosas que nunca. 

El desafío es recordar nuestro anhelo de belleza y luchar contra las fuerzas que nos impedirían actuar en consecuencia.

Hasta aquí llega el resumen del ensayo. El tema es complejo y tiene muchas aristas. Continuare explorándolo en futuras entregas. Por favor enviar comentarios y sugerencias a mi twitter @rafaelletts. Gracias por leer.

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