hasta cuando delincuencia

¿Hasta cuándo vamos a soportar más la delincuencia?

“Crónica de un robo al frente de una comisaría de Lima que pudo acabar con tres muertes”.

[CASITA DE CARTÓN] Este columnista desde muy joven ha tenido al Centro de Lima como su segundo hogar. Si ya desde temprana edad mi vida familiar era la vivir en distintos distritos, hecho que me permitió conocer diferentes realidades, cada tarde de fin de semana, religiosamente, me encaminaba a recorrer las calles de Lima, bañados de nostalgia y a su vez de un progreso que se resume al caos vehicular que nos trastorna a todos. Por eso he aprendido a hacer muchos amigos de diferentes estratos sociales, raza, religión, que llegaban desde distintas partes de esta encendida capital. Y estos, me mantienen al tanto de todo, disponiéndome fotos y videos de lo que acontece cada segundo. Por eso, a pesar de estar en otra tierra y otros vientos, estoy enterado de todo lo que pasa. Y me es inadmisible comprender cómo la inseguridad en Lima sigue incrementada ante la vista insomne del Gobierno y la municipalidad, que tanto prometió en campaña electoral que haría de la “Ciudad de los Reyes” una potencia mundial. Pero hasta ahora, por su ineptitud y negligencia, ha demostrado ser otro fariseo más de la política que abundan en ese “concierto de miserables y rufianes”. Las muertes y robos que hay continuamente en un punto central como El Parque de Centro Cívico – así se le conoce -, a la vuelta de uno de la cadena de hoteles más ostentosas del mundo, como el Sheraton, es el retrato de la sociedad en que vivimos.  O en cuadras aledañas como avenidas, como el asesinato a sangre fría que nos conmocionó a todos, de la joven de 18 años, quemada viva en plena vía pública. Y así, me llegan videos de “fríos”, como así dicen al enviarme los mensajes: “hay un nuevo frío”. Palabra que llena mi bandeja de WhatsApp, que ya hasta la pintura, “El grito” de Munch, queda exiguo ante la perplejidad con lo que uno se queda al ver lo que tienen que padecer constantemente los peruanos.

Y en esto, está la historia de mi gran amigo de toda la vida, Manuel Esponja, quien este sábado pasado, al salir de una cena de despedida (ya que Manuel llegó a Argentina unas semanas para conocer y vivir el superclásico, es hincha desde muy pequeño de River) y de paso para presenciar la presentación de mi Libro, Generación Equivocada. Él se encontraba con su bella y risueña compañera de vida, Melissa, y su hermana de cabellos morados, Dalma, dirigiéndose por la avenida Alfonso Ugarte promediando eso de las 9 de la noche. Ante los vientos trémulos de un invierno que demora en aparecer y el caminar sereno de las personas, que como cada fin de semana, se desplazan por la capital para disfrutar de su misteriosa y, muchas veces, peligrosa noche. Cuando de pronto, casi llegando a la Plaza Bolognesi para tomar un carro y dirigirse a otro lugar, exactamente una cuadra y media antes, son interceptados por un hombre con capucha. Este tenía los ojos rojos, totalmente explotados, y se podía ver claramente mientras los apuntaba con un revolver. Amenazándoles con robarles. Conmocionados e indefensos, se quedan sin poder moverse ni decir nada, dice. Hasta que apunta a Dalma, quien a pesar que le estaba entregando su celular, ve que el ratero está por presionar el gatillo. Fue allí que interviene mi amigo y le mete un golpe a la mano donde sujetaba el delincuente su arma, y lo hace caer. Ellas corren gritando, pidiendo ayuda, pero en ese momento no había ningún transeúnte por esa cuadra. Es allí donde el malhechor busca levantar su arma, pero Manuel se da cuenta y le mete una patada pero que llega a eludir. Y comienzan a pelear por unos segundos o minutos, que él no distingue con claridad. Son los claros intervalos donde el destino no juega con los dados. Entre golpes que lograban esquivarse por ambos, Manuel llega a atestarle un puñete en la nariz, que lo deja noqueado por segundos. Es allí donde “corre por su vida” para ir donde estaban las chicas, que para su suerte encontraron a un hotel a media cuadra, cuya puerta daba a unas escaleras abiertas para el segundo piso enrejado. Tocando el timbre, implorándole al recepcionista que les dejara pasar. Al subir, Manuel, ve a las chicas presentando un cuadro de ansiedad y desespero, casi sin poder respirar. Pensaban que Manuel no la contaba más. Luego de un momento ven desde la ventana de arriba si seguía el asaltante abajo, pero solo quedaban unos chorros de sangre sobre el cemento. Se había esfumado. Todo esto este último sábado al frente de la Comisaría de Alfonso Ugarte, que como otras, ronca y brilla por su ausencia como las de sus efectivos de seguridad, indignantemente. Qué se puede pedir en un país donde aquellos representantes de la justicia están tan embarrados y forrados de plata sucia, del narcotráfico, de la delincuencia, de la corrupción… “Los cuellos blancos”, “cuellos negros”, “cuervos”, “buenos postores”, la inmensa podredumbre que calienta el asiento en el Poder Judicial esperando las coimas, y quien son los que tragicómicamente imparten “justicia”. Partiendo de este cancerígeno mal, ¿qué podemos esperar como sociedad?

Le pregunto al verlo, “por qué hizo eso”, el de enfrentarse al “choro”, y me responde: “¿Te imaginas si hubieran muerto por mi despedida? ¿La carga que hubiera tenido que sobrellevar? Como la persona que soy, no podía permitirlo”. Escribo esta columna al terminar de oír su desafortunada experiencia, contándome también casos similares que se sufren a diario en Perú –me contó también lo que le había contado el encargado del hotel, los casos que se ven todos los días como muertes-. Si seguimos por ese derrotero, las personas comenzarán a hacer justicia a mansalva con sus propias manos, como ya se ve en muchos vídeos virales. Él pudo haber sido un número más de aquella trágica y larga lista de fallecidos por la demencial delincuencia que impera y campea Lima. Esta casita cartón cierra con tristeza e impotencia su columna, pero no sin antes invitar a los peruanos residentes en la “Ciudad de la Furia”, a presenciar de la Feria del Libro de Buenos Aires, en la Rural, donde tendré la dicha de presentar mi libro este viernes 5 a las 20 horas, en el stand 1712, Pabellón Amarillo. Y con la presentación de Pancho Casas, el mítico integrante de aquel movimiento artístico que revolucionara las calles de Santiago de Chile en plena dictadura de Pinochet, con el eternamente recordado, Pedro Lemebel, “Las Yeguas del Apocalipsis”, quien llegara recientemente del MoMA (Museo de Arte moderno de New York) donde fue condecorado. Hasta ese día.

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Centro de Lima, Comisaría, delincuencia, inseguridad, Lima, Robos

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