colegio privados

“Estimados Padres de Familia: Les recordamos que según un comunicado enviado anteriormente, no estará permitido el ingreso en bicicleta, esto evitará la manipulación de dicho medio de transporte y la probable contaminación que pueda generar […]” 

Esta nota proviene de un colegio privado limeño. Según la administración del colegio, es mejor que los niños no vayan en bicicleta porque la bicicleta es un medio de contagio del covid.  

Al inicio de la pandemia había mucha incertidumbre sobre los posibles medios de contagio, y las medidas de protección correspondientes. Algunos estudios indicaban que era posible que el virus permanezca en las superficies, y en febrero del 2020 la OMS recomendó a las instituciones de salud y al público en general que las limpien constantemente. Pero desde entonces ha habido muchas más investigaciones, y ya en enero del 2021 la revista Nature señalaba, en un artículo de divulgación, que, si bien es posible, la transmisión a través de superficies no representa un riesgo significativo, contraviniendo una recomendación explícita del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC por sus siglas en inglés). Y ya para abril del 2021 la CDC anunciaba también que el riesgo de transmisión por superficies no es significativo. El consenso científico se transformaba en política pública. Es cierto que el virus puede permanecer en algunas superficies por varios días, pero es increíblemente difícil contagiarse por ese medio, básicamente porque hasta ahora solo se ha demostrado esa posibilidad bajo estrictas condiciones de laboratorio que son ridículamente poco probables en condiciones reales. 

En sus recomendaciones para la vuelta a clases, el MINEDU incluye desinfectar las superficies. A estas alturas, y con todo lo que se sabe, no debería hacerlo. Es una pérdida de tiempo y de dinero, y contribuye a crear paranoia que eventualmente puede ser contraproducente. Pero incluso si estas recomendaciones fueran razonables, lo de las bicicletas no tiene sentido alguno (para comenzar, el MINEDU no dice nada de bicicletas en sus recomendaciones). ¿Cómo podría la manipulación de una bicicleta aumentar el riesgo de contagio? ¿Una niña asintomática tose sobre el asiento de su bici, y en ese instante un niño que pasaba por ahí justo pone la mano en el asiento y se lleva la mano a la cara? Nada que no pueda suceder en otros ambientes del colegio también, y que no se pueda remediar pasándole un trapo al asiento. ¿Pero qué pasa si la gota no cae en el asiento sino en el fierrito de más abajo, que es más complicado de limpiar? Bueno, es poco probable que los otros niñitos toquen el fierrito de más abajo ¿Pero que pasa si el niñito justo se tropieza y para no caer tiene que poner su manito en el fierrito de más abajo, y luego se cae sobre su hombro izquierdo y se da la vuelta, y justo se pone la manito en la cara? …

Detrás de este tipo de razonamiento veo dos problemas interesantes. El primero es educativo, y tiene que ver con educar con el ejemplo. Se repite hasta el cansancio que los colegios deben enseñar a pensar críticamente, y no solamente a memorizar. Sin embargo, lo que muchos colegios están haciendo es precisamente repetir protocolos anticuados de memoria, sin analizarlos críticamente. Ya el MINEDU se maneja con protocolos anticuados, pero que el colegio radicalice estos protocolos con medidas más anticuadas aún porque fueron las que los administradores memorizaron varios meses atrás no tiene mucho sentido. Los colegios deberían aprovechar esta oportunidad para hacer pedagogía, mostrando la importancia de mantenerse informado y de actualizar sus creencias en base a la evidencia. 

El segundo problema tiene que ver con asignar valor quasi infinito a la variable “salud” o “vida” en el cálculo de riesgos. (Puedo sentir su indignación, querido lector, pero déjeme explicarle con un ejemplo). Mis hijas, de 3 y 2 años, son lo que más quiero en el mundo. Hoy en la mañana las subí al carro, sabiendo que podría haberme tropezado mientras las cargaba y que podrían haberse golpeado la cabeza. Luego las senté en sus car seats, a pesar de que no soy experto en car seats. Después manejé por diez minutos y las dejé en su nido. Estoy seguro de que hice lo correcto esta mañana. Por el bien de mis hijas, las llevé a que jueguen e interactúen con otros niños, y a que aprendan nuevas canciones y bailes. ¿Habría demostrado que las quiero más si me hubiera quedado en casa con ellas porque no estoy dispuesto a asumir el más mínimo riesgo, pues todo palidece frente al infinito que es mi amor por mis hijas? No. No subir nunca a mis hijas a un carro no sería amor, sino obsesión patológica que terminaría haciéndoles un terrible daño psicológico y tal vez físico. Justificar esa patología aduciendo que lo que pasa es que las amo demasiado sería absurdo. Bueno, pues eso es lo que muchos colegios le están haciendo a sus alumnos bajo la excusa de que la salud y la vida son valores inconmensurables frente al mínimo riesgo. Por eso es que algunos deciden no abrir, otros abren dos horas tres veces por semana, y otros prohíben el uso de bicicletas.   

[Artículo de Nature: https://www.nature.com/articles/d41586-021-00251-4#ref-CR1.]


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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