crítica de cine

También hay un buen baño de reflexiones morales. La violencia doméstica corregida, la religión como medio de censura, la inefiencia de las autoridades, el mundo libre de los adolescentes. Incluso la apariencia satánica del secuestrador esquematiza todo esto entre los límites de la censura ideológica pseudopolítica y generadora de radicalismos sociales, que hoy se explora mediáticamente en todo el mundo, más aún en Estados Unidos. Le dicen, en simple, locura.

Esta no es una película gore ni tampoco una representación clásica de una cinta de terror. No aparece un energúmeno cortando en pedazos a las personas, y en su intento de ser más bien un suspenso con algo más de sangre, no muestra de forma explícita casi nada. Es más una estructura espiritual, un viaje sensorial a través de lo que sucede a uno cuando está sometido a la situación de estrés mas fulgurante de entre las torturas de esta deshumanización actual. 

Finney bien podría morir o en su intento de superviviencia bien podría triunfar frente al enmascarado mitológico. Ya sea el plan de Dios o el desarrollo de sus habilidades y derrumbe de sus miedos para vencer al villano, el conflicto central de la película se mantiene de inicio a fin. Y eso, en el cine de hoy, significa mucho. No importa si todo este show parece una recolección de sueños o un policial contra un asesino serial, porque en el fondo es solo la lucha interna para superar los miedos de un adolescente como cualquier otro, y eso lo hemos sentido todos.

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