crónicas literarias

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] La escritura de Jorge Eslava ha transitado por ámbitos diversos. Es un muy estimable poeta, tiene un lugar relevante en la literatura infantil y juvenil peruana, es autor de rigurosos ensayos sobre educación y literatura, además de un reconocido docente de literatura.

Como si esto no fuera suficiente, Eslava ha publicado también, con especial celo, numerosas crónicas periodísticas y entrevistas que al paso de los años constituyen una suerte de archivo de experiencias e intereses personales, de exploración social y de deleites de caminante sediento.

Su lenguaje, en lo que toca a su producción periodística o no ficticia, se mueve con suma comodidad entre lo coloquial y lo exquisito –con toques de encanto provistos por arcaísmos que solo denotan un gusto refinado por el idioma–, algo que suele rebasar las urgencias coyunturales de una sala de redacción y se instalan más bien, para utilizar una imagen futbolística, en el área chica reservada a la reflexión y el decantamiento de los hechos y las cosas.

Basta para ello recorrer las páginas de Los bienes ajenos, libro del Fondo Editorial de la Universidad de Lima que reúne crónicas y entrevistas de Eslava, aparecidas en medios y revistas peruanas, muestra de un continuo ejercicio periodístico que ha sido, de esta manera, salvado del olvido.

En sus crónicas, el género no pierde sus atributos esenciales: punto de vista personal, uso autorizado y relevante de la primera persona, el aroma de las confesiones propias y el matiz que proviene siempre de observar la realidad y el entorno para convertirlos en materia narrada.

Allí también proliferan los temas que apasionan a su autor: desde el vagabundeo por la urbe, atrapando detalles e historias no siempre a la vista (una mujer en llamas en el centro de Lima, por ejemplo), haciendo sentir a sus lectores el rumor de la vida y la calle. También su pluma visita autores que, como Eguren, tenían esa misma vocación de fisgones y transeúntes sin remedio. Y lo mismo se interna en un ring de box, buscando el golpe de belleza que puede iluminar la retina de quien especta un combate tenso y emocionante.

A medida que uno va recorriendo las páginas de Los bienes ajenos, se sucede un amplio abanico temático, desde una insobornable melancolía por los cines de barrio –muchos entregados hoy a divinos quehaceres–, hasta los oscuros laberintos del jirón Azángaro, en donde por unos soles y en cuestión de minutos uno puede pasar de ser un don nadie a convertirse en un doctor en física cuántica de la Universidad de Tokio; pasando por la historia de un hombre salvajemente torturado en una dependencia policial; el tortuoso camino de otro hombre hacia la locura, sin olvidar las cuitas de amor, el saludo fraterno y conmovido a las feas, la noche que avanza sobre el centro ofreciendo funciones continuadas, costumbre ya extinta.

En fin, las crónicas de Jorge suponen siempre desplazamientos. El cronista y su lenguaje viajan, informan, retratan, trazan con firmeza, con humor, con agudeza, las huellas de una ciudad que siempre está en modo de hervidero, una ciudad en la que cada esquina reserva al mirón o al flanneur, tesoros para la vista y para la pluma.

No es esto, sin embargo, todo lo que tiene que decirnos Los bienes ajenos. Hay más. La segunda parte del volumen recopila algunas de las entrevistas que ha hecho Jorge en los últimos años. La entrevista, brazo armado de la conversación de café, suerte de intercambio confesional y consentido, licencia para curiosear en el otro, aunque en el fondo también en uno mismo, la entrevista es una de esas razones por las que muchos lectores hicimos parte de nuestra formación el gozo de leer diarios y revistas.

Jorge sabe que la conversación es un arte. Cualquiera que se siente con él un rato y disfrute de su hablar pausado, de ese tono grave de voz que uno podría confundir con el de un crooner, notará rápidamente esa sutil urdimbre con la que adereza la conversación. Jorge instala un ambiente de natural confianza y así las palabras discurren sin mayor contratiempo, invocando al asombro, al dato sorprendente o el giro inesperado de un coloquio.

Si me pidieran recomendar algunas de las entrevistas presentes en este volumen estaría en aprietos. Haciendo un ejercicio apurado, confieso que las entrevistas a Antonio Gálvez Ronceros, Wáshington Delgado, Fernando Ampuero o Carlos López, resultan particularmente entrañables para mí porque se trata de amigos en común, de gente que en algunos casos se añora sin remedio y en otros se disfruta aún del placer del encuentro.

Concluyo diciendo que Los bienes ajenos es un título engañoso, en el mejor sentido de la palabra. Los bienes ajenos se hacen propios en la lectura: cada lector les dará el peso y la dimensión que quiera y sabrá aquilatarlos teniendo en cuenta los más variados criterios. Menos problema ofrece la constatación de que, después de leer este libro, queda demostrado con suficiencia que Jorge es un maestro en al aula y fuera de ella, en la cancha y también frente a las páginas que acomete con rigor y solvencia. Los bienes ajenos están aquí para confirmar esa sentencia.

Jorge Eslava. Los bienes ajenos. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2023.

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La segunda historia a la que me quiero referir es a la del poeta chileno Pablo De Rokha (seudónimo de Carlos Ignacio Díaz de Loyola) y a la mujer que marcó su vida: la poeta Winétt De Rokha (seudónimo de Luisa Anabalón Sanderson). Quisieron las simetrías del destino que nacieran el mismo 1894 y que años más adelante vivieran un amor que osciló entre “la plenitud y la tragedia” (p.259). “A ella –apunta Boccanera– estará dedicada gran parte de los cuarenta libros que escribió De Rokha, donde sucesivas Winétt encarnan la naturaleza, el cosmos, la revolución social” (p,261).

Cito entonces una parte del poema “Círculo”, que le habla a Winétt directamnte: “Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,/ a las caobas llenas de aroma entristecido,/ a las piedras eternas y a las niñas heridas;/ un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,/ y, como un traje obscuro, se te cae el delirio” (p.271).

Hay veinte historias más en cuyas tramas hay algo de aventura, de casualidades necesarias y por supuesto, una cuota enorme de locura y desborde pasional, ingrediente infaltable para que un amor no sea, al menos en la memoria, cualquier amor.

Jorge Boccanera. La pasión de los poetas. Barcelona: Jus/Malpaso. 2022.

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