Jaime Villanueva - Sudaca.pe

Tomar las riendas de nuestro destino

Tras quinientos años de resistencia parece que un nuevo tiempo se abre en nuestro continente. Si atendemos a los procesos transformadores que se van suscitando en la región, podemos advertir la puesta en marcha de un movimiento de reivindicación donde el pueblo se empieza a saber dueño de su propio destino. Así lo indica el franco proceso constituyente que se está dando en Chile y que empieza abrirse camino en el Perú.

Que en el Perú, que siempre fue considerado el nudo del imperio, un profesor rural representante de un partido de izquierda llegue por primera vez en la historia a ocupar la presidencia de la república en elecciones limpias y democráticas, que otra profesora, esta vez Mapuche (una de las culturas que más embates ha recibido y que mejor ha sabido resistir al colonialismo) presida la asamblea constituyente en Chile, que en Bolivia haya vuelto a ganar democráticamente el gobierno el partido de izquierda de Evo Morales; que en Argentina nuevamente la izquierda haya llegado al gobierno, que el pueblo colombiano haya despertado de un largo letargo y haya tomado las calles para dar inicio a un nuevo movimiento de generación de poder popular. Todos esos son signos que un nuevo tiempo se abre ante nosotros.

Un nuevo proceso de giro a la izquierda se ha inaugurado en nuestro continente. Uno que reclama un nuevo pacto social que termine de derrumbar las viejas estructuras de dominación (mercantilismo, corrupción, desigualdad, injusticia, etc.). Se abre paso un tiempo constituyente donde el pueblo, consciente por primera vez de su real poder y decidido a ser el dueño de su destino, pugna por nueva renovar las constituciones, muchas de ellas hijas de la dictadura, que se impusieron a fuego y sangre.

Las fuerzas conservadoras y reaccionarias de una oligarquía que sólo sabe cuidar sus propios intereses prefieren cerrar los ojos ante esta marea incontenible de cambio. No soportan haber perdido el control de un pueblo insumiso que se sabe el protagonista de la nueva hora que vivimos. Hoy como ayer es presa del temor de perder sus privilegios porque son incapaces de aceptar la igualdad entre los individuos y ciudadanos. Cuando hace doscientos años construyeron una república a su medida, montada sobre la base de la sociedad colonial, no imaginaron que sus herederos dos siglos más tarde siguieran manteniéndose tan ciegos como ellos. Creyeron que las cifras macroeconómicas, esas que ocultaban el dolor, el espanto y la indignidad de la pobreza, eran suficientes para seguir ejerciendo su poder. La pandemia saco a luz la fragilidad de una sociedad construida a base de intereses privados y en soslayo del pueblo. Nunca fuimos capaces de construir ciudadanía.

Hoy toda esa fuerza embalsamada por siglos se ha desbordado. La única manera de encausarla es a través de un proceso constituyente. Existe entre nosotros la necesidad histórica de darnos la chance de decidir sobre nuestro propio destino, de que todas las voces, especialmente las postergadas, puedan ser escuchadas y sus decisiones acatadas. Nunca en la historia del Perú los pueblos indígenas y nativos pudieron participar de una asamblea constituyente. Por eso, seguimos siendo el país excluyente, racista y conservador de siempre.

En el Perú, darle paso al proceso constituyente no sólo significa estar a tono con los nuevos procesos sociales y populares que se van dando en la región, sino que significa también acatar la voluntad popular que votó masiva y mayoritariamente por la opción que trajo como propuesta una nueva constitución. Ahora quienes perdieron las elecciones quieren seguir gobernando y cerrando las puertas a la decisión popular de una nueva constitución, para continuar manteniendo sus privilegios. Se trata de respetar una decisión democrática y abrir el paso a una discusión donde todos podamos participar en condición de igualdad.

Con el nuevo gobierno del profesor Pedro Castillo, se abre la posibilidad real de que el proceso constituyente que ya vivimos encuentre su expresión una asamblea que sea fruto de la voluntad popular y vayamos en el camino de decidir nuestro propio destino. Querrán frenar este proceso aduciendo formalidades legales, pero la discusión en este plano no es sólo legal y jurídica, sino política y social. Más que abogados, que siempre defienden intereses, es momento de escuchar lo que los ciudadanos ya han expresado con la voz y la fuerza de sus votos. Por ello, se torna ineludible arribar a un nuevo pacto donde todos podamos participar y tomar las riendas de nuestro destino.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo

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