Lerner, Roberto

El poder

"El verdadero reto del poder no es no sentir la tentación, sino haberla detectado y haber luchado contra ella, saber que siempre existe y que siempre rondará las relaciones asimétricas, las relaciones de poder."

He sido profesor y terapeuta toda mi vida adulta. Es maravilloso ayudar a crecer, ser testigo de miradas que se enriquecen, acompañar la superación de obstáculos, ofrecerse como instrumento de nuevas maneras de pensar las cosas, encontrar en uno mismo aquello que impide avanzar, toparse con los límites de los esfuerzos propios, constatar más allá de toda duda que no todo es posible y que el fracaso nos acompaña siempre.

Estar frente a personas sobre las que tengo ventaja —porque tengo más edad, más experiencia, más conocimiento, desempeño un papel de autoridad o cualquiera de los signos exteriores de prestigio y estatus—, es parte indesligable de mi práctica. Se llama poder.

Para las criaturas solitarias, desde las arañas hasta el leopardo de las nieves, el ejercicio del poder es un aperitivo que precede la merienda. Pero dentro de un grupo siempre hay jerarquías, el llamado orden de picoteo, que es bastante rígido. En los humanos la cosa se independizó de variables físicas y se situó en el terreno de características psicológicas, alianzas y protocolos culturales.

No importa como se llame —soberanía, influencia, dominio, control central, monopolio de la fuerza o Leviatán— la alternativa al poder es el desorden y la pérdida de significado. La fuerza canalizada y acotada, siempre abusiva en alguna medida y todo el tiempo en capilla, atraviesa la experiencia humana, desde el Estado hasta la familia, pasando por la escuela, la cárcel, el hospital, la organización vecinal, el club deportivo, la parroquia, la empresa y el partido político.

El poder es rico. Miremos a un pequeño dando sus primeros pasos o haciendo que aparezca un objeto conjurado por sus palabras; pensemos en la fascinación que ejercen las armas, en el éxtasis de un orador dominando al público, en el espectáculo de un maestro conduciendo la orquesta.

El poder es necesario. Dominar, controlar, lograr, mandar, hacer que las cosas pasen. Agencia, le dicen, el sentimiento de que la realidad, que incluye a otras personas, responde a mis acciones y deseos, es un componente básico de la salud mental. Y también, más allá de los individuos, las instituciones y las sociedades se hunden en el caos si no hay cadenas de mando.

El poder es peligroso. Al basarse en asimetrías, siempre está a un paso del abuso. Muchos de los poderes se dan en medio de relaciones, como la que abrí esta columna, que dan sentido a la vida de las personas: padres e hijos, profesores y alumnos, médicos y pacientes, sacerdotes y fieles. En esos casos el diferencial de dominio es radical. Están, además, cargados de emociones e idealización. Pero al mismo tiempo, eran opacas a la mirada pública. No es casual que, al haberse levantado el velo, tantos escándalos los tengan como tema central.

El poder es difícil y, a veces, doloroso. ¿Nunca he sentido el deseo de calificar a un alumno en función de mis simpatías o antipatías hacia él?, ¿nunca me sorprendí fascinado por el hecho que un movimiento de mi mano decretaba una trica y, por lo tanto, definía una vida?, ¿puedo decir que jamás deseé dejarme llevar por las sordidez de un relato en lugar de tomar el camino que dictaba el objetivo de la salud? 3 respuestas en afirmativo, sin dudas. El verdadero reto del poder no es no sentir la tentación, sino haberla detectado y haber luchado contra ella, saber que siempre existe y que siempre rondará las relaciones asimétricas, las relaciones de poder.

El poder requiere de aprendizaje y entrenamiento. Estar en el lado débil de la ecuación es importante. Se va ejerciendo pequeñas cuotas en el otro, desde la jefatura de práctica o el caso supervisado, mostrando a quienes hacen control de calidad fortalezas y debilidades, promesas y peligros, recibiendo correcciones, sanciones, promociones y, eventualmente, descalificación definitiva. Encontrarse con el paquete completo del poder, como ocurre en la política y otros rubros en nuestro país, es una desgracia.

¿Salvo el poder, todo es ilusión? No creo. De lo que sí estoy seguro, es de que el poder… es una ilusión. Constatarlo no significa impotencia, sino la única posibilidad de ejercerlo razonablemente bien.

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