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Corta y pega para entender la crisis: resumen de ideas | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad
Mauricio-Saravia

Corta y pega para entender la crisis: resumen de ideas

Que estamos en crisis, no es sorpresa. De hecho, a usted como a mí, el inicio de cada día comienza con la pregunta de ¿qué pasará? ¿Qué es aquello con lo que desde el gobierno o el Congreso tendremos que lidiar. Muchas voces han lanzado diagnósticos y alternativas. En esta columna, tratamos de compilar distintas visiones y maneras de entender la crisis, y sus cursos de acción. Si le pasan Turnitin el 98% será considerado como plagio. Pero en realidad, lo que hemos tratado de hacer, es acercarle visiones frescas, importantes y recientes sobre la situación actual. Así, Meléndez, Dargent. Mc Evoy, Zegarra, Tanaka, López y Vergara convergen, sin saberlo ni proponérselo, es un solo resumen. Que les sea útil. Desde luego les recomiendo que pasen por cada uno de estos artículos, cada uno citado (las negrillas son mías).

¿Cuál es el punto de partida?

Sinesio López plantea que somos una especie de permanente proyecto y sostiene tres causas para ello:

El Perú es un país del casi, un país que no ha logrado su plena realización. Esta falta de plenitud se expresa en nuestras sicologías y culturas, en la economía, la sociedad, el Estado y la política. ¿Qué explica esta irrealización del país? El primero es la poca o nula voluntad de las élites que han administrado el Estado para integrar a la población culturalmente diversa y geográficamente dispersa. El segundo es la debilidad social y política de la población diversa, fragmentada y expoliada para hacer sentir su presencia. El tercero es la fragilidad de nuestra democracia tardía y meramente formal que no contribuye a la formación de una comunidad política nacional de ciudadanos efectivamente libres e iguales.[1]

Carmen Mc Evoy, en una muy buena entrevista realizada por Enrique Patrieau, también hace eco en el carácter estructural del momento actual:

El del Perú es un problema sistémico que remite a una falla de origen que por no ser debidamente resuelta se ha venido agudizando y, lo que es más grave, gangrenando al Estado peruano con la enfermedad de la corrupción, que ahora junto con el narcotráfico y el colapso de las instituciones está fuera de control. A pesar de ser un Estado perforado en varios flancos, un hecho que cada administración usa en su propio beneficio, hay servidores públicos que siguen dando la pelea, aunque con el copamiento del perulibrismo cada vez menos motivados. 

La burocracia entrante carece de conocimiento y sobre todo de mística y, por lo que podemos observar, el objetivo es más bien aposentarse en los espacios que el cuoteo les ha abierto para, desde allí, disfrutar en un tiempo récord, por la velocidad de los cambios que realiza esta administración, de la ansiada prebenda. De la repartija que aceita y mueve la vetusta maquinaria estatal.[2]

Esta lógica de desmantelamiento del aparato público también nota Gonzalo Zegarra en un muy buen artículo donde le da una perspectiva histórica comparada a los riesgos que tiene la situación actual en el país:

“Como resultado, todo colapsa: campea la delincuencia común, estalla por doquier la conflictividad social, las carreteras son bloqueadas, no se construyen obras públicas, los ciudadanos no pueden tramitar sus documentos literalmente por meses. Aunque lejos de ser mayoritariamente funcional, hay un bagaje de gestión pública acumulada que se está perdiendo, acaso para siempre, como perdieron los tasmanos el arte de la pesca y los pigmeos, el de la combustión. Recordemos que, hasta en las leyes de la física, construir (y reconstruir) siempre demora más que destruir, y todos nuestros logros civilizatorios se basan en la acumulación cognitiva intergeneracional.[3]

Haciendo una especie de efecto bisagra, entre lo estructural de la crisis y las razones que la han acelerado hoy, el politólogo Carlos Meléndez en un artículo muy sugerente publicado ayer en El Comercio, plantea que en realidad este es un estado de crisis permanente que ha crecido:

La “crisis permanente” ha escalado: al proceso de polarización ideológica que atravesamos desde el 2016 (cada vez más personas se autoperciben de extrema izquierda y de extrema derecha, y decrecen quienes se ubican en el centro político), reproducido en el actual Congreso, se ha sumado la irrupción violenta del antiestablishment. El oficialismo intentó neutralizar la polarización al proponer “tablas” con las fuerzas opositoras del Legislativo. El Ejecutivo ofreció no caer en la tentación de cerrar el Congreso y este carecía de los votos para tumbarse a otro presidente. Así se logró un equilibrio de bajo nivel que garantizaba un empate mediocre.[4]

Por otra parte, Martín Tanaka, en una entrevista realizada por el periodista Sebastián Ortiz, marca un mapa de actores más claro, para entender de responsabilidades:

“Es un gobierno que se ha metido en los problemas que mencionas, porque ha privilegiado satisfacer presiones de los grupos que llevaron al poder [a Castillo], el partido [Perú Libre], los gremios y los que brindaron apoyos electorales en la campaña. Se ha privilegiado la lógica de retribuir a estos grupos para mantenerlos tranquilos, contentos y leales al gobierno, antes de priorizar los objetivos de la política, lo que hubiera implicado mejorar el estándar, buscar personas capaces para implementar las políticas.[5]

Ya no se puede decir que quienes protestas son [solo] de la derecha extremista, los vacadores, ahora es un sentimiento mucho más grande a nivel nacional. Este discurso, según el cual, el pueblo está representado en el gobierno y la oposición constituye la derecha recalcitrante claramente ha quedado desfasado, sobre todo pensando en las protestas agrarias, este gobierno hablaba de una segunda reforma agraria y es el agro el que se está levantando en su contra.”

Eduardo Dargent, en una columna en el espacio Jugo de Caigua sostiene que la principal responsabilidad de la crisis recae en Castillo: 

“El primer responsable de esta situación es un presidente al que el cargo le quedó grande. No lo digo por su inexperiencia. Le quedó grande porque desde el inicio decidió gobernar mal. Lo suyo fueron despropósitos, no errores o ignorancia. Repartió cargos entre incompetentes, amigos y aliados, destruyendo espacios efectivos de gestión estatal, incluso aquellos necesarios para enfrentar situaciones como las actuales. En vez de leer el contexto y de reconocer la dura oposición que le tocaría, prefirió encerrarse con sus amigos y amigotes. Lo que se ha visto es oportunismo y mediocridad, cuando no actos que apuntan a una corrupción de baja estofa. Eso es vileza, no torpeza.[6]

Y el mediático politólogo Alberto Vergara sostiene algo similar cuando señala que:

“En nueve meses el Ejecutivo ha demostrado que su objetivo es, como en la canción de Los Saicos, demoler, demoler, demoler. Para Castillo, la vida, más que una tómbola, es una repartija y nos va a desangrar a punta de cuotear puestos entre mediocres y rufianes. En su gobierno consideran que al ganar la presidencia adquirieron derecho de rapiña sobre lo público. Y esto no refiere solamente a los nombramientos, sino al desprecio por la vida de los peruanos al entregar, por ejemplo, la salud y el transporte a funcionarios que con sus decisiones se comportan, en la práctica, como matarifes.[7]”

Entonces, ¿cuáles son las salidas?

En general, existe cierto consenso en considerar que el gobierno y el Congreso, como siguen llevando las cosas son insostenibles. Aparece en el discurso de los analistas la palabra “cambio”. Las visiones de cómo plantearlo son las que tratamos de resumir acá.

Tanaka parte de un escenario más formal, ¿cuál es la salida desde las opciones que tenemos más a la mano? Partiendo desde luego por una reconversión del gobierno:

“Esa es la gran pregunta, es muy complicado, cuáles son las opciones, yo creo que la opción más inmediata y limpia sería que el presidente Castillo tome plena consciencia de la precariedad de su situación, recomponga el Consejo de Ministros, y arme un Gabinete plural, basado en personas con mucho reconocimiento y experiencia, y que se elabore una agenda de gobernabilidad mínima, que permita enfrentar los problemas que estamos padeciendo ahora. Luego está el escenario de la vacancia y que la vicepresidenta de la República [Dina Boluarte] asuma el gobierno y termine el periodo. Y más grave aún es el escenario de adelanto de elecciones, porque tiene la incertidumbre de que, si el adelanto implica elecciones generales o solo del presidente, que es la posición que tiene el Parlamento de manera equivocada, a mi juicio.”

Mc Evoy destaca la necesidad de ir con pies de plomo en este proceso porque se deben sopesar los riesgos que conlleva:

“Para desatar un nudo tan enrevesado lo primero que hay que hacer es analizarlo para, si es necesario como en el caso del gordiano, cortarlo con coraje y decisión. Aunque su gobierno está implosionando, la salida de Castillo, a quien el sistema prebendario coopta para convertirlo en un nuevo operador, no termina de resolver el problema. Lo que urge es una reforma estructural del Estado, acompañada, además, de un proyecto de reactivación económica que devuelva la esperanza a millones de peruanos que salieron de una peste terrible y se encuentran con una secuencia de situaciones que rayan en la locura.”

Zegarra incluso plantea la salida del gobierno como un imperativo que el país debe plantearse, frente al peligro de retroceder en lo avanzado, desde lo institucional:

“Por lo anterior, no resulta exagerado anticipar que el daño que este Gobierno está produciendo al desbaratar lo poco que aún funciona en el Estado podría resultar catastrófico. Subestimarlo sería una frivolidad. La imperativa terminación anticipada del actual Gobierno ya no solo es, por tanto, una erudita discusión constitucional ni un mero cálculo político coyuntural. Podría significar la única forma de salvar el ‘know-how’ tecnocrático acumulado por décadas. Un reciente artículo de Anne Applebaum en “The Atlantic” llama la atención sobre el error de dar por sentada la democracia liberal en Occidente como si fuera una inevitabilidad historicista –un destino manifiesto– y reclama la necesidad de tomar acción permanente y proactivamente para salvaguardarla y mejorarla. Se trata, pues, de un constructo continuamente en obra. Lo mismo puede decirse de la gestión pública. Ambas pueden colapsar si no trabajamos persistentemente en ellas.”

Por otro lado, existen tres propuestas, pueden ser más desde luego, que reseño acá por la posibilidad de plantear marcos de referencia para atacar la crisis. Son las propuestas que han dado a conocer Meléndez, Sagasti y Vergara.

Momentum restituyente

Carlos Meléndez, en el artículo más provocador de los tres, sostiene la necesidad de abandonar la idea de una transición, pero desde una lógica institucional. Con la necesidad de que sea planteada desde adentro:

Sin acuerdo político plural para un momentum constituyente, ¿qué hacer? Convertir el momentum destituyente en uno reinstituyente. Es decir, promover una triada de reformas a partir de lo valioso que aún conservamos y que no estamos dispuestos a sacrificar en una asamblea destituyente: 

  • salvaguardar los pilares de la economía de mercado (recordemos cómo salimos de la crisis de los ochenta), 
  • impulsar un proceso de descentralización sin corrupción (gran parte de la redistribución geográfica de la riqueza se obstaculiza por la corrupción subnacional) e 
  • iniciar una reforma política que dialogue con los dos puntos anteriores (con nuevas jurisdicciones electorales que reflejen los ejes económicos territoriales). 

Olvídense de la autonomía de la política, como para reformarla sin pensar en sus efectos económicos y sociales. Una crisis sistémica requiere una solución integral, una suerte de ‘shock’ institucional.

El resultado de la triada reinstituyente ha de reflejar una tercera vía. La derecha sensata no debería defender a raja tabla el statu quo de capitalismo informal y la izquierda responsable habría de apostar a conseguir transformaciones sociales, sin arriesgar su sueño socialista. La salida de esta coyuntura crítica es reformar sin refundar.”

Los pactos de Sagasti

Desde otro punto de vista, Sagasti, en un artículo muy comentado y difundido, habla de la iniciativa popular para lograr salir de este entrampamiento:

“Un primer y menos traumático escenario para superar el entrampamiento sería que Ejecutivo, Legislativo y partidos políticos, con participación y seguimiento de la sociedad civil, asuman un mínimo de compromisos vinculantes de manera transparente, eficaz y duradera.[8]

Recomponer el Consejo de Ministros y la administración pública con personas competentes, íntegras y sin cuestionamientos éticos, y conformar un gabinete de concertación serían compromisos mínimos del Poder Ejecutivo; no efectuar cambios constitucionales ni legales que incidan en el balance entre poderes del Estado, ni aprobar leyes que debiliten a las instituciones públicas serían la contraparte del Congreso.

En caso extremo quedaría una tercera posibilidad: que la ciudadanía se organice para presentar un proyecto de ley de reforma constitucional que acorte los períodos presidencial y congresal. La Ley 26300 y sus modificaciones regulan los derechos de participación y control ciudadano.” 

¿Mesa por la Cordura?

Finalmente Vergara, en una idea a la que personalmente considero hay que darle bastantes más vueltas antes de aterrizarla sostiene su propuesta de la Mesa por la Cordura: 

“Además de la presión ciudadana, es indispensable pensar en alguna plataforma política que procure recobrar la sensatez en el Perú y acercar a sectores cansados de irracionalidad. A esa plataforma yo le llamaría la MPC: mesa por la cordura. (También podría ser la “mesa de lucha contra la locura”). Pienso que no hay forma de acabar con la desmoralización nacional si no hay un gran mea culpa nacional.

Además de esta labor de sinceramiento nacional, una MPC podría abocarse a otras tareas. Por ejemplo, ser un espacio de coordinación para contener al gobierno saico que no va a dejar de demoler. Es decir, trabajar desde el disenso, antes que soñar con algún vasto consenso. Otro ejemplo: si gracias a la presión ciudadana el Ejecutivo y Legislativo cayeran, esta MPC podría empujar un acuerdo con un paquete mínimo de reformas políticas. O, finalmente, como ha escrito Antonio Zapata ayer, el desgobierno en el que estamos probablemente se agravará y desembocará en alguna intentona golpista. La MPC debería ser también un dique contra cualquier proyecto autoritario.”

Afortunadamente, algo que no decae en el Perú son las ideas sugerentes, que nos permiten entenderlo y apreciarlo mejor. Este artículo busca solo traerlas a la mesa y que lo ayuden, como lo hacen conmigo, a entender mejor esta situación que nos agobia. 

 

[1] https://larepublica.pe/opinion/2022/03/31/el-peru-un-pais-del-casi-por-sinesio-lopez/

[2] https://larepublica.pe/politica/2022/04/10/carmen-mc-evoy-el-del-peru-es-un-problema-sistemico-que-remite-a-una-falla-de-origen-pedro-castillo-crisis-politica/

[3] https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/el-clamor-hiere-menos-que-el-olvido-por-gonzalo-zegarra-mulanovich-noticia/

[4] https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/momentum-reinstituyente-por-carlos-melendez-noticia/

[5] https://elcomercio.pe/politica/video-martin-tanaka-el-presidente-castillo-no-parece-entender-el-nivel-de-desprestigio-en-el-que-esta-entrevista-pedro-castillo-paro-de-transportistas-y-agticultores-congreso-marchas-precio-del-combustible-petroleo-mtc-marchas-noticia/

[6] https://jugodecaigua.pe/cuando-la-degradacion-se-une-a-la-vileza/

[7] https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/una-mesa-por-la-cordura-por-alberto-vergara-noticia/

[8] https://larepublica.pe/politica/2022/03/20/francisco-sagasti-para-superar-el-entrampamiento-politico-pedro-castillo-congreso/

 

Tags:

Crísis, Pedro Castillo, sociedad

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