Martin Scheuch

Wielewski, el cura pederasta que se fugó a Sudamérica

"P. Wielewski pudiera sustraerse durante tanto tiempo a la justicia sólo fue posible con el apoyo de las autoridades eclesiásticas, no sólo de la diócesis de Münster —en la cual estaba incardinado—, sino también de las iglesias locales donde realizó su labor pastoral"

La historia es espectacular. El P. Kurt-Josef Wielewski (1929-1985), sacerdote de la diócesis de Münster, habría abusado sexualmente de por lo menos trece muchachos —de entre 12 a 14 años de edad— entre 1958 y 1961. Cuando en este último año el progenitor de uno de los muchachos presenta una denuncia ante la policía, el P. Wielewski se convierte en un prófugo de la justicia. Su periplo de casi ocho años lo llevaría a través de Suecia, Brasil, Austria, Chile, Paraguay y Argentina, países en los que siguió ejerciendo labores pastorales bajo la protección de las autoridades eclesiásticas locales.

Así lo revela el estudio independiente sobre abuso sexual en la diócesis de Münster, dado a conocer el último 13 de junio, que abarca el período 1945 a 2020. Este estudio se diferencia de los estudios ya publicados de las arquidiócesis de Colonia y de Múnich en que no fue elaborado por juristas sino por cuatro historiadores y una antropóloga social, que buscaron no sólo reconstruir los hechos sino darles una explicación plausible. Para esto tuvieron acceso irrestricto a las actas diocesanas, realizaron una serie de entrevistas y usaron otros documentos no disponibles en los archivos episcopales.

Como resultado de este trabajo de dos años, se determinó que habían por lo menos 196 clérigos inculpados de abuso, lo cual hacía poco más del 4% del clero de la diócesis. Se llegaron a identificar 610 personas afectadas, pero los investigadores estiman que la cifra real debe ser entre 8 a 10 veces mayor. En el 85% de los casos el abuso se inició antes de que los afectados tuvieran 16 años de edad.

Estaríamos hablando aproximadamente de unas 5,000 a 6,000 víctimas sexuales en una sola diócesis, lo cual supera ampliamente el número de 3,677 víctimas para toda Alemania que estableció el informe sobre abuso sexual eclesiástico del año 2018, que lleva el título de “Proyecto de investigación: Abuso sexual de menores de edad por sacerdotes y diáconos católicos y miembros masculinos de órdenes religiosas en el ámbito de la Conferencia Episcopal Alemana”, también conocido como Estudio MHG (por las iniciales de las universidades que participaron mediante especialistas en el proyecto: Mannheim, Heidelberg y Giessen).

Se trató de un informe con serias deficiencias, pues de las 27 diócesis alemanas, sólo 10 enviaron actas correspondientes al período de estudio (1946 a 2014); las otras 17 enviaron únicamente documentación generada a partir del año 2000. No hubo acceso directo a las actas, sino que éstas eran revisadas por abogados y personal de las diócesis, y luego se enviaban anonimizadas a los investigadores. En muchos casos ni siquiera se incluyó información sobre religiosos, pues las órdenes o congregaciones religiosas a las que pertenecían los presuntos abusadores estaban fuera de la jurisdicción de los obispos. No se incluyó en el estudio a varones y mujeres laicas que hubieran cometido abusos teniendo puestos de responsabilidad en las diócesis. Asimismo, los investigadores tuvieron indicios de manipulación, pérdida o destrucción de actas.

De modo que, tras la publicación de este estudio, los obispos acordaron con el delegado de abusos del gobierno federal alemán realizar estudios e investigaciones independientes en cada una de las diócesis. En abril de 2020 ya habían encargado estudios en diferentes formatos 10 de las 27 diócesis alemanas, a saber, Aquisgrán, Colonia, Essen, Hamburgo, Hildesheim, Limburgo, Maguncia, Múnich, Münster y Paderborn, de los cuales ya han sido dados a conocer los informes correspondientes de Colonia (no sin controversia), Hildesheim (muy limitado, pues abarca sólo el período 1957 a 1982 durante la gestión del obispo pederasta Heinrich Maria Janssen), Múnich y Münster.

El caso del P. Wielewski es uno de los doce casos emblemáticos reconstruidos minuciosamente por el equipo de historiadores. Allí nos enteramos de que en el pueblo de Lembeck el cura se dedicó al trabajo juvenil, acondicionando un antiguo molino como centro de reuniones y tiempo libre para la Unión Escolar Nueva Alemania (Bund Neudeutschland), con capacidad para 30 personas. Su poco compromiso con la labor pastoral en la parroquia condujo a tensiones que le habrían ocasionado depresiones, las cuales buscaba compensar mediante el consumo de alcohol y la masturbación. Su quebrantado estado de salud lo llevo a pasar algún tiempo en 1959 y 1960 en Niendorf, una localidad a orillas del Mar Báltico, donde las Franciscanas de San Jorge Mártir tenían dos instalaciones, la Casa San Juan y la Casa San Antonio, donde podían acudir madres con sus hijos que requerían curas de descanso por motivos de salud. La Casa San Antonio contaba también con un internado, donde Wielewski conoció a varios muchachos y los invitó a pasar un tiempo en el molino de Lembeck.

Lo que allí sucedió en los veranos de 1959 y 1960 siguió el mismo patrón. Wielewski pasaba el día en el molino y al terminar el día invitaba a uno de los muchachos a ir con él a su casa. Allí le ofrecía al adolescente bebidas alcohólicas y cigarrillos y lo requería a pasar allí la noche. Cuando el muchacho ya estaba descansando, se acercaba, lo desnudaba y tocaba sus genitales. Luego se masturbaba. En la mayoría de los casos hubo penetración oral, y en por lo menos uno penetración anal. Si bien los afectados le manifestaron al abusador su incomodidad y repugnancia, Wielewski declararía posteriormente que los actos estaban justificados, pues fueron de mutuo acuerdo. «Lo que uno para uno puede ser un pecado, no necesita serlo para otro», le escribió a una de sus víctimas.

Entre mediados de 1960 y 1961 algunos de los chicos del internado de la Casa San Antonio rompieron su silencio y le contaron lo sucedido a una de las monjas que se encargaba de ellos. Ésta consulto con un sacerdote cercano y aparentemente tuvo la intención de informar al respecto a las autoridades eclesiásticas. A los muchachos les dijo que no era necesario que se lo dijeran a sus padres. Ello lo haría. Según la documentación disponible, parece que finalmente no hizo absolutamente nada.

El caso recién sale a la luz cuando Peter (nombre cambiado) es expulsado del internado de la Casa San Antonio ocho días antes del inicio de las vacaciones de otoño de 1961. Un día antes de las vacaciones de verano, camino a casa de sus padres, había hecho una parada en Hamburgo y había tenido comportamientos no apropiados —según la moral católica— con una muchacha, lo cual traería mala reputación a la institución educativa en la cual estaba. Después de que su padre se enterara y lo hubiera disciplinado e interrogado, Peter contó que durante las vacaciones de verano en Lembeck «había sido abusado homosexualmente junto con los otros muchachos por Wielewski. Cada noche éste se llevaba a otros muchacho para dormir con él en su dormitorio». El padre presentó una denuncia ante la policía.

Pero Wielewski ya no se encontraba en Alemania. En el mismo año 1960 había solicitado permiso para realizar labor pastoral en Suecia durante dos años y se le había concedido. Ya el Vicario Genral de Münster, Laurenz Böggering, había sido informado a través de un sacerdote de los comportamientos inapropiados de Wielewski con los jóvenes, y busco mantener el caso dentro de los fueros eclesiásticos sin informar a las autoridades. Pero cuando la denuncia llegó a la fiscalía, Wielewski fue suspendido de sus labores sacerdotales en la diócesis de Münster y se le conminó a regresar para ponerse a recaudo de la justicia. Wielewski se negó y en 1962 huyó a Brasil, donde encontró acogida entre los Padres Palotinos. A petición de sus progenitores, que le enviaron una carta en el otoño, accedió a regresar a Europa a través de Holanda. En la Navidad de 1962 lo encontramos trabajando para Caritas en Roma, donde tiene un encuentro con Mons. Höffner, obispo de Münster, quien lo pone en contacto con Mons. Tenhumberg, obispo auxiliar, el cual lo recomienda a Mons. Andreas Rohracher, arzobispo de Salzburgo (Austria). Wielewski laboraría como cooperador en Austria entre 1963 y 1964.

Cuando solicita la nacionalidad austriaca, las autoridades alemanas, tomando conocimiento de esto, solicitan su extradición y Wieleswki es detenido, pero es liberado muy pronto gracias a una fianza pagada por la Sede Episcopal de Salzburgo y manteniendo la promesa de permanecer disponible en la ciudad. Promesa que no cumplió, pues a fines de 1964 huyó otra vez a Sudamérica, esta vez a Santiago de Chile para trabajar en Caritas Internacional. En 1965 lo encontramos en la diócesis de Villarica en Paraguay trabajando para la misma organización de ayuda humanitaria, y en mayo de 1966 asume una parroquia en Argentina, en la diócesis de Lomas de Zamora. Para entonces se había cambiado de nombre. Ahora era el P. Conrado Nadolle, de nacionalidad paraguaya.

Para mala suerte suya, en marzo de 1969, durante una estadía en Suiza por motivo de vacaciones, es detenido por un mandato de la Interpol y finalmente llevado a Alemania, donde sería juzgado y condenado por actos deshonestos en perjuicio de ocho menores de edad. Wielewski admitió todos los hechos. Pero lo que no dijo fue que había más víctimas, pues el primer denunciante, Peter, nunca fue llamado a declarar en el caso, y después del año 2010 hubo otras cuatro personas que testimoniaron haber sido víctimas de Wieleswki. Le dieron dos años y 6 meses de prisión, pero salió libre en 1970. Tras una cura de reposo, la diócesis de Münster le otorgó licencia para desempeñarse en Argentina, donde se dedicó a labores pastorales con niños y jóvenes hasta el año 1976. Posteriormente, necesitado de ayuda psicológica y aquejado por problemas de depresión y alcoholismo, realizaría labores pastorales en Berlín hasta su jubilación. En 1985 recibe la oferta de asumir una representación de la comunidad germanoparlante en Ciudad de México. El 29 de agosto de ese año muere en circunstancias no aclaradas: cae desde la azotea jardín del séptimo piso de la casa de la comunidad en Ciudad de México. ¿Fue un accidente? Según la policía, su ropa estaba desgarrada, y no se podía excluir la posibilidad de un crimen. No hubo ningún testigo.

Que el P. Wielewski pudiera sustraerse durante tanto tiempo a la justicia sólo fue posible con el apoyo de las autoridades eclesiásticas, no sólo de la diócesis de Münster —en la cual estaba incardinado—, sino también de las iglesias locales donde realizó su labor pastoral, quedando abierta la posibilidad de que hubiera cometido más abusos en esos lugares. En particular, el regente del seminario diocesano de Münster, Johannes Weinand, mantuvo en pie la comunicación entre el obispado de Münster, el P. Wielewski y las autoridades eclesiásticas locales donde estaba asignado. De este modo, la Iglesia católica manifestó una vez más una de sus facetas como organización criminal: la ayuda y protección a criminales dentro de sus filas para que puedan huir de la justicia.

 

 

 

 

 

 

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